Hace diez años no existía este espacio. Y como no existía, Grisel Alcántara y Víctor Morrillas, chilangos recién avecindados en la ciudad —ella con experiencia en mercadotecnica y proyectos de gestión cultural, él diseñador gráfico— decidieron crearlo. Un espacio que semejara a la Cineteca Nacional, a la energía de los festivales. Que compartiera películas contemporáneas y creara vínculos de afecto y pasión cinéfila entre sus asistentes.
ElCineClub inició sus proyecciones en noviembre de 2011. Diez años después se ha profesionalizado, ha aprendido a visitar escuelas, ha sobrevivido a la pandemia. Y está listo para consolidarse más: compartir más buen cine para Playa del Carmen y Quintana Roo.
Victor Morrillas (VM): Somos cinéfilos, veíamos cine en la Cineteca, en festivales, yo iba a cineclubes en la UNAM. Somos de la Ciudad de México y hace once años llegamos a Quintana Roo.
En Cancún había pocos cineclubes y pasaban películas clásicas u otro tipo de contenido que no nos interesaba. Nosotros queríamos ver lo que estaba en la Cineteca y los festivales, ¿Cómo podíamos acceder a eso en Quintana Roo?
Nos llevamos unos 200 dvds de la Ciudad de México, no teníamos idea de los derechos de exhibición, ni cómo lo íbamos a hacer. El principio básico era reunirnos con más personas a ver películas. Y surgió la idea: ¿por qué no hacer un cine club? Empezamos dos el proyecto. No teníamos proyector ni bocinas, sólo ganas. Ese fue el principio.
Grisel Alcántara (GA): El cineclub es pensado y ejecutado en Quintana Roo. Convencimos a otra persona y su aportación fue la más valiosa: nos vínculó con nuestra aliado incondicional, el Parque La Ceiba, un refugio verde en Playa del Carmen, donde pudimos desarrollarlo.
VM: Al ser un destino turístico la gente circula mucho. Hemos encontrado una población cambiante e incluso con la pandemia hubo un nuevo cambio de público.
Al principio no teníamos idea de quién iba a venir, nuestra meta fue probar un año, para ver si valía la pena el esfuerzo. Encontramos que mucha gente quería ver este tipo de películas.
Al principio teníamos un público adulto, gente de la tercera edad que asistía como si fueran a misa, opinaban en las películas más complicadas, era un público muy activo. Los estudiantes se acercaban menos. Asistía un público de entre 25 a 45 años, que como nosotros venían de otras ciudades y ya tenían contacto con esto.
Después empezamos a hacer la parte itinerante: “Si los públicos jóvenes no vienen a ElCineClub, qué ElCineClub va a donde están los públicos jóvenes”. Visitamos escuelas y entramos en contacto con público que nunca habían tenido acceso a estas películas.
GA: Desde que pensábamos en ElCineClub quisimos hacer algo que no fuera para los turistas. Queríamos un espacio donde los residentes pudieran sentarse a ver una película de la que no tenían la menor idea que existía. Eso sigue siendo la esencia del proyecto, la comunidad lo siente y lo recibe con gratitud. Hace poco recibimos un correo de un señor de 60 años que no tiene mucho de vivir en Playa del Carmen, descubrió que existe este proyecto y lo toma como un regalo, él es cinéfilo y le gusta lo que hacemos.
En estos diez años hemos hecho de este espacio un refugio para que la comunidad pueda descansar del servicio que le tienen que dar a los turistas, y puedan disfrutar sobre un camastro, a la luz de la luna, con las estrellas y los árboles, de una película.
VM: No nos dedicábamos a la cuestión cultural. Teníamos herramientas de diseño gráfico, comunicación, mercadotecnia, esta experiencia le sirvió al proyecto pero desconocíamos la parte técnica.
El proyector lo poníamos en una lona, de bocinas teníamos una grabadora grande de rapero. Fuimos invirtiendo poco a poco en una pantalla donde se viera mejor, donde no rebotara la luz, y empezamos a comprar bocinas.
Aplicamos a las convocatorias que existían entonces y eso nos permitió contar con recursos que nos convirtió en itinerantes.
