‘Blanco de verano’ de Rodrigo Ruiz Patterson: historias de familia entre paredes de tablarroca

Son de estas historias que pueden darse en las ciudades dormitorio de la zona metropolitana de la Ciudad de México y el Estado de México: una madre y un hijo que se aman hasta niveles perturbadores, el nuevo novio de la madre que llega a vivir con ellos, y la tensión que viene de acoplar al nuevo integrante en una pequeña vivienda de interés social.


Con estos pocos elementos, Rodrigo Ruiz Patterson crea una poderosa historia, de múltiples interpretaciones: de Edipo al género del coming age, Blanco de verano es de las grandes historias de la nueva década, que ya ha tenido reconocimientos en festivales como Sundance, Morelia o Mälaga.


Blanco de verano estrena el 18 de noviembre en salas comerciales y del circuito comercial de México. 

 

¿Cómo surge la idea de Blanco de verano?

Era mi primera película y creía que la mejor idea era contar algo muy personal. Me puse a hacer una exploración psicológica, sociológica y familiar sobre mi infancia y mi adolescencia, entrevisté familiares, amigos, hasta maestros del pasado, y empecé a realizar una especie de autobiografía. A partir de eso hice un tratamiento de un guion que no funcionó. Ahí invité al otro guionista, Raúl, amigo mío de toda la vida, y nos dimos cuenta que mi vida no era muy interesante. Entonces decidimos construir un drama coherente en lo narrativo y cinematográfico, conducido por las acciones de unos seres contradictorios y humanos. La parte biográfica si bien conserva algún aroma, no hay nada de lo que esté en la película que haya sucedido realmente.

 

¿Cómo fue la experiencia de escritura?

Dejamos que los personajes decidieran su destino en la película. Nos aproximamos a ellos a través de sus torpezas, sus imperfecciones. Yo soy una persona existencialista Raúl también, creo que al ser humano lo conforman sus acciones y las consecuencias de sus acciones y queríamos una película guiada por eso. No tener una predisposición a qué queríamos que sucediera en la historia, más bien poner a los personajes en una situación de conflicto y escucharlos y transcribir sus pulsaciones y sus palabras, primero en el papel y después interpretadas por actores.

 

Blanco de verano parece un ejercicio de masculinidades, Valeria opera como una especie de pivote y Rodrigo y Fernando se enfrentan alrededor de ella...

El conflicto está conducido por el ego masculino, la apuesta era que cada personaje tuviera razón para actuar como actúa. Valeria también está dentro de la situación. Si bien actúa con torpeza, es de la mejor forma que puede hacerlo. Si bien me parece pertinente y urgente discutir sobre las nuevas masculinidades, en las películas trato de no aproximarme temáticamente, me siento un poco farsante si tengo algo que quiero pregonar, me siento haciendo una fábula, no una película. Más bien trato de aproximarme a unos personajes que tienen conflictos, contradicciones, relaciones complejas.

‘Blanco de verano’, Dir. Rodrigo Ruiz Patterson

Tu locación principal es Nextlalpan, en estas ciudades dormitorio que se han construido en el Estado de México, ¿qué te daba estéticamente este ambiente?

Son casas de interés social, construidas con materiales precarios, es más dramático tener a un invasor en una casa de 50 metros cuadrados, que si viven en una mansión y puedes llorar en tu cuarto de juegos. Son más dramáticas unas paredes de tablarroca, que puedes escuchar a través de las paredes, genera más conflicto. Además, es un ambiente muy contrastante al deshuesadero la otra locación donde se puede ver el cielo, son espacios abiertos. Ahí este chico tiene mayor libertad, empieza a crear un nuevo hogar en este deshuesadero.

‘Blanco de verano’, Dir. Rodrigo Ruiz Patterson


¿Cómo coordinas a actores que vienen de escuelas diferentes, de formas diferentes de trabajar? ¿Cómo meterlos a a los tres en una casa de tablarroca?

Adrián es la primera vez que hacía una película, yo quería un chico que no fuera actor porque queríamos que fuera un chico abierto a reaccionar a lo que le dieran los otros actores. Sophie y Fabián tienen más experiencia, entonces hubo un proceso de ensayos, de improvisaciones de escenas en diferentes configuraciones, donde ellos estaban en personaje. Eran improvisaciones que no estaban en el guion, un poco para dejarlos habitar sus personajes. Por ejemplo, con Sophie y Fabián hice la escena de la segunda cita, cuando se ven después de que él pasa la primera noche en la casa. Los invité a cenar a un restaurante y los dejé ahí. Yo observaba lo que hacían, había una acción clara de tener una tercera cita, estuvieron dos horas platicando en personaje, contándose su vida. Eso les permitió homologar el tono, descubrir cadencias, identidad corporal. Como éste hicimos otros ejercicios. Al final de la película, casi todo, los diálogos y demás, estaban escritos en el guion, pero esto ayudó a darles un trasfondo relacional a los personajes.

 

 

 

 


 

Blanco de verano (México, 2020). Director: Rodrigo Ruiz Patterson. Guion: Rodrigo Ruiz Patterson y Raúl Sebastián Quintanilla. Productor: Alejandro Cortés Rubiales. Fotografía: Sarasvati Herrera. Sonido: Liliana Villaseñor. Edición: Ernesto Martínez Bucio. Compañía productora: Centro de Capacitación Cinematográfica, A.C., FOPROCINE-IMCINE. Reparto: Adrián González, Sophie Alexander-Katz, Fabián Corres.