En un momento que la visibilización queer aumenta en espacios independientes o mainstreams, la nueva frontera es que los temas LGBTTTIQ+ contemplen la diversidad de otras comunidades. De ahí que los largometrajes mexicanos que se presentan en esta edición desdoblen propósitos: por supuesto, la representación queer, pero también el acento en otras comunidades y otras identidades.
Los largometrajes nacionales que Cinema Queer México presenta en esta edición son: Todos los incendios (Mauricio Calderón, 2023), La arriera (Isabel Cristina Fregoso, 2024), Todo el silencio (Diego del Río, 2023), Seré breve al momento de morir (Juan Briseño, 2024), El silencio de mis manos (Manuel Acuña A., 2024) y Mi pecho está lleno de centellas (Gal Castellanos 2024).
La directora de Cinema Queer, Lourdes Gil Alvaradejo, nos contó sobre esta séptima edición, que además ha recibido el apoyo de Focine.
Hay seis directoras y directores mexicanos que presentan su ópera prima en Cinema Queer México, ¿cómo sucede esto?
Me parece significativo que las seis sean óperas primas, de personas tan distintas entre ellas; tenemos un director que antes hacía teatro; otras directoras y directores que han hecho cortos. Cada uno y cada una con una narrativa y un estilo muy distinto.
Para mí, lo ideal sería que hubiera más oferta de películas mexicanas queer, para que tuviéramos más primeras películas, más allá de la edad y de la experiencia que tengan.
Además, la película puede tratar otros temas sin que lo LGBTTTIQ+ sea el foco, como en Todo el silencio y su abordaje de las comunidades sordas, o La arriera, de corte histórico y hasta western; ha cambiado el centro e incluso el tono en el que se hace la representación.
Para algunos y algunas de esas directoras su intención central ya no es hacer una película queer. Ha sido interesante ver ese cambio en las películas mexicanas y de otros países: las cintas abordan muchos temas: la relación con la pareja, con la familia, con el mundo, y además, toca el tema LGBTTTIQ+.
Esas aproximaciones son importante, aunque nuestro festival comparte películas con la etiqueta queer, porque nos importa visibilizarnos, tener esa representación.
Además, ahora se puede hacer un cortometraje experimental, o presentar un personaje y una situación queer en una película hegemónica, y no es como las comedias de antes, con un hombre afeminado que hacía acrobacias, ¿cómo se piensa desde un festival queer este giro en los personajes?
Ha existido una evolución en las narrativas y los personajes. Hace unos años la preocupación eran los estereotipos: el mejor amigo gay afeminado. O mujeres lesbianas con finales trágicos. Cada vez nos alejamos más de ahí y mucho tiene que ver con quienes están detrás de la cámara, quienes escriben, dirigen y producen.
Ahora, la preocupación es mostrar diversidad en las identidades: que no nada más sean personas blancas, sino también personas queer de color o con discapacidad; el reto ha sido aumentar la diversidad de experiencias e identidades. Ha sido importante que las personas LGBTTTIQ+ le abran ese espacio a otras personas de la comunidad; las invitan a que se sumen. El resultado se traduce en películas con experiencias más auténticas, de las que te sientes orgulloso y orgullosa.
¿Cómo ha sido la experiencia de la gira de Cinema Queer? ¿Por qué es importante insistir en ella?
El festival empezó en Ciudad de México, se agregó Querétaro y se ha ido extendiendo a más ciudades. Es la importancia de reconocer que lo que sucede en la Ciudad de México no es lo único que sucede en el país.
También es un reconocimiento de la escena cultural que tienen otras ciudades como Querétaro, Chihuahua o Morelia, donde hay bastantes proyectos sucediendo. Este intercambio es importante, lograr que los directores y directoras de las películas visiten esas ciudades y puedan entender sus dinámicas. Vemos la necesidad del público de tener acceso a estas opciones, películas de calidad en las que puedas colaborar.
