En Exilio, Olga S. Tapia ofrece una perspectiva de los años aciagos de la dictadura militar en Argentina. Desde un punto de vista cotidiano e intimista, la cineasta hace suyas las preocupaciones de los nietos de la dictadura, y propone confrontaciones con una identidad que no logra ser superada, ni por el autoritarismo, ni por la justicia.
Exilio, es una película realizada desde el esquema comunitario. Forma parte del proyecto Talento Integrado, que realiza el cineasta José Celestino Campusano desde el Clúster Audiovisual de la Provincia de Buenos Aires. Película con impulso y tonos independientes, tendrá su estreno a partir del 24 de mayo, en la Cineteca Nacional de las Artes.
Platicamos con Olga S. Tapia sobre esta doble experiencia: la del ejercicio comunitario, la de la inmersión en los tiempos oscuros del autoritarismo argentino.
¿Cómo se desarrolló este proyecto, que según entiendo tiene un ánimo comunitario?
Surge en el Festival Distrital, donde yo trabajaba en producción. Invitamos al cineasta argentino José Campusano, quien impartió un taller de cine comunitario. Fue interesante, porque su carrera se ha destacado por el cine comunitario, en el Clúister Audiovisual de la Provincia de Buenos Aires: son un grupo de personas que se reúnen mensualmente, abren una convocatoria y son bienvenidos quienes estén interesados en aprender y crear cine. Es una organización horizontal: la voz del director no es una autoridad final.
Un día, José me invita a Argentina, a su proyecto Talento Integrado. Consiste en un mes de filmación donde operaprimistas realizan cuatro películas, una por semana.
Por tratarse de un proyecto comunitario me propuse abordar una temática social. El tema de la dictadura no me era ajeno y una vez que investigué sobre los argentinos exiliados en México encontré un hilo: las madres de Plaza de Mayo y su búsqueda de hijos, hijas y nietos desaparecidos. En Argentina entrevisté personas que vivieron estos abusos: tanto testimonios que habían estado en medios, como testigos que permanecen en silencio. Después indagué sobre el tratamiento que había tenido el tema en el cine argentino; es notable que han intentado silenciar el caso. Son vivencias incómodas y dolorosas, y de eso va la película: una joven se entera que sus padres desaparecieron durante la dictadura y genera una crisis de identidad.
¿Cómo te relacionaste con los argentinos que te ayudaron a desarrollar tu producción y la investigación?
Cuando terminé el guion se lo mandé a mis productores: Campusano en Argentina y Paula Astorga en México. Paula me advertía que era un tema sensible para los argentinos; para José era una idea excelente, porque él siempre pretende este tipo de propuestas narrativas.
Cuando llegué a Argentina conocí el crew en una reunión. Les extrañó que una mexicana abordara el tema de la dictadura, yo les expliqué que quizás en México no hemos tenido una dictadura, pero son temas cercanos por factores como los desaparecidos o la hegemonía del poder.
A algunos les pareció favorable que alguien externo abordará el tema de la dictadura, porque eso permite tener una mirada neutral sobre los hechos. Esa postura funcionó para escuchar los testimonios.
Lo más importante de la película es la herida que queda en la identidad del personaje, porque es darte cuenta de algo oculto, que pesa a nivel colectivo: ni olvido ni perdón, pero a nivel personal el peso de la memoría es frustrante y no puedes vivir en paz.
Al hablar con las personas te das cuenta de eso, es una situación que te deja traumatizado y el perdón es difícil aunque necesario.
¿Crees que se ha modificado la idea en torno a la dictadura del 76, y que Exilio propone una mirada distinta a las de decenas de películas que abordan el tema?
Realicé la película a mis veinte y me enfoqué en cosas distintas, pero me he dado cuenta que la intención principal cambia. Hubo un sentido de protesta en Exilio, ahora entiendo que no puedo valerme del activismo a través del rencor u odio, porque no llegamos a ningún lado. Ahora hay una nueva perspectiva, trato de no confundirme con una rendición, pero hay mayor conciencia y mesura en cómo tratar los temas y los mensajes.
Personas con una visión más madura podrían sentirse ofendidos con el mensaje de mi película, hay una situación difícil porque mi protagonista se autoexilia tanto de su familia natural como de su lazo adoptivo. Hay personas que no aprobaban esto, pero fue el camino que tomamos.
