Yo era radioescucha desde niña del programa de Carmen, me despertaba con su voz, mi papá ponía la radio en la mañana y después yo la sintonizaba en el coche cuando iba la universidad.
También me acompañó cuando estudíé en el extranjero, me permitía tener un vínculo con el país. La escuchaba en la tarde por el cambio de horario, estar en casa escuchando a Carmen me hace sentir acompañada.
En marzo del 2015 esa voz desapareció, eso me llenó de rabia. Estaba muy enojada por lo que pasaba en México, responsabilizaba a Peña Nieto y el regreso del PRI. Fue evidente que era una película que quería hacer. Convencí a unos productores suizos que no tenían idea de quién era Carmen pero confiaron en que ahí había una historia. Me apoyaron y fui a México a tratar de encontrarla
Se me ocurrió preguntarle a gente que había trabajado con ella en sus programas, pero no fue así como di con ella.
En algún momento se me ocurrió investigar en CNN. Me metí, le eché algún cuento al portero, subí por el elevador y encontré a un camarógrafo. Escribí una carta y le pedí que se la entregara a la productora. Semanas después me respondió, me dijo que Carmen había leído mi carta y que qué podía hacer por el proyecto. Yo solicitaba su anuencia para contar su historia, pero solicité conocerla. Me dio una cita y finalmente la conocí.
Le propuse hacer un documental sobre su historia. Insistí con mucha honestidad en lo que el proyecto pretendía, me comprometí a no tocar aspectos de su vida personal, a enseñarle el corte de la película antes que al público, y sobre esa base trabajamos. Cuando le preguntan, ella dice: “pues Juliana no parece peligrosa”. Mi equipo también contribuyó, estaba con un camarógrafo y un sonidista que mostraron interés y establecimos una relación amistosa. Lo digo así porque ella misma lo dice: creo que nos hicimos amigos entre todos.
Mi apuesta era trabajar como documentalista de cine directo, estar tanto tiempo con la cámara, hasta que al otro se le olvida. Pero con Carmen es difícil porque no se le olvida. Con el tiempo acumulamos muchas horas de material, y más bien era descubrir, a la hora de editar, cuáles eran esos momentitos dónde sentíamos a Carmen de carne y hueso, y no al personaje mediático que conocemos.
Son pinceladas donde ella hace una broma, donde se come la quesadilla, donde dentro de su coche me dice: “no me he comido mi galleta” porque no le da tiempo de comer a lo largo del día; donde regaña al equipo porque no están listos para lanzar el programa, ahí ella se dibuja más allá del personaje mediático.
Yo estaba contenta de tener mi cámara dentro de su oficina, donde se estaban tomando decisiones importantes sobre un reportaje; incluso estar en la sala de su casa me parecía una victoria.
Había algo romántico en eso, eran pioneros de este tipo de programas digitales en México, tenían la incógnita de si el programa iba a funcionar, no sabían si su auditorio iba a migrar al digital pero no había de otra, había que volver encontrar un micrófono para comunicarse.
Era importante filmar cómo se estaba gestando ese proyecto. Al principio la dirección del lugar se mantenía de forma confidencial, el equipo estaba expuesto a potenciales ataques, esa era la adrenalina que se vivía. Los ataques llegaron, es la escena donde se meten a robar, fue escalofriante.
Terminamos la historia cuándo Peña Nieto se va. Para mí, más que adivinar el horizonte del sexenio que seguía, se trataba de acompañar a Carmen hasta el momento en el que el villano de la película se retiraba.
Estaba consciente de lo que implicaba la victoria de López Obrador y su dificultades. A pesar del momento eufórico de las elecciones la decepción vendría después, como pasa siempre. Traté de ser mesurada, pero se fue Peña Nieto y dos meses después Carmen volvió a la radio. Eso confirmaba que la presión y la censura había venido del despacho de Peña Nieto, entonces hasta ahí queda la película.
Lo que hemos vivido después, cómo Carmen ha seguido haciendo su trabajo con los ataques del nuevo gobierno, es el drama de México y de sus periodistas: la intimidación a esas voces y los asesinatos han seguido, tristemente la situación para los periodistas en el país no ha mejorado con el cambio de gobierno y eso es lo que debemos subrayar.
El asesinato de Javier Valdez me tocó a la mitad del rodaje de la película, me tocaron muy de cerca los de Miroslava [Breach] y de Rubén [Espinosa], entonces había que hablar de esa violencia hacia el gremio.
Para mí es importante que desde la figura de Carmen propongamos que nosotros como sociedad civil tenemos que defender a los periodistas, son voces indispensables para la salud de la democracia.
Soy una fanática desde chiquita de la radio y es algo que todavía me acompaña, en la mañana pongo la radio y dura todo el día. La exploración que había hecho en mi primer largometraje tenía el recurso de la voz en off, también tenía ganas de explorar la idea en esta película, intentar un diálogo entre mi propia voz y la de Carmen, utilizar mi voz para hablar de una historia que es de todos los mexicanos.
El sonidista de la película es mi esposo y es con quien trabajo desde hace diez años. Su estudio de sonido, un cuarto de la casa donde él trabaja, se llama Silencio Radio y cuando empecé a trabajar esta película era obvio que tenía que llamarse así.
Hay ese universo dentro de las películas que me gusta, inspirada por cineastas como Heddy Honigmann, una peruana maravillosa que habla con sus personajes detrás de cámara, de Patricio Guzmán, a quien cito en la película, también hace voces en off magistrales, esos fueron mis referentes en la gestación de la película..
A Carmen Aristegui la conocemos en México, cuando me dices que hay un documental sobre ella sé más o menos hacia dónde va. ¿Qué pasa con los públicos extranjeros?
Siempre hay una sorpresa gigante frente al valor que muestra Carmen en la película, muchos comentarios son en ese sentido, una preocupación por la violencia en México y el ataque a los periodistas, es lo que se repite en el público europeo.
Incluso en Latinoamérica me ha sorprendido cómo se conoce a Carmen, por el programa de CNN, que llega a otros países del continente.
En Estados Unidos fui dos veces a Washington con ella, era impresionante cómo caminábamos en la calle y la gente la reconocía y se quería tomar una foto. Era impresionante cómo en Estados Unidos es muy conocida por la gente mexicana y latinoamericana, como si estuviéramos en la Alameda.
Silencio Radio (México - Suiza, 2019). Dirección: Juliana Fanjul. Fotografía: Jéròme Colin. Guión: Juliana Fanjul. Edición: Yael Bitton. Sonido: Carlos Ibañez-Díaz. Música: Marc Parazon. Producción: Philippe Coeytaux, Nicolas Wadimoff, José Cohen Ovadia en asociación con RTS Radio Télévision Suisse. Compañías de producción: Cactus Films, AKKA Films. Compañía distribuidora: Artegios Distribución