#TodoLoQueVemos: la diversidad y los retos del cine mexicano

El hashtag #TodoLoQueVemos alude a la gran variedad de expresiones que cruzan el ejercicio de la cinematografía mexicana en 2021.

 

La diversidad de historias enorgullece, pero también obliga a registrar sus distintos pulsos, los motivos y retos que enfrentan en una época de creatividad pero también de incertidumbre.

 

Un cine de la disidencia sexual trasciende estereotipos y busca asentar sus historias en un ámbito más amplio para las audiencias; el cine comunitario crea su tradición aun sin participar en esquemas de producción hegemónicos o propios de la industria; el cine hecho por mujeres reflexiona sobre quién es el sujeto de sus representaciones; el cine experimental discute sobre sí mismo, y desde el formato y la subversión de la lógica visual traza un arco desde el origen del cine y hacia el futuro.

 

Algunas voces reflexionan sobre esta pluralidad. Una pluralidad que se reta, se cuestiona y entre esto crea las imágenes de un país amplio, diverso y contradictorio.

 

El cine LGBT+: la identidad de la disidencia

‘Las flores de la noche’, Dir. Omar Robles y Eduardo Esquivel

La comunidad LGBT+ ha cruzado por una ruta lastimosa o épica en su representación cinematográfica. Un país estructural y hegemónicamente machista como México ha hecho de los grupos lésbicos y gays motivo de burla, humillación o reprobación moral.

 

A partir de trabajos como los de Arturo Ripstein (El lugar sin límites) o Jaime Humberto Hermosillo, la tendencia evoluciona hacia el reconocimiento de las diversidades sexuales, que ahora también se conciben como disidencias de la identidad. En la actualidad pueden apreciarse rangos y propuestas varios: el cine refundacional de Julián Hernández o Roberto Fiesco, los documentales de Bruno Santamaría o Eduardo Esquivel y Omar Flores, las historias reveladoras de Astrid Rondero o Ángeles Cruz.

 

“Es esta idea de poner lo marginal al centro”, explica Antonio H. Álvarez, director artístico del festival Cuórum Morelia. “Antes estábamos excluidos o se ocultaba nuestro trabajo, ahora hay más diálogo porque se sabe de la urgencia que implica que el cine nos represente de manera más digna y crítica también.”

 

Cuórum Morelia, proyecto emergente, independiente, autogestionado, hace bisagra con la temática LGBT+ para reflexionar sobre los cambios sociales, políticos y del medio ambiente que vive la sociedad. Toma como punto de partida el cine para imaginar cambios y proponer. “Hacer activismo con el cine”, resume su director.

 

Harfuch destaca la vocación colaborativa del cine LGBT+ mexicano; añade la urgencia de reflejar la identidad de los individuos con el espectro social. Y pone los ejemplos de Ángeles Cruz con Nudo mixteco, o David Pablos con El baile de los 41. “Ambos tienen temas basados en las comunidades LGBT+ y la historia de México, en una sociedad excluyente. El baile de los 41 dio cuenta de una comunidad homosexual en México y cómo generaron noticias en la prensa sobre las personas de la disidencia. En el caso de Ángeles Cruz, mujer indígena abiertamente lesbiana, está haciendo narrativa sobre su propia historia de vida pero crea ficción con las conexiones y vínculos que puede haber en el cine.”

 

Aun con los avances, acepta que falta llevar las historias de las disidencias sexuales a ámbitos más amplios, los del cine comercial. “No me gusta la palabra normalidad, porque implica una norma, pero es importante decirla porque tiene que ver con cómo los seres humanos necesitamos ver nuestras historias, esta necesidad de ver el cine como herramienta para el entendimiento. También están interseccionados por su condición de personas migrantes o mujeres trans; sus historias nos llevan a pensar, no solamente en su sexualidad, también en su historia y su contexto. La parte sexual es una esfera más, importa más su identidad como persona de la disidencia.”

 

 

Cine comunitario: contar historias desde contextos no privilegiados

‘Tita, tejedora de ilusiones’. Dir. Mónica Morales García

El Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2020 registró veinte largometrajes con temática indígena  o afrodescendiente. Cuentan con diálogos en una decena de lenguas que se hablan en el territorio nacional, y una variedad de temas que van de la violencia, la desaparición forzada y la pérdida de identidad cultural, a la defensa de los derechos humanos o el reconocimiento de las prácticas culturales.

 

El cine de las comunidades se consolida aun entre las dificultades que implica resolver el rezago tecnológico y la sobrevivencia de un oficio marcado por el privilegio.

