En La piel pulpo, la intrigante cineasta ecuatoriana Ana Cristina Barragán crea una pieza de atmósferas insulares, y desde ahí esboza una fábula del amor entre los hermanos, del anhelo de ciudad, del crecimiento que requiere de una lancha y un par de canciones de Jeanette.
La piel pulpo se ha proyectado en festivales como el Internacional de Cine de Guadalajara, el Thessaloniki Film Festival, San Sebastián y ganó mejor película en el Cine Independiente y de Autor de Canarias Film Festival.
En Ecuador estrenó en enero de 2023, y provocó la extrañeza de una cinefilia poco habituada a este cine de atmósferas y revelaciones sutiles. En septiembre de 2024 llega a salas mexicanas. Platicamos con Ana Cristina Barragán sobre esta pieza sugestiva.
Con La piel pulpo hay una fusión de atmósferas: una familia aislada en una isla, una ciudad que parece una promesa o un monstruo. ¿Cómo empezaste a imaginar esta historia?
Mucho tiempo de mi vida iba y venía a esa playa donde está filmada la película; no es una isla, ahí vivió mi papá. Tuve una relación muy cercana con ciertos moluscos que habitan en los microhábitats que hay ahí, y están en un proceso de conservación y protección. Tomé fotos de estos microorganismos, y eso se une con un tema que me importa mucho, la fraternidad. Desde mi primera película venía hablando de lazos familiares, de esta fraternidad llevada al extremo, una intimidad fuerte, sin que eso necesariamente signifique incesto. Entonces se unen estas dos cosas y ahí empieza la peli. Luego viene esta idea de aislar a estos hermanos con su madre y crear esta isla, la roca, los pájaros.
Los primeros 40 minutos pasa poco, estás en este mundo al ritmo del mar. La sensación de la sal del mar, del día a día, es un poco extraño.
Pensaba en referentes, algunos rupestres como La laguna azul que interpreta Brooke Shields, pero también en El señor de las moscas de Peter Brooks, o la mexicana El castillo de la pureza, de Arturo Ripstein. Ahora que me cuentas de los microhábitats pienso en las islas Galápagos de Ecuador y sus especies endémicas. Y pensaba en este interés por el aislamiento, por crear una familia cerrada en sí misma. Eso hace a La piel pulpo un poco fantástica.
Me recomendaron ver El castillo de la pureza; La laguna azul la había visto también. También Agrego Canino de Yorgos Lanthinos. Antes incluso de hacer Alba, mi primera peli, me debatía entre un universo que borde lo fantástico o algo realista e íntimo. Ahora creo que mi camino va más hacia lo íntimo.
En La piel pulpo quería explorar una realidad distópica, que podría existir. Situarlos en ese entorno aislado y desde ahí decidir relaciones muy particulares entre los personajes. Los mellizos Iris y Ariel son una isla, la madre se hace otra isla con la otra hermana, Lia. Y este universo se rompe cuando van a la ciudad, ahí se desestabiliza todo.
Pero sí, hay esta parte fantástica. Y ahora que mencionas a Galápagos, era una peli creada para filmar en Galápagos, pero llegó la pandemia y finalmente filmé en mi playa. Pero siempre quedó esa idea de la iguana, las rocas negras, la lava y las tortugas.
En La piel pulpo es importante el planteamiento visual y sonoro, desde ahí me parecen importantes la participación de tus fotógrafos Simón Brauer y Tomás Astudillo, y de Pablo Mondragón, Ricardo Arteaga y Adriana Santiago en el sonido. ¿Cómo trabajaste con ellos?
Definitivamente es una peli que no parte de la historia, sino de la sensación, del cuerpo y la visualidad; deja a la deriva cierta información que el espectador puede completar. Y el trabajo de fotografía y sonido fue súper profundo. Pensamos un montón en el color, la temperatura, esta sensación de que está nublado constantemente, referencias a películas clásicas como el cine de Víctor Erice, El espíritu de la colmena o Cría cuervos de Carlos Saura, o Ratchatcher de Lynne Ramsay. Esta cámara estática que puede panear por los rostros de los personajes pero que casi nunca es cámara en mano. En cambio, en la ciudad esto se rompe y era tomar decisiones de encuadres.
En la isla se dialoga con el mundo submarino, que es un microhábitat. La madre y los hermanos viven en la oscuridad profunda y de pronto parecen como microorganismos. En cambio, la ciudad está vista desde el detalle, hay una diferencia estética. También nos tocó adaptarnos en un punto, porque es una peli sobreviviente a la pandemia, filmada casi en tres partes, durante dos años. Entonces, por ejemplo, cuando en la ciudad filmamos con otra cámara, teníamos otros lentes, o sea, las cosas fueron cambiando.
En el universo sonoro trabajé con México, con Ricardo Arteaga y Adriana Santiago; conceptualizamos un montón el sonido de esta casa, las mareas, cómo hacer que tampoco te adormezcan los susurros, y después entrar al sonido de la ciudad. De hecho hay momentos de la ciudad donde metemos el mar, la idea era que la ciudad también funciona como un microhábitat. Fue un trabajo de diseño sonoro minucioso, que lo mezcló en Ecuador Juan José Luzuriaga.
