Las películas cambian con el tiempo, ¿cómo crees que se ha transformado Ya no estoy aquí a un año de su estreno?
Estrenamos en Morelia el 21 de octubre a las 4 de la tarde. Llegamos, si no desmoralizados, sí confundidos porque poco a poco nos fueron cortando otros festivales y quedas un poco extrañado. En Morelia ganamos el Premio del Público y el Premio del Jurado y a partir de ahí vinieron comentarios y prensa positiva, y festivales en otras latitudes se identificaron con la película. En El Cairo la gente se para en la sala a bailar; en Mar de Plata, Argentina la adopta e incluso convencieron a Netflix para hacer una corrida comercial en salas. Luego se adelantó el estreno en Netflix y a partir de ahí vino una cosa que jamás esperaba. Yo temía que la película se perdiera en el universo de la oferta de la plataforma, pero a partir del lanzamiento el público mexicano hizo suya la película. Cuando vas a la cuenta de Instagram de la película ves la cantidad de dibujos que manda la gente, ahora podría escribir cuatro guiones de historias que me cuentan los chicos, y gente que admiro mucho como Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro me preguntan con mucha curiosidad sobre la película. Ha ido creciendo y todo a partir del amor del público, como algo que sienten cercano. Si me hubieras preguntado hace un año, antes de entrar a la sala de Morelia, jamás de los jamases me lo hubiera imaginado. Estoy conmovido, nervioso, con un sentimiento de responsabilidad e incluso con una deuda moral con el público, que le ha puesto energía a este proyecto.
La película comparte dos virtudes: por un lado da visibilidad a la marginalidad del norte de México, plantea temas sociales importantes, pero también tiene elementos —y perdón la frivolidad— pop, que acerca a los públicos. ¿Por ahí será la razón de esta respuesta tan explosiva?
El término pop me parece honroso, no tengo nada contra él, tengo más en contra del esnobismo intelectual y la intención pretenciosa de obstaculizar la comprensión en aras de promover un discurso exclusivo y excluyente. La gente ha respondido porque creo que conecta con algo que va más allá de contar historias. Ya no estoy aquí muestra nuevas o diferentes formas de ver, es una película que se acerca con cariño a los personajes: para representar la cumbia rebajada nos tiene que gustar, y todo el crew movíamos los pies en automático cuando ponían las cumbias. Entendimos que ese baile es empoderamiento. En el caso de la película es una forma de decir: “soy yo, me empodero y tengo el control de mis movimientos, de mis miembros, de mis articulaciones”, porque vivo en una sociedad que margina, estigmatiza, donde no hay oportunidades, no puedo controlar mi destino salvo en este pequeño momento que estoy bailando una canción, que además hago que se extienda diez minutos por estas ganas de perpetuidad, este momento de juventud que va a expirar. Representarlo con este amor y respeto hace que la gente conecte, que la pueda ver con otros ojos. Yo te puedo decir que esta historia se construyó a partir de la nostalgia, porque los momentos que ocurren en Monterrey son vistos a partir de la ausencia, de la pérdida de Ulises, eso me permite construir esa realidad de forma idílica, como queremos recordar, porque las memorias no son archivos de hechos, son archivos de emociones.
Ulises en Monterrey es dueño de su barrio, su grupo y su música; cuando se va a Nueva York se vuelve una curiosidad y pierde su identidad. Pensaba si la película, al rodarla, no le pasaba lo mismo, sí en Monterrey el barrio estaba atento en qué estaban haciendo, queriendo colaborar, y quizá en Nueva York eres otro más que está intentando hacer una película. ¿Cómo fue la experiencia de filmar en ambos sitios?
