¿Cómo enfrentar la pérdida de nuestros seres queridos? ¿De qué manera buscamos a quienes ya no están con nosotros? Éstas son las preguntas que busca responder Andrés Arochi en su ópera prima Luto, ejercicio cinematográfico que combina la ficción con el documental, y que desde el viaje del protagonista muestra distintos rituales que se realizan en el país alrededor de la muerte; rituales que nos permiten la resignación, seguir la vida, recuperar a los nuestros desde zonas más íntimas, menos desgarradores.
Luto, ejercicio introspectivo y de sanación, ha sido parte de las selecciones oficiales de los festivales de Guanajuato y la India. Ahora es el turno de mostrar la película a las audiencias mexicanas.
Platicamos con Andrés Arochi sobre Luto, una película que sabe mostrar la oscuridad, la luz, las formas de retomar la vida entre nuestras ausencias queridas.
¿Cómo inició la idea de Luto?
Inició de un miedo profundo alrededor de la muerte. Por fortuna, a mi edad no había vivido un proceso de luto más allá de mis abuelos o gente de la tercera edad, pero empezó a inquietar qué pasará cuando se vayan mis padres, cómo lidiar con esto. Con mis amigos también empezaron a salir conversaciones muy profundas. Hacia 2018 fui a Chiapas con Gonzalo Romero, el coguionista, estábamos escribiendo una ficción distinta, pero esta idea tenía todas las ganas de bajar a la Tierra, hasta que decidimos poner en pausa a la otra película. Queríamos a hacer mitad ficción y mitad documental, un viaje de México a Canadá siguiendo a nuestro personaje y conviviendo con distintas personas. Luego llegó la pandemia y se canceló la película, porque era imposible viajar. La pandemia coincide con la muerte del padre de mi coescritor. Era obvio que no podíamos sumergirnos en esta emoción cuando él lo tenía tan vivo, entonces decidimos cancelar la película.
De pronto se empezó a poder viajar en México y pensamos hacerlo en el país. Ahí se volvió una oportunidad de generar un retrato de México y de nuestra cultura, hasta que hicimos ese viaje a finales de 2021, un viaje de 14,000 km a lo largo de la República.
Luto encabalga la ficción y el documental: tienes la historia de una pareja que sufren estos temas del luto, pero también es un vehículo para conocer distintas experiencias con los wixárika, las madres buscadoras, alguna persona trans en Yucatán. ¿Qué fue lo interesante de este espejeo entre personajes y personajes alrededor de la muerte y de luto?
El luto es distinto porque se habla mucho de la muerte y los que se van, pero ¿qué pasa con quienes no nos vamos y sufrimos sus ausencias? La otra capa es la la universalidad del tema. No importa el tamaño de la tragedia, es algo que une a los humanos, un dolor subjetivo y que depende del apego que tenía la persona. A la hora de comparar estas cosmovisiones, estos tamaños y colores de la tragedia, la universalidad del dolor es impresionante. Y también el siguiente paso: ¿qué se hace con este dolor? Se hacen rituales, los que quieras, pero hay que hacer rituales para sanar.
Sobre tus personajes protagonistas: mientras Daniella Valdéz da los puntos altos y más espeluznantes del argumento, Rodrigo Azuela se mantiene constante, él prácticamente lleva sobre los hombros la película. Imagino que son formas distintas de trabajar con cada uno. ¿Cómo fue esa colaboración?
Son completamente opuestos, pero también hay un gran trabajo en equipo. El personaje de Dalia no puede superar el duelo y termina suicidándose; Damián tropieza y es un sujeto muy torpe. Su duelo no termina, pero llega a una aceptación y a un estado de soltar.
Rodrigo es más racional; Daniella es una persona sensible y emocional. Ambos son mis amigos y teníamos confianza de tocarnos profundo y dejarnos llevar. A Daniella había que sumergirla en este Inframundo y este dolor, lo difícil del proceso era sacarla de ahí. Ahí aprendimos que con las risas, la amistad y el cariño la regresábamos a la tierra. Era un grupo muy divertido, que generaba esta atmósfera, cuando cortábamos poníamos cumbias y bailábamos con Daniella para sacarla de la oscuridad.
