Casa chica, cortometraje de Lau Charles, producido desde el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), hurga en los recuerdos personales y familiares de la directora, y reconoce la refundación de su hogar. Desde este relato de planos cerrados, barridos inciertos, diálogos lejanos y revelaciones incomprensibles, explora la masculinidad, la conformación de las familias, la nostalgia por la niñez y, sobre todo, la fraternidad.
Casa chica se presenta en la sección Berlinale Shorts del 75° Festival Internacional de Cine de Berlín. Lau Charles cuenta cómo fue construyendo este ejercicio que, desde el caos de la memoria, deviene gratitud y añoranza.
En Casa chica hay elementos autobiográficos, ¿hubo algún detonador para transformar en ficción este momento de tu vida?
En la pandemia hice un documental con mi mamá, quería abordar el personaje de mi padre. Una paternidad ausente te atraviesa profundamente: siempre hay preguntas al respecto, que me contestaron desde chiquita, aunque en forma de cuento; yo quería desenmarañar el cuento y entender a los personajes de mi padre y mi madre.
Durante estas conversaciones platiqué con mi hermano y me impactó como ambos recordábamos nuestro pasado de manera distinta; él me lleva ocho años, entonces lo que él vivió tiene otra carga. Quise explorar esa doble perspectiva.
¿Cómo haces para que una historia personal se convierte en una historia universal?
Nunca deja de ser personal, incluso si estamos contando historias de marcianos. Al final, estamos desnudos frente a la creación, cuando lo hacemos desde la honestidad. En ese sentido, decidí protegerme emocionalmente. Cambié los nombres de los personajes porque era muy fuerte escuchar nuestros nombres en las revisiones de guion. También decidí hacer ficción algunas partes; por ejemplo, yo no conocí a mi media hermana a esa edad.
Conforme contábamos de qué iba el cortometraje, a todo mundo le resonaba una historia. Fue un hallazgo doloroso pero afortunado, porque estábamos contando que no sólo me importaba a mí, sino que importaba a muchas personas que formaron parte del proyecto.
Haces un guiño al tema de las masculinidades a través de Quique, el hermano, a quien asumo como protagonista del cortometraje: das algunos apuntes sobre cómo ciertos valores configuran a los hombres.
En la escritura exploré la idea del díptico. Para mí hay dos ejes fundamentales: la edad de los personajes y el género: lo que se espera de la niña, distinto a lo que se esperaba del niño.
Como la figura paterna abandona el nido, un niño de once años se convierte en “el hombre de la casa”, es una carga que no le deberíamos de poner a nadie a esa edad. Platiqué con mi hermano para entender qué significaban en él estas heridas; el cortometraje terminó siendo un regalo para él, mi agradecimiento porque se puso la armadura y defendió mi infancia, para que yo pudiera tener derecho al juego y al disfrute.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar con los niños Mauro Guzmán, Katherine Bernal y Kala Martínez?
Los tres son increíbles. Mis tres proyectos han sido con protagonistas niños y niñas, me interesa entender problemas desde la mirada de la infancia; entender la raíz es algo que me hace sentido.
Con Meraqui Pradis, mi directora de casting, tenemos una investigación sobre lo que significa dirigir niños y niñas. Fundamentalmente, te aterrizan en el tiempo presente. Está el estímulo o no; no te van a salvar el cuello, como algunas actrices y actores maravillosos. Las historias que a mí me interesan se nutren cuando los niños y las niñas están al centro de la producción.
Incorporas a actores adultos, como Raúl Briones, Raquel Robles y Daniela Arroio...
A Dani la conozco de teatro; su trabajo es maravilloso. Nos fuimos a tomar un café, estuvimos tres horas platicando y entendí perfecto que ella tenía que hacer a mi madre, que es a quien más amo en la vida.
Con Rulo fue lo mismo, nos conocíamos de aquí y de allá, pero no éramos cercanos. Le mandé el guion, le conté el proyecto y le dije: “necesito un actor extraordinario, que defienda a mi padre de mí misma, porque voy a querer hacer un villano y el personaje no lo merece”. Estuvimos en un café tres horas platicando. Me contó cosas de su historia personal que resonaban con el cortometraje.
En Casa chica, las conversaciones de los adultos casi no se escuchan. Creo que así es la vida de los niños, tenemos verdades a medias. Platícame sobre esa elección.
Es un corto que habla sobre la memoria, no solamente cómo lo viven los niños, sino cómo recordamos las decisiones de nuestros padres. En la primera parte del corto, la de Valentina, hay un sonido más estéreo, la realidad está situada lejos, donde casi no la podemos alcanzar. Cuando entramos al díptico de Quique, se abre el 5.1 y entramos más en este universo, por ende, obtenemos más detalles. Esta premisa fue con todos los departamentos: con arte, sonido y fotografía. Entendieron lo que yo necesitaba expresar, me dieron las herramientas y por eso el corto se construye de esa manera.
Casa chica estrena en Berlín, ¿qué te significa que sea ahí donde se vea por primera vez tu cortometraje?
Me llena de orgullo por la gente que hizo este cortometraje conmigo. Hay mucho foco en la dirección, pero el cine es un sueño colectivo y un montón de personas soñamos con este corto. Espero que nos dé la posibilidad de seguir haciendo lo que amamos; de seguir filmando y que puedan confiar en este equipo, porque mi equipo es para toda la vida.
Me gusta cuando los y las directoras piensan en sus guionistas, sus cámaras o sus sonidos, como equipo. Crean una pequeña compañía y van creciendo juntos.
Tienes que hacer cine con tus amigos, porque se hace una familia. Para mí fue importante en Casa chica acercarme a cada una de estas personas y decirles que iba a ser un proceso complejo para mí; iba a necesitar una red de amor. Este cortometraje era un riesgo, pero le entraron de una manera impresionante.
Se convirtieron en mi familia, aunque algunos ya lo eran. Mi mamá fue mi asistente de producción y se convirtió en una especie de proyecto familiar. Yo sé que replicar eso en un largometraje es prácticamente imposible; entiendo los modelos de producción, pero no me quito la idea de intentarlo y seguir trabajando con esta familia cinematográfica, ojalá los tiempos nos permitan coincidir.
Casa chica (México, 2025). Dirección: Lau Charles. Producción: Luna Martínez Montero. Fotografía: Ángel Jara Taboada. Guión: Lau Charles. Edición: Santiago Zermeño. Sonido: Jorge Leal Carrera. Diseño sonoro: Jorge Leal Carrera. Música original: Marco Charles, Alonso Alemán. Dirección de arte: Daniela V. Ponce. Diseño de vestuario: Andrea Arrieta Islas. Diseño de maquillaje: Hanniel Oyarzabal. Compañía productora: Centro de Capacitación Cinematográfica, A.C. Reparto: Mauro Guzmán, Katherine Bernal, Daniela Arroio, Raúl Briones, Raquel Robles, Kala Martínez, Laura Charles, Marco Charles, Lau Charles.