‘Tejiendo Fuego’, taller que desarrollan Ana Elizabeth González Mote y Lia López Álvarez, comparte herramientas tecnológicas y creativas a catorce mujeres de Chignahuapan, madres o maestras, amas de casa o con dobles o triples jornadas de trabajo. Desde este taller ellas exploran sus historias de vida, sus corporalidades, sus saberes y su emotividad. La experiencia culminará en un documental autobiográfico, que también representa un ejercicio de visibilización, y acaso la crónica de una población que va más allá de la ansiedad turística.
Tejiendo Fuego es un proyecto apoyado por el Estímulo a la Formación Audiovisual Independiente del Imcine. Ana Elizabeth y Lia nos platicaron de este ejercicio de aprendizajes que también les toca a ellas: un ejercicio transgeneracional que va desde las historias personales hasta las cámaras, desde los booms de sonido hasta las representaciones de los cuerpos, la creatividad y los gozos de estas mujeres.
Platíquenme sobre la región donde ocurre el proyecto: Chignahuapan, Puebla.
Ana Elizabeth González Mote (AEGM): Es un municipio de la Sierra Norte de Puebla, que colinda con Hidalgo y Tlaxcala. Tiene una economía basada en el turismo: hace diez años fue declarado Pueblo Mágico, lo que ha traído diversas transformaciones. La población se identifica como mestiza, aunque compartimos territorio con pueblos nahuas. El municipio más cercano es Zacatlán, un pueblo nahua.
Lia y yo hemos crecido en esta región, por eso desarrollamos el proyecto aquí. Queremos emprender algo que no sólo sea sostenible económicamente, también que consideramos necesario hacer.
Tejiendo Fuego se centra en la creación de autobiografías o testimonios con mujeres de 50 años en adelante, ¿qué les motivó a explorar con ellas?
Lia López Álvarez (LLA): Nuestras madres pertenecen a este grupo etario, esto nos proporciona un contexto desde el cual observar quiénes son estas mujeres. Antes realizamos el taller “Historias del Tlecuil”, ahí trabajamos con dos mujeres del mismo grupo y nos dimos cuenta de su increíble potencia. El taller les permitió explorar sus creatividades y realizar actividades diferentes a las que hacen en su vida diaria.
Decidimos trabajar con este grupo porque, además, son personas que históricamente han sido invisibilizadas. Consideramos importante vincularnos con ellas para construir un puente intergeneracional, compartir conocimientos y aprender mutuamente.
¿Cómo es el perfil de las mujeres con las que trabajaron?
AEGM: La mayoría de estas mujeres estudiaron y ejercieron sus profesiones. Algunas son madres de familia, otras no. Tienen una carga laboral de dos o tres jornadas. Además, algunas desempeñan el papel de cuidadoras. No tienen la posibilidad de pensar en un espacio para ellas mismas.
LLA: Son mujeres profesionistas, sobre todo maestras. En Chignahuapan hay una cantidad notable de maestras y maestros, por la cercanía de una escuela que forma profesionales de la educación. Esta situación facilita la elección de esta profesión.
Intentamos convocar a mujeres de diferentes ámbitos. Visitamos el mercado para invitar a las señoras del tianguis y nos acercaos a la Presidencia para invitar a más mujeres. Pero se acercaron mujeres con ciertos privilegios, como el hecho de ser profesionistas. Aunque quizás no haya la diversidad que hubiéramos deseado, sí existe diversidad en los contextos, ya que cada una tiene una historia de vida única.
¿Cómo ha sido la experiencia de compartirles conocimientos sobre creación de guiones, rodaje y postproducción? ¿Cómo responden las mujeres a estas herramientas?
AEGM: Al ser un Pueblo Mágico, en Chignahuapan se enfocan en ciertos lugares y personas. Sin embargo, surge la pregunta de cómo representarnos a nosotros mismos como pueblo y como mujeres. Proponerles hacer un documental ya nos sitúa en un marco específico del cine: en lo autobiográfico. Generamos narrativas a partir de sus vivencias. Esta propuesta se recibió de distintas maneras, ya que no hay muchos documentales en Chignahuapan.
LLA: Encontramos fascinante permitir que las mujeres se suelten y experimenten, sin darle nombre específico a lo que están haciendo. Evitamos estructuras rígidas, como decirles que en un curso de tres meses van a aprender veinte planos. Queremos enseñar el proceso audiovisual de manera comunitaria y colaborativa, donde todas aportamos desde nuestros saberes.
