‘Sansón y yo’, de Rodrigo Reyes: cartas desde el encierro

Estás en el lugar equivocado, con las personas equivocadas, y de pronto te encuentras en una áspera balacera, y eres acusado de homicidio, y sentenciado a cadena perpetua en California, Estados Unidos. Pero en el terrible destino de Sansón Andrade se cruza Rodrigo Reyes, su traductor legal, quien también es cineasta. Y entre ambos se establece un vínculo que culmina en una película, Sansón y yo, que cuenta la historia de un sistema legal injusto, una vida que inicia en un pueblo de Colima, y una amistad creativa que desde las cartas logra trascender celdas y fronteras.

Sansón y yo, documental de Rodrigo Reyes, es un trabajo de colaboración entre un documentalista y un convicto. Durante una década, Sansón y Rodrigo establecen una comunicación epistolar, que reconstruye una vida asediada por la pobreza, la violencia y la fatalidad. Y que a pesar de eso, propone una visión poética de la vida, la resiliencia que confronta las prisiones, pero sobre todo, el ejercicio de la amistad. 

Sansón y yo fue parte de las selecciones oficiales de los festivales de Tribeca y Morelia, estrenó en festivales, empezó en Tribeca y de ahí pasó a Sheffield y Morelia, y mereció el premio a Mejor Película en el Sheffield DocFest de 2022. Ahora podremos verla en territorio nacional. Platicamos con Rodrigo Reyes de este ejercicio de colaboración y amistad, capaz de confrontar familias, prisiones, de crear mundos diferentes a los que la fatalidad ha dictado. 

 

Sanson y yo, Dir. Rodrigo Reyes

               

Sansón y yo trae consigo su making of: al tiempo que cuentas la historia, también muestras su manufactura. Desde ahí, según entiendo, todo empieza cuando trabajas como traductor de migrantes en temas de justicia penal, y entre ellos aparece Sansón. ¿Qué te llama la atención de él para que escales su historia hacia un documental? 

Yo trabajaba de intérprete en los juzgados penales y me tocaba ver muchas de las tragedias y los obstáculos que enfrentan. En el caso de Sansón, al ser un homicidio calificado, me tocó ver cómo la ley le pegó con fuerza, el castigo que recibe es el peor que puedes tener en California, cadena perpetua. 

Había un contraste entre la sentencia con el chico de 19 años que conocí, humilde, que había sufrido y trabajado desde muy joven. El sistema no te permite preguntarle quién es, o cómo llegó allí. Pero después le escribí a Sansón, y él también quería saber quién era su intérprete. 

Los dos somos mexicanos, es inevitable que tengamos atracción o confianza. Cuando le escribo él hace algo muy valiente, que es narrar su vida. Eran cartas fenomenales, manuscritas, porque además él tenía un acceso increíblemente limitado a la comunicación. 

Conocí a Sansón en 2012. La película tardó 10 años en realizarse. Estuvimos en contacto a lo largo de una década, tratando de construir esta narrativa. 

 

En tu documental anterior, 499, te sirves de un conquistador para proponer una reflexión histórica y política del país. En Sansón y yo te sitúas en un espacio semejante a aquel conquistador: eres un documentalista-personaje, habla con Sansón, busca a su familia; eres coprotagonista, con tus temores, tus búsquedas, tus aciertos y errores. 

Fue desmontar la figura del director y exhibir mis errores, demostrar que se puede dialogar a partir de eso. Hay tropezones, obstáculos, y eso es lo que narran nuestras cartas. Es una película de dos paisanos mexicanos, muy diferentes, que se hacen amigos mientras hacen una película. 

Hay momentos en la película donde el único que defiende la perspectiva de Sansón soy yo, porque porque es incómoda. Por ejemplo, cuando cuenta que su abuela le pegaba y le obligaba a trabajar. Había consternación de la familia porque la abuela es una mujer grande, pero concluyeron que si eso quería contar Sansón, estaban ahí para ayudarle. 

Muchos de nosotros necesitamos aprender a acercarnos a los sansones del mundo. Yo aprendo todo el tiempo de él, porque está en una circunstancia que jamás voy a estar y desde ahí comparte muchas cosas y con poesía. 

 

Tu encuentro con la familia de Sansón en Tecomán, Colima, se me hace muy importante; aunque no es el propósito fundamental de la película, también haces un retrato sobre la comunidad. 

Al principio la propuesta fue una fiesta: Sansón logró llegar hasta allá con este proyecto, tenemos noticias de él y le estamos ayudando con algo muy interesante; pero conforme pasó el tiempo empezó a ser más difícil, porque la película genera una convivencia que no existía en la realidad. Los niños no veían mucho a su mamá, no había convivencia con el tío, el documental los reúne y como todo viaje familiar, está lleno de luces y sombras, sobre todo en esta familia que ha vivido tantas pérdidas y tantos golpes. 

Además, Tecomán tiene muchas complicaciones con respecto al crimen organizado, percibes que este lugar sigue generando sansones. Eso hace que la película parezca un tiempo entre dos  tiempos. 

