Esta historia de ciencia ficción, con un sustrato filosófico en las ideas de Gutierre Tibón, adquirió relieve al ser filmada después del terremoto del 19 de septiembre. Muchas imágenes de la Ciudad de México que sirvieron de escenario, también se convirtieron en testimonio audiovisual del desastre. Ficción y crónica se entrelazan en una distopía que recupera dos imaginarios: el de una ciudad apocalíptica, con elementos tecno-prehispánicos, y el de la ciudad real devastada, que acaso y sin saberlo fundó una nueva sociedad en el país.
El ombligo de la luna fue parte del Tercer Concurso Experimental de Cine, que se hizo en 1987. Es insólita por su manufactura y también por sus participantes: única película de ficción realizada por la Universidad Autónoma Metropolitana, con música de Jorge Reyes y voz de Ulalume Zavala (Cabaret Shanghai).
Película de culto chilanga, durante décadas solamente se podía conseguir en formato VHS y en pésimas copias. Este año, con el apoyo de Estudios Churubusco, El ombligo de la luna ha sido restaurada y ha recuperado su mejor versión posible. Es la que se presentará el 19 de septiembre de 2024 en la Cineteca Nacional de las Artes. Y esta proyección es gran pretexto para platicar con su director, Jorge Prior, sobre esta distopía restaurada.
El ombligo de la luna aparece a propósito del Tercer Concurso Experimental de 1987. Experimental es un término muy amplio, caben obras como La fórmula secreta de Rubén Gámez o Amor a la vuelta de la esquina de Alberto Cortés. Para ti y tu película, ¿qué era esa idea de lo experimental?
Me parece atrevido hacer una ciencia ficción; una de las formas de recorrer lo experimental era crear una época neutra: coches de los años sesenta, pero en el futuro, todo medio ambiguo.
Con el trabajo de arte buscamos espacios y lugares que dieran una atmósfera distinta. Por ejemplo, la azotea de los inmobiliarios que yo siempre veía en Ciudad Universitaria, me parecían maravillosos. O la señora de los globos: no es que la hayamos llevado, simplemente pasó, le dijimos “súbete”; estas complicidades buscábamos. Tampoco es que me pusiera a hacer una película muy loca: quería contar una historia y la historia está contada, pero sobre todo había que crear atmósferas y hablar de un futuro apocalíptico, con el orgullo de una cultura original, que es la cosmogonía prehispánica.
Filmas El ombligo de la luna en un momento bisagra de la Ciudad de México: o es la última película anterior al sismo del 85, o es la primera postsismo; se está reinventando una ciudad y tú la imaginas como una distopía. ¿Qué me puedes platicar de esa coincidencia?
Nunca imaginé que esto iba a ocurrir, jamás. Yo pensaba que la filmaríamos buscando locaciones de algún edificio medio caído, pero nunca esos escenarios tan grandes y tan fuertes. Fue un shock personal, pero también una fortuna encontrar estos lugares, al igual que las grutas. Por ejemplo, la filmación en las grutas de Juxtlahuaca fue pesadísima, una locura meternos ahí, no dormimos dos noches porque había que bajar una planta de luz. Fue un despropósito y sin embargo, algunas pinturas olmecas que salieron están al fondo de estas grutas.
Hay una épica en cómo hicimos la película; recorrí el país con lugares que conocía: estaba Huautla, y los cánticos que escuchamos son de María Sabina. La música de Jorge Reyes, todo cuajó para este proyecto. Era un equipo de producción como los de ahora, porque ahora son staffs mucho más chicos, pero se logró.
¿Qué edad tenías en ese entonces? Te pregunto porque se me hace una película tremendamente joven, de muchachos que están en sus primeros intentos...
Ahí tenía 32 años. Era maestro de la UAM en ese entonces.
¿Cómo fue que entró la Universidad Autónoma Metropolitana al proyecto? Porque hay películas de la UNAM, de la Ibero, pero se me hizo muy raro que la Metropolitana entrara a esto,
A mí también se me hizo rarísimo. Es su único largometraje, han hecho cortos y otras cosas, pero esta es la única película que ha hecho. La coordinadora de difusión cultural en ese entonces era Beatriz [Solís Leree], ella también coordinaba los talleres de comunicación y ahí les planteé si me podían apoyar. En ese tiempo el rector era Francisco José Paoli, él dijo “adelante” y me dieron el apoyo, que fue darme una camioneta que ya no usaban. La pintamos, la arreglamos y nos las llevamos. Además tuvimos un autobús, en ese viajamos a todos lados, con un chofer de la UAM. Estudios Churubusco puso el revelado y los laboratorios. Se conjuntaron una serie de cosas que hicieron posible la película.
A pesar de que la película estuviera cobijada por la UAM o Estudios Churubusco, su ánimo es muy independiente, lejos de la infraestructura de esos años, ¿no?
