Dicen que Las hijas de esta tierra tratará sobre una escuela, la Normal Rural Justo Sierra Méndez, Cañada Honda, que está en Aguascalientes y que fue creada en los años treinta del siglo pasado. Y que ellos, egresados de Artes Cinematográficas en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, quieren hacer homenaje pero también señalar la importancia actual de este instituto. Entonces, hacen un ejercicio audiovisual híbrido: que sí es documental, pero también onírico. Que aborda la actualidad de la Normal, pero también convoca a los fantasmas de generaciones añejas. Que es una propuesta donde los géneros se difuminan, y desde el suspenso o la magia cuentan la historia de la escuela. Que además, se trata de un largometraje de realismo mágico documental, ejecutado por el talento de Aguascalientes. Que tuvo su rodaje en noviembre de 2024. Y que se realiza con el apoyo de Focine Producción.
¿Y cómo se hace una pieza documental que agrega realismo mágico? Les preguntamos.
¿De qué se trata el documental Las hijas de esta tierra?
Luis Manuel Hernández (LMH): Aborda la historia de una escuela normal rural que está por cumplir 90 años y que antes era una hacienda; está ubicada acá, en Aguascalientes.
¿Cómo decide Ámbar Muñoz, a quien conocemos como exhibidora desde Cinema NUBO, a subirse como productora a esta historia?
Ámbar Muñoz (AM): Este proyecto empezó en 2018, cuando intentaron cerrar la escuela. El gobierno quería hacerla mixta, era el primer paso para cerrarla. Las chicas se manifestaron y vinieron compañeros de otras normales rurales a apoyarlas.
Un locutor de radio metió cizaña contra los normalistas y la sociedad civil empezó a atacarlos, incluso a uno lo hirieron y perdió la vista. Nos parecía loco darnos cuenta que toda la sociedad, sin saber qué es una escuela normal rural, atacara a los normalistas. Entonces Luis empezó a trabajar la idea de hacer un documental para mostrar la importancia de estas escuelas normales rurales. Me sumé al ser una estudiante empática con las estudiantes, al ser mujer, al saber que para ellas es su única opción para estudiar, porque son hijas de campesinos.
Después de seis años ya se está materializando y es muy bonito ver los sueños cumplidos.
Generalmente pensamos en los documentales como el registro de la realidad, sin más adorno; pero ustedes incorporan elementos fantásticos. ¿Cómo surgió esta idea?
LMH: Cuando escuchamos a las egresadas de la escuela, a las alumnas, a las maestras jubiladas, todas se referían a la escuela como una madre, porque les da techo, comida y hermanas. Además, hay un mural de una mujer vestida de verde que defiende a otras mujeres, ahí nació la idea de crear el personaje de la Madre, como dispositivo para narrar la historia. Buscamos a una amiga que es actriz, Dalia Xiuhcoatl, parecida a la mujer del mural.
Trabajamos con otro personaje antagónico: la sombra del Hacendado. Esta escuela antes fue una hacienda y en ella había explotación. No queríamos recrear la hacienda, sino dar la sensación de que cada escena es una cuenta de un collar. Las cuentas son escenas documentales, pero algo te da la sensación de fantasía.
Las hijas son niñas entre siete a doce años, representan las diferentes generaciones de la Normal. Cuando la Normal está en riesgo, las egresadas auxilian a las estudiantes, porque son hermanas. Nos interesa este suspenso, que las personas no sepan si ven un documental o una ficción, y en el proceso descubran la historia de la escuela.
¿Cómo se ejecuta desde la producción un proyecto tan ambicioso?
AM: Venimos de una escuela documental; entonces cuando grabamos el documental, todo está bien, pero cuando pasamos a las escenas ficcionadas fue extraño. Pasamos de un crew de siete personas a otro con más de cincuenta. De repente tengo cinco asistentes y debo aprender cosas tan sencillas como delegar tareas; fue mucho aprendizaje. Producción éramos los primeros en llegar y los últimos en irnos. Fue un un reto, pero salió bien y estoy muy orgullosa del proyecto. El tercer día de ficción me acerqué al monitor, tomé una foto y dije: “¿cómo que nosotros estamos haciendo esta maravilla?”.
Aparte, me emociona darle trabajo a mis compañeros de la carrera e incluso a profesores: romper esa barrera, porque de repente somos todos colegas. También usar talento local, tanto de actores como de locaciones; todo fue muy: “wow, sí podemos y sabemos hacer cine en Aguascalientes”. Fue algo retador pero muy lindo.
Por un lado está la recreación artística, pero por otro, no deja de ser un documental. ¿Qué me pueden contar de la forma en la que trabajaron este ejercicio híbrido?
LMH: Me siento cómodo en borrar esa barrera. Sí es retador porque, por ejemplo, nuestro primer rodaje fue documental, pero también hicimos algo ficcionado en Perote, Veracruz, con una normal rural desmantelada en los sesentas: un edificio de nueve plantas en medio de un bosque; ahí aprendimos a hacer este híbrido.
