‘El sembrador’ de Melissa Elizondo: una didáctica de la felicidad.

Imagina que tu salón de clases son las montañas. Imagina que además del abecedario y las restas, aprendes a trabajar la tierra, a jugar ajedrez, a darte chapuzones en el arroyo. Así aprenden los alumnos de la escuela primaria multigrado Mariano Escobedo, en la comunidad Monte de Los Olivos de Chiapas, y lo aprenden de la mano del maestro Bartolomé, quien en su labor cotidiana de la docencia poco tiempo tiene para reconocerse como un hombre sabio, como un sembrador de enseñanzas pero también, y sobre todo, como un sembrador de la felicidad

El sembrador es la ópera prima de Melissa Elizondo, también su trabajo de tesis del CUEC (cuando estaba a punto de convertirse en la ENAC). La sorpresa es que El sembrador también fue la película que más se miró en FilminLatino durante los tiempos inciertos de la pandemia y fue un alivio ante la incertidumbre; el apapacho que desde un maestro rural y sus alumnos proponía cierta forma de la esperanza.

Pero tras su candidez, El sembrador también se propone como una historia revolucionaria. Se trata, ni más ni menos, de mostrar que son posibles otras pedagogías, que se puede y se debe formar a las niñas y a los niños desde la felicidad, el gozo y la autonomía. Una docencia que apuesta más por la curiosidad, la horizontalidad y la cohesión del tejido social. 

El sembrador ahora podrá verse en las pantallas grandes de la Cineteca Nacional. Con ese motivo platicamos con Melissa Elizondo de esta película, que también implica un aprendizaje sobre el oficio documental.

 

Antes de que apareciera el maestro Bartolomé y la oportunidad conocer su escuela en Chiapas ya te interesaba el tema de la educación y el énfasis en el ambiente rural. Cuéntame de dónde viene este interés. 

La semilla que empezó a gestar El sembrador fue el contacto cercano con docentes rurales de Oaxaca, donde pude conocer de cerca su labor, que siempre se me ha hecho entrañable y de una responsabilidad enorme. Otro detonante importante fue la privatización de la educación en México; en las marchas de protesta pude conocerlos más. Sus miradas y sus experiencias me marcaron profundamente. Para mí era importante acercarme desde mi oficio, que es el cine, contra la campaña de desprestigio que había contra ellos. 

Sin embargo, el encuentro con el maestro Bartolomé fue el que me marcó más profundamente. No solamente su mirada hacia la educación: también su mirada, muy humana, a la vida. Además, en su escuela encontraba varios temas que me importaba abordar. Sobre todo me importaba acercar la huella tan importante, tan vital, que puede dejar una maestra o un maestro en la infancia, y las complejidades a las cuales se enfrentan en un contexto rural campesino. 

 

El maestro Bartolomé tiene en su escuela ideas revolucionarias. Desde esta idea, de que un niño es el mejor maestro de otro niño. Hay un sentido de horizontalidad, de lo colectivo. ¿Qué me puedes contar de tu experiencia en su escuela?

El maestro Bartolomé se acerca de una manera muy poética a los procesos educativos, tiene una manera muy poética de compartirlo. Cuando conocí su escuela, en Monte de Olivos, desde que movió el cerrojo de la puerta las niñas y los niños empezaron a llenarla. Eran dueños de la escuela, no había nada cerrado con candados, donde no pudieran acercarse a ciertos espacios. 

Empezaron a llegar y la mayoría de las actividades que ves en la película las contemplé ese mismo día: en un salón unos niños jugaban ajedrez; en el patio, Jeremías, el niño que le llaman Mimi, regaba las plantas; niñas y niños jugaban basquetbol, otros tomaban las bicicletas y andaban alrededor, otros tenían libros. Ahí la infancia se desarrollaba de manera libre, y sobre todo cercana a lo que el maestro nombra como algo importante en su método formativo, la felicidad. Parte de la felicidad, del gozo por explorar, por el conocimiento. El maestro Bartolomé mira con dignidad a la infancia y no replica un método adultocentrista, donde el adulto impone su forma de aprendizaje, de mirada y de escucha, ignorando los procesos de la infancia. 

El maestro Bartolomé les da las herramientas para que de manera autónoma lleven a cabo sus procesos. Cuando considera importante guiarlos está ahí, pero en general da esa libertad. Sobre todo maneja la cuestión colectiva, un tejido comunitario, por ejemplo, que el salón de clases no sólo sea cuatro paredes, que el salón sea toda la comunidad. Las mamás y los papás pueden presenciar en las calles cómo es el proceso de aprendizaje de sus hijas y sus hijos, no es una escuela cerrada, en cualquier momento pueden encontrárselos en los espacios. Mientras aprenden también trabajan la tierra, porque eso también es un conocimiento vital para la comunidad. Entonces las familias pueden ver que también se aprende a sembrar, porque es un conocimiento importante en ese contexto. El maestro Bartolomé respeta mucho ese tejido comunitario.

