‘Ir y volver’ de José Pemar: cortometrajes como postales

La madre de José cae en coma en Baja California Sur, cuando él debe mudarse de Budapest a Bruselas, para seguir con sus estudios de cine documental. Hay caos en las comunicaciones, en la mudanza, en el estado emocional del cineasta y su familia. Los mensajes de voz son el único vínculo entre ellos. Y desde este material, José desarrolla un cortometraje experimental que hace la crónica de estos momentos de angustia.

Después de una ópera prima enérgica y de cierto modo autobiográfica cómo Off the Road (2020), José Permar realiza un ejercicio de intimidad total, en el que utiliza mensajes de voz y una deslucida cámara súper 8 como herramientas para designar la lejanía y la imposibilidad de acompañar a su familia en la enfermedad.

Ir y volver, cortometraje documental experimental, forma parte de la sección La Baja inspira del 11° Festival Internacional de Cine de Los Cabos. Y desde Bruselas, José Permar platicó con nosotros sobre este ejercicio de mandar postales de afecto y cercanía, a pesar de la distancia.

¿Cómo decides que lo que estaba ocurriendo con tu madre podía ser material para un cortometraje?

Por la maestría yo estaba obligado a hacer un cortometraje documental. Intenté otras cosas, pero cuando pasó lo de mi madre no tuve cabeza para nada más. Consideré incluso regresar a México, pero mi situación económica no me lo permitía. Y al mismo tiempo, si me quedaba acá, en Europa, estaba obligado a hacer el documental. Empecé a grabar sin procesar nada, me sentía súper encerrado en mi cabeza, no sabía si quería regresar México, en el documental lo digo: si regresaba era aceptar lo peor con mi madre.

Cuando mi mamá cayó en coma, mi hermana estuvo mandando actualizaciones de lo que pasaba. Los mensajes de voz de mi hermana y el doctor eran la forma de informarme. También me pidieron audios para que los escuchara mi madre, yo les preguntaba: “¿de verdad me va a oír? ¿ No es lo mismo que mandarle un audio a una zanahoria?”. Después me disculpé por lo pesado pero es que no sabía muy bien cómo reaccionar. Cuando revisé mi celular me di cuenta que estaba haciendo una especie de diario de lo que estaba pasando: los audios de mi hermana, del doctor Tonatiuh, lo que me pidieron para despedirme de ella. Compré unos cartuchitos de súper 8, conseguí una cámara de súiper 8 y empecé a grabar mi mudanza, el viaje de Budapest a Bruselas. Grababa casas vacías o las calles de Bruselas, intenté hacer un diario que me ayudara a estar aquí y ahora. 

En el último momento para hacer el corto para la maestría, como buen mexicano, agarre todo el material que tenía y me encerré una semana en mi cuarto. Era un invierno feísimo, me encerré una semana hasta terminar el cortometraje sin dormir, nomas escuchando los audios.

 

Ir y volver es una película en la que tanto los audios como la parte visual son importantes. Me llamó la atención, por ejemplo, que cuando hablas tú son planos abiertos y cuando habla tu madre son imágenes a detalle o interiores. Quiero preguntarte eso, cómo fuiste creando el concepto audiovisual.

Eso que dices de los planos no me había fijado. No fui muy consciente, a diferencia de Off the road o de otras pelis que había hecho, bien planeadas, donde me mantengo externo y puedo tener esta frialdad de poner músicos y jugar con la cámara que no me estoy exhibiendo como persona. Acá fue lo contrario, me di chance de hacer lo que pudiera y después preguntarme de dónde viene. 

Sí había una cosa con la baja calidad. Los sonidos venían en baja calidad, mi comunicación con mi hermana era por mensajes de WhatsApp y era como un símbolo de la distancia. También por eso, no muy consciente, usé el formato súper 8, para jugar con la textura del sonido. El hecho de que la voz de mi mamá suena a teléfono agrega que la calidad sea baja, más onírico, que se diluye; entonces lo que hice fue abrazar la mala calidad: que se vea feo, con poca luz, con grano. Mi voz fue lo único que al final grabé con una grabadora, mientras editaba iba grabando las partes que le quería dedicar a mi mamá, porque también fue una especie de carta que hice cuando mi mamá despertó. 