La situación en Querétaro, Chihuahua y Morelia es diferente a la que vivimos en la Ciudad de México. A pesar de que existen espacios independientes, sigue siendo difícil hablar de esos temas. Por eso nos parece importante que, una vez que se abrió el espacio, seguirlo ocupando, seguir demostrando que aquí estamos y que existe esta necesidad de encontrarnos. Que una vez que abras ese espacio lo sigas utilizando y sigas ofreciendo esta oferta relevante para mantener la visibilidad.
Se creería que hacer un festival queer en la Ciudad de México es más “fácil” porque hay espacios más proclives a aceptar a la comunidad, pero incluso aquí en la Gustavo A. Madero, la misma comunidad LGBTTTI+ sufre violencia, no quiero pensar en lugares como Pátzcuaro o Chihuahua. ¿Cómo se acercan ellos a Cinema Queer?
A nosotras nos ayuda cuando existen proyectos armados para decirles: “tengo tres películas para ti, organicemos una plática en conjunto”, porque es otro espacio que se abre. Es una colaboración bonita que se puede realizar entre el festival y las organizaciones que trabajan por esos espacios.
Los públicos son distintos y la forma en que la gente se acerca al cine también puede serlo, pero hemos tenido buenas experiencias en esas ciudades. Confiamos que Chihuahua, que se suma al circuito, tenga ese recibimiento.
Cuando empezamos a platicar con la persona que nos ayudó a organizar el festival en Chihuahua, realmente notamos la preocupación de saber que ya estamos ahí, así que hay intentan hacerlo lo mejor que puedan. Para la gente es valioso y no lo toman por sentado, como a lo mejor se haría en otros espacios.
Hay varios festivales de cine sobre la comunidad LGBTTTIQ+ en México y es increíble que exista esa diversidad de lo diverso, pero me pregunto si no es difícil distinguirse, tener una personalidad propia. ¿Cómo hacen esa distinción desde Cinema Queer?
Para nosotras fue importante cómo empezó el festival, con la colaboración internacional. Eso ha distinguido nuestra propuesta, porque tenemos varias películas internacionales, que si no las ves en este festival no las vas a ver en otro. Esto me parece desafortunado, porque ojalá pudiéramos tener más acceso a esas películas.
También ha sido importante la forma en que programamos, los temas que seleccionamos y de quiénes son esas películas. Ha sido importante pensar en quiénes son las personas que están detrás de la cámara contando esas historias, para no solamente ser un festival de hombres cis-gay, sino que abrimos a otras personas, a quienes les ha sido más difícil tener hacer una película.
Hemos trabajado mucho en nuestros talleres; para nosotras ha sido fundamental discutir qué es lo queer, cuáles son esos conceptos en la producción o en la crítica cinematográfica. Y no solamente para el análisis, también desde la forma en la que se hace el festival, que sea algo comunitario y bien organizado, para que las personas que se acercan al festival lo sientan como una experiencia en la que les da gusto participar, y en la que se sientan incluidos e incluidas.
Hemos intentado hacer énfasis en lo que sucede después de la película: que haya una extensión de lo que viste y que exista la oportunidad de platicar en un Q&A con un director o directora, pero también con las organizaciones, que le pueden ofrecer algo a quienes asisten a la proyección.
En estos tres aspectos han sido en los que más nos hemos enfocado, más allá de crecer el circuito; para nosotras, pensar cómo hacer la programación y cómo son nuestras colaboraciones, han sido muy importantes.
Quisiera saber cómo ha participado Focine con ustedes...
Para nosotras es una diferencia enorme cuando tenemos acceso a un recurso así, eso quiere decir que tienes posibilidad de crecer tu circuito, pueden viajar las personas, aseguras una oferta de talleres más grande, más sólida y bien remunerada.
Te ayuda a darle continuidad al festival, porque ese ha sido un talón de Aquiles para muchos proyectos, que tienen una o dos ediciones y desaparecen. Ese apoyo ha sido increíble para nosotras.