La celebración del Huachinango Rojo está llena de música y colores; detrás persiste una tradición misógina y violenta, en el que el valor de las mujeres se constriñe a haber preservado su virginidad.
Ésta es la historia que recupera Cinthya Lizbeth Toledo en Huachinango rojo (Behua Xiña'), que lo mismo crea un despliegue versátil de los recursos cinematográficos, que revisa con oscura ironía el anacronismo y la humillación que implica la celebración. Un cortometraje que desde un gran despliegue de imaginación crea una denuncia urgente y pertinente.
Huachinango Rojo es un cortometraje realizado desde el Estímulo para la Creación Audiovisual en México y Centroamérica, el ECAMC, y ha merecido una nominación a Cortometraje Documental por parte de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para la edición 66 de los premios Ariel. También se presentó en la Muestra de Cine de los Pueblos Originarios y Afrodescendientes, en el Zócalo de la Ciudad de México, en la Cineteca de las Artes y podrá verse en televisoras públicas, en Canal 22 y en la plataforma Nuestro Cine MX.
Platicamos con Cinthya Lizbeth Toledo sobre esta fiesta de la sangre y su recuperación en un cortometraje enérgico e inquietante.
Conocías el tema del ritual del Huachinango Rojo y lo abordaste en una tesis académica, ¿por qué llevarlo después al cine?
Yo estudiaba comunicación en la Universidad Autónoma de Chiapas e hice mi tesis junto con mi productor. Queríamos hablar de la fiesta, pero siempre tuve este cuestionamiento sobre el tema de mantenerte virgen. Pensaba que nadie de mi comunidad iba a leer 120 páginas de tesis. Ahí empezó la idea de hacer cine documental, con el interés de agregar simbolismos. El Huachinango Rojo un tema tabú para las niñas y los niños del Istmo. Yo quería que lo vieran ellos y sus mamás, aunque me da miedo contar esta historia, porque es ir a contracorriente en la comunidad. Fuimos muy cuidadosos en los dibujos y los sonidos. La investigación previa ayudó a aclararnos ideas. Escuchamos todo lo que se hablaba, todo lo que pensaban y sentían. Yo también me preguntaba cómo quería verme representada en el cine. Así comenzamos a construir el documental, que empezó como una tesis.
El documental Huachinango Rojo es inquietante: muestra momentos festivos de una realidad sórdida. También es un cortometraje audaz, que combina danza, colores, testimonios, animación. Es un gran collage audiovisual.
Para mí esas palabras, inquietante y audaz, podrían describir la vida en el Istmo, que es muy divertida, pero a la vez muy frustrante. Somos mujeres fuertes, pero hay un contraste entre esa idea y la violencia: somos el segundo lugar en feminicidios en Oaxaca.
Hay diversión, matriarcado, mujeres trabajadoras y fiesteras, música, pero nadie cuenta la parte de la sangre, los feminicidios, el dolor, la violencia. Yo vivía en esa dualidad. De hecho me costó hablar del tema porque era como hablar mal de mi comunidad. Pero también había una necesidad de contar. Y la elección fue contar la fiesta, pero sin soltar lo que está pasando, quería contar esta dualidad y por eso el documental se divide en dos partes, la celebración, y un poquito triste, oscuro, lo que pasa pero no se dice.
Huachinango Rojo se hizo en el contexto del Estímulo para la Creación Audiovisual en México y Centroamérica, el ECAMC, ¿qué aprendizaje has obtenido de esta experiencia?
Lo más importante y lo más difícil es serle fiel al a lo que quieres hacer. Estamos influenciados por mucho consumo cultural homogéneo, nos cuesta separarnos de eso. Lo otro, que también va alineado, es saber que yo puedo hacerlo. No vengo de una escuela de cine, soy autodidacta en muchísimas cosas.