Ahora me sorprende cómo conseguimos todo: los autos, el vestuario, que está muy bien trabajado. Quien empezó a hacer el vestuario fue la escritora Ana García Bergua, empezó y luego se asustó. Y entró al quite la actriz Patricia Eguía; mi madre era la costurera.
Gabriel Pascal creó los ambientes. La productora Sonia Valenzuela consiguió los permisos, se fue a la batalla, a la locación. También Jorge Reyes fue muy importante.
¿Cómo convenciste a Jorge Reyes para participar en el proyecto?
Era un amigo cercano, por eso está casi de la manita la música y la letra, porque la hizo su novia de entonces Saide Sesín, y la que canta, formaba parte del grupo Casino Ahanghai: Ulalume Zavala.
Alguien comentó que El ombligo de la luna era una película posmoderna, pero agregaría, cuando el término posmoderno era nuevo. Ahora lo vemos con un dejo de nostalgia, apunta a un futuro que no existió.
La reacción en esa época no fue nada afortunada. Itala Schmelz, quien después me entrevistó para su libro Codigofagia sobre cine mexicano y ciencia ficción, me decía “no le entendieron, no comprendieron lo que estabas haciendo”. Luego la han ido descubriendo y la han ido buscando. La han buscado y ha habido copias muy malas, porque no existía la tecnología actual.
También hicimos un acetato, un disco de Jorge Reyes que se llama Viento de navajas, que se ha vuelto de coleccionistas. Entonces sí, El ombligo de la luna se volvió un pequeño tesoro oculto que estamos rescatando.
¿En qué circunstancia encuentras el material de El ombligo de la luna que después se restauró? ¿Cómo se dan las condiciones para recuperar esta película más de treinta años después?
Al tener tantos años de no saber de la película nos pusimos a investigar dónde estaba y cuántos negativos había. Sabía que había dos copias en la Cineteca Nacional, dijeron que estaban en muy mal estado. Luego vine a Estudios Churubusco; ahí encontraron el negativo. De él sólo se habían sacado seis copias, que para un negativo es nada. Entonces se encontró la película en buen estado.
Después entraron la Cineteca Nacional, Churubusco, muchas personas y a partir de esos dictámenes me dijeron que lo había que escanearla, gracias a eso la pudimos hacer.
Churubusco escaneó la película y ClanD trabajaron y corrigieron. Como siempre, en los rollos de cine hay ralladuras o están un poco dañados, entonces primero se escanean tal cual, luego se corrige el color y luego viene la labor de quitar basuritas. Eso tardó un mes, y ya está el resultado, parece nueva.
Y mirarla después de más de treinta años, ¿qué te provoca?
Realmente me emocionó y me hice muchísimas preguntas acerca de mi relación personal con eso, primero te reclamas: “¿por qué carajos no me acuerdo de cómo hicimos esto? ¿De dónde carajo sacamos esos coches? El vestuario está chingón, pero ¿cómo lo trabajamos?” Empiezas a tener lagunas mentales que van desapareciendo, porque yo lo tenía totalmente borrado. ¿Cómo conseguí a los actores? No me acuerdo. Ese un proceso interno bien interesante.
Yo la tenía en VHS, con ella hicimos una proyección en el Museo Amparo y fue una pésima proyección. Verla ahora como está para mí es muy emocionante, y aplica una reflexión: ¿Quién era Jorge Prior a los 32 años? ¿Qué estaba pensando? Creo que no he vuelto a hacer algo tan atrevido como eso que hice ahí.
Hay películas que desde que se planean, se sabe que va a ser un clásico; otras quizá no están llamadas a ser parte de los clásicos pero entran desde otro lado, películas de culto que se buscan y de las que todo mundo habla, pero nadie la ha visto. El ombligo de la luna pertenece a ese grupo.
Sí, porque sí se corrió la voz por canales especiales, de algunas personas donde me decían: “es que tú hiciste esa película, pero estaba poca madre”. Casi nadie la podía ver, pero circula en algunos VHS. Hay quienes la buscaron y la encontraron. Empezó a circular e Itala la recomendó, parece que empieza a ser una película de culto.
Entre tu última película, El carretón del desierto, en el que unos actores trashumantes recorren el desierto, y el camión donde viajan los personajes de El ombligo de la luna, parecería haber un puente, es interesante que una de tus primeras películas enlace de manera tan precisa con la última.
Sí, es emprender el camino para ver que encuentras. Finalmente creo que las dos son para encontrarse a sí mismo, el camino te lleva y te regresa a ti.
El ombligo de la luna (México, 1985). Dirección: Jorge Prior. Guion: Juan Mora Catlett, Jorge Prior. Compañía productora: Producciones Volcán, Universidad Autónoma Metropolitana. Dirección de fotografía: Antonio Ruiz Sánchez. Dirección de arte: Gabriel Pascal. Sonido: Carlos Aguilar. Música: Jorge Reyes. Elenco: Ángeles Marín, Ignacio Guadalupe, Ernesto Schwartz, Darinka Ezeta, Antonio del Rivero, Salvador Garcini, Carlos Romano.