‘Cartas a distancia’ de Juan Carlos Rulfo: correspondencias a través de la tragedia

Desde la primavera de 2020 a la fecha, gran variedad de ficciones, documentales, ejercicios del tedio, el dolor o el humor, se desarrollaron alrededor de la pandemia del covid-19. Ejercicios de evasión humorística o crítica por las políticas sanitarias, que pocas veces lograron llegar a la médula de la tragedia: la enfermedad y la muerte, la zozobra de las familias y la solidaridad afuera de los hospitales, los pabellones que “libraron batallas” e hicieron de los tiempos del covid una gesta que implicó al mundo entero. 

Cuando un documentalista como Juan Carlos Rulfo toma en sus manos la pandemia de 2020, la noticia trasciende (y el horror o el melodrama) y se eleva hacia una reflexión más generosa sobre la palabra y el mensaje: sobre los procesos de comunicación que hicieron posible que los individuos afectados por la enfermedad pudieran contar su experiencia hacia el exterior, y acaso de esta manera siguieran siendo individuos.

Cartas a distancia recoge los testimonios de los enfermos y las familias de los enfermos, desde los mismos espacios donde ocurrían las tragedias y las resistencias: los hospitales que atendieron a los infectados, y la microsociedad que nació a partir de este intercambio de noticias, esfuerzos, desalientos o esperanzas. 

Cartas a distancia se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2021. Ha pasado por el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el Festival ¡Viva México! de Francia y el Festival de Cine en Lima. Desde el 17 de febrero se presenta en la plataforma Netflix. 

Juan Carlos Rulfo platicó con nosotros sobre esta experiencia de imágenes y palabras que recogen uno de los momentos definitivos de nuestro tiempo. 

 

Imagino que el contexto de la pandemia te habrá agarrado en curva, como a todo el mundo, con tiempos de reacción muy rápidos para crear este documental. ¿Cómo inicias, desde estas coordenadas, con este proyecto?

Preparábamos una película sobre el valle de México. En esos días quisimos ver qué estaba pasando con la ciudad vacía. Hicimos una toma del Zócalo con un dron y mi productor, Eduardo Díaz, me propuso: ¿por qué no hacemos algo de la pandemia? A una amiga suya, Melissa del Pozo, que era periodista de Milenio, le pidieron historias de la pandemia. Ella tenía un amigo, Jorge Gómez, “Calavera”, que trabajaba en la clínica 27 del IMSS. A él le gusta la lucha libre, pero eso estaba cancelado. 

La gente les pedía información. Escribían mensajes y Calavera los distribuía al interior de la clínica, junto con otros enfermeros y enfermeras, que estaban haciendo una especie de trabajo social. César Parra, un chavo que luego se convirtió en uno de los fotógrafos de la película, le dijo a Melissa que estaría increíble hacer algo, porque había un elemento muy bonito que era el texto, la base más elemental de la comunicación. Y a mí me encanta este asunto del uso de los textos como forma de expresión, entonces fuimos a ver.

César y Melissa platicaban con la gente afuera de la clínica. Primero enviaban mensajes escritos, después nos preguntaron si con la cámara podríamos mandar mensajes al interior. Usamos el celular y la gente empezó a tenernos confianza, entonces les pedimos que nos permitieran usar los testimonios para el proyecto. Entonces empezamos a conocer a la gente, ver quiénes eran más accesibles para contar sus historias. A Calavera le dimos una camarita Osmo Pocket y empezó a caminar por el hospital. No nos permitían entrar y a él tampoco le permitían grabar, pero hizo tomas increíbles. 

Al mismo tiempo empezamos un chat con los enfermeros, para conocernos. Me presenté por medio de un video, les propuse que usaran este mecanismo para expresarse. Se volvió un vaciadero de soliloquios, consolaciones y era muy curioso porque no había espacios para hablar en ningún lado. 

Las grabaciones se hicieron en abril, entramos a la clínica hasta septiembre y grabamos lo que faltaba. Después se unieron personas como Valentina Leduc en la edición, Martín Hernández en el sonido, Leo Heinblum con los sonidos, y paralelamente estaba trabajando con Philip Glass, le propuse incorporarse a este proyecto y le encantó: nos hizo tres rolas para la película. Después conseguimos la beca de la Fundación Ford y fue suficiente para llegar a Impulso Morelia en 2021 y conseguir el siguiente empujón para la postproducción. 

 

Cartas a distancia, Dir. Juan Carlos Rulfo

 

En este documental es muy valioso el tema de las cartas, los testimonios que corrían entre el interior y el exterior del hospital. Nace de una necesidad de comunicación, pero trasciende hacia la importancia del testimonio de las personas.