 

“Hace muchísimos años que existe en México la corriente del video indígena, el video comunitario”, explica María Inés Roqué, directora del proyecto Ambulante Más Allá. “Nuestro proyecto se inscribe dentro de esas líneas pero en paralelo están el CCC Con Patas, el CAI, Ojo de Agua, el proyecto Jat’i en el área otomí, en el norte de país.”

 

Derivado del Festival de documentales Ambulante, Ambulante Más Allá se fundó entre 2010 y 2011 y cuenta con unos 160 egresados. Su fundadora lo describe como un laboratorio de desarrollo de largometraje, que este año arranca por la octava generación. “Es una escuela que no viene desde el privilegio de quienes tuvimos acceso a una escuela formal de cine. Las historias de Ambulante Más Allá habla de contextos no privilegiados”.

 

Para Roqué, lo que cruza la experiencia de Ambulante Más allá va en torno al interés de las comunidades por modificar de manera positiva sus entornos. “Creen que el medio audiovisual, el sonido, la foto, son herramientas para lograr esas mejorías.”

 

“Consideramos el cine mexicano de otra manera, entendiendo la complicidad de contar historias desde otro lugar”, explica Roqué, “entendiendo el papel educativo que puede tener el cine dentro de distintos espacios sociales. Muchos hacen después exhibición comunitaria, también se generan otros estímulos de la industria a partir de Ambulante Más Allá.”

 

Las dificultades del cine comunitario van de la mano de los retos de desigualdad económica que enfrentan las comunidades. “El trabajo audiovisual sigue siendo un lujo, algunos logran que se vuelva un oficio, pero como otros cineastas del país, requieren otros trabajos para sobrevivir y hacer cine. Lo bonito es que van logrando participar en convocatorias, reconocen los fondos, las maneras de relacionarse con la sociedad civil. Por ahí puede haber aliados, becas, maneras de seguir haciendo cine.”

 

Un encuentro del Imcine en 2019 en San Luis Potosí le dio a Roqué una muestra de esta efervescencia. Había participantes que hacían capacitación en todo el país. Mujeres, jóvenes, egresados de los distintos colectivos, que se relacionan unos con los otros. “Generan sus proyectos con gente de su edad o mayor, con la diversidad y los medios a su alcance.”

 

 

Cine hecho por mujeres: la construcción de una nueva semiótica

‘Los días más oscuros de nosotras’. Dir. Astrid Rondero.

De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cine Mexicano, en 2020 “43 mujeres estuvieron involucradas en tareas de producción y 24 guiones fueron escritos por una mujer. (…) De los largometrajes dirigidos por mujeres, 47 % fueron óperas primas, lo que refleja la creciente y sostenida incorporación en esta actividad; 74 % de los largometrajes recibió algún apoyo del Estado.”

 

El cine hecho por mujeres ahora tiene una visibilización sin precedentes. Mujeres que cuentan sus historias, pero también que consolidan sus oficios desde la distribución, exhibición, festivales, crítica y periodismo. A esto se unen iniciativas como #YaEsHora, Iniciativa Artemisa, Apertura (colectiva de cinefotógrafas), o la Muestra Internacional de Mujeres en el Cine y la TV. Con distintas preocupaciones: las que buscan eliminar la violencia en los centros de trabajo, las que quieren resaltar historias desde una mirada separada de la heteronormatividad, las que buscan una inclusión mayor.

 

Para Ariadna Mogollón, fundadora del proyecto de formación autogestivo Jeqo, hay una reflexión superior: subvertir la idea histórica del cine. “El cine es una invención hecha por hombres blancos europeos, atravesado por un pensamiento patriarcal y capitalista; buscamos transformar estos espacios y esas formas de pensar. Queremos pensar y hacer otro tipo de cine, con otras identidades, desde nuestra identidad no de género, sino entre géneros múltiples y fluidos.”

 

Jeqo se fundó en 2018 en Guelatao de Juárez, Oaxaca. Quienes participan en él proponen sus propios temas de interés, investigación o producción. Ahora se desarrolla un espacio en Hidalgo, dedicado a la diversidad sexual.

 

“Las narrativas del cine y el mundo están concebidas desde una mirada patriarcal», explica Mogollón. “Probablemente serán las narrativas que van a imperar, por eso es fundamental tener otras narrativas, otro tipo de cine, que la narrativa hegemónica no las deja ver.”

 

Sobre la inclusión de las mujeres considera necesario ampliar el rango. “Solamente hablamos de biomujeres y eso para mí ya es un tema. Es cierto que el 50% de la población son biomujeres y deberíamos reconocer su trabajo, pero ahí volvemos al tema de la división de género y no va por ahí. El reconocimiento y los financiamientos deberían ser para todas las personas que no son hombres heterosexuales y blancos.”