 

El sembrador, Dir. Melissa Elizondo

 

¿Cómo fue la relación de la documentalista con el maestro y el espacio?

Desde el primer momento creamos un vínculo honesto y de complicidad con el maestro Bartolomé. Le conté que este documental era mi tesis del CUEC, hoy ENAC, y a él le interesó apoyarme. 

Redacté este guión imaginario para mostrarle al maestro cómo se estaba soñando la película, pero no como camisa de fuerza, porque cuando escribes un documental escribes lo que deseas explorar, no lo que vas a encontrar: la realidad se impone y tienes que estar con la atención plena, tanto de corazón, mente, oídos, cuerpo: tus sentidos inmersos en esa realidad para acercarte desde un lugar honesto y digno a quienes te permiten adentrarse en lo más sagrado que tienen: su historia, sus sentimientos, su vivencia, su hogar y su comunidad.

Compartí el guión con el maestro Bartolomé, quien a su vez compartió con las niñas y los niños lo que se planeaba. Me dijo que les gustaba, aunque había que afinar ciertos puntos, “vamos a ver cómo está el ánimo de los niños”, decía, “no te puedo asegurar que hoy hagamos la natación o la excursión, depende de su ánimo y sus intereses”. Pero nos acercó a lo que nos interesaba explorar de sus procesos y su escuela. 

Todo el crew tenía el guión, es solamente para empezar a soñarlo, después, cuando llegas al rodaje, lo dejas a un lado y ahora te enfrentas a cómo va sucediendo la realidad. La película se va escribiendo varias veces, en el rodaje se escribe de nuevo y en el montaje otra vez. A veces todo era espontáneo. El maestro Bartolomé, por ejemplo, estaba en la siembra con un niño. Corrimos, porque me interesaba ver cómo sembraba con el que era el guía de su grupo. O al final entra un perrito a la a la toma y la fotógrafa me comentó que el perro distraía mucho y estaría mejor si lo volvíamos a repetir. Pero el maestro Bartolomé me dijo: "es que ya iniciamos la clase, ya no me puedo regresar" y bueno, siempre respetamos no forzar las cosas, ni invadir. 

En el montaje se realizaron varios cortes de la película, el primero duraba tres horas, siempre lo compartía con el maestro. En la etapa del corte casi final, él me indicó cosas que que no quería que se compartieran de esa manera. En ese sentido trabajamos con complicidad, con respeto. Creo que compartíamos la incertidumbre de no saber cómo se iba a recibir la película, eso genera dudas, inseguridades, pero hace dos semanas platiqué con él y compartimos la alegría de haber hecho algo juntos, que sentimos honesto.  El maestro Bartolomé no creía que algo que para él es rutinario, que siente tan pequeño, significara tanto para otras personas. Lo hicimos desde nuestro corazón, pensando en honrar esa labor y compartir la luz que se vive en estos procesos.

 

 

Tu película fue la que más se vio en FilminLatino en tiempos de pandemia, había mucha emoción en las redes por El sembrador. ¿Tú qué crees que veía la gente en tu documental?

Nadie del equipo lo esperaba, tampoco el maestro Bartolomé. Compartimos la película desde FilminLatino y en el Festival Internacional de Cine de Morelia, que con la pandemia lo puso disponible en línea, nos llenó de alegría que recibieran la película con tanto cariño. Nos da muchísimo gusto saber que nuestro trabajo puede ser útil para otras personas,  eso le da sentido a lo que hacemos. En este sentido, para el el gremio docente fue como un abrazo a su labor. Muchas maestras y maestros nos han compartido que después de ver la película regresan a sus aulas como si les hubieran dado una palmada en el hombro. También nos han escrito mucho jóvenes que quieren dedicarse a la docencia y después de ver la película lo reafirman. 

También en la pandemia, que era un momento de mucha incertidumbre, la película mostró una luz. Eso es algo que siempre dice mi mamá, que dentro de la oscuridad, las luces más pequeñas son las que brillan más fuerte. Creo que en ese momento de la pandemia El sembrador representó una luz pequeñita que brilló muy fuerte en esa oscuridad, y eso nos hace falta, compartir la resiliencia. México vive procesos muy complejos en muchos sentidos, pero sobre todo en cuestión de las diversas violencias, pero también hay muchos espacio que comparten la resistencia de manera digna, amorosa. Son actos que pueden parecer insignificantes, pero que pueden significar una gran revolución. 

