'La hija de todas las rabias', de Laura Baumeister: el abandono como acto de amor

¿Puede ser el abandono una forma de amor? Ésta es la pregunta que echa a andar La hija de todas las rabias, ópera prima de Laura Baumeister, que sitúa en Nicaragua, país de origen de la directora.

 

En el basurero municipal de Managua ocurre la historia de Lilibeth y su hija María, la primera pepenadora, la segunda afanosa custodia de unos perros cachorros. Hay peripecias que obligan a Lilibeth a abandonar a su hija en un centro de reciclaje. A partir de entonces, María intentará volver a encontrarse con su madre. El viaje de María también es un viaje hacia el crecimiento y la asunción de su identidad.

Con La hija de todas las rabias Laura Baumeister crea una obra dulce y triste, que tiene áreas para el arrojo, la incertidumbre y el amor. Una fábula de madre e hija que en paralelo describe la crudeza en la que viven los grupos menos favorecidos del país centroamericano.

 

La hija de todas las rabias participó en la edición 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia. En noviembre de 2023 ha tenido su estreno en Cineteca Nacional y otras salas selectas de México.

 

Platicamos con Laura Baumeister sobre esta primera incursión en el largometraje. 

 

¿Cómo empiezas a imaginar la historia de María y Lilibeth?

Desde cortos anteriores venía explorando este vínculo primario entre madre e hija. Quería desmitificar o ampliar la idea de abandono, en qué contexto se tendría que dar para que el abandono fuera un acto de amor, sobrevivencia de la cría. No sólo lo imagino anatómicamente, también socialmente, suele verse como algo terribles y a mí me gusta provocar cimientos. A partir de ese juego surgió esta relación madre hija interrumpida.

 

Este largometraje lo sitúas en Nicaragua, hay imágenes, escenarios que te son propios. Además, en el ambiente peculiar de sus basureros. ¿Cómo fue este ejercicio? 

Ya llevaba tanto tiempo fuera de mi país que la extranjería me pesaba, me parecía coherente hacer mi primer largometraje en mi lugar de origen. 

Recordé que de adolescente conocí el basurero municipal de Managua. En mi escuela teníamos que hacer trabajo social, durante tres meses fui los fines de semana, a enseñarle a niños y niñas a leer y escribir. Me impactó el lugar, no entendía como esto existía, y cómo era que la gente vivía ahí. Además, existía frente al lago más grande de Centroamérica. Eran demasiadas preguntas que siempre estuvieron ahí, presentes.

Estudié sociología antes que cine, también hice algunas investigaciones de campo ahí. Trabajé videoarte e instalaciones en ese espacio, me encantaban los ready-made, la idea de reinterpretar los objetos de los pepenadores y recolectores, sin ninguna validación artística, sus casas estaban llenas de ready-mades. Cuando decido hacer el largo regreso a este lugar, tenía como diez años de no ir. Me gustó como espacio para aterrizar a mis personajes .

 

Un basurero no sea el lugar más encantador para situar una película, pero la reinterpretación del espacio lo vuelve un lugar interesante, con escenas emotivas, como los niños que platican entre envases de PET, o el ejercicio del reciclaje, ¿cómo recreaste este espacio?

Era importante honrar el espacio como lo que es. Pocas cosas son absolutamente feas o bellas, incluso una manzana podrida puede tener belleza. A mí me parece interesante habitar un lugar que en apariencia es desagradable y trágico, porque los basureros son trágicos a nivel humano, son lo que estamos haciendo como civilización; pero hago el ejercicio de encontrarles la belleza y lo lúdico. 

Eso te lo daba la realidad: vos vas de investigación y encuentras niños que te confronta y te duele, porque están maniobrando estos materiales en vez de legos, pero ellos juegan a las escondidas y se la pasan bien, se están riendo como cualquier otro niño. Ahí está la belleza de estos espacios, me interesaba reivindicar su alegría y fantasía, porque están tan tachados con una sola brocha, la de la miseria. 

 

Ara Alejandra Medal, interpreta a María, y Virginia Sevilla encarna a Lilibeth. ¿Cómo entraron al proyecto? 

Virginia es una actriz de teatro popular en Nicaragua, llegué a ella por un casting y desde que se presentó me pareció con un manejo corporal que calzaba muy bien con Lilibeth. Trabajamos casi un año, construimos, por ejemplo, el personaje de la gata, cosas muy interesante. 

Araceli fue una fortuna. Ya íbamos a filmar y la pandemia recorrió el rodaje diez meses. Yo tenía otra niña que encontré en una escuela de danza. Una niña clase media, tenía mucho del rostro y la energía, pero ninguna cercanía con el personaje. Esta niña creció y ya no funcionaba para el papel. Por suerte teníamos un banco de datos muy amplio, que usaríamos para papeles secundarios. Veo a las niñas y ahí aparece Araceli. La fotógrafa la señala y me dice: “ella tiene un rostro que a mí me dan ganas de ponerle la cámara”. 

