Mario Luna: la didáctica de la luz

Desde las aulas o los foros del Centro de Capacitación Cinematográfica, o de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la UNAM, Mario Luna ha forjado una didáctica de la cinematografía que después ha recogido paisajes, miradas, deslumbramientos o claroscuros en todo el mundo. 

Maestro de cinefotógrafos consagrados, como Rodrigo Prieto o Emmanuel Lubezki, o de talentos emergentes como Claudia Becerril o Ximena Amman, las enseñanzas de Luna tienen la solidez y el prestigio de varias generaciones de artistas de la lente. 

“México es una tierra de fotógrafos”, dice Mario Luna contundente, pero también es gracias a una pedagogía que, lejos de asombrarse por las nuevas tecnologías, lleva a los cinefotógrafos incipientes a una asombro elemental: el de las distintas posibilidades de la luz. 

¿Cómo llegó a la cinematografía, después de haber realizado fotografía fija?

Estudié dibujo publicitario en la Academia de San Carlos; este medio me llevó a relacionarme con la fotografía. Las noches de viernessalíamos de fiesta y nos preguntábamos sobre el tema de la iluminación, y cómo podía generar distintos espacios y atmósferas.

Conocí al maestro Alfredo Joskowicz y fue un punto de quiebre. Después, unas compañeras ingresaron al CUEC y con este maestro me invitan a hacer cine. Apliqué para el examen de admisión y fui rechazado: mi maestro me motivó a entrar como oyente. Tiempo después, en una asamblea formada por alumnos y académicos, se decidió que ingresará como alumno regular. Trabajaba en publicidad por el día y en la noche iba a la escuela; sábados y domingos me dedicaba a los trabajos de la escuela.

En ese tiempo, en el CUEC nuestros contenidos eran formados por nosotros mismos. El director Manuel González Casanova me ofreció quedarme con la clase de fotografía. Así que inicie por lo fundamental y es la luz. Todo es luz: la vemos por reflexión y sentimientos; los astros, el día y la noche generan tantos sentimientos como la iluminación de un hogar. Ahí me he mantenido: la luz enriquece la práctica y los conocimientos teóricos.

 

¿Cómo han sido las clases que da en estos espacios?

No necesitas más cuando puedes hacerlo con menos, generamos esa idea con los chicos. Cambia la tecnología, pero el fundamento permanece y eso despierta curiosidad en los muchachos. Formar una imagen con una lupa es asombroso para ellos, es relacionarse con los principios básicos de la óptica, que son necesarios para explotar esa creatividad.

Después jugamos con las calidades fotográficas de los lentes, en ocasiones no se necesitan demasiados si sabes aprovechar uno solo al máximo. Siempre tuvimos el deseo de obtener más equipo, pero siempre trabajamos con el mínimo, como con nuestras propias luces. Experimentar es un placer riquísimo. Los muchachos se divierten bastante con eso.

 

Un cinefotógrafo tiene que entrenar su mirada, ¿qué otras destrezas debe desarrollar?

Tanto el cinefotógrafo como el director deben tener una amplia habilidad para contar. Durante el primer semestre los alumnos hacen un libro de fotografía, con un mínimo de 50 fotografías, donde observamos conceptos como transmisión o reflexión. Estas fotografías explican por qué les atrajo realizarla. Son ejercicios que despiertan la mirada y la vuelven crítica. Cada carpeta corresponde a la forma de ser de la persona que está detrás de la cámara, cada uno se mueve por su interés y argumenta porque le atrae la forma, textura, color y proyección de cada fotografía.

Es un camino de alfabetización, similar al que ocurre cuando observamos películas u obras de teatro. Después viene la otra parte: ¿qué sentido le vas a dar a ese conjunto de observaciones? Y se introduce la técnica, que es la carretera por donde transita la creatividad. 

Te puedes documentar respecto a algunas escenas que te impactan; a lo mejor no coincide con tu visión y sin embargo es emocional. Así funciona un alfabeto visual: al tener mayores y mejores recursos visuales como referente, mejor te expresas. 

 

¿Cómo participa el cinefotógrafo con el director y otras áreas de la producción?

