Cine para imaginar: películas que se expanden a otras sensibilidades

Algo intriga de la experiencia cinematográfica de las comunidades ciegas o de sordos: cómo los primeros necesitan concentración absoluta para reconocer voces, pisadas, susurros del viento, para construir la experiencia fílmica; cómo los segundos hacen de las imágenes un barullo de señas y gestos que acompañan lo que se cuenta en la pantalla.

 

En ambos casos, la hazaña es cómo el cine logra expandirse y llevar su emoción y su mensaje más allá de lo que podemos apreciar los espectadores regulares. El cine es imagen pero también es sonido; el alcance de su hipnosis debe invitar a todo el mundo, con todo tipo de capacidades 

Cine para Imaginar es un proyecto que nace en Puebla y busca dar accesibilidad a personas con discapacidades sensoriales (visual o auditiva) a las producciones audiovisuales. Lo generan desde dos ejes de trabajo: la adaptación de los contenidos, y el diseño y ejecución de talleres que acercan estas adaptaciones a públicos diversos.

En fechas recientes, Cine para imaginar ha adaptado cine mexicano contemporáneo, títulos como Titixe de Tania Hernández Velasco, Ana y Bruno de Carlos Carrera, La hora de la siesta de Carolina Platt, Nudo Mixteco de Ángeles Cruz, ¿Qué les pasó a las abejas? de Robin Canul Suárez y Adriana Otero Puerto, Yo no soy guapo de Joyce García, Los lobos de Samuel Kishi, Kuxlejal de Elke Franke, El sembrador de Melissa Elizondo o Distancias cortas de Alejandro Guzmán Álvarez.

 

Platicamos con Dana Albicker, cofundadora del proyecto Cine para imaginar, y de la experiencia de hacer accesible el cine para todas las comunidades en México. 

 

¿Cómo inicia Cine para imaginar?

En 2010 Jorge Lanzagorta, una persona ciega de Puebla, hizo su tesis de licenciatura sobre accesibilidad en el cine. En México no había ningún proyecto así, pero en España y varios países de Latinoamérica, como Cuba, ya había audiodescripción. Jorge invitó a un grupo de personas, entre ellas yo y otros amigos. Todo era autodidacta y mucho del proyecto ha sido así, pero desde el inicio ha habido personas con discapacidad en el grupo, eso nos ha hecho aprender de sus experiencias. 

Ese año hubo un festival en Puebla y participamos con cortometrajes audiodescritos. Escribimos el guión, hicimos las voces, todo muy artesanal. Se nos ocurrió hacer lentes de cartón para que las personas escucharan las películas y conocieran la audiodescripción. Se atascaron las funciones y más personas se involucraron en el proyecto. Hubo más profesionalización: trabajamos con ingenieros de audio y locutores. Tuvimos el Fonca en 2013 e hicimos películas como El santo contra las momias, Amores perros, Ahí está el detalle. Investigamos con las personas de la comunidad qué películas les interesaría escuchar y sin saberlo hacíamos formación de públicos. Hicimos una propuesta, en la que las personas ciegas asistían a una función regular y les dábamos audífonos donde escuchaban la autodescripción; probamos nuevas formas de exhibir.

Conocimos a la comunidad sorda en 2017. Empezamos a hacer películas en lengua de señas con mediación. Tomamos la idea de la mediación en lugar de la interpretación: los intérpretes solamente deletrean; en cambio la persona que está mediando explica el contexto y lo expande. Hacen un estudio previo de la película y se graban diálogos y sonidos, incluso se describen sonidos importantes para la narrativa; esa es la idea de la mediación. Y en cuanto a la audiodescripción, trabajamos con la idea de la expansión, que viene de un compañero ciego, Lorenzo Morales. En lugar de llamarle inclusión, que suena jerárquico, preferimos expansión, un proceso horizontal que involucra a la comunidad. 

 

Cortesía: Cine para imaginar

 

¿Qué herramientas usan para que las películas sean accesibles para las personas ciegas?

Depende de las plataformas y otros factores. Hay funciones donde la mayoría son ciegos, puedes taparte los ojos y escucharla. Así le damos la vuelta a la hegemonía de la gente que ve y generamos espacios a partir del sonido. Hay otras tecnologías, como aplicaciones en el celular; en el DCP está la pista de descripción y se sincroniza con la app: el ciego llega con sus propios audífonos a la sala. En México existen transmisores como los aparatitos de traducción simultánea, los desarrollamos con ayuda de la Ibero y la UDLA de Pueblo; les damos a las personas ciegas sus audífonos y en el transmisor se hace la audiodescripción. En lo digital, en Netflix ya hay algunas películas con audiodescripción. Lo ideal sería que las plataformas tengan esta modalidad, pero habría que subir una versión de la película con audiodescripción incrustada. Son procesos complicados de programación. 

También El incidente de Isaac Ezban en Blu-ray viene con audiodescripción, puedes elegir escucharla o no. Pero falta que más productores y directores conozcan estas posibilidades, para que lo incluyan en sus pelis. La lengua de señas también se puede poner y quitar, pero varias tecnología nos rebasan por presupuesto y tiempo; somos un equipo más centrado en la investigación, nos hemos clavado en los procesos de expansión, en la mediación y el trabajo con las comunidades.

 

¿Cómo es el trabajo que realiza Cine para imaginar hacia lo social? 

Entre 2010 y 2014 nos invitaron a varios festivales, hacíamos funciones en Cinépolis pero eran lugares sin accesibilidad para movilidad y las personas no llegaban. Entonces, literal, salíamos a los parques a preguntar si conocían personas con discapacidad, buscábamos fundaciones, recorríamos la ciudad. 