En Perote sólo estuvo el crew base de documental y nos hicieron falta manos. Desde esa experiencia llevamos a la directora de arte a casi todos los llamados. Es un poco de intuición, vamos viendo conforme vamos grabando, y sobre todo piensas cómo se va a ir montando.
Por ejemplo, cuando las alumnas están en clase, le decimos a la fotógrafa que es cine directo, el elemento de ficción es la actriz que camina en el fondo. En cambio, para la parte que grabamos en noviembre, rentamos una hacienda abandonada; ahí sí fue una intervención total. Trabajamos con plantas, luces y todo el tiempo del mundo.
Como llevamos tantos años con este proyecto, la comunidad estudiantil y las egresadas ya nos tienen confianza. Son maestras y alumnas, que como conocen la historia, ya preguntan: “¿qué hago?”, y lo hacen. Hay partes donde sólo es registrarlas desayunando o estudiando, en otras escenas les avisamos que va a pasar el personaje de la madre y que ellas van a estar dormidas; ellas, conscientes de eso, le entran para que la historia de su escuela se cuente cómo lo estamos proponiendo.
AM: Nos enfocábamos tanto en hacer las entrevistas y que fuera documental, que de repente olvidábamos las plantas que tenían que ir en prácticamente todas las escenas. Grabábamos ficción y el vestuarista nos avisaba que había una playera con un logo; estábamos tan enfocados en la ambientación y en las luces que se nos iban esos detalles, ahí es cuando agradecemos tener al crew completo que se fijaban en eso. De repente era documental, luego ficción, luego los dos. Ha sido un proceso muy, muy interesante.
¿Cómo ha sido filmar en Aguascalientes?
LMH: En Aguascalientes se está haciendo bastante cine a partir de la fundación de la escuela, que tiene once generaciones. Con nosotros se une gente que quiso hacer cine pero no pudo, y otros que salieron de Aguascalientes para estudiar. Ahora hay una mezcla; somos una comunidad amplia, muy ávida, que está haciendo cine todo el tiempo.
Estamos acostumbrados a hacer cine de guerrilla y comunitario, pero parte de la profesionalización es aprender a gestionar fondos y recursos, para que las personas que vivimos aquí nos dediquemos a lo que nos apasiona. Yo veo a mis compañeros y descubro que cuando se tiene la oportunidad y los recursos, construimos cosas sorprendentes. En este caso, los retos van desde buscar a los proveedores adecuados, el crew, a quién llamar y dónde situarlos. En nuestra escuela somos generalistas: todos estudiamos lo mismo pero al egresar, ubicas más o menos en qué se especializó la persona.
Además, este proyecto fue pensado desde la gente local, somos muy conscientes de quiénes nos acompañan en los proyectos e intentamos dar ese brinco para ahora hacer una película. La mayoría ya nos conocíamos, por ende, hay una confianza y una forma de trabajar en un código muy nuestro.
El reto está en que si a alguien se le arruina la lámpara, no hay forma de conseguir focos aquí esas herramientas sólo se consiguen fuera; intentamos prevenirnos y solucionar con lo que tenemos. De por sí en México el cine se hace solucionando con lo que hay, desde las regiones tenemos que hacerlo un poco más.
Hablando de generalistas, si hay alguien todo terreno es Ámbar: hace exhibición en Cinema Nubo, distribuye y ahora produce. ¿Qué tal tu experiencia con tantos roles cinematográficos?
AM: Como en Aguascalientes no hay nada, hay mucho que hacer. Empecé a identificar necesidades y a cubrirlas. De hecho entré a la carrera queriendo ser cine fotógrafa y en el tercer semestre me di cuenta que no era lo mío; me gustó mucho la producción y terminé siendo la productora de mi generación. Empecé como productora y después me cuestioné de qué servía hacer cine que nadie ve y fue cuando empecé a hacer muestras de cine, después le puse un nombre y ahora ya soy Cinema Nubo y exhibo y distribuyo.
Siempre intento priorizar a Aguascalientes; cuando tengo funciones de estrenos grandes, primero pongo un corto local, porque quiero que se vea que en Aguascalientes sí hay talento, que hacemos cosas chidas. Ahorita me hace mucha ilusión que al terminar la película también pueda distribuirla. Producirla, exhibirla y distribuirla me llena mucho.
Básicamente es eso: porque no hay nada y hay mucho por hacer a la vez.
¿Tienen una ruta crítica de este documental? ¿Cuál es su futuro?
LMH: Nuestro objetivo es terminarla para el 90 aniversario de la escuela, en febrero de 2026. Se hará una función de estreno en la escuela, invitaremos a las involucradas y después, Ámbar va a tomar la batuta en la parte de la distribución.
El objetivo es que la liberemos después de distribuirla, consideramos que esta historia debe de llegar a cualquier lado de manera gratuita. Esta película se realizó con fondos públicos y nos gustaría que sea de acceso gratuito y popular. Ese es el objetivo.