Mudanza, de RS Quintanilla: las parejas y sus miedos


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¿Te mudas con tu pareja? No solamente cargarán cajas y muebles, los libros o floreros que compartirán en la vida en común. Quizá la primera noche les despertará un ruido y presentirán un intruso en el nuevo hogar. Quizá en la oscuridad y mirándose a los ojos se sentirán inquietos e indefensos. Y ambos transformarán sus emociones e ideas para siempre: una araña o un carraspeo podría iniciar esas mudanzas interiores.

Desde el ruido que escuchan Diego y Ana en su primer día viviendo juntos se urde Mudanza, película de RS Quintanilla.  Esta ópera prima, en clave minimalista, propone el miedo, la masculinidad desafiada, la incertidumbre de la juventud como formas y retos para iniciar una nueva vida. 

Noé Hernández y Florencia Ríos protagonizan la historia; Gerónimo Bolaño debuta en el cine; Mudanza forma parte del Programa Óperas Primas del Centro de Capacitación Cinematográfico (CCC), que en marzo de 2025 tuvo su estreno en el Cinequest Film & Creativity Festival de San José, California, y que ahora forma parte de la sección Largometraje Mexicano del 28° Festival Internacional de Cine Guanajuato.

Platicamos con RS Quintanilla sobre esta pieza que, desde el absurdo, sugiere la dificultad, la amenaza que se esconde tras la vida en pareja. 


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Mudanza, dir. RS Quintanilla

¿Cómo empiezas a imaginar la historia de esta pareja en su nueva casa?

Quería hablar sobre el miedo y lo dramático que es la interpretación de los hechos; lo que detona la anécdota acaba siendo un sinsentido, lo importante es cómo se relaciona con la pareja. Empecé a escribir esta historia en 2021, mi intención era hablar sobre el miedo. Entonces la anécdota fue creciendo hacia un largometraje. 

 

Pensaba en Raymond Carver o en John Cheever, que desde anécdotas muy contenidas disparan lo que les ocurre a los personajes

En 2021 releí De qué hablamos cuando hablamos de amor de Carver y esos cuentos me parecieron poderosos. También leí a David Foster Wallace, anécdotas muy pequeñas a partir de poner el foco en el tren de pensamiento del personaje. Está ese cuento muy hermoso del morro que camina desde un camastro de la alberca pública a ventarse del trampolín [“En lo alto para siempre”], el morro no hace más que caminar, intentar saltar a la alberca y es un viaje completo. Me importa cómo los personajes se relacionan con los hechos y esa interpretación transforma las cosas importantes de la vida; en esas cosas minúsculas encontramos lo que realmente importa.

 

Hay una confrontación entre las edades de Diego, un hombre maduro, y Ana con sus amigos y una vida más joven, o el mismo hijo Claudio. Un cruce generacional que podría explicar muchos de los temores que experimentan los personajes. 

Los tres personajes de la trama principal se llevan entre ellos unos quince años cada uno. Algo de eso se explora en la película. No era una intención hablar de los boomers y la generación X, o los millennials y los centennials, aunque ahí está. Mi intención era hablar de las relaciones de poder que se pueden dar, relaciones de poder que además son legítimas, diría Chomsky: la relación de poder entre un padre y un hijo, que de repente empieza a ser una membrana porosa, y de acuerdo al contexto va modificándose. 

Diego es un tipo mayor, tiene más capacidad económica que su pareja, una trayectoria de vida más armada y esta estructura del poder lo acaba confrontando con su hijo. Esa era la intención: hablar más de estas estructuras que de generaciones.

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