‘El diablo en el camino’, de Carlos Armella: un viaje con el hijo a cuestas


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Entrevista a Carlos Armella (director), Elsa Reyes (productora) y Luis Alberti (protagonista)
 

11 de diciembre, 2025

 

Por Carlos Ramón Morales 

 

Juan, desertor de la guerra cristera, un San Cristóbal derrotado y sin posibilidad de redención, cruza territorios abatidos por el enfrentamiento, con la tumba de su hijo a sus espaldas. Quiere enterrarlo en El Porvenir, nombre irónico de un pueblo que ha perdido la fe en cualquier futuro.

Desde este desolador punto de partida se desarrolla El diablo en el camino, película de Carlos Armella que propone un road movie inusual: más que posibilidades o crecimiento, lo que busca Juan es un territorio, una señal donde pueda purgar sus culpas, atisbar la redención.

Al centro de la película Luis Alberti, acompañado por un reparto destacado, como Ricardo Uscanga, Aketzaly Verástegui y Mayra Batalla, quienes crean una pieza emotiva y dolorosa, que nos sitúa en un país de los años treinta no muy distinto al actual.

El diablo en el camino tuvo su estreno en el Festival de Málaga de 2025; también particípó en Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México. Ahora tendrá su estreno el 11 de diciembre, en salas del circuito cultural mexicano. Platicamos con el director Carlos Armella, la productora Elsa Reyes y el actor protagónico, Luis Alberti, sobre esta estrujante pieza.

 

¿De dónde tomaste los referentes para construir esta historia sobre la época cristera en Guanajuato?

Carlos Armella (CA): El argumento lo escribí hace más de veinte años. Entonces yo tenía una fuerte influencia de la literatura de Rulfo, Elena Garro, José Revueltas y otras obras de la época cristera.

Con el tiempo se sumaron referencias del cine mexicano como Macario, El hombre sin rostro, o Animas Trujano. Desde el principio quise contar una historia situada en esa época, que girara en torno al cuestionamiento religioso. La primera imagen siempre fue la misma: un hombre cargando un ataúd sobre la espalda, caminando por un territorio devastado.

 

Cuando llega a Elsa Reyes a un proyecto de este tipo, ¿cómo se empieza a trabajar?

Elsa Reyes (ER): Carlos nos dio una guía clara, al ubicar la película en Guanajuato. Conseguimos ayuda valiosa de gente local. Fue mágico el hallazgo de las locaciones: escenarios naturales que aportan muchísimo a la película.

Un historiador nos dio asesoría especializada sobre el periodo. Aunque Carlos no quería que fuera un retrato exacto de la época, sí tuvimos un acompañamiento sólido, que le dio veracidad. En general, todos los departamentos se documentaron mucho para hacer el trabajo de manera adecuada.

 

¿Quién se encargó de la dirección de arte y cómo fueron recreando estos lugares?

ER: Nuestra directora de producción y de arte es Ivonne Fuentes, talentosísima creadora con muchos trabajos en su haber. Construyeron varios interiores e hicieron un trabajo delicado para ubicar hasta los props más pequeños: platos, cucharas, detalles que parecen mínimos, pero que fueron arduos de conseguir. Ese esfuerzo le dio al elenco las herramientas necesarias para habitar la época con naturalidad.

Los exteriores fueron más complicados. Recrear esa época es muy difícil, porque todo está contaminado de modernidad. La historia estaba imaginada en un par de pueblos, pero recrearlos significó armar una pedacería alrededor del estado. La logística se volvió difícil, teníamos que filmar una escena del inicio con otra del medio. Después estuvimos en Tlaxcala y otros sitios. Quizá ahora, con las nuevas herramientas digitales, se facilitan ciertas cosas que en ese momento no teníamos. En nuestro caso fue un reto enorme, pero también parte de la riqueza del proyecto.

 

En una reseña comparaban a El diablo en el camino con el “camino del héroe”, yo pensaba más en una road movie: un personaje con un conflicto, que transita por varias conocencias. ¿Tú cómo imaginabas este viaje de Juan?

CA: Para mí siempre fue más parecido a un road movie. Decía que era un poco como El mago de Oz: te adentras en el camino amarillo y aparece el Espantapájaros, luego el Hombre de Hojalata, después el León cobarde. Aunque ya sabes cuál es tu destino, tienes estas estaciones por las que debes pasar.

La película era un viaje desde el principio. Sabíamos que el deterioro del personaje sería exigente, difícil, y que debíamos trabajarlo con cuidado. Con Luis lo abordamos así: entender en qué etapa del recorrido estábamos en cada día de rodaje, en qué nivel de deterioro se encontraba Juan, si estaba en un estado de alucinación, de desgaste físico o emocional. Cada momento del camino tenía su carga y era importante situar a Juan en el punto exacto de ese viaje, para que la interpretación transmitiera toda la intensidad de lo que estaba viviendo.

