'Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje' de Gabriel Herrera: la guapura como ofrecimiento

En su sección de competencia Berlinale Shorts, el Festival Internacional de Cine de Berlín contará con un título mexicano: Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje de Gabriel Herrera. Es un ejercicio que se ofrece a múltiples lecturas: el apunte postcolonial, la indagación de las masculinidades, los fetiches que devienen identidad. Su director propone una visión provocadora: la guapura como forma de apropiarse del mundo y como acto de generosidad.

 

“Tenía esta imagen de un motociclista como conquistador, el hecho de que aterrizara en un contexto mexicano lo convirtió en una especie de comentario sobre identidad postcolonial, pero no fue donde comenzamos. Lo que estaba detrás era la idea de lo importante y generoso que es ser guapo, que toda guapura es un acto de conquista de ti mismo y del otro”, explica Gabriel Herrera, egresado de la ENAC y también con estudios en la Escuela Nacional de Cine, Televisión y Teatro en Lodz, Polonia. “Ser guapo es un acto de generosidad, me parecía provocadora la idea y sobre ésa empezamos a explorar. Es el contraste entre dos tipos de guapuras: las del conquistador y la de alguien que es guapo con lo que tiene y con lo que le han dado, que así se apropia de un mundo que le impusieron para encontrar su propia guapura“.

 

Tu personaje principal tiene un atavío de fetiches que lo rodean. Por un lado la motocicleta, por el otro el traje de luces que de algún modo remite a la tauromaquia.


Este atavío lo puedo ver como una de agencia de ser bello. De hecho el cortometraje surgió porque hace unos años me tocó ver un espectáculo de motociclistas, en el estacionamiento de un centro comercial una tropa de veinte motociclistas empezaron a dar vueltas y levantar las llanta. Era un espectáculo que nadie había pedido, me pareció interesante que yo no me identificaba con esa belleza y sin embargo me estaba siendo ofrecida. Estaban haciendo un acto de generosidad de una manera extraña, porque ese espectáculo no era nada más para ellos mismos, era para mí, lo entendiera yo o no, era un ofrecimiento. La idea de este atavío es que alguien se apropia de lo que le han ofrecido pero no de la manera que le dijeron que lo tenía que usar, para convertirlo en algo que le permite ser.

 

Usas un formato semejante a como grabamos desde un celular. ¿Por qué esa elección?


Se ha puesto de moda el formato 4:3, éste es todavía más largo, es casi 1:1, siempre he trabajado con él, primero porque cada vez intercambiamos y existimos más en formatos verticales de celular, pero también siempre me ha gustado el 4:3, me gusta que se deshace de la parte épica del paisaje: en lugar de que te sientas en un universo expandido, parece que te estás burlando de la cosa épica que estás mostrando, hay un estira y afloja entre lo teatral y lo no teatral que siempre me ha atraído.

 

Ese juego también está en el guion, ¿no?, el narrador tiene un tono épico. 


Exacto, la idea es burlarse. Al final lo que pasa en la peli es nimio, hay un chavo usando una moto y otro quiere que se la preste, no hay mucho más, pero le agregas este tono épico y se produce un corto circuito, como si estuvieras contando algo de hace 500 años y se produce una especie de ironía.

 

¿Qué significa que tu cortometraje esté en Berlinale? 


Nunca me había tocado que me seleccionaran en la competencia de un festival de ese tamaño, quiero pensar que eso le abrirá puertas a lo que hacemos, es bueno en el plano profesional. En el plano personal, estoy emocionado porque he estado en Berlinale varias veces, he visto sus competencias de cortos y me gusta la selección que hacen: cortos que no son necesariamente para todo mundo, una línea que no está por completo en lo narrativo y tampoco es un terreno 100% experimental.

Todo esto me emociona mucho, quiere decir que estoy acercándome al tipo de cine que me mueve. Y el hecho de que un festival como Berlinale programe mi corto le da más posibilidades de que encuentre su lugar en el medio.

 


Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje (México, 2021). Dirección: Gabriel Herrera. Guión: Gabriel Herrera y Stefanie Reinhard. Fotografía: Stefanie Reinhard. Edición: Gabriel Herrera. Diseño de sonido: Gabriel Herrera. Edición de sonido: Naybi Suyua, Rodrigo Navarro, Pablo Herrera. Sonido: Alejandra Hernández. Diseño de producción: Luis Castañeda. Producción: Susana Bernal, Artemio Narro. Casa productora: Black María Producciónes, Parrafilm (Berlín), Goethe-Institut México.