Ambas historias tienen en común al hombre de la cámara que las narra. Egresado del CCC, Luis Palomino Benítez ha creado dos documentales, de corte íntimo y confesional, pero también con la intuición del fabulador.
El largometraje Mi sangre enarbolada y el cortometraje A plena vista representan dos momentos de vida de un documentalista, de su mirada aguda y compasiva, que lejos de la autobiografía prefiere situarse como testigo de los misterios de la vida: los de la muerte, la fraternidad, la incomunicación, los testimonios emotivos o frustrantes que van conformando las historias.
Mi sangre enarbolada es una película personal y dolorosa. ¿Cómo decides que la muerte de tu madre, tu tío y tu abuela, dan material para una película?
Siempre quise hacer una película sobre mi familia; más allá de estos eventos, siempre habían historias que me parecían fascinantes, que componen esta mitología familiar.
Cuando conocí la no ficción me di cuenta que ese tipo de cine es más libre, puedes hacer una película de lo que sea mientras tengas una visión sólida y un sentimiento detrás, una idea cinematográfica para conectar con el público. Esta apertura teorética me dio la validez para decir: “también puedo hacer una historia sobre mi madre, sobre su vida y su muerte”, y entonces sale a colación esta constelación de personas como su hermano, mi abuela y los demás personajes que circulan alrededor de su vida.
Tomé la decisión de hacer este relato de manera no ficcionada y trabajar con materiales reales de ella, entrevistas de sus seres queridos y darle el mismo tratamiento de un documental periodístico, que no tiene que ver con lo íntimo. Fue hacer una investigación sobre mi familia y dotarlo de esas características.
¿Cómo tomó tu familia el documental ?
No fue difícil, lo aceptaron y me ayudaron muchísimo. Quizá a algunas personas de la familia no les encantaba la idea, porque tienen cierto pudor o lo consideran un tema mórbido, pero eso suele pasar cuando alguien lo está haciendo, hasta que ves el resultado. Fui un adolescente terrible, entonces pudieron sospechar que estaba haciendo algo irrespetuoso, pero no tenía nada que ver. Era más una exploración personal y espiritual.
El documental sería el atisbo de una primera madurez, que va más allá del adolescente.
Totalmente. Justo cuando hacía la película me percaté de muchas cosas, conecté con la tristeza, el dolor de eventos que quizás no viví de manera tan lúcida cuando ocurrieron y que recuperaba mientras hacía estas entrevistas. A veces me sentía como psicólogo, porque entrevistaba a estas personas sobre su duelo y pude entender muchas cosas.
La película es parte de un proceso de madurez como persona, pero también como creador; me sentía aterrizado sobre el tema que me interesa para hablar, lo esencial para mí .
¿Cómo trabajaste con tu fotógrafo David Vidaurri?
Es mi colega de generación; no solamente fotografió mi tesis, también mis ejercicios, éramos la dupla de yo director y el fotógrafo.
Lo fascinante de tener un colega que te acompaña es que él propone la manera cómo filmar el material de archivo, cómo hacer algo distinto. Nos burlábamos del término PowerPoint, es decir, que muchas veces aparecen las imágenes fijas en los documentales, entonces queríamos llevar ese lenguaje a otro lugar, crear metáforas a través de la manera de filmar este archivo.
A pesar de que ser un documental, con Tu sangre enarbolada acabas creando un cuento: una historia de dos hermanos que se quieren y prometen morir al mismo tiempo, que cuando llega el momento lo hacen. Una historia real atisbó materiales casi de ficción. ¿Cómo fue tomar esta anécdota para volverla el centro de tu película?
Es el corazón de la película. Yo sabía que murieron el mismo día, pero después supe de esta promesa. Te habla de la mitología de cualquier familia, de cualquier cultura, leyendas que pueden venir de la realidad, aquí en un argumento que me parecía muy sólido.
Esta crónica la escribió David Martín del Campo y la publicó días después del fallecimiento de mi madre y mi tío. Yo no conocía la anécdota, mi tía me la contó. Después me puse a investigar y también de eso trata la cinta, de investigar sobre esta promesa, saber de dónde surge todo.
Aquí enlazo con el cortometraje A plena vista, una historia sobre el contacto entre dos personas marginales, que cobra sentido cuando uno intenta acercarse al otro. Su resolución también termina siendo un cuento. ¿Cómo llegaste a estos personajes?
Trabajaba en una ONG y vivía en este barrio bullicioso de Silom, lleno de vida nocturna. Es el pulmón de Bangkok, empecé a ver lo que sucede debajo de los puentes y así encontré la historia.
Pasando por ahí veía a Manod, el saxofonista y a Ayutthaya, el chico que dormía debajo del elefante. Yo sabía que Manod era invidente, pero del otro no sabía que era sordo. Cuando me doy cuenta de eso pienso que ahí hay un argumento, un encuentro imposible entre dos seres invisibles y que yo iba a ser el lazo comunicante, porque ellos no se podrían conocer por sus propios medios.