El cine siempre va a ser un trabajo en equipo y colaboración. Ahora se han incorporado nuevas formas de trabajo, pero cuando hacíamos cine analógico había una responsabilidad “única”, porque el cinefotógrafo iluminaba y observaba el exposímetro y ya, nadie más veía esa película. Ahora, con el proceso digital cualquier otro integrante del equipo puede ver el material que se va a editar.

Esto es una orquesta porque si alguien desafina se nota: si el director o el fotógrafo fallan se va a notar, si el asistente de cámara hace mal un foco se nota, o si producción no consiguió la locación adecuada se nota. Es una sincronía en la que debe haber una ejecución total; es la película de todos porque todos trabajan por lograr esa película.

 

 

Después de la edad de oro, el cine mexicano le ha hecho frente a la precariedad, ¿considera que el cine mexicano lidia con la falta de recursos y es difícil su permanencia?

El cine por sí mismo es caro, rentar una cámara, luces y comprar películas es caro, así que hay que encontrar la vía que resulte posible. En México siempre ha existido el cine lateral y es el cine que yo he hecho: no grabamos en grandes estudios y para contar una historia lo necesario es una cámara y una idea. La experiencia y los conocimientos tecnológicos nos llevan por otro camino y lo esencial es siempre lo que se va a contar. Si comparas la industria nacional con el cine iraní o de otros países, donde literalmente no hay recursos, vas a comprender que se obtiene un cine totalmente humano.

Ahora puedes hacer cine con un celular y eso expande nuestro horizonte. Una buena historia siempre será atractiva sin importar el recurso tecnológico. La precariedad te otorga libertad porque tienes la oportunidad de hacer lo que te dé la gana, no hay un productor que te obligue a respetar un presupuesto.

Los directores con los que he trabajado siempre han hecho lo que se puede con lo que hay, porque no siempre hay dinero. Era buscar una cámara de 35 o 16 mm, una camionetita para desplazarnos y el resto del equipo. 

 

La democratización tecnológica del cine ¿Cambia la forma de enseñar cine?

Al contrario, se tiene que acentuar con mayor inteligencia. Hay que encontrar el valor de una imagen: qué llama la atención de ésta, cuál es su sentido y composición, o qué les dice a los demás. Que la fotografía diga algo y no el fotógrafo.

El celular es un testigo y te facilita capturar otros momentos y nada más. Lo mismo sucede con la inteligencia artificial: todo lo que subimos en la red, ahora lo recopila la inteligencia artificial y lo “crea” y eso es todo.

La fotografía analógica te permitía capturar un rollo de 36 fotos y eso revelabas, si eran interesantes las metías en un álbum y era memoria familiar. En el caso de la fotografía digital, las fotografías se pueden acumular sin orden y no hay memoria, no se reflexiona en aquello que aporta.

 

Usted trabajó en el Instituto Indigenista y eso impone otras destrezas, ¿cómo vivió esa experiencia?

Era capturar las cosas de otro modo, aprendimos a iluminar con velas y llevábamos lámparas sencillas o reflectores de sol. En aquel momento quería capturar al sujeto y su entorno, era grabar al momento y aprovechar al máximo los recursos disponibles. Ahí me ayudó haber aprendido a manejar las condiciones de luz en cualquier lugar, porque necesitábamos tomas al momento y movernos rápido con la cámara; por eso las clases de fotografía fija son importantes. En algunos momentos no puedes tener al director junto a ti y la escena va a depender de ti. Después hay que verlo con el editor y coincidir en un trabajo bien logrado.

El INDI me permitió conocer esas cosas, explorarlas por segunda ocasión y esa era la belleza del mundo documental.

 

Por sus clases han pasado generaciones importantes de cinefotógrafos de los últimos años...

Hay varias personas destacadas, me considero afortunado de haberlos impulsado, porque nosotros como profesores los cobijamos y les procuramos todo para que afuera lo den todo, creo que eso hace florecer a nuestro medio. 

También me da mucho gusto que ahora hay más mujeres y se rompen diferencias y barreras, ésa es la verdadera satisfacción.

Yo creo que México es una tierra de fotógrafos.

 

*Fotografías cortesía de la Asociación Mexicana de Cinefotógrafos, AMC.