Mucha gente me pregunta qué tan difícil fue entrar a estos lugares en Monterrey, les digo que fue más difícil filmar en Nueva York. En Monterrey nos recibían con los brazos abiertos y ganas de colaborar; en Nueva York, de hecho ayer estaba posteando unas escenas omitidas, en una tratábamos de filmar y no pudimos porque la gente voltea a la cámara y no le importa. Pero también es delicado generalizar: este Nueva York en realidad es Jackson Heights, está el documental In Jackson Heights de Frederick Wiseman, que es maravilloso, muestra este barrio con 167 idiomas y no sé cuántas nacionalidades, en ese sentido para mí deja de ser Nueva York, igual que la colonia Independencia no es Monterrey. Mucha de la polémica sobre la película fue que no retrataba totalmente a Monterrey, pero yo no sé cuándo dije que iba a hacer una película sobre Monterrey, y lo mismo con Nueva York: filmé en un barrio no muy retratado, en el que confluyen muchísimos seres humanos, de diferentes culturas, y el choque cultural es muy interesante. Pero además, es importante recalcar que la película tiene más que ver con el personaje y su conflicto interno.
Sin embargo los escenarios condicionan a Ulises, dan diferentes perspectivas de su identidad.
Ulises llega a Nueva York, a esta sociedad de uso y desuso, en la que me reinvento y hoy soy punk y mañana jipi, es una saturación brutal; él viene de un mundo donde sus elementos han sido escogidos con cuidado: la manta de los Terkos, su ropa, todo tiene un sentido profundo, místico, aunque él no lo articule así. Ahí está un objetivo de la película: luchar contra el prejuicio hacia estos chicos que tienen estos peinados, luchar contra estos memes de burla clasista, sin saber que este momento contracultural se construye en respuesta a una opresión sistemática. Tenemos que entender qué hay detrás de eso cuando un chico decide cambiarse el nombre o vestirse así, es respuesta a algo. Si crees que soy feo y pobre y naco, mira cómo me empodero a partir de ese prejuicio.
Ya no estoy aquí se sitúa hace diez años, en tiempos de la guerra de las drogas, la tribu urbana a la que pertenece Ulises ya se extinguió, de hecho ese es el final de la película. Quiero saber si mostraste la película en la colonia Independencia, en la comunidad donde ellos fueron protagonistas.
Para Morelia nos cooperamos con mi familia para traer a los chicos a la película, llegaron al final de la función de prensa, no habían visto la película y cuando les hacían preguntas uno le pasaba el micrófono al otro y uno dijo: “a mí no me den esto, yo ni siquiera sé hablar”. Es algo que compartimos como mexicanos, cierta falta de autoestima que tiene que ver con nuestra historia, pero ellos lo usan para sentirse dignos y orgullosos, así responden a sus circunstancias de vida. Después fue la premier y en las preguntas y respuestas no les quitabas el micrófono, bailaron incluso sin música, estaban felices, lloraron, puedes ver en sus Facebook como siguen celebrando. Después, a través del Imcine hicimos una función allá, fue gratuita y le hicimos mucha publicidad, iba a ser en el auditorio de la Autónoma de Nuevo León, con cabida para 547 personas, pero desde las tres de la tarde había filas de más de dos mil personas. Apoyados por Bengala se rentó una pantalla inflable para proyectar afuera y la gente se quedó hasta el final. Mucha gente me mostró fotos de cómo eran entonces, y es bonito ese sentimiento de nostalgia, de verse representados en esos años difíciles pero también gloriosos.
Ya no estoy aquí (México, 2019). Dirección: Fernando Frías de la Parra. Guión: Fernando Frías de la Parra. Producción: Fernando Frías de la Parra, Gerry Kim y Alberto Müffelmann. Compañía Productora: Panorama, PPW Films, Wannavision. Fotografía: Damián García. Edición: Yibran Assuad, Fernando Frías de la Parra. Sonido: Javiera Umpierrez. Reparto: Juan Daniel García Treviño, Adriana Arbelaez, Angelina Chen, Jonathan Espinoza, Leonardo Garza, Coral Puente, Fanny Tovar, Leo Zapata.