Tu personaje principal es Manod, es con quien tienes un acercamiento más cercano: los veo platicando, va a tu departamento y toman whisky; ¿cómo fue la convivencia con él?
Me acercaba con timidez, lo observaba y lo filmaba. Lo maravilloso de las personas invidentes es que tienen una extrasensorialidad y me llamó porque sentía mi presencia. Una vez me dijo: “ hey, ¿quién está ahí?”; me acerqué y le pregunté si podía tomarle fotos, me preguntó a qué me dedicaba, le conté que hacía películas y empezamos a hablar de cine. Me dijo que le gustaba Doctor Zhivago y empezó a tocar el tema de la película con su saxofón.
Así empezamos a conectar, hablaba inglés y fue fácil comunicarnos. Hubo un interés desde el principio por hacer un proyecto cinematográfico y logramos generar una amistad a través de esta película.
El giro de tuerca es cuando le pides que le toque el saxofon al otro personaje, ahí hay una forma brillante de cerrar tu corto, con la imposibilidad del lenguaje, el intento de comunicar y no poder transmitir.
Es el tema de cómo se convierten estas no ficciones en cuentos. También parte de lo que me ha enseñado la construcción cinematográfica de la no ficción, que la realidad es fascinante e infinita, y existen muchas anécdotas y posibilidades e historias. Lo difícil es hacer que esos personajes se abran frente a ti y a la cámara. Yo creo que por eso muchos creadores deciden convertirlas en ficción, porque a lo mejor quieren contar un cuento o una anécdota que la abuela tiene guardada, pero cuando le pusieron la cámara ya no quiere contarla y mejor la ilustran con personajes de ficción. Entonces no solamente es curiosidad, también es ganarte a estos personajes y esto es un trabajo muy delicado.
Otra cosa que llama la atención eres tú siendo personaje. En Mi sangre enarbolada eres miembro de una familia; en A plena vista eres un viajero que intenta comunicarse con sus personajes. No nada más participas como director, sino como parte finalmente de las historias.
Yo soy el cuentacuentos. Me gusta esa posición, porque puedo abrir caminos y llevar a otros lugares.
En el caso de A plena vista no sabía cómo llegamos al final, no sabía qué esperar, obviamente en mi ilusión quería un momento positivo o alentador, que realmente hubiera una conexión, pero el final me llevó a otro lugar que yo no pude haber creado, que no puedo controlar. Es esa parte de llevar el camino hacia cierto lugar y a partir de eso existirán cosas que se salen de las manos porque es real.
Esto recuerda el debate en torno al documental, quien dice que el director tiene que estar alejado y ser objetivo con los hechos; quienes prefieren que se convierta en un personaje que participa e incluso provoca que ocurran las cosas.
El documental es información pero también es arte. La primera regla en el arte es que no hay reglas, ahí yo me paro a decir: “yo quiero estar en mi película” porque me genera significado. No es un asunto narcisista, porque mi idea también es mantenerme al margen, pero sí quiero estar ahí, porque soy el motor de estas ideas y ahí también están depositadas mis vulnerabilidades.
En A plena vista está depositada esta esperanza, esta idea de crear un encuentro imposible. Yo tenía una premisa que después falla pero se convierte en algo más profundo. En Mi sangre enarbolada es mostrar el dolor de mi vida, porque este dolor no es solamente de las personas que entrevisté, yo también soy uno de estos dolientes que están en la constelación de la familia.
El 3 de marzo se estrenan las dos películas juntas, en la Cineteca Nacional. Será interesante que la audiencia vea dos momentos de ti en una sola sentada.
Cuando hablaba con el jefe de programación de la Cineteca, él propuso que fuera así, y no es un asunto de juntar dos producciones, es porque tienen que ver con forma y tono. Cada quién decidirá cómo lo teje, pero la idea es que hay una formalidad parecida, y también una idea detrás de hablar sobre eventos de la realidad, crear un relato que tenga dotes literarios, o una narración íntima, y sobre todo una visión personal, que es lo que lo que más me interesa a la hora de hacer películas.
Mi sangre enarbolada (México, 2016). Direccióny guión: Luis Palomino Benítez. Producción: Centro de Capacitación Cinematográfica. Productor Ejecutivo: Thomas Nordanstad, Arianna Flores, Patricia Benítez Muro. Fotografía: Daniel Vidaurrutia Núñez. Edición: Molly Ferrill, Smithi Skunnawat. Diseño de sonido: Christian Giraud. Sonido: Moisés Anaya. Música: Eduardo Gamboa.
A plena vista (México, 2021). Dirección y guión: Luis Palomino Benítez. Producción: Smithi Skunnawat y Sirin Mclintyre. Fotografía: Molly Ferrill y Luis Palomino. Diseño sonoro: Alejandro Ramírez. Edición: Luis Palomino Benítez. Corrección de color: Moisés Anaya.