Destaca el trabajo de los actores. Para los tres adolescentes es su primera película: Isadora Chávez, Juan Francisco Vinueza y Hazel Powell. Mientras que Cristina Marchán es una actriz con trayectoria en el teatro. ¿Cómo trabajaste con ellos?
La dirección de actores es mi parte favorita, donde pongo más tiempo y energía. Ensayamos muchos meses. Al principio era generar esta intimidad entre los dos gemelos, la idea del cuerpo, jugar a dinámicas, que uno se pare frente al otro y hacer un ejercicio de espejos. El final del proceso era hacer eso con los ojos cerrados y de pronto hacían los mismos movimientos, porque llegaban a un nivel de conexión muy fuerte. Y esto que te decía, que la madre y la hermana hacen su propia isla, se dio desde los ensayos.
También hicimos un trabajo de diálogos profundo. Con Cristina, que es tremenda en el teatro, buscamos la naturalidad de los diálogos en el cine, encontramos su expresión en el cuerpo, casi sin hablar. Porque es una peli muy silenciosa.
El tema de la tensión sexual también la hablamos desde el principio. Hicimos un proceso muy respetuoso y cuidado. Y claro, hay sensualidad en el movimiento, el contacto con la naturaleza, con las rocas, cuando la madre baila con ellos. Se generó una intimidad tan fuerte que cuando terminó la peli, Juan Francisco dibujó un pulpo e Isadora se lo tatuó a él en el estómago. De verdad se volvieron como hermanos.
Me llamó la atención la inclusión de dos baladas de Jeanette, parece un homenaje a Cría cuervos de Carlos Saura.
Cría cuervos me marcó mucho y era hacer un homenaje, una referencia. Lo escribí desde el guión. También en Alba, mi película anterior, en algún momento entra Mocedades. Más o menos el mismo estilo de música, que me recuerda una época y la relación con mis papás. También hay cierta atmósfera y ya se volvió un leitmotiv, en la siguiente peli que estoy escribiendo habrá una canción de ese estilo, que te carga de una nostalgia para quienes conocemos las canciones.
Al interior de la historia me gustaba que en la ciudad Iris volviera a escuchar a Jeanette y pida que pongan una canción suya, porque es la única música que conoce. Te regresa a la isla, el escuchar te regresa allá.
Sé que La piel pulpo es coproducción de varios países, entre ellos está México ¿Cómo fue esta participación?
La directora de arte es Alisarine Ducolomb, que es mexicana; fue una colaboración tan linda que ahora trabajamos juntas en mi nueva película. De allá también es el sonido. También el productor Santiago Pérez-Monasterio y otras figuras del crew. En el Festival de Guadalajara tuvimos algunos premios, fue un festival que nos acogió mucho. A partir de ahí conocimos al músico Pablo Mondragón, él nos presentó a Ricardo Arteaga y a Adriana Santiago, con quienes hicimos el sonido. Proyectamos la película en el CCC para ver la mezcla final, entonces estos aliados fueron apareciendo. Allá también trabajamos con una casa de postproducción mexicana, pero al final se terminó en Francia.
El lazo con México ha estado mucho. En Alba el director de arte también fue mexicano, Yibrán Asuad, y en la nueva habrá mucho mexicano: la protagonista es Simón Bucio, el director de fotografía es Adrián Durazo, repite en arte Alisarind Du Colom. Hay tal conexión que de hecho uno de mis planes es trabajar y vivir un tiempo allá.
Ya estrenaste La piel pulpo en Ecuador, me da curiosidad cómo la recibió el público de tu país.
Después de Alba quería explorar algo más arriesgado en la narrativa y el lenguaje. Y claro, eso te deja fuera bastante público, porque si estás esperando que pase algo al minuto quince no es una peli para ti. Pero sí encontró a su público, un público sensible que me sorprendía, de alguna forma conectaban con el tema del mar, o el tema de la familia.
Lo que ha sido bien bonito en México, es que cuando la he pasado allá ha tenido una recepción poderosa. En Guadalajara fue de las recepciones más potente, también en la Cineteca, en una pequeña muestra. Me intriga cómo va a ser el estreno comercial. Obviamente no es una peli para masas, no es una peli convencional o fácil, pero sí hay algo que dialogó bien, las dos veces que la he pasado allá ha habido mucha conexión.
La piel pulpo (Ecuador, México, Grecia, Alemania, Francia, 2022). Dirección y guión: Ana Cristina Barragán. Producción ejecutiva: Oderay Game. Productores: Isabela Parra, Kostantina Stavrianou, Santiago Ortiz-Monasterio, Titus Kreyenberg, Samuel Chauvin. Compañías productoras: Caleidoscopio Cine, Graal Films, Desenlace Films, Unafilm, Promenades Films. Fotografía: Simón Brauer, Tomás Astudillo. Edición: Mayra Morán, Myrto Karra, Ana Cristina Barragán. Sonido: Ricardo Arteaga, Adriana Santiago, Pablo Mondragón. Música: Pablo Mondragón. Dirección de arte: Alisarine Ducolomb. Reparto: Isadora Chávez, Juan Francisco Vinueza, Hazel Powell, Cristina Marchán, Paulet Arévalo, Carlos Quinto.