 

El sembrador, Dir. Melissa Elizondo

 

El sembrador es tu trabajo de tesis, te pienso como estudiante en un espacio rodeada de compañeros con proyectos que quizá podrían parecer más ambiciosos. Pienso que frente a otros, El sembrador podría parecer un trabajo más modesto. Como me dijiste antes: una luz más pequeña, que terminó brillando bastante fuerte. ¿Cómo era esa relación de esta cineasta, enfocada en temas de lo docente y lo rural, en una escuela de cine que pretende otras ambiciones?

Desde hace año y medio he tenido la gran responsabilidad de acompañar procesos de exploración y empecé a ser más consciente de ciertas herramientas que a me hubiera gustado tener en mi proceso y que al caminar en la academia no los encontré, hasta que tuve la oportunidad de que Lucía Gaja fuera mi tutora e hizo un acompañamiento más sensible. 

Creo que a veces se confunde el camino: profesoras y profesores acompaña tu proceso desde sus gustos personales. La academia y la industria tienen formas muy dañinas para los procesos creativos. Nunca tendrás una claridad absoluta pero sí puedes reflexionar desde dónde nace tu inquietud por acercarte a un suceso. Porque el cine no son temas, es tu encuentro con un suceso. Yo puedo hacer muchas películas que hablen de la educación, pero no por eso mi película va a ser importante. No es el tema: es la manera como miras, como escuchas, como te acercas a eso. 

En los laboratorios exploramos la cuestión de la semilla que empieza a germinar para que tú te quieras acercar a algo. Cuando te acercas desde la curiosidad y el gozo por experimentar y explora, dotas de frescura a tu trabajo. Si tu caminar está medido por las expectativas de la academia o la industria, vas a imitar, a pretender, a dirigirte desde lugares que no son auténticos. 

A mí me da un gusto enorme que a las personas les guste la película, pero, sobre todo espero que le haya sido útil al gremio docente, es lo que motiva nuestro caminar. Quería que fuera una herramienta para esos tiempos de la reforma educativa y a veces pienso que me tardé, pero algunas personas me han dicho que sigue siendo una herramienta útil, que sigue teniendo ese impacto que hace reflexionar sobre muchas cuestiones. 

 

En tu corto Remover el corazón, que trata de un taller que se da para los niños que sufrieron del sismo de 2017 en San Gregorio, Atlapulco, en Xochimilco, hay coincidencias con El sembrador, como la niñez, algunas personas que ejercen labores de enseñanza desde un taller, y esta especie de pedagogía alternativa, ¿vas a seguir por esos temas, o se van moviendo hacia otro lado? 

Me gusta explorar la infancia, desde los cortometrajes estudiantiles siempre me acercaba a la infancia, y justo en los dos documentales que estoy trabajando también está presente. Otra cosa que me apasiona explorar son las labores autónomas, libres, me gusta cómo se tejen estos vínculos a partir de estas dinámicas. 

Creo que el arte es un espacio elitista y clasista. No todas las personas lo pueden explorar porque está limitado. Pero tú puedes encontrar la poesía en los actos más cotidianos. Esto no tiene que estar forzosamente dentro de una academia, puedes apropiarte de estos procesos y hacer tu propia revolución. Puede parecer insignificante, pero en realidad hay una revolución implícita muy grande, esta cuestión de apropiarte de herramientas para resistir ante la oscuridad que nos rodea; herramientas que nos llevan a la resiliencia.

 

Y ahora, ¿qué impresiones provoca ver El sembrador en la pantalla grande?

Me da mucho gusto llegar a este momento en puedan las personas verla en el cine. Para mí también significa mucho, la Cineteca Nacional me marcó mucho en mi juventud, soy de las personas que iban y se encerraban, a veces veía hasta tres películas seguidas en una tarde. 

Ahora, es importante para mí compartir en estos espacios que fueron tan valiosos para mí, compartir un poquito de lo que trasciende en ti, de lo que te impacta, de lo que te siembra. Es lo que más me emociona de esta vida, en un lugar que significa mucho para mí.

El sembrador (México, 2018). Dirección: Melissa Elizondo Moreo. Guión: Melissa Elizondo Moreno. Productor ejecutivo: Melissa Elizondo, Cecilia Girón. Fotografía: Natali Montell y Alicia Segovia. Sonido Directo: Gabriel Villegas. Diseñador de sonido: Alicia Segovia. Operador de mezcla THX: Alicia Segovia. Música: Iván Trevino, Ivana Bilic, Escape Ten, Michael Burritt, Coastal Carolina University Percussion Ensemble. Edición: Raúl Zendejas y Melissa Elizondo. Reparto: Maestro Bartolomé Vázquez López y los niños de la Escuela Primaria Federal Bilingüe Mariano Escobedo, Monte de los Olivos, Chiapas.