Llama la atención los símbolos y ciertos juegos oníricos que haces. Hay danza, una dinámica con barro, escenas de Dalia en atmósferas muy particulares, ¿por qué incorporar esto?
Cada escena mostraba los rituales y las costumbres de un cierto grupo; el de Dalia y Damián era el nuestro, entonces son nuestros símbolos, nuestros lenguajes, nuestros rituales. Era ejemplificar el universo de los que hicimos la película. Mucho sale de mis sueños y de experiencias mías. La cueva donde ella llora, que se llena de murciélagos, es un lugar que visito frecuentemente con mi hermano, las Grutas del Mamut en Chiapas. Otro lugar importante para mí son los cenotes, yo como buzo de de cenotes ha sido lo más cercano que he sentido de entrar al XIlbabá, y sientes el mismo respeto que en las mezquitas antiguas de El Cairo. Son mis símbolos y desde ellos estoy hablando por el equipo.
Aun cuando la película se llama Luto y es su tema central, también aborda otros temas, como las enfermedades mentales, la depresión o las ideas suicidas.
El suicidio es un tema que en México sigue siendo un tabú. Amigos o gente que han cometido suicidio, siempre nos queda la duda de qué pasó. Creo que lo más dañino que puede haber es ese tabú, la gente cree que está sola y no sabe que más gente también ha pensado en eso. Hablarlo abiertamente es lo mejor que se puede hacer; existe, está a nuestro alrededor. Aunque no todo mundo lo lleve a cabo, muchísima gente lo piensa. Entonces eso era importante, como la escena donde sale Dalia post mortem. Mucha gente nos pidió que la quitáramos; para mí era importante dejarla, porque es este ataúd el que no nos reconocerlo.
También estamos hablando de una generación millennial que nació con este hueco, con este mundo capitalista que ya no es suficiente para nosotros. Eso ha traído un vacío muy grande y ha hecho que busquemos los rituales, una realidad más allá de lo que las religiones nos da. Siempre estamos buscando algo más, porque hay un vacío gigante. Es parte de lo que significa la película, preguntarnos por qué lo hicimos.
Luto es una película que alude a temas dolorosos para mucha gente. ¿Crees que es una película que sana?
La respuesta más inmediata es que sí, el arte es terapéutico. Esta película es un proyecto especial que tiene un alma y un carácter que sana, más de lo que pensamos. La gente nos ha contado experiencias conmovedoras, como la familia que su padre se ahoga en el valle de Guadalupe. Los hermanos lo hablan por primera vez, en una mesa, frente a una cámara. Un año después me contó que se atrevió a regresar a la playa y hacer un homenaje a su padre. Ese día empezó a aceptar su muerte y a vivir más tranquilamente. Así se abrieron muchísimas puertas y muchos caminos entre los hermanos.
Después, está el nivel del espectador. Presentamos Luto el año pasado en el cine Tonalá, para probar nuestro corte final. Un amigo llevó a una amiga suya, no sabíamos que estaba viviendo un luto. Su esposo había sido asesinado con violencia en la Ciudad de México. Ella vio la película y después teníamos una fiesta ahí de celebración. Ella fue y nos contó lo que había pasado con su pareja. Dijo que se sintió acompañada y que la película la ayudó a darse cuenta de que no estaba sola. Fue el regalo más bonito.
Es una película difícil de comercializar y mover; escucharla decir que con la película se sintió acompañada lo cambió todo. Y desde ahí, entre más la mostramos, más gente nos habla de cómo verla les ha cambiado la vida. Haberla también nos cambió la perspectiva, como vemos a nuestro país y cómo nos vemos a nosotros mismos.
Luto (México, 2023). Dirección: Andrés Arochi Tinajero. Producción: Andrés Arochi Tinajero, Santiago Tron. Compañías productoras: Imágenes de Volcanes, Tigre Pictures, The Lift, Proyecto 24. Fotografía: Andrés Arochi Tinajero, Galo Olivares. Edición: Didac Palou, Sergio Beltrán-García, Andrés Arochi Tinajero. Sonido: Sebastian Lechuga, Arturo Salazar “Frosty”. Música: Sebastián Lechuga. Elenco: Rodrigo Azuela, Daniella Valdéz, Dolores Heredia, Claudette Maillé.