'Te nombré en el silencio'. Las Rastreadoras del Fuerte buscan sus tesoros

Estas mujeres del norte de Sinaloa tienen algo en común: algún día sus hijos o sus hijas salieron de casa y nunca regresaron. Aunque denunciaron las desapariciones ante las autoridades, no recibieron apoyo. Ahora ellas, con picos y palas, recorren veredas escondidas, merodean entre matorrales, rompen la tierra, sacan de ella ropa, zapatos, osamentes. Su esperanza es que alguno de ellos sean sus seres queridos, “nuestros tesoros”, les llaman. 

 

Con el documental Te nombré en silencio, José María Espinosa de los Monteros acompaña a este grupo de Las Rastreadoras del Fuerte, en su búsqueda de aquellas presencias que les arrebató el crimen organizado.

 

Historia dolorosa pero también de fuerza y resistencia, Te nombré en el silencio da el testimonio de un crimen sistemático que desde hace más de una década ha marcado sin remedio a un gran porcentaje de las familias mexicanas, pero también del esfuerzo para enfrentar y reconstruir, a pesar de la devastación, lazos de solidaridad, esperanza, incluso de amor.

 

¿Cómo entraste en contacto con Las Rastreadoras y en qué momento decidiste hacer este documental sobre ellas?

Te nombré en el silencio viene de un proyecto más pequeño: la ONG Open Society contactó a mi hermano Juan Pablo para hacer cortometrajes sobre los puntos rojos de violencia en México.

Investigamos y escogimos la normalización de la violencia como tema principal. Platicamos con académicos, periodistas y víctimas para nutrirnos del tema; en una de estas investigaciones conocí a Las Rastreadoras; pensé que era una buena oportunidad para agregarle un matiz distinto al cortometraje.

Me puse en contacto con Mirna Nereida, una de las líderes del grupo, y coincidió que ella viajaría a Culiacán, para ir a la fiscalía. Nos reunimos para platicar sobre su labor. Después de esta primera entrevista, en la que conversamos sobre la desaparición de su hijo y cómo había empezado su lucha, sentí la necesidad y el impulso de hacer un largometraje documental del grupo.

  

¿Qué tan incómodo fue filmar al grupo de Las Rastreadoras, sabiendo que están viviendo un proceso triste y de gran intimidad?

Siempre intenté abordar el tema con mucha responsabilidad y, sobre todo, con mucho amor, aunque se escuche cursi. De alguna forma tenía que entablar una confianza con ellas para que se abrieran conmigo y me contaran su historia, porque cada vez que una rastreadora cuenta su historia es revivir todo el trauma y tocar heridas que siempre van a permanecer abiertas.

También la curaduría del crew fue importante, formar un equipo familiarizado con el tema y con la sensibilidad necesaria, porque Mirna me ha contado que se han acercado muchos periodistas y documentalistas para realizar un reportaje o un documental sobre el grupo, pero no tienen sensibilidad para abordar el tema.

 

En una escena van en la camioneta y Mirna dice que no sabe si los que vienen enfrente son peritos o son sicarios, ustedes bajan la cámara y ella les dice que sigan grabando. Es un ejemplo del riesgo que representa la actividad de Las Rastreadoras. ¿Qué tan peligroso fue para ustedes hacer esta película?

Me encanta esa escena porque es un ejemplo de la voluntad de Mirna. Cuando decidimos realizar el documental sabíamos que nos estábamos metiendo a la «calentura», como se dice acá en Sinaloa; en terrenos calientes y peligrosos. El crew estuvo de acuerdo en poner la vida en riesgo, porque en cualquier momento te puede levantar el crimen organizado, sobre todo porque en México los mecanismos de protección a periodistas tienen cierto límite. Todos tuvimos miedo en esta producción.

Desde el momento en el que cruzas las rancherías ya hay redes del narco que te vigilan. Recuerdo que fuimos a hacer una entrevista a la casa de una rastreadora en Mochicahui y a 200 metros estaba un carro con vidrios polarizados, que nos estuvo esperando durante toda la entrevista. En otra ocasión fuimos a un «punto», como llaman Las Rastreadoras a los lugares en los que van a buscar los cuerpos de sus hijos, en una zona boscosa, alejada de la ciudad. Cuando llegamos se escucharon disparos alrededor, no tanto para darnos, pero sí para intimidarnos. Lo chingón de la situación fue que no nos amedrentaron y continuamos nuestra labor.