 

Pienso en otros trabajos de temas semejantes, sobre migración y el sistema carcelario en Estados Unidos, las películas de Lucía Gajá o Michelle Ibaven, que son manifiestas en su denuncia. En Sansón y yo la denuncia no es el centro de tu película. Y el hecho de que no haya esa denuncia le da otro tono. No sé si llamarle poético, introspectivo, de las circunstancias en las que se encuentras Sansón, su fatalidad. Es un tono distinto de otros trabajos con el mismo tema.

Buscamos evitar el sensacionalismo. Sansón no es Charles Manson ni el monstruo de Ecatepec, es un chico que cae en el engranaje de un sistema enorme. Su vida revela los fracasos de México y Estados Unidos de cara a esa infancia. Esta explotación es patente en la vida de Sansón . 

Pero lo más importante es la esencia de Sansón: su poética, cómo escribe, cómo recuerda las cosas. Él mismo dice: “al ver mi vida en la película, me doy cuenta de que crecí en un lugar hermosísimo, pero a la vez era un lugar lleno de dolor”. Esa contradicción entre la vida y la fatalidad es importante. Y también pensar, ¿qué acción podríamos tomar? Son múltiples, desde pasar tiempo con ese niño o asegurarte de que vaya a la escuela, o que tenga qué comer, o protestar por sentencias tan inhumanas, como la que le impusieron a Sansón. 

Pero Sansón no se fija en eso,  él habla de la vida, busca la luz, ahora está estudiando, se prepara para pelear su caso, tiene pareja, está haciendo planes. Para él la vida no la va a definir la prisión. Yo siempre recordaba la imagen de entrar a la sala, un comedor gigantesco, lleno de de presos con sus familias. Hay reglas de dónde sentarte, qué puede hacer el preso, cuántos segundos te puede abrazar. Te das cuenta que todos son latinos y casi todos mexicanos. Son sansones el papá, el abuelo, el hijo, todos tratando de sobrevivir en ese espacio. Siempre recordaba esa imagen y pensaba que la historia de Sansón es sólo una entre todas las que están en esa sala. 

 

En Sansón y yo cuentas que no pudiste grabar directamente a Sansón, tuviste que hacer una recreación con su sobrino. ¿Cómo se vio Sansón reflejado, en esta interpretación? 

Hace añales que no ve a su sobrino. Lo vio de bebé, hay un recuerdo, pero la sangre llama.

A menudo en el documental pensamos que debe estar ahí un hecho: verlo, certificarlo o que alguien más lo haya visto, pero en el caso de los sansones del mundo, su vida y su odisea está en sus recuerdos. Ese tema de imaginar es muy potente, porque si no imaginamos no llegamos a la verdad. Hay personas que han sido marginadas de la documentación de su vida. Sansón no tiene archivos. Él te pide otra cosa: que lo escuches y ahí fluye esa poesía. Siento que en el documental cada vez se permite más imaginar, tienes que buscar una salida, y en nuestro caso las circunstancias fueron muy fuertes, y nuestras cartas eran eso, la frustración de no poder contar, hasta que un día nos damos cuenta de que tenemos un guión de los recuerdos de Sansón.
A menudo hablamos con Sansón sobre el rol de la película. Desde mi perspectiva, la película sin él no existe. Pero a la vez él dice lo opuesto: la película detonó cosas, porque con las circunstancias en las que se encontraba, aislado en una prisión brutal en California, la película le da fuerza. Ahora que la vio, Sansón está tomando más conciencia como cineasta, de cómo se construye una película. 

 

Sansón y yo estrenó en Estados Unidos, pero la expectativa debe cambiar cuando vienes a la Cineteca Nacional, con públicos mexicanos. ¿Qué esperas del estreno que viene’

El público mexicano, y sobre todo el de la Cineteca, es un maravilloso. Dialoga con las películas y las abraza. Si llegas con una intención sincera, el público responde. Queremos promover una dinámica, donde puedes escribirle un mensaje de 100 palabras a Sansón y él puede percibir qué pensó y  qué sintió el público. Va a ser bellísimo que él pueda saber de su patria y de su gente. 

Para eso vamos a la Cineteca: a ver películas que son inesperadas, que nos revela cosas que cambia nuestra percepción del mundo, entonces estoy muy emocionado y sé que Sansón va a recibir mucho amor de este estreno.

Sansón y yo (Estados Unidos, México, 2022). Dirección: Rodrigo Reyes. Guión: Sansón Noe Andrade, Rodrigo Reyes, Su Kim. Producción: Su Kim. Producción ejecutiva: Inti Cordera, Sally Jo Fifer, Lois Vossen, Sandie Pedlow. Cinefotografía: Alejandro Mejía, AMC. Edición: Andrea Chignoli, Daniel E. Chávez Ontiveros. Música: Jacobo Lieberman. Diseño sonoro: Ruy Garcia. Reparto: Gerardo Reyes, Antonio González Andrade, Miguel Andrade.