Le pedí a Virginia hacerle un casting a profundidad. Desde la primera sesión ya sabía que ella funcionaba. Trabajamos a profundidad y en corto tiempo, para darle al máximo las herramientas que le permitieran sostener su naturaleza. Y ahí entra Diana Sedano, la acting coach, que además interpretó un pape. Ella se vino a vivir a Nicaragua, rentamos un apartamento y nos veíamos a diario con Araceli, cuatro horas al día, en este boot camp de actuación, hasta que llegamos al rodaje.

 

Una de las escenas más emotivas es la de la gata, hacia el tercer acto de la película. De alguna manera se corresponde con algo que ya habías hecho, el cortometraje Fuerza bruta, donde la protagonista se transforma en un perro. Por ahí hay una conexión interesante con animalidad. 

Desde Fuerza bruta, incluso desde Isabel Im Winter, corto que hice en Alemania, vengo acercándome a esta escena, y tiene que ver con la posibilidad de mutar. Me fascina e intriga, porque estoy peleada por esta separación tan férrea que ha construido la sociedad y la modernidad entre el humano y todo lo demás vivo. 

La escena fue un salto al vacío, su nivel emocional le costaba mucho a Araceli. A ella se le daba la dureza, el aguante, la ira, pero la fragilidad y la tristeza no. Y me había dado cuenta que no servía hacer escenas cortas o planos cortos, a ella le costaba mucho , como cuando tenés muy enterrada la tristeza y para que aflore necesitas mucho tiempo y estímulos. 

Virginia fue mi gran cómplice, la que sabía que necesitamos usar esta gata en todo el sentido de la palabra. Creé un un set cerrado, donde yo le decía cosas a la gata y veíamos qué pasaba con Ara. Fueron tres pasadas de 17 minutos cada una, a partir de estas tomas se montó la escena. Fue un acto de confianza con Virginia y su trabajo corporal y espiritual de felino, que ya habíamos estudiado. Fue bien bonito porque logramos conmover a Araceli, y al final ella dice cosas que no estaban en el guión, eso fue hermoso.

 

La hija de todas las rabias, DIr. Laura Baumeister

 

Ya se presentó La hija de todas las rabias en el Festival de San Sebastián. ¿Cómo ha sido la recepción?

La peli ha estado en Toronto, San Sebastián, Biarritz y Busan. ha sido una recepción hermosa, me ha sorprendido más de lo esperado. Siento que la película tiene sus capas y sus complejidades. Es difícil el inicio en el basurero, pero la mayoría logran conectar con el viaje de María. Las ausencias son algo con lo que todos nos podemos identificar, entonces me da gusto que la mayoría de los comentarios eran semejantes. Hay algo universal que está pasando con esta peli, que a todos les pega en el mismo lugar y reaccionan parecido.

 

¿Ya vieron en Nicaragua la película? ¿Qué se ha dicho de ella? 

La hija de todas las rabias es la quinta película de ficción en la historia de Nicaragua. Aún no se ha podido presentar allá, hay un contexto que lo dificulta. Pero sí he podido mostrarla en dos lugares donde hay mucha comunidad nicaragüense migrante, Miami y Costa Rica. He tenido salas con mayoría nicaragüense. Las impresiones que he recibido son muy bellas. Las mujeres se me acercan, me abrazan y me dicen: “yo soy María, me tuve que venir a Estados Unidos o Costa Rica de muy niña o siendo madre soltera y me enfrenté a adversidades como la xenofobia, el lenguaje, comidas, idioma, y esta forma como ella se mantiene entera me representa. En Nicaragua se dice que las mujeres somos muy bravas, eso se vive como algo empoderador. 

Mi país está atravesando una situación que necesita una catarsis, necesita llorar, necesita ese golpe extra en el plexo solar, y eso también ha pasado. 

De hecho, la película que ya estoy trabajando es lo que sigue, trata sobre un migrante centroamericana que atraviesa el territorio mexicano y encuentra estas solidaridades que la acuerpan y le permiten seguir en el viaje. Eso es lo importante, en mi experiencia la adversidad genera la solidaridad más profunda. 

 

 

La hija de todas las rabias (Nicaragua, México, Paises Bajos, Alemania, Francia, Noruega, España, 2022). Dirección: Laura Baumeister. Guión: Laura Baumeister. Producción: Rossana Baumeister, Bruna Haddad, Laura Baumeister, martha Orozco. Fotografía: Tereza Kuhn. Dirección de arte: MarcelaGómez. Sonido: Lena Esquenazi. Música: Para One, Arthur Simonini. Reparto: Ara Alejandra Medal, Virginia Sevilla, Carlos Gutiérrez, Noé Hernández, Diana Sedano.