'El deseo de Ana' de Emilio Santoyo: el candoroso incesto

El incesto es uno de los últimos tabúes de los vínculos emocionales entre los seres humanos. La posibilidad de relaciones entre personas próximas por consanguinidad provoca desconcierto y franca censura; más cuando podrían encubrir relaciones de poder asimétricas, que esconden actos de imposición o violencia.

 

¿Qué pasa cuando dos hermanos, en igualdad de condiciones y en total consenso, se merodean con una emoción superior al afecto fraternal?

 

Esa es la historia que viven Ana y Juan. El deseo de Ana, ópera prima de Emilio Santoyo, se asoma con delicadeza al encuentro incestuoso. Encuentra temas poderosos: la unidad, la búsqueda del pasado, el encuentro de solitarios que encuentran en sus códigos, en sus miradas, un vínculo que va más allá de la convención social.

 

El deseo de Ana de Emilio Santoyo estrena en diciembre en Cineteca Nacional y salas del circuito cultural mexicano.

 

La historia original de El deseo de Ana es de Gabriela Vidal, quien había sido tu maestra. ¿Cómo llegó la historia contigo y qué te llama la atención para  desarrollarla?

Gabriela fue mi maestra de guión de la escuela de cine; me compartió el primer draft de lo que sería El deseo de Ana, que desarrolló en el taller de Paula Markovitch. 

Yo quería hacer una película que tocará los temas del deseo prohibido, la nostalgia y el regreso a la infancia. El guión contaba de manera poderosa estos tres conceptos y los llevaba al límite. Le pedí que me dejara involucrarme con su historia y a partir de ese momento la desarrollamos juntos, hasta que terminó siendo lo que es hoy la película.

 

‘El deseo de Ana’, Dir. Emilio Santoyo

El deseo de Ana es transgresora por lo cándida: por lo general el incesto tiene que ver con relaciones de poder asimétricas; en tu historia se trata de una relación no solamente consensuada, sino incluso fomentada por los involucrados...

Desde el principio quise presentar esta historia sin un juicio. ¿Cómo tratar un tema que en la cosmogonía occidental siempre se muestra a través del juicio y relaciones asimétricas, mediadas por el poder y la violencia? Además, por esa razón, terminan siendo juzgados y tienen un castigo. Quienes cometen incesto terminan en el destierro, la locura, muertos, y justo era darle la vuelta eso e imaginar: ¿qué pasa si es una relación mediada desde un punto equilibrado, si le damos la oportunidad a los personajes de encontrar esta paz consigo mismos, sin juzgarlos? 

 

Hay una historia que no se cuenta, la de la madre que murió, el padre que está de viaje, esa historia explica por qué estos hermanos llegaron a lo que llegaron: hay una especie de soledad y unidad alrededor del tema.

No queríamos que hubiera razones para justificar las acciones de los personajes, más allá del propio deseo y la propia necesidad de estar juntos. Intentamos ponernos en los zapatos de los personajes y ver su comportamiento, esta sensación que todos hemos sentido de amar a esa persona con la que no podemos estar, como si fuera una fuerza gravitacional que te succiona y te destroza por dentro.

Queríamos quedarnos en el núcleo de la relación, como si estuvieran en un vacío, en un espacio sin contexto, ese fue el enfoque narrativo y por eso hay tan pocos referentes de qué pasó con los personajes antes. Intento encontrar un anclaje emocional en esta soledad y esta complicidad, un poquito de diálogo y al final tuvo que ver con la dirección.

 

 

Justo ahora que está el debate de las responsabilidades afectivas y nuevas formas de relaciones, temas que en El deseo de Ana provocan impacto especial en las audiencias y la crítica, ¿Cómo han recibido tu película la crítica y los festivales?

El público la ha recibido de manera muy linda. A nivel generacional, cuando presentamos la película en Cuba, Hungría, España, cierta audiencia que sobrepasa los 60 a 65 años encontraba lazos con el tipo de relación que se muestra, con cosas que habían vivido o visto.

Un público más joven ha visto el tema más como lo muestran los medios masivos, pero al final tiene peso que existe una relación de alguna manera simétrica, en la que no hay violencia de por medio. La gente se da la oportunidad de ver la película y reflexionar, porque sí hay un hecho de confrontación con tus valores éticos, morales, incluso con la construcción que hemos hecho de lo que es la familia y de cómo debería funcionar.

La película, sin querer, al final abona a la discusión de nuevos tipos de familia, porque lanza la pregunta: ¿Por qué si una relación adulta es consensuada, simétrica, mediada por el amor, debería estar mal? ¿Por qué deberíamos juzgarlo? Esta pregunta puede exponer muchos ámbitos de la vida actual, los debates de sexualidad y feminismo, es interesante hacer un guiño a estos temas contemporáneos.

 

¿Qué hay de El deseo de Ana, de sus personajes, en el director Emilio Santoyo? 

Desde que leí el guión hubo una parte personal que me conectó, esa sensación de nostalgia y melancolía. Siento que crecer me robó una parte importante del esplendor de la infancia y la familia.

Después, la manera en que me formé y crecí, en Lago de Guadalupe del Estado de México, había mucha calma y esa soledad influyó en la manera en que me expreso; este ritmo pausado, lento, es de donde viene esta historia. El regreso a esta casa, a la infancia, que tiene que ver con un deseo mío.

No es una película autobiográfica pero sí una película con la que me identifico a nivel personal. Creo que para entender el alma humana deberíamos hacer un esfuerzo para no juzgar, de ahí viene uno de los grandes males, que se nos hace fácil lanzar la piedra en las redes sociales y en todos lados. Es muy fácil juzgar a los personajes, en vez de intentar ponerse en sus zapatos, desde el amor y desde la comprensión, una exploración de la sexualidad, del yo como súper profunda, ahí empieza un cambio de chip interesante.


 

El deseo de Ana (México, 2019). Dirección: Emilio Santoyo. Guión: Gabriela Vidal, Emilio Santoyo. Productores: Valeria Ariñez, Araceli Velázquez, Emilio Santoyo. Productores Ejecutivos: Joceline Hernández, Santiago García. Fotografía: Flavia Martínez. Sonido: Raynier Hinojosa, Pablo Manzanares, Manuela Antoni. Música: Neil Damy, Edgar Huerta, María Linares. Edición: Raúl Barreras. Arte: Elmer Figueroa. Vestuario: Gabriela Garciandía. Reparto: Laura Agorreca, Ian Monterrubio, David Calderón. Emmanuel Varela, Simone Bucio..