GA: Por la naturaleza de este tipo de proyectos, cuando no cuentas con la capacidad de pagar una nómina, necesitas pasar por todas las áreas y entender cómo se tienen que hacer. En cada función tenemos que montar todo: la pantalla, sacar las sillas, es algo en lo que a la fecha seguimos involucrados, seguimos sudando la playera en cada proyección y nos encanta.
VM: Se empezó a gestar una campaña colaborativa de fondeo con otros cuatro proyectos, todos fuera del centro del país. La campaña logró su objetivo y lo que se consiguió se dividió en partes iguales. Además, tuvimos visibilidad, algo importante para los proyectos que estamos fuera del centro del país.
Por suerte nosotros tenemos varias ventajas: estamos en un espacio al aire libre que nos prestan, lo hacemos dos personas, más dos o tres que nos ayudan. Eso nos permitió gastar lo menos posible.
Ahora el aforo se limitó, en el espacio podemos tener hasta 200 personas pero ahora lo hacemos para 50. Ha sido un reto, hemos tenido que ponernos creativos y el hecho de que sea un proyecto de vida, pues no nos deja darnos por vencidos tan pronto.
GA: Desde que empezó 2021 dijimos que cada proyección significaba una celebración, el hecho de compartir cine con la comunidad ya es una celebración, concursamos en la convocatoria de Focine y por fortuna somos de los proyectos beneficiados.
Tenemos actividades de celebración de agosto a diciembre, con un programa híbrido: 16 proyecciones presenciales en Playa del Carmen, principalmente estrenos mexicanos. También tenemos clases y talleres en línea, pensadas para gente que radica en la península de Yucatán, apostando a descentralizar y beneficiar a la gente de la región.
Son clases de producción para cine independiente, distribución, sobre la importancia de la creatividad, de comunicación con medios especializados de cine… Y dos talleres: sobre el poder del cine, que lo impartirá Roberto Olivares, y otro para niños y niñas, donde buscamos que tengan herramientas como el celular o la tablet para contar sus historias .
GA: Me siento muy agradecida con haber conocido a Bernardo Arellano, un realizador mexicano que pudimos tener su ópera prima, Entre la noche y el día. Esa noche hubo alrededor de 240 personas, más los que se fueron porque ya no había dónde sentarse.
Cuando lo conocimos estábamos yendo a las escuelas y a él no lo habíamos invitado pero llevaríamos su película, él estaba en Playa y cuando supo dijo: “Ay no, yo voy con ustedes”. Y en la escuela se subió a las sillas, a la barda para ayudarnos a oscurecer el salón.
La proyección fue súper bien recibida. En la noche tuvimos la proyección en Parque La Ceiba y también fue increíble, porque él es una persona muy abierta. Para mí ese momento y la amistad que ahora tenemos con Bernardo ha hecho que todo esto valga la pena.
VM: La película no era conocida, no tiene actores conocidos, no es una película que la gente ubique. Pero Bernardo estaba dando un taller y creemos que la gente que lo tomaba fue a la función e invitó a sus amigos, pero ni siquiera eso nos da las cuentas. De repente empezó a llegar gente y gente, se acabaron las sillas y ya no teníamos donde sentarlos. No sabíamos cómo pero llegaron más de 240 personas y al final hubo un diálogo largo. Fue una de esas funciones que nos hacen decir: “vale la pena lo que estamos haciendo, tiene sentido”.
Y también recordamos que hace cuatro años falleció Eugenio Polgovsky, y que gracias al proyecto lo pudimos tener con nosotros y conversar abiertamente. Nos dijo: “me encanta lo que hacen, pasen mis películas cuando quieran, no me tienen que pedir permiso, les dejo el disco”.
Esas relaciones las hemos hecho a través del cine, podemos decir que ahora tenemos muchos amigos que están en el medio, que antes no conocíamos y que son personas sensibles, buenas y sinceras. Hemos hecho muchos lazos y ahora les decimos: “Oye, queremos proyectar tu película en la sala virtual, no va a haber dinero ni para ti ni para mí”, y nos responden: “por supuesto güey, ¿que necesitas?” Eso nos hace ver que vale la pena lo que estamos haciendo.