Se encontrarán con comunidades que defienden sus territorios en otras regiones del planeta, pero esta crónica ya se ha escrito en diversos medios: la gira de un grupo de lucha política y social emblemático, que acaso se ha vuelto conciencia mundial, para crear redes de apoyo con grupos de objetivos equivalentes.
La aventura del zapatismo en altamar es lo que Diego Enrique Osorno retrata en La montaña. Durante más de 50 días comparte con la tripulación de esta embarcación y con siete delegados zapatistas, un viaje que emula a aquellos en los que los conquistadores llegaban al llamado Nuevo Mundo. Ahora, el mundo originario hace contacto con Europa para contar la novedad de las comunidades en resistencia.
En La montaña, Osorno también hace una semblanza del movimiento zapatista, desde aquel grupo guerrillero clandestino de los años ochenta, hasta aquel otro que se levantó en armas en enero de 1994 y desquebrajó la fantasía neoliberal mexicana, al grupo contemporáneo que ha sabido crear comunidades autónomas desde el Buen Gobierno.
La montaña tuvo su estreno en el Festival de Rotterdam. Se ha presentado en Ficunam 13, el 26° Festival Internacional de Cine Guanajuato, Gira Ambulante 2023 y el 5 de septiembre de 2024 es su estreno en salas del país.
Diego Enrique Osorno nos platicó sobre esta travesía en altamar, que también es una travesía por las ideas, las luchas, la necesidad de actualizar la utopía.
¿Cómo te embarcaste en este viaje en altamar de los zapatistas, para crear La montaña?
Llegué al zapatismo cuando dejó de tener esta notoriedad que tuvo entre 1994 y la Marcha del Color de la Tierra en 2001, cuando estaba construyendo su autonomía. Antes los conocía y me entusiasmaba su movimiento, pero no lo había reporteado con regularidad. En 2001 plantean que la lucha ya es global, que no se trata solamente de salvar sus territorios de Chiapas y México, sino que buscan rehacer el mundo y para eso se tiene que hacer una resistencia global. Después anuncian que visitarán los cinco continentes, para establecer redes de apoyo. En ese tiempo está ocurriendo la pandemia y nos tiene confinado. Se cumple un sueño de los estados totalitarios, el estado de excepción para controlar el coronavirus.
En ese contexto recibo la noticia de que un velero cruzará el Océano Atlántico, con un grupo de delegados zapatistas, y me invitan a ser testigo de ese viaje. Subo al barco y trato de documentar lo que ocurre en este viaje histórico. Para mí lo importante era hacer un registro de esta experiencia en los términos en que ocurrió, pero en estos tiempos de la postverdad, hasta parece que también es una prueba de que sí ocurrió esta travesía.
La película no se queda sólo en el registro de viaje, también muestra la otra travesía que ha hecho el zapatismo a lo largo de sus cuarenta años de existencia. La travesía que significa hoy en día ser un idealista, un luchador social, lo difícil de tener una utopía en momentos tan cínicos como los que ahora vivimos.
Tú decides que La montaña será una crónica marítima: hombres y mujeres que asociamos con la Tierra, de repente están situados en el mar. Me parece interesante ese símbolo. ¿Por qué decidiste que tu documental sólo registre este viaje en mar?
Una pregunta que yo me hacía en medio del Atlántico, alguna noche de guardia y después de convivir con estos delegados zapatistas, era para qué sirve la utopía, qué sentido tiene la utopía. No sé si es de él o él lo retoma, pero Eduardo Galeano dice que la utopía sirve para caminar, para avanzar, para tener una esperanza, para mantener viva esa llama del cambio, de la transformación.
La película ensaya esta respuesta a la pregunta de para qué sirve la utopía. Hacer un viaje en un velero, con zapatistas elegidos después de consultas en sus pueblos, tener estas discusiones con una tripulación alemana y colombiana sobre el futuro de la humanidad; esas preguntas son utópicas y traté de ponerlas en el centro de esta experiencia, desde cómo las viví yo. Mi respuesta. más modesta a la pregunta es que la utopía es para navegar. A partir de esa respuesta estaba muy claro que la película tendría que concentrarse en la navegación, dialogar desde ahí ese concepto de la utopía.
Según entiendo fueron siete delegados del grupo zapatista, cinco personas de la tripulación y creo que dos personas de producción, tú y la fotógrafa María Secco. Son grupos distintos, ¿Cómo fue la convivencia, durante los 57 días que navegaron?
Fue un proceso de adaptación, tanto mía como de María, la compañera fotógrafa, de nuestros cuerpos a la navegación. Era acostumbrarte a estar en un banco y después involucrarte en responsabilidades como hacer la guardia, preparar comida, limpiar los baños o apoyar en la navegación.