 

 


Imagen secundaria

Luis Alberti lleva a cuestas la película. Hay un desgaste físico, un trabajo corporal, importante. ¿Cómo construiste este personaje?

Luis Alberti (LA): La película sigue un camino claro: desgaste, transformación y una especie de renacimiento. Vamos paso a paso con Juan, siempre entendiendo en qué punto del viaje está. Es un arco dramático clásico, pero aquí todo se ve y se siente en el cuerpo, el sitio donde ocurre el drama.

Acompañamos a Juan a un purgatorio y de regreso. Él dice que carga el cuerpo de su hijo, pero en realidad carga su alma, lo más valioso que tiene. Su identidad como padre, todo lo que pudo haber sido y se perdió, es la verdadera herida de su vida.

Por eso la interpretación tenía que ser física. No se puede fingir ese cansancio. Cada detalle importaba: cuánto se deteriora, cuánto le pesan las piernas, cómo cambia su cuerpo.

Con Juan trabajé la idea de la redención: paternidad, culpa, determinación. Él no se rinde nunca. Es un personaje universal, entendible desde cualquier lugar, más allá de la religión.

Es una historia que puede dialogar con su época y con la nuestra, porque esos temas nunca desaparecen. Todos tenemos un camino así: uno que nos quiebra, nos revela y nos devuelve un poco de luz.

CA: Este papel había sido imaginado desde mucho tiempo atrás. Elsa propuso: “¿Qué les parece Luis Alberti?” La idea nos convenció y, después de platicar, fue evidente que él era el idóneo.

Desde que leyó el guion y supo del desgaste físico y emocional que implicaba, comenzó a prepararse. Cuidó su dieta, su ejercicio y se metió mentalmente en el personaje. Pensábamos en las diferencias de vivir en aquella época contra la actual. Fueron semanas de preparación antes del rodaje. Incluso trabajó la manera de hablar con un coach. Ese esfuerzo vale la pena resaltarlo.

 

¿Cómo fue coordinar la producción en Guanajuato? ¿Qué implicó convertir esos territorios en los escenarios de esta película?

ER: En Guanajuato encontramos gente muy profesional, desde el joven que nos ayudó a localizar las locaciones, hasta los distintos departamentos que se sumaron al proyecto. Filmar fuera de la capital es agradable: la gente lo agradece, se involucra, y eso se siente. Contamos con talento local, actores, extras, y recibimos mucha colaboración.

Descubrimos sitios bellísimos, peculiares, embrujados. Fue toda una aventura. No podíamos instalarnos en un solo lugar y filmar desde ahí, sino que siempre era dos días en un sitio, luego movernos, tres días en otro, y así. Fue una película exigente para todos, pero también una gran experiencia, que nos dejó un vínculo profundo con la gente y los paisajes de Guanajuato.

 

Es interesante ver el cine de Carlos Armella en facetas tan distintas: documentales deportivos, un coming of age como ¡Ánimo, juventud!, ahora esta película rural e histórica. ¿Cómo eliges navegar por estas aristas tan variadas?

CA: Siempre busco historias con emoción y humanidad. Es lo que me guía. Incluso en ¡Ánimo, juventud!, que es más ligera, me importaba llegar a lo emocional. Y en esta película había un contexto histórico fuerte, un tema doloroso y una carga emocional profunda.

Aquí el reto fue enorme: hablar de paternidad, la pérdida de la fe, la relación del hombre con Dios… Era difícil llevar a la pantalla cosas tan abstractas como el alma, la culpa, lo espiritual. No siempre puedes pedirlo al vestuario o al actor.

Sabíamos desde el principio que esta no sería una película para todos. El tema es oscuro, la experiencia es intensa y no todo el mundo va a conectar. Pero los que conecten, lo harán profundamente.

Lo bonito es que la historia admite muchas interpretaciones. Cada espectador decide qué pasó, dónde queda Juan al final. Y todas las lecturas son válidas, porque la película se completa con lo que cada quien le trae.

 

El diablo en el camino (México, 2025). Dirección y guión: Carlos Armella. Productoras: Yadira Aedo, Marion d'Ornano, Elsa Reyes. Compañías productoras: CIMA, B Positivo Producciones, Tita B, con el apoyo de Eficine Producción. Cinefotografia: Mateo Guzmán. Sonido: Pablo Taméz Sierra. Editores: Carlos Armella y Óscar Figueroa. Reparto: Luis Alberti, Ricardo Uscanga, Aketzaly Verástegui, Mayra Batalla, Roberto Oropeza, Osvaldo Sánchez. Locaciones: Guanajuato, Tlaxcala.

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