A pesar de que estamos en una época sofisticada y compleja, regresas a este elemento mínimo de comunicación, era fantástico verlo dibujado en botes de plástico, servilletas, papel de baño, la desesperación de decirle al que está dentro que afuera está la familia, y la disposición de los enfermeros de lograr esta comunicación. Lo irónico es que en un momento complejo a nivel de comunicación, ésta falló. Había medios de comunicación por todos lados y nada más estaban dándose trancazos, que si los gobiernos no están funcionando, que las decisiones no son buenas, pero los enfermos en las camas eran como el índice bursátil, la gente no existía. 

La gente no tenía acceso a nada, te quedas guardado porque contagias, eres causante de muertes y si te mueres no hay velorio, te vas al hoyo directamente. 

No sé cuántas películas se han hecho de la pandemia en México, pero los enfermeros están tapados de blanco, son anónimos; entonces quise trabajar con esta cosa de la dignidad, que cualquiera se pudiera identificar. 

 

 

 

Llaman la atención los formatos de video; hay cámaras en formato tradicional y se suman las cámaras verticales de los celulares, archivos familiares; distintos soportes de vídeo. ¿Cómo era este ejercicio para armar el documental?

A mí me entusiasma mucho, me hubiera gustado un poco más de locura, pero por el espacio y el tiempo en que se dio, debía ser económico el relato. Nos quedamos en un solo lugar, en la puerta, como En el hoyo, con la teoría de que te quedas en un solo punto porque ahí va a estar el universo. Luego empezó la posibilidad de darles a todos estas cámaras y volverlo una cosa colectiva. 

Con la cámara vertical de celular había la posibilidad de volver las imágenes full frame, pero así se veía bastante bien. Esos equipos ahora son tremendos y todo mundo tiene un mega aparato en la mano. Son verdaderas herramientas diarias, sus cuadernos de confesiones. Afuera estaba la cámara 4K esperándolos y también teníamos un dron muy potente, pero la carnita estaba abajo, con la gente usando las cámaras como ellos las usan y con eso es más fresco el relato. Mientras más usas estas herramientas, más cerca estás de la gente y de la vida cotidiana. 

 

Porque además hay buenas tomas al interior del hospital. Hay un plano secuencia donde una mujer habla con el esposo y la cámara va de cama a cama, una especie de correveidile. En un juego bastante afortunado.

“Calavera” tenía una gran intuición. Sí hicimos un pequeño taller de video, hay que confesarlo, pero muy básico. Nada más les dije: “aguas con los contraluces y sobre todo con los celulares“. Pero los recorridos por los pasillos, acercarse y alejarse, encuadrar de cierta manera, ya había una intuición del encuadre y las imágenes. Yo recibía las imágenes y me asombraban, lo mismo los audios de los chats de WhatsApp, con todo el ruido y lo que pudiera ocurrir. Todas las fallas técnicas eran bienvenidas, incluso el sonidista, Martín Hernández, me decía: “hay que meterle más ruido, más basura”, porque todo salía muy limpio. 

 

Cartas a distancia, Dir. Juan Carlos Rulfo

 

Es obvio que las prohibiciones te impidieron estar dentro y debías enviar a tu camarógrafo enfermero, pero es interesante esta evolución del documentalista, que ahora era un organizador de las imágenes que le llegan. Te tocó ser una especie de recopilador, con lo que envíaban desde el hospital organizabas tu pieza.

Siento que estoy en una reinvención, ya me aburrí de cómo se hacen las cosas, y de repente tenía la puerta abierta para recibir otras formas de ver el mundo por parte de la gente. Con estas camaritas llegamos a los lugares más inaccesibles y recibes unos regalazos. No sé si ya estamos más dispuestos a estas cámaras que se mueven y estos encuadres locochones. Antes decía: “no, no, eso no”. Ahora hay dos o tres películas en los Oscares, como Todo en todas partes al mismo tiempo, que es una serie de imágenes con muchas situaciones. 

Al final todo está basado en que la gente tiene mucho que decir y ahí lo juntamos y contamos las cosas. No solamente es el personaje, sino es todo lo que el personaje trae consigo, y está buenísimo explorar.

 

Quiero creer que Cartas a distancia tendrá buen añejamiento, y en cinco o diez años la gente acudirá a ella con interés para que les cuentes qué vivimos en 2020 y 2021, esta especie de nostalgia temprana

Me parece fantástico. De hecho, creo que mis películas no envejecen en mal sentido. Por ejemplo con Del olvido o En el hoyo, son realidades distintas pero les hace mucho bien el tiempo. En este caso, es lo que guarda el inconsciente de una época, un momento que ahí te está esperando y de repente va a surgir. La pandemia detuvo la vida y mató a mucha gente. Hay algo de angustia que ahí se quedó. Entonces es el discurso que yo quisiera manejar, una película que intenta abrazar al otro y romper la polarización, que crea la necesidad de hablar y escuchar al otro, porque no podemos seguir aislados.

Cartas a distancia (México, 2021). Dirección: Juan Carlos Rulfo. Guión: Melissa del Pozo. Producción: Eduardo Díaz Casanova. Fotografía: César Parra. Música: Leonardo Heiblum, Philip Glass.