‘Yollotl’ de Fernando Colín Roque: el romance del Tule y la Ceiba

Una decena de niños se adentran, durante la madrugada, en la selva maya. No lo saben pero intuyen un romance milenario: el de los árboles; más específico, el que ocurre entre el Tule y la Ceiba. Una comunicación que abre portales dimensionales y nos hace participar de la cosmogonía de la naturaleza.

 

Con Yollotl (Corazón), Fernando Colin Roque crea una experiencia visual sonora e inmersiva, que desde la lengua náhuatl busca hacer de los árboles protagonistas insospechados. Con ello, también propone una nueva forma de narrativa, ésa en la que el entorno dialoga con nosotros. 

¿Cómo surge la idea de Yollotl?

Me gusta enfocarme en la deconstrucción de la naturaleza y la cultura, lo humano y lo no humano, lo visible y lo invisible. Esta noción de deconstrucción me permite quitar ciertos velos del lenguaje cinematográfico y utilizar una vía no narrativa.

Yollotl la pensé como un ejercicio inmersivo, como si se tratase de una videoinstalación. Me basé en un mito que existe en la cultura maya, el mito de la ceiba, que tiene a un árbol como elemento central de una cosmogonía que conecta al cielo con la tierra. Al tratarse de un ser vivo material y tangible, propone una dimensión de lo que es lo más grande y lo más pequeño del universo.

Decidí escribir un relato que contará una historia de amor entre dos árboles: uno es el árbol de tule, que se encuentra en Oaxaca, y el otro es la ceiba, que encontré durante mis últimos scoutings en México. Como no sabía cómo podía hablar o comunicarse un árbol, me pareció que lo mejor era contar la historia a través de los ojos y los oídos de los niños.

 

¿Cómo planeas una película con tantas técnicas y elementos visuales?

Antes de la técnica está la escritura, y una manera de escribir que me ha permitido abrir espacios sensoriales es la observación, como si se tratase de un ejercicio naturalista que pertenece al campo de la biología o la antropología. Desde este principio de la observación dejo la estructura narrativa hasta el final.

Traté de registrar los sonidos de la selva, pero también intenté registrar lo que yo imaginé que sería el lenguaje de los árboles. Y empecé a escribir a partir del sonido, lo que me permitió establecer otras posibilidades de escritura, porque la escritura musical y la escritura sonora muchas veces parten de lo sensorial.

Por eso en Yollotl escribí primero la pieza sonora: incluí la música, la grabación de sonidos de la naturaleza y la parte narrativa del cuento, que está narrada en una voz en off. A partir de ahí elaboré una especie de narrativa. La escritura final vino en el montaje, porque además es un proyecto en el que convergen tres modos de hacer cine: la animación, que está en la parte en la que intento describir qué es estar dentro de un árbol; la parte documental, que establece el encuentro con estos niños en la selva y su relación con lo mágico; y de pronto hay unas transiciones de ficción, que permiten interactuar con la audiencia.

La música la hice yo mismo con un acordeón, un instrumento que me gusta mucho. Le hice algunas modificaciones para que se escuchara diferente, como si se tratara del respirar de los árboles. Y también hice un trabajo técnico con Nicolas Verhaeghe, quien se encargó del diseño de sonido. Consistió en escoger una frecuencia de la música del acordeón y la empatamos con un audio del canto de los monos aulladores de la selva. Entonces hay una mezcla entre sonidos que pertenecen y no pertenecen al bosque.

 

 

¿Por qué usas la lengua náhuatl en Yollotl?

Necesitamos ver las cosas de otra manera, porque con la idea actual de universalidad se han aglutinado ciertas maneras de concebir el mundo que no nos convienen a la mayoría. Con esto me refiero a las desigualdades que han puesto a nuestro planeta en un estado de urgencia.

De igual forma, me parece que la base de cualquier disciplina que desarrolle el ser humano está articulada en el lenguaje, en él debemos ver qué podemos recuperar para inspirarnos y construir un mundo más justo. También, pertenecer a un país en el que hay una enorme diversidad lingüística, hace muy interesante utilizar otras posibilidades para crear nuevas historias y formas narrativas, con la intención de romper con los arquetipos.

Elegir una lengua indígena está vinculada con voltear a ver la diversidad y la memoria que podemos crear a partir de estas lenguas. Es importante que cada vez más creadores sigamos realizando proyectos en las lenguas de nuestras abuelas y bisabuelas.

 

Yollotl, Dir. Fernando Colin Roque

 

A lo largo de la película haces énfasis en seres vivos como el bosque, la ceiba y el tule, que escapan del antropocentrismo, ¿por qué la elección de enfocarte en estos elementos de la naturaleza?

Para mí es un eje de creación escuchar todo aquello que definimos como lo no humano. La historiadora Donna Haraway decía que estamos en urgencia de construir nuevas historias, desde nuevos puntos de vista. Y esto que entendemos como nuevos puntos de vista es aquello que nunca hemos intentado escuchar.

 Creo que el gran error de la humanidad está en dividir la cultura y la naturaleza; si nos asumimos como parte de la naturaleza podríamos construir una cosmogonía distinta, basada en el respeto a los otros seres que viven en el planeta.

En eso consiste mi búsqueda como cineasta: quiero descubrir a qué suena el bosque, los ríos y las aves. Por ejemplo, en la película que estoy trabajando la premisa consiste en hablar de la conciencia de las plantas, porque hablar de ello implica asumir que las plantas están vivas y forman parte de nuestro sistema. Además, lleva el debate a cómo podemos construir un marco científico y sociológico para estructurar una relación más estrecha con el reino vegetal o el reino fungi.

Yollotl (Corazón). (México, Francia, 2021). Dirección: Fernando Colin Roque. Guión: Fernando Colin Roque. Producción: Luc-Jêrome Baileul. Fotografía: Fernando Colin Roque. Sonido: Nicolas Verhaeghe. Música: Fernando Colin Roque. Reparto: Corazón Díaz, Edwin Guzmán, Mariana Guzmán.