Como director lo que más te pesa es la responsabilidad de que sabes que estás trayendo a estas personas y que si algo les pasa nunca te lo vas a perdonar. Pero para filmar este tipo de historias hay que correr estos riesgos.

¿Puede existir alguna idea estética cuando trabajas con temas tan específicos y sensibles como la búsqueda y la recuperación de los cuerpos de los desaparecidos?

Yo también me hice esa pregunta cuando empecé con el documental, no sabía de qué manera contar la historia, no quería sobreestetizar ni suavizar la situación. Lo que viven ellas es durísimo, así que traté de hacer una película sobria, incluso en algún momento pensé en no usar nada de música.

Pero en el rodaje me sorprendí porque no solamente encontré dolor, también había júbilo, felicidad, pasión y ganas de vivir. Eso de alguna manera tiene su poesía. Así que la película pasó de la sobriedad a una dualidad de luz y sombra, que se aleja de los documentales que sólo están tirados hacia el dolor o el morbo.

El tema de Las Rastreadoras se ha tratado mucho en la prensa local y nacional, pero un artículo o un reportaje de un minuto apenas te puede mostrar un atisbo de lo que pasa. Intenté reflejar todos los matices de la historia, a través de la riqueza que te permite un medio como el cine.

 

Te nombré en el silencio. Dir. José María Espinosa de los Monteros

 

¿Crees que a Las Rastreadoras les mueve algo verse reflejadas en las pantallas, tanto al movimiento como a cada una de ellas?

Cuando Mirna vio la película finalizada, me dijo: “esto es mi legado”, y esas palabras fueron para mí muy significativas, quiere decir que hicimos bien nuestro trabajo y que tuvo una resonancia en ellas.

Para ellas es un visionado visceral y doloroso, son las historias de sus hijos y las emociones nunca se van a ir, pero al mismo tiempo están viendo reflejada está dualidad que existe dentro del movimiento, porque a pesar de que las está carcomiendo el dolor, han encontrado una familia y un resquicio de paz dentro del grupo para hacer frente a la problemática.

 

Sé que Te nombré en el silencio ya tuvo un recorrido en festivales ¿Qué te ha dicho el público acerca del largometraje?

Hay cineastas que hacen películas para festivales; yo quería hacer una película para hacer conciencia y para la gente, así la pensé desde el día uno.

En ese sentido, ha resultado satisfactorio saber que los premios que nos han dado en algunos festivales vienen de parte del público. 

Quizá en algunas zonas del país el tema de Las Rastreadoras es algo común, pero también hay audiencias que desconocían el tema y ver la película representa todo un shock para ellas.

Te nombré en el silencio (México, 2021). Director: José María Espinosa de los Monteros. Productores: Paloma Cabrera Yañez, Juan Pablo Espinosa de los Monteros. Productores ejecutivos: Juan Pablo Espinosa de los Monteros, Elena Fortes, Daniela Alatorre, Ixchel Cisneros, Luis Sosa, Sam Pattillo. Compañía productora: EMT Films, Cinema del Norte, No Ficción. Fotografía: Daniel Zúñiga. Edición: Horacio Romo Mercado. Música: Quincas Moreira. Diseño sonoro y Supervisión de mezcla: Martín Hernández, Alejandro Quevedo. Sonido directo: Luis Gil Silva. Arte y Vestuario: María Alejandra Herrera. Postproducción: Pedro de la Garza. Servicios de postproducción: Entera Postproducción, Estudios Churubusco, Lorenza Manrique Mansour, Bosco Arochi C., Luis Alonso Cortés Castaño. Edición FX: María Luz Orozco. Protagonistas: Mirna Nereida Medina Quiñonez, María Cleofas Lugo Torre, Irma Lizbeth Ortega Higuera, Dulcina Parra González, Liliana Bernal Cervantes