 

Y es que más allá de la discusión entre género y sexo, ella aboga por una representatividad incluyente. “La estructura no está evaluando otras narrativas, existencias, cuerpos que salen en las imágenes que vemos en el cine. Estás dejando un grupo de personas no binarias, personas trans, etcétera. El avance de las biomujeres es indiscutible y necesario, pero es parte de un modelo binario en el performance de género. Tenemos que seguir trabajando para que se siga desquebrajando.” Y para eso propone una autorrepresentación crítica, que rebase los carácteres hegemónicos: “Las autorrepresentaciones en el cine es asunto de cada comunidad. Abogo por la autonomía, que no me digan cómo me tengo que representar.”

 

Y esta autorrepresentación debe mostrarse y debatirse más allá de los propios grupos. “Tiene que darse en todos los espacios donde estamos trabajando con la imagen. Si ese espacio es Guelatao de Juárez, Hidalgo o el CCC en Ciudad de México, ahí hay que dar la discusión. Si en Cannes estamos trabajando con la imagen, tenemos que dar la discusión en Cannes, porque estamos hablando de la construcción de una nueva semiótica.”

 

 

Cine experimental: crear variedad en el monocultivo

‘Shadows of Our Forgotten Montages (Sombras y montajes olvidados)’, Dir. Mariana Dianela Torres, apropiación de ‘Shadows Of Our Forgotten Ancestors’ de Sergei Parajanov

Con el nombre de Cine Mutantes, en mayo de 2020 y en plena contingencia sanitaria, se congregó a un grupo heterogéneo de creadoras y creadores cinematográficos, interesados en el videoarte o el cine expandido, en audiovisuales para la web, la transmedia o el found footage, que acaso coinciden en el cometido de no crear cine industrial o convencional; por extensión, de eludir las definiciones.

 

Surgió a raíz del parlamento abierto al que convocó Imcine, los cines de las comunidades indígenas lo señalaron: “faltan los cines experimentales”. Elena Pardo, quien coordina a los Cines Mutantes, cuenta que entonces abrieron un grupo en Facebook para congregar a la comunidad: “En la noche cayeron cien solicitudes”, recuerda Elena, “ahorita son como 600 personas del país. Nos dimos cuenta que hay un gran universo de creadores de imagen en movimiento que no se han sentido incluidos y pues ahí estábamos todos.”

 

El cine experimental busca un espacio propio, que estimule sus formas de imaginar las imágenes en movimiento. Por supuesto, busca financiamiento, pero junto a éste, la comprensión de una forma de acometer la experiencia audiovisual, que no necesariamente parte de una historia, un personaje o una investigación periodística: que comprende una gama de expresiones que además, en el fondo, son primigenias, anteriores a la creación de lo que hoy conocemos como cine.

 

“No es un cine agrupado en torno a los fines industriales o hegemónicos”, describe Elena, “quizá necesita coordenadas específicas para producirse y exhibirse”.

 

Se trata de un cine de curiosidad autodidacta y de capacitación en talleres no institucionales. “Hubo una época en la que vino Naomi Uman y Jesse Lerner y daban talleres, muchos aprendimos ahí. Y nos hace coincidir que todo el tiempo damos talleres, tomamos talleres, traemos personas para que nos den talleres, para ir aprendiendo desde otra manera, con más herramientas. Todo el tiempo hay un movimiento de personas de otros países o de aquí con los que queremos aprender.”

 

La cinematografía que le interesa a los experimentales o Mutantes, en realidad traza un arco, desde el cine primigenio hasta las propuestas del futuro. “El cine era muy libre y queremos recuperar ese inicio. Ves cosas de los años veinte que son súper locas, increíbles, que hacían los artistas de las vanguardias. En algún momento todo eso pasa por un embudo que deja un solo camino.”

 

El cine experimental mira al origen y al futuro. Pueden reflejarse en el Entr’acte de René Clair o en las indagaciones de la realidad virtual. “Es una resistencia para que se mantengan abiertas todas las vías, que permita la diversidad”, dice Pardo. “Esa es la cosa: siempre ha habido diversidad pero nunca ha entrado en la mentalidad del cine oficial. Este cine existe y eso no debería impedir el ecosistema completo, a veces es monocultivo cuándo podría ser variedad.”

 

 

Conoce a detalle las experiencias de:
 

Ambulante Más Allá

 

Cuórum Morelia

 

Jeqo

 

Cines mutantes