En el Cervantino caminábamos, veíamos a un ciego y lo invitábamos a la función. Creo que ha cambiado la perspectiva: hicimos redes con asociaciones, fundaciones, escuelas, proyectos de autogestión. Y algo importante: desde 2016 empezamos a hacer talleres de cine para personas con discapacidad visual y desde 2018 para personas de la comunidad sorda. El taller se llama Laboratorio de lo invisible, escuchamos películas y las personas con discapacidad pueden crear sus propias historias. En 2018 tuvimos otra vez el Fonca e hicimos un recorrido por Guadalajara, Miahuatlán de Porfirio Díaz en Oaxaca, donde hay una comunidad que hace radio para personas con discapacidad visual, y en Zipolite, en la comunidad de Piña Palmera. Entonces ha sido de las dos formas: en la exhibición y también buscando a personas que quieran involucrarse.

 

¿¿Tendrían que existir salas que proyectaran exclusivamente películas para personas con ceguera o sordas? 

En algunos países hay salas que en sus butacas tienen enchufes donde escuchas la audiodescripción, que viene del DCP. En Estados Unidos, por la ley, la mayoría de los materiales tienen audiodescripción y subtitulado para personas sordas. Sin embargo, hay un proceso en el que muchas personas sordas sólo saben lengua de señas en español. Allí es un proceso largo, pero sería ideal que en los cines algunas películas tuvieran esa función. A lo mejor desde las apps o con los enchufes de las butacas; la lengua de señas es más compleja porque está en la pantalla, pero podría haber funciones específicas para la comunidad sorda. 

Hemos visto funciones donde llegan doscientas personas sordas, es increíble. En la Ciudad de México llegan unas trescientas si anuncias que tendrás lenguaje de señas. La comunidad está esperando que haya productos culturales a los que se puedan acercar, y cuando los ven llegan en comunidad. Entonces habría que ofrecer esa posibilidad, quizá en un festival, con versiones para público en general y otras en señas. Es complejo, depende de muchos factores, pero sería lo ideal.

 

Cómo es una función para ciegos o sordos?

Muy divertido, porque cuando hay personas sordas y ciegas, los sordos hablan en señas en medio de la película y hacen mucho ruido. La comunidad tiene muy arraigados esos procesos de ir juntos a diferentes lugares, se conocen y si quieren opinar pasan al frente y se vuelve interesante. Así pasó en Oaxaca, cuando pusimos Nudo mixteco; llegaron cincuenta sordos a la biblioteca, se acabó la película y querían comentar. Subían a donde está la pantalla y hablaban. Era interesante entender cómo funciona la la comunidad, cómo comunican las cosas, porque se emocionan mucho. 

 

Cortesía: Cine para imaginar

 

¿Y cómo es la experiencia cinematográfica para los ciegos?

En el Cervantino pusimos El Santo contra las momias, que fue filmada en Guanajuato, y las personas ciegas estaban extasiadas porque conocían las calles de la película y ampliaron su conocimiento porque ya habían escuchado la película pero no sabían qué pasaba. Muchas personas son ciegos adquiridos, entonces me decían: “esa película la vi cuando era joven y me encantaba, ahora me llena de emoción escucharla, la recordaba diferente o me recordó esto”. 

También sucede que describimos que una mujer se acerca caminando y ellos dicen que se escuchan los pasos lejos, son muy críticos del sonido. Nos han hecho conscientes del sonido y cómo está jerarquizado ante la imagen, sobre todo en el cine mexicano. 

 

¿Cómo han aprovechado el apoyo de Focine?

Somos un proyecto peculiar, porque tenemos que hacer producción de la accesibilidad antes de exhibir. Fue agotador pero también estuvo interesante: antes de obtener el Focine ya pensábamos qué películas haríamos, hicimos una encuesta entre personas ciegas y sordas, y luego hicimos todo el proceso de gestión; eso fue complicado porque muchas productoras no conocen la accesibilidad y no entendían por qué queríamos sus materiales casi en bruto para la mezcla. Para ese proceso tenemos varios equipos: el que hace el audiodescripción, que somos Jorge, yo y otras personas, y el equipo que hace la mediación en lengua de señas. 

Para la audiodescripción tenemos que ver la peli varias veces y después trabajamos el guión con personas ciegas. Quienes hacen la mediación ven la película con los sordos. Por ejemplo, para las películas del norte tienes que buscar a un sordo del norte, porque hay señas que son de allá. Después hacemos la grabación de audiodescripción con locutores y la grabación de señas. Toda la edición se pone en una sola película, y otro equipo hace los subtítulos para sordos, entonces tenemos estos tres grupos, somos unas quince personas. 

En paralelo gestionamos dónde exhibiremos las películas, buscamos lugares donde sabemos que las personas van a llegar: estuvimos en Centros de Atención Múltiple en Tlaxcala, en Puebla, en la Cinemateca en Oaxaca; espacios donde hay actividades para personas con discapacidad. Pensábamos hacer diez funciones y al final fueron 25. Todavía faltan algunas, y como además empezó a promoverse el proyecto por redes, nos han llamado de otros lugares.

 

¿Cómo debería continuar este proyecto?

La idea es expandirnos hacia las tecnologías. Necesitamos un equipo más grande, la idea es expandirlo a cosas más concretas como guionistas, o un equipo de señas más experimentado. El grupo base de señas son seis pero se están metiendo a diferentes investigaciones, una chica hará su tesis sobre esto. Creo que nos expandiremos hacia las tecnologías y también pensaremos otras formas de financiamiento, como crear una asociación civil. 

 

Conoce las experiencias de exhibición, los talleres, y más información sobre el proyecto Cine para imaginar en su página web