Ana y yo podemos compartir conocimientos sobre el uso de una grabadora de sonido, y las mujeres, a su vez, seguramente nos compartirán perspectivas valiosas. Estas mujeres tienen una visualidad muy interesante. Darles una cámara y permitirles experimentar es algo fascinante.
¿Qué tipo de imágenes crean?
LLA: Las mujeres somos expertas en proporcionar acompañamiento, y el acto de darles una cámara y decirles: “mira, esto te va a acompañar”, las ha posicionado de manera diferente. Esta reflexión fue compartida por una compañera. Nos hablaba de las formas en que la cámara acompaña. Fue interesante notar que las compañeras del taller tienen sus propias maneras de acompañar.
Ellas se imaginan las escenas de maneras únicas. Durante un ejercicio creamos un cuento y descubrimos que ya tienen una noción de cómo construir una historia. Esto me hace pensar en sus roles como maestras o madres, ya que ser madre implica ser una especie de “todóloga”. Desde perspectiva, tienen nociones sobre cómo tejer una historia y acompañar.
AEGM: Algo poderoso que todas tienen en el taller, es la capacidad de escribir y contar historias. La escritura se ha revelado como una herramienta potentísima, ya que a través de ella las hemos guiado para plasmar diversos aspectos de sí mismas: cómo se auto perciben, su historia de vida, sus trayectorias y algunas reflexiones que hemos abordado de manera colectiva.
Ayer tuvimos una conversación con ellas sobre la menopausia. Es un proceso corporal significativo, nos pareció importante explorarlo de manera visual y sensorial. Cada participante no sólo produjo algo visual y tangible, también algo sonoro. Esta exploración ha puesto la corporalidad en el centro. Es algo que nos permite desarrollar cuestiones relacionadas con la construcción de imágenes y representaciones. Además, representa experiencias que quizás no se han expresado hasta ese momento, aspectos que forman parte de la narración general.
¿Cuántas mujeres están participando en este proyecto?
LLA: Estamos trabajando con catorce compañeras, siete de manera presencial y siete virtualmente. En cuanto al resultado, estamos en la etapa de postproducción. Vamos a tener listo nuestro documental en aproximadamente tres semanas. Será un único documental.
¿Qué les gusta del material con el que ya están trabajando?
AEGM: Son mujeres sumamente creativas, lo cual nos lleva a reflexionar sobre la importancia del proceso de traducción, particularmente en el ámbito cinematográfico. Hemos explorado temas como la construcción del género y el racismo, centrándonos en su experiencia de ser mujeres. Estos anclajes permiten hacer reflexiones críticas y estrategias de resistencia desarrolladas por estas mujeres, transmitidas de generación en generación, ya sea por sus abuelas o madres.
En nuestra posición de facilitadoras, estamos recibiendo un proceso intergeneracional, y la intención es que surja esta comunicación intergeneracional durante la proyección. Lo que las mujeres nos contaron y lo que reflexionamos en el primer módulo se transformó en expresiones sensoriales, visuales y sonoras. La traducción de estas reflexiones se ha convertido en una experiencia multisensorial y visual.
¿Qué ocurrirá con este documental? ¿Cuál es el plan a futuro?
AEGM: Necesitamos difundirlo aquí, en Chignahuapan. Queremos que las mujeres propongan circuitos de proyección, porque queremos darles importancia a los espacios locales y a las redes que ellas tienen. También creemos que es importante establecer redes de distribución que promuevan este tipo de cine. La intención es llevarlo a circuitos de producción que fomenten este tipo de procesos cinematográficos.
LLA: Si surge la oportunidad, no le diremos que no a un festival de cine. Sin embargo, nuestra idea principal es enfocarnos en espacios dentro de la comunidad. Optamos por espacios comunitarios, en lugar de festivales o plataformas que pertenecen a la industria cinematográfica. Hacer cine comunitario implica ofrecer una alternativa a estas industrias, por lo que sería incongruente llevar nuestro documental a esos espacios.
¿Qué aprendizajes les ha dejado la experiencia de Tejiendo Fuego?
AEGM: Es fundamental hablar de un cine que explore las historias de vida, que se acerque a lo humano y local, que dé voz a narrativas a menudo invisibilizadas. Ahora estamos realizando un ejercicio de traducción y construyendo una memoria intergeneracional o genealógica de estas mujeres, pero seguramente otras generaciones descubran otras necesidades. El encuentro con estas memorias y conocimientos intergeneracionales es una necesidad.