Hay una forma de mirar y entender Todo en juego: como un relato coming of age situado en un escenario paradisíaco —las playas todavía vírgenes de Oaxaca—, con personajes construidos desde la nostalgia o la curiosidad erótica o social.
La casi fugaz referencia a 1989 sugiere otra lectura: la ópera prima de Alfredo Marrón Santander podría ser la última historia de la inocencia en México. Y anuncia, de manera tímida, los terrores de la violencia que habrán de venir en las siguientes décadas.
El guión de Todo en juego es de María Diego, ¿qué te interesó de él?
A María la conocí en Canal Once, yo era director de Once Niños y ahí dirigí varias series de ficción para niños, como El diván de Valentina, Futboleros, Cuentos de pelos, Kipatla, Yo soy yo. María trabajaba en el área de contenidos y compartimos cosas en común. Me preguntó si quería leer un guión, lo hice y me gustó mucho, me preguntó si me interesaba dirigirlo. Le dije que sí y comenzamos a preparar el proyecto.
Me gustó que el guión retrata de manera suave el origen de la violencia y el narcotráfico en México. No quería hacer películas donde ves más muertes y violencia, más bien es cómo empieza a llegar, junto con esto que le llamamos progreso. María había contado esta historia de cuando ella era adolescente, ella es tabasqueña. Era un Tabasco diferente y evidentemente María se remite a esas épocas.
Estás mostrando un espacio y una comunidad que no se han visto mucho, pero también te interesa contar una historia con giros dramáticos; tomas lo mejor de dos formas de hacer cine.
Era una propuesta y una apuesta a final de cuentas: respetar el lugar, generar un espacio en tono naturalista, pero con una historia: principio, planteamiento, desarrollo y desenlace. Ahí es donde tenemos un problema que no lo veo como tal, cuando la veían los distribuidores les gustaba pero nos decían: «su película es de autor» y pues la verdad, sí hay una propuesta pero el guión es preciso, no buscábamos hacer una película de autor como tal. A los distribuidores les gustaba pero no le apostaban. Decían: “es que estos chavitos morenitos”, siempre pensando en un México de otra manera. Pero a final de cuentas la mayor cantidad de la población en México es de piel morena. Entonces es un buen tema.
Participan actores bien posicionados como Luis Alberti, Mónica del Carmen, Dagoberto Gama, pero también este grupo de chavitos no actores. ¿Cómo hiciste el casting y cómo trabajaste con ellos para que dieran lo que te interesaba?
Tenemos un gran cast, que obedece a un buen trabajo de Rocío Belmont. Lo más importante era encontrar a los niños. Se hizo un casting cerca de tres meses en Oaxaca capital, Huajuapan de León, donde ha habido talleres actorales, y de ahí salió el amigo de Ismael, Rubén. Luego hubo un recorrido desde Puerto Escondido hasta Puerto Ángel. Decidimos aventarnos a un taller con cinco personajes muy definidos y yo escogí quiénes quedaban a qué personajes. Por otro lado, la película se terminó en 2017: Luis no estaba como ahorita, a Mónica la conocía de antes. Dagoberto estaba súper confirmado, pero por ejemplo está Mercedes Hernández, la madre de las chicas, que acaba de ganar en Morelia por Sin señas particulares. Hicimos un cast que arropara a los niños. Fue un buen trabajo de producción, junto con casting y dirección.
¿Dónde elegiste filmar y cómo trabajaron con la locación?
El guion indicaba que estaba en costa, de inmediato se me vino el flashback de cuando empecé a ir a Mazunte, en el 95. Era virgen, había una callecita y no más. Sugerí que hiciéramos un scouting por esa zona. El pueblo estaba muy cambiado pero encontramos espacios que nos ayudaban en los tiros, porque si ves no hay un solo poste, ni calles, todos son caminos rurales. En otros pueblos del municipio de Tonameca hicimos la casa del protagonista, la cancha de béisbol, ciertos caminitos. Lo demás está hecho en las partes más alejadas de Mazunte y en zonas como Punta Cometa, que es donde se quema la casa y el atardecer.
¿Por qué la historia ocurre en 1989?
Con el cambio de gobierno en el 88, Salinas de Gortari implementa un plan ambicioso que se llamaba Solidaridad, de hecho se escucha el anuncio en la tienda, donde decían que llegarían carreteras y la luz a las casas. Me pareció bien hacer un guiño ahí justamente cuando está llegando el progreso, pero también es donde empiezan a crecer los cárteles y llegan a las comunidades.
Tu final es abierto, antecede a muchas historias de violencia o de temas más ríspidos que vemos en la actualidad.
Es uno de los temas que me gustó de la película. No era hablar del narcotráfico, de las muertes, sino es más bien de su origen y no ver la violencia tal cual en las imágenes.
Es un gran reto estrenar en tiempos de pandemia, ¿cómo ves ese contexto?
Creíamos que era buen momento de estrenar por los siguientes motivos: si la exhibimos en la Cineteca, estamos comenzando a hacer la comunicación, que se empiece a hablar de ella. Queremos que esté una semana en FilminLatino y hacerle mucho ruido, para que la gente la vea en casa. Como la película se hizo con dinero público, estamos pidiendo que se transmita en ciertos canales públicos, para que la pueda ver la mayor cantidad de gente, y que con ese ruido llegue a plataformas en diciembre, cuando la gente podría estar más confinada. Hay mucha posibilidad de que la gente la vea en su casa en plataformas.
Todo en juego. (México, 2017). Dirección: Alfredo Marrón Santander. Producción: Ariel Gordon. Guión: María Diego. Dirección de fotografía: César Gutiérrez Miranda. Dirección de arte: Lourdes Oyanguren. Edición: Miguel Schverdfinger. Diseño de sonido: Alejandro de Icaza. Música: Rubén Luengas y Amado López. Reparto: Emanuel Torres, Luis Alberti, Mónica del Carmen, Juan de Dios Ríos. Luis Miguel Vargas, Dagoberto Gama, Beto Benites, Ruth Escamilla, Samari Ramírez, Mercedes Hernández, Leonardo Alonso. Locaciones principales: Mazunte, Oaxaca, México.