‘Roza’ de Andres Rodríguez: el regreso a un pueblo en cenizas.

La roza es una técnica de cultivo nómada, consiste en quemar una porción de maleza o bosque, con el fin de conseguir tierras fértiles y aptas para la siembra. La roza podría trasladarse al ámbito de lo social: ¿qué elementos nocivos de una población deberían arrasarse para conseguir una sociedad donde sea posible vivir?

 

Héctor regresa de su experiencia migrante a su comunidad, por los rumbos de Quetzaltenango, en el altiplano de Guatemala. Su familia apenas lo reconoce, encuentra al pueblo a merced de un pastor evangélico, las circunstancias laborales no son las mejores. Héctor empieza a incidir en la dinámica del pueblo, a crear una roza íntima, que no siempre tiene los mejores resultados.

 

Con su ópera prima Roza, coproducción entre Guatemala y México, Andrés Rodríguez consigue una obra áspera y melancólica, que detrás de los desencuentros de su protagonista proponen la quema y la siembra de un nuevo cine guatemalteco, con miradas tan renovadas como incendiarias.

 

Roza participa en la sección en competencia Largometraje México del GIFF 25. Platicamos con Andrés sobre su primera experiencia en el largometraje. 

 

¿Cómo surgió la idea de Roza?

Uno de los motores principales del proyecto fue hablar de la vergüenza y el regreso a casa. A partir de ahí fui construyendo la historia de Héctor, quien regresa a su hogar después de realizar un viaje fallido y se tiene que enfrentar a la carga de sentirse como fracasado. 

 

Aunque la historia está enfocada en Héctor, también aprovechas para examinar qué está sucediendo en el pueblo, temas como religión, las relaciones laborales o de justicia...

Quería reflejar cómo la distancia formó otros valores en Hector, que al momento de su regreso le crean una sensación de inequidad dentro de su pueblo y en la configuración de su comunidad.

Hay comunidades que tienen determinadas dinámicas y costumbres porque les funciona vivir de esa forma, así que la visión de gente que viene de fuera, como en el caso de Héctor, no siempre son las más adecuadas para el funcionamiento de una comunidad, quizá porque él piensa de manera más individual y el resto del pueblo piensa en la comunidad.

 

La película la hiciste con actores naturales. ¿Cómo fue que encontraste a Héctor Ramos, Antonia Maldonado, Clara Colop y Darvin Maldonado y cómo los dirigiste?

Héctor Ramos fue el descubrimiento especial de este proyecto, lo conocí en un proceso de casting. Fue de los primeros que se interesaron en la película, pero nunca lo vi como actor porque ya lo conocía como productor local. Después de ver su compromiso y su transformación, entendí que era el personaje que buscaba. Héctor se convirtió en un aliado fundamental para el proyecto; de hecho a través de su familia está cimentada la película: varios personajes secundarios son de su familia o sus amigos.

A Antonia Maldonado la conocía como productora; en el caso de Clara Colop, ya había visto algunos trabajos suyos como actriz, sentía que el personaje le iba muy bien.

Y con Darvin Maldonado ya había trabajado antes en uno de mis cortometrajes, cuando él tenía apenas seis años. Básicamente fue llevar el papel que tenía en aquel proyecto a este largometraje, así que era la opción perfecta.

Para ponerlos a tono tuvimos una serie de talleres que no tenían que ver tanto con la actuación, sino con expresar con naturalidad sus emociones, y desprenderse de la idea de que estaban siendo filmados. 

Durante la filmación también aprendí a quedarme callado, porque en el rodaje a veces quería dirigir demasiado pero lo único que lograba era envenenarlos con tantas instrucciones.

 

¿De qué manera participó México en el proyecto de Roza?

La película es esencialmente guatemalteca pero en todos los procesos contribuyó mucho México, principalmente en el crew. La gente que se unió al proyecto tenía mucha conexión con la industria cinematográfica mexicana, por ejemplo, la fotógrafa Michelle Rosales es guatemalteca, pero lleva años viviendo en México, y la sonidista Liliana Villaseñor es mexicana.

Decidimos colaborar con México porque sabíamos que eso nos podía abrir otros espacios, que tal vez en Guatemala hubiera sido imposible de abarcar. Por eso me pone contento saber que la película estrenará en Guanajuato, porque tal vez el corazón de la película esté en Guatemala, pero las piernas, la cabeza y muchas cosas que le dieron vida se encuentran en México.

 

Roza, Dir. Andres Rodríguez 

 

En los últimos años han aparecido varios directores guatemaltecos exitosos, como César Díaz, Izabel Acevedo o Jayro Bustamente. ¿Cómo sientes la escena cinematográfica en tu país?

Somos un país que ha tenido la fortuna de contar con muchos cineastas con bastante importancia, desde Julio Hernández, Cesar Díaz y hasta Jayro Bustamente, gracias a ellos se abrió una brecha importante y tenemos puestos los ojos del mundo. A uno sólo le queda agradecer a estos cineastas por haber despejado el camino. 

Se hace muy poco cine en Guatemala, cerca de tres o cuatros películas al año, pero son películas que recorren una buena parte del mundo y encuentran sus propios espacios, creo que se debe a que es un cine que genera mucha empatía.

Ahora vienen cineastas como Anaïs Taracena y Sergio Ramírez, quienes están haciendo cosas de mucha importancia y que tienen impacto en nuestra industria; una industria que todavía está inestable, pero también es constante en cuanto a seguir contando historias.

Roza (México, Guatemala, 2022). Director: Andres Rodriguez. Fotografía: Michelle Rosales Producción: Joaquin Ruano. Guión: Andres Rodriguez. Edición: César Díaz. Sonido: Liliana Villaseñor. Dirección de Arte: Jou Prado. Reparto: Hector Ramos, Antonia Maldonado, Clara Colop, Darvin Maldonado.