Después fue conocer a los zapatistas, los había visto algunas veces, pero no los conocía en persona, ni a la tripulación. Finalmente fue sacar la cámara y pensar en la película.
En el proceso te preguntas qué resaltar, es el encuentro de los zapatistas (y su cultura, su organización, su perspectiva del mundo) con la tripulación, en su mayoría europea. Entonces se dio este diálogo de manera natural, siempre desde un afán de asumir preguntas utópicas que no se hace el común de la gente. Desde ese pensamiento, ambas culturas construyen este espacio en la película, junto con la contemplación, que es otro elemento que a mí me ha interesado mucho: poner al espectador a contemplar el mundo, en un momento en que nuestra mirada está sometida a una pantalla pequeña.
El encuentro de dos culturas distintas a partir del pensamiento utópico y la contemplación del mundo componen esta película.
La montaña también actualiza la crónica del movimiento zapatista, desde que es un grupo guerrillero en los años ochenta, hasta esta actualidad en la que se convierte en una suerte de conciencia mundial, una evolución que en México quizá no asimilamos por la cotidianidad de las notas y las coyunturas políticas.
En noviembre el zapatismo cumple cuarenta años de haber surgido, en un contexto de Guerra Fría y bloques ideológicos muy definidos. A diferencia de otras organizaciones de la época, va tomando una serie de decisiones para preservar su autonomía y no caer en las dinámicas coyunturales electorales. El zapatismo es ahora un movimiento maduro, sólido y es un referente, sin duda.
Alcanzo a distinguir dos emanaciones: una en lo pop de los noventa, que tiene que ver con el alzamiento, con el subcomandante Marcos, la selva. Por otro lado, es un movimiento con una profundidad que ha conseguido al no caer en las tentaciones de la coyuntura fácil. El zapatismo va más allá del alzamiento armado y de la figura del subcomandante Marcos, ahora Galeano; el zapatismo tiene colectividades asombrosas, esta organización autónoma, y el punto final es imaginar al zapatismo no en la selva lacandona, sino en el mar, en un espacio improbable, eso es muy zapatista.
El zapatismo ahora tal vez no está de moda, tal vez no hay gente con playeras de los zapatistas en las calles, como en los noventa. Pero yo hablo con gente del norte o del centro del país que está en la lucha, y casi todos asumen una deuda con el zapatismo, desde cuestiones mínimas de inspiración, hasta bases de organización, de reflexión o de acción política. La montaña refleja ese zapatismo que está más allá del que mucha gente conoció en los noventa, y que para mí es un zapatismo más admirable y emocionante.
Entiendo que La montaña se verá por primera vez en México en el Ficunam, pero ya ha estado en otros festivales, como el Festival Internacional de Cine de Rotterdam. ¿Qué me puedes contar de su recepción?
En Rotterdam lo presentamos en enero de este año. Es la primera vez que visito este festival y quedé realmente enamorado de su interculturalidad, o sea, llegan películas de Asia, África, de lugares de Europa no tan hegemónicos, y fueron funciones muy emocionales y entrañables. Y hace unas semanas la presentamos en el Caracol 7 Jacinto Canek, en Chiapas, en un encuentro de colectivos que están organizándose, con comunidades y el Congreso Nacional Indígena, para resistir a los megaproyectos del Corredor Interoceánico y del Tren Maya. Fue una proyección cautivante y muy necesaria. Justo ahora, mientras hablamos, la comunidad zapatista Moisés Gandhi lleva días asediada por una organización paramilitar, la ORCAO, que la crearon desde hace tiempo y se ha mantenido impune y mantiene un cerco contra el zapatismo, entonces es un poco extraño.
La montaña habla sobre este pensamiento utópico, pero al mismo tiempo las comunidades zapatistas tienen que seguir encarando agresiones puntuales y concretas. No es una historia cerrada, la película muestra un momento, pero el zapatismo está muy latente, es muy vigente.
Ahora tenemos nuestro estreno oficial en México, en Ficunam, y me siento honrado, porque es un festival maravilloso, donde se juntan la capacidad de la experimentación cinematográfica, que a mí me interesa mucho, con un corte social; entonces es un marco perfecto.
La montaña (México, 2023). Dirección: Diego Enrique Osorno. Guion: Diego Enrique Osorno, Miguel Schverdfinger. Productor: Sandra Godínez, Diego Enrique Osorno, Vivi González. Compañía productora: Detective, Exile Content, Expansión Films. Eficine Producción. Fotografía: María Secco. Edición: Miguel Schverdfinger. Música: Zulu González, Esteban Aldrete. Sonido: Zulu González, Esteban Aldrete, Pablo Betancourt, Glenda Charles. Reparto: Escuadrón 4-2-1 del EZLN.