¿Cómo conociste a tu elenco?
La mayoría de los colaboradores del crew y el elenco eran primerizos y crecimos juntos. En mi caso, regresé a México con mi disco duro y no tenía idea de cómo desarrollar la postproducción. Ese fue el punto que más demoró, porque no tuve apoyos y se logró de manera independiente, aunque se integraron las personas correctas y en buen momento. Aquí fue clave acercarme con amigos que estuvieran interesados: el editor, el colorista, quien hiciera diseño sonoro, y tuve que ser honesta, no había gratificación alguna, pero todos tenían ganas de crear.
Los involucrados en cada etapa de la película lo hicieron por amor, era su primer proyecto fílmico y tenían ganas de aprender. Más allá de la película, lo importante fue el proceso.
¿Qué tan complicado fue desarrollar el rodaje?
La experiencia fue divina, pero hubo complejidad técnica porque era la primera vez de todos. Fue un mes de rodaje, donde se ocupó una semana para un único proyecto, eran una locura las jornadas y sinceramente el rodaje fue lo más sencillo.
Durante ese tiempo, José Campusano ganó un premio en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires y gracias a eso pudimos rentar un equipo profesional. Tuvimos fallas ocasionales con el equipo técnico y siempre tuvimos que estar alertas e incluso no dormir, pero todo se resolvía sobre la marcha.
Hay dos mecanismos en la historia que podrían escaparse de la ficción: la marcha, que llega a tonos de documental, y el trabajo de animación, ¿cómo se integraron estos momentos en Exilio?
La marcha es real, cada 24 de marzo la gente sale a marchar y por fortuna coincidió con nuestras fechas de rodaje. Fue una locura, porque eran miles de personas, pero ciertamente esto le dio un toque documental.
Respecto a la animación, desde que escribí el guión desarrollé el tema onírico de la historia, aunque de hecho no estaba escrita la escena tal cual en el guión. La idea de grabar ese momento fue después del casting: llegó una actriz con una postura muy favorable, además de que cantaba precioso. Si bien no encajaba con la edad de la protagonista, sabíamos que no podía quedar fuera de la historia.
Al compositor de la canción lo conocí en México y cuando le hablé del proyecto me envió la canción, se llama “Azucena” en honor a las madres de grupos de búsqueda. Usar esa canción fue un homenaje para las Madres de la Plaza de Mayo.
Salvador Herrera realizó la animación y le agradezco su colaboración.
Exilio se estrena a finales de mayo, en momentos que la situación política de Argentina es compleja. ¿Qué expectativas tiene el estreno?
La distribución será comunitaria; buscaremos espacios y personas que tengan la intención de distribuirla. Estará un mes en la cartelera de la Cineteca Nacional, después los derechos se podrán ceder a quien desee distribuirla, y estaremos en contacto con Imcine para agendar proyecciones.
Lo importante de este proyecto es que hasta el final ha sido comunitario, espero que sea motivo de diálogo y debate. Que si hay puntos de desencuentro, siempre haya un diálogo al final.
La película va dirigida a un público latinamericano y espero que sea bien recibida. En Argentina también tenemos la intención de estrenarla, aunque actualmente hay dificultades para hacerlo, pero sabemos que el cine argentino es resiliente y que ha producido sin apoyos. Esa es la lucha del cine independiente, del cine que me interesa. Si hay estreno en Argentina será por la memoria misma sobre la guerra y también por las personas que me ayudaron.
Exilio (México - Argentina, 2022). Dirección: Olga S. Tapia. Producción ejecutiva: José Celestino Campusano. Productores asociados: Paula Astorga, Elena Guerra, Hari Sama, José Luis Díaz Puebla. Fotografía: David Alexander Vargas, Mario Varela. Sonido: Assiz Alcaraz, Nahuel Reyes Sosa. Dirección de arte y vestuario: Micol Metzner. Edición: Alfonso Fernández Hernández. Colorista: Edson Contreras Ornelas. Animación: Salvador Herrera. Diseño sonoro: Rodrigo Navarro. Compositor de la canción “Azucena”: Sebastián Díaz Romero. Elenco: Mercedes Vivacqua, Sergio Galasso, German Kroussinger, Bárbara Pombo, Merlina Molina, Adrián Ontivero, Diego Crevacuore, Oscar Graña, María del Carmen Ciancio, Heidi Fauth.