Cuando dentro del ECAMC pasaban mis compañeros a hablar de sus proyectos, yo veía sus trabajos y eso me animaba mucho, pensar que yo también puedo tener ese potencial. No dejarme llevar por estas vocecitas de que no tengo la formación de cine, pero sí sé lo que quiero hacer. Entonces me toca ir talachando este camino de qué puedo hacer con lo que tengo sin ponerme una barrera, sino pensar que puedo lograr las cosas.
Huachinango Rojo está nominado al Ariel, en la categoría de Cortometraje documental. ¿Cómo te enteraste?
Yo tenía dengue y estaba esperando mi análisis de sangre. No tenía esperanzas porque es mi primer trabajo, muchas cosas me impedían pensar que podía estar nominada.
Yo no estaba viendo el anuncio de los nominados en vivo. Le avisé a mi productor, por si lo quería ver. Y como también somos roomies, recuerdo que él venía de un lugar a otro gritando que nos habían seleccionado y yo sin creérmelo. Fue como una cachetada para mí misma, preguntarme por qué no podemos llegar a esos lugares. Como lo del Zócalo, esos lugares que nunca nos han pertenecido. Lo que más me ha costado como directora es creérmela, decir que soy cineasta, no sé si me siento preparada porque cargo con todo este contexto cultural y social de que no estudié cine, pero si no me posiciono voy a seguir en este mismo hueco de no creérmelo.
¿Qué te significó presentar Huachinango Rojo en el Zócalo?
El recinto del Zócalo representa algo grande, es un lugar donde se presentan artistas, el Presidente, y ahora reunir un montón de películas que hablen de las comunidades, es como decir: “nosotros también queremos este espacio, queremos estar acá”. Me sorprendió que se hayan llenado las funciones, y que hubiera preguntas. Con Huachinango Rojo yo recibí a muchas paisanas que vivían en la Ciudad de México desde hace mucho tiempo, que no habían ido al Istmo, y el corto era una puerta para escucharse y verse, de repensar su identidad, las identidades que nos conforman.
Y poner una carpa, una pantalla, poner las películas en un lugar donde puedes entrar sin boleto, con quien quieras, todo eso rompe la idea de una exhibición. Queda muy justo con el cine que quisiera hacer, con películas desde una perspectiva de género y desde la diversidad de disidencias sexuales. Al final, estas historias llevan muchísimos años encerradas y esto fue un espacio de sacar las historias, fue como una probadita.
Creo que independientemente de que veamos el corto en el Zócalo, o que se nomine para los premios Ariel, las proyecciones más importantes y tu audiencia más importante está en el Istmo.
Yo me moría de miedo y nervios cuando lo presenté en mi comunidad. El primer día tuve un acompañamiento muy bonito, de muchas chicas que me acompañaron en el transcurso del documental. Hicimos talleres de fotos, de sexualidad, y al final presentamos Huachinango Rojo; todas las que planeamos la proyección teníamos miedo porque aparecían rostros conocidos de las vecinas, las niñas, había una historia que podía ser complicada.
Cuando se presentó la película, las mujeres contaron que a fulana le pasó algo así, que a mí me pasó, se dio la apertura al tema, que nunca lo ha habido y es justamente a lo que quería llegar.
Yo agradezco los festivales y la nominación, pero que haya llegado a las escuelas, que hayan sido más de 50 proyecciones en varias partes del Istmo, es el check de mi vida: las niñas empiezan a hablar, los niños empiezan a preguntar, a incomodarse, a cuestionar, porque no se trata de decir que está mal, se trata de mostrar lo que está pasando y que cada quien crea lo que quiera. Me gusta que el docu llegue a las niñas, a los niños, les da la oportunidad de pensar en lo que ellos quieren. La mejor forma de contarlo es desde las mujeres que lo viven y lo sufren, desde nuestra perspectiva. Que se siga presentando en escuelas siempre será el logro más grande.
Huachinango rojo (Behua Xiña'), (México, 2023). Dirección: Cinthya Lizbeth Toledo Cabrera. Música: Marcos Trujillo, José Luis López. Fotografía: Ricardo Melchor. Compañía: Cheguigo Audiovisual.