Quería hacer una historia que me permitiera hibridar lo ficcional con lo realista: no tener personajes súper definidos y pedirle a dos personajes que los interpretaran, sino agarrar a dos personas de la vida real y situarlas en una situación de ficción.
Me esforcé en que la estructura fuera relativamente escueta, para que se pudiera hablar de otras cosas. La relación humana entre dos personas para mí es lo determinante de la historia. Más que el desarrollo tradicional de una premisa, buscaba una concatenación de elementos. Tenía la sinopsis de ver cómo dos personas se conocían y trasladaban un cadáver por encargo; tenía algunos lugares, recursos técnicos, canciones y un poco la edición de eso.
Intenté que la historia hablara de algo más allá de la propia historia. Es una película escueta que te permite, en muchas secuencias, no tener que ser esclavo de narrar.
El centro de la película era ver cómo los personajes encuentran en el otro un alma gemela y con las imágenes y los diálogos capturar el desasosiego, el absurdo, la soledad, el aislamiento. El filósofo Byung Chul Han habla un poco de esto, de cómo nuestra época está determinada por un aislamiento más grande que en épocas precedentes; contribuye este mundo tecnológico construido a partir de las redes sociales, en las que eres un perfil a vender. Algo de la sensación de desarraigo de mi generación es lo que quería buscar.
En este caso se me hacía interesante ese proceso de descubrimiento y acercamiento del otro, con la situación absurda de trasladar un cadáver del que no conoces nada.
El guión tenía unas 35 páginas, había toneladas de diálogos que por suerte no usamos mucho. Muchas situaciones estaban pensadas de antemano, pero su desarrollo estuvo muy abierto a lo que ellos daban. Más que interesarme por lo que una persona puede pretender ser, me interesaba lo que las personas eran. Ellos se conocieron un mes antes de iniciar el rodaje, para mi era más importante la naturalidad en su proceso de conocimiento, y yo iría detrás de lo que pudieran dar.
A partir de ahí, no sólo diálogos, la puesta en escena de muchas secuencias fueron modificadas a partir de ensayos. Hubo secuencias en las que el rodaje no lo teníamos escrito, teníamos puntos de llegada, pero el centro de mi trabajo fue no reproducir una película pensada de antemano, sino tratar de extraer una película de la realidad.
Tania era amiga mía, se dedica a otras cosas, es arquitecta, tenía poca experiencia previa. En el caso de Diego fue diferente, antes había comenzado a plantear la película con otra persona y finalmente no se logró, busqué opciones y un día lo conocí; desde el primer café que nos tomamos salí teniendo claro que era adecuado para el papel. Con los dos funcionó la intuición. Mezclar a una persona que no viene de la actuación con otra que es actor, como Diego, es la mezcla de diferentes experiencias que generó una simbiosis interesante. Estoy muy contento con haber combinado esos dos mundos y haber capturado cómo dos personas se conocen huyendo del método tradicional.
Tenía la voluntad de colocarme en este territorio de una ficción llena de un material lo más documental posible.
Había elementos no realistas como un muerto, un coche de color rojo, personajes que siempre visten de negro, a esto le aplicas un tratamiento lumínico y estético lo más naturalista y crudo posible. Por supuesto había un control de la luz natural pero sin perder la brutalidad de la luz, o de la naturaleza del lugar.
Buscábamos locaciones que nos permitieran trabajar con esta sensación de desarraigo, de soledad, de no sentirse del todo parte del mundo; buscamos una sensación espacial alrededor de dos personajes en los que no queda nada sólido.
Para mí era importante no caer en el cliché de la representación audiovisual internacional de México con la violencia y el narco; sin embargo los caracteres de los personajes son muy mexicanos, su forma de abordar el conflicto. Para mí lo mexicano de la película es más la relación entre los personajes y ciertos entornos, que la premisa en sí. Son cosas como el nihilismo para abordar las situaciones, que me parecen muy de aquí: cierta manera de decir algunas verdades crueles con una sonrisa en la cara, eso me parece muy mexicano.
Los hermosos vencidos (México, 2021). Director: Guillermo Magariños. Producción: Andrea Toca, Daniela Leyva Becerra Acosta, Rosa Galguera, Guillermo Magariños. Guión: Guillermo Magariños, Silvia Jiménez. Fotografía: Carlos de Miguel. Edición: Eduardo Palenque, Música: Óscar Becerra. Sonido: Rubén Cacho. Dirección de Arte: Alejandra Márquez. Reparto: Diego Calva, Tania López,