La verdad no hubiera tenido la fuerza de hacerlo si mi mamá no hubiera despertado. Cuando despertó pude procesar lo que pasó y me metí a hacer el corto. Fue también un proceso de entretenimiento con ella, porque cuando despiertas de un coma pasan meses que no puedes caminar, ella tardó semanas en mover la mano para agarrar el teléfono y hablar conmigo, y después de la tempestad fue una manera de pasar tiempo juntos. Estas llamadas largas fueron mi manera de acercarme a ella. Creo que también fue una onda de terapia.

 

 

 

 

¿Ya vio tu madre el cortometraje?

Sí, para la familia quedó como un detallito. Está chistoso, yo siempre he sido práctico para hacer cine, hay un compromiso de hacer la cosa más trascendente de la vida. Pero estaba tan metido en esto, que fue la primera vez que me di chance de usar el cine como un regalito. Me sentí como cuando era niño y le hacía un dibujo a mi mamá y se lo regalaba. 

Para mí ha sido una manera de mandarles postales. Me está abriendo la puerta a ver el cine de esa manera, y también otro tipo de cine, que se puede hacer sin recursos, más íntimo y personal. 

Mi familia lo vio cuando mi mamá despertó, lo vieron juntos en diciembre, cerca de Navidad, chillaron con él y luego platicamos. Se ha convertido en mandarles un recadito, como: “mira, no he podido ir, pero aquí estoy”. Una manera de intimar en la distancia.

 

Cada vez más personas usan el audiovisual, de manera no profesional, para relacionarse con quienes tienen lejos. Desde ahí me parece interesante tu cortometraje, que de alguna manera recupera una práctica que hacemos muchos que no nos dedicamos al cine.

Sí, está chistoso. La finalidad del corto es muy parecida a eso, como cuando viajas a un lugar y grabas tu selfie mandándole saludos a tu familia. Sigue teniendo una capa de que estás consciente de que lo estás mostrando y de que quieres comunicar algo más. Pero este valor de postalita la tiene.

 

Ir y volver, Dir. José Permar

 

Estrenas en Los Cabos, en 2020 lo hiciste con Off the Road. Me gusta que el festival hace suyos a sus directores y directoras, como ocurre contigo. ¿Qué impresión te da repetir en él? 

Desgraciadamente no voy a poder ir y ahora que ya se puede, que ya no será online como pasó con Off the Road, porque ando trabajando en la siguiente peli. Pero me encanta la idea de que se estén abriendo al talento de allá, porque el noroeste de México es una zona abandonada culturalmente. A mí me da tristeza que cuando uno intenta referirse a Baja California Sur,  te piden que hagas un vídeo turístico de las ballenas o de la playa. Creo que esa es la razón por la que esta región y muchas partes de México sean tan explotadas por esta neocolonización barbárica que llega y no le importa las tradiciones ni las costumbres del lugar, que hacen cosas absurdas como poner un hotel cinco estrellas o un campo de golf en el desierto. 

Para mí Baja California Sur es un tema bien interesante, siempre va a estar en mis pelis. Es esta tierra que nunca es apreciada culturalmente, hasta en el nombre: California, luego Baja California, luego Baja California Sur; esta tierra está tan olvidada que ni su nombre se merece. Entonces me da muchísimo gusto que haya un festival de este tamaño, que volteé a ver qué se está haciendo en Baja California Sur y fomente la región. 

Ir y volver (México, Hungria, Bélgica, 2021). Dirección: José Permar. Fotografía, edición, diseño de sonido: José Permar. Música: Alberto Romero Parra. Con la participación de: Alicia Martínez, José Permar.