‘Príncipe de paz’ de Clemente Castor: tras las marcas del Cuerpo Místico

El Cuerpo Místico es un concepto teológico cristiano que se refiere a la unidad de todos los seres humanos alrededor del misterio de lo divino.

 

Esta idea se le presenta a David y Daniel, en forma de la osamenta de un gigante que aparece en un parque tupido y agreste.

 

Desde aquí, Clemente Castor crea su ópera prima: Príncipe de paz. Obra de corte experimental, tan enigmática como íntima, en la que director, personajes y espacios parecen condensarse en una búsqueda de la identidad.

 

Alrededor, calles y maleza se imponen con otra realidad: la periferia de una ciudad, su violencia y sus epifanías.

 

Príncipe de paz tuvo su estreno internacional en FidMarseille, donde obtuvo mención especial, así como mención especial del Centro Nacional de Artes Plásticas (CNAP). Se ha visto en el Lincoln Center en NY y ha formado parte de las competencias oficiales en Viennale, Festival Internacional de Cine Mar del Plata, Márgenes, Transcinema, etcétera.

 

El 23 de octubre tiene estreno en la Cineteca Nacional. Buen pretexto para platicar con Clemente Castor sobre su obra.

Dos elementos sobresalen en Príncipe de paz: el esqueleto gigante y las andanzas de los personajes en las periferias de la ciudad. ¿Por dónde empezó a concebirse la historia?

Fue un poco de los dos elementos, aparecieron mientras yo recorría este parque en Iztapalapa; yo estudié literatura y entonces estaba viendo teología, muchas imágenes me resonaban mientras recorría los espacios; mientras encontraba a estos personajes la idea del gigante fue creciendo.

 

Tiene sentido que el esqueleto de un gigante, como Goliat, lo encuentre un personaje que se llama David, ¿por ahí pensabas las relaciones entre tus protagonistas con su hallazgo?

Nunca le cambié los nombres a nadie, el protagonista se llama Daniel y su hermano es David, aunque podrián ser nombres de profetas. Me interesaba el concepto del Cuerpo Místico: todos los católicos forman parte de él y tienen una función dentro de este cuerpo, como pequeños engranajes . Me interesaba que los personajes funcionaran como parte de este Cuerpo, añadiéndole esta historia del gigante: encuentran el esqueleto de un gigante, se vuelve algo sobrenatural, a partir de ese encuentro la relación de los personajes con el espacio cambia y hay un descubrimiento.

Tu historia ocurre en Iztapalapa, en la Ciudad de México. Generalmente pensamos en el rumbo como un lugar de asfalto, pero estás mostrando un Iztapalapa verde, más cercano a lo rural, ¿qué rumbo de Iztapalapa es y por qué filmas ahí tu historia?

Soy de ahí, son espacios que conozco bien. Este sitio se llama Parque Cuitláhuac, en los cincuenta fue el tiradero de basura más grande de Latinoamérica, en los ochenta decidieron volverlo un parque público y lo rellenaron con esa basura, el parque no está a nivel del suelo porque abajo hay basura. Pero gente del interior de la República se asentaba alrededor del parque y se dedicaban a hacer economía de la basura. La colonia que está al lado, la Renovación, sigue dedicándose a lo mismo; me interesaba cómo se había asentado esta colonia a partir de este comercio. Yo filmé en agosto, que es temporada de lluvia, cuando el parque se vuelve verde, porque en noviembre, diciembre y enero el parque es árido, como ese imaginario del oriente de la Ciudad de México. Justo en agosto la yerba crece y da otra sensación del espacio, que es la que me gustaba mucho.

 

La violencia está contenida, en la pantalla no hay balazos, asesinados, pero está ahí: un amigo muere, hay un incendio, los personajes viven en precariedad y bajo cierta hostilidad, ¿hay interés en mostrar esta violencia sin que sea obvia?

Esta ficción se construyó a partir de la historia de ellos, de cosas que me contaban, y algo que me interesaba siendo de ahí, y viendo historias de esta, no sé si mal llamada periferia, es justo las representaciones: cuando alguien del exterior graba estos lugares, las representaciones de la violencia son absurdas y hasta maniqueas; mi idea no era ocultarla, sino retratarla como mis personajes y yo la sentimos: una violencia inherente pero que también se da a través de ciertas dinámicas que no son tácitas, a veces son más sensaciones y es justo lo que tiene Príncipe de paz: es una película de atmósferas y sensaciones, me interesaba más construir esa especie de encierro y miedo pero a partir del ambiente, la naturaleza, el cuerpo y el tránsito de los personajes.

Los dos protagonistas son actores no profesionales, ¿cómo diste con ellos? 

Conocí a David dos años antes de filmar la peli, estaban jugando futbol en medio del lodo, me llamó la atención su cuerpo, cómo caminaba, cómo se veía. Hicimos un corto antes, después cada quince días hacíamos un ejercicio, una especie de videoarte, pequeñas historias, ficciones que armábamos, hicimos como diez videos antes de filmar. Se construyó una relación que al momento de hacer la peli ya era muy fuerte, se dio de manera natural por el trabajo previo.

 

También llama la atención los formatos audiovisuales. ¿Qué usaste para hacer la película y qué te daba el hecho de jugar como con ellos?

Usamos dos cámaras digitales, una de cine y otra más pequeña, filmamos un poquito con Hi8 y también había archivo beta y hi8 de mi familia. Esta película nació mucho en la edición, tratar de jugar y tener otras texturas, a partir de esos materiales buscaba un equilibrio que se pudiera integrar bien y que aportara a la ficción y al lugar, a este mito raro sobre el parque y sus alrededores.

 

Me hablabas de la representación, ¿crees que Príncipe de paz sea una forma de empezar a contar la historia, no sé si de Iztapalapa o del oriente de la ciudad, con otra clase de recursos, con otro aliento?

Fue mi forma y cada uno encontrará su forma de hacerlo. Yo tenía claro que hacer una película desde Iztapalapa; en primera, significaba no imitar sistemas hollywoodenses, porque no podemos; Daniel, el protagonista, tenía que trabajar, no podíamos tener ese esquema del crew perfecto y cinco semanas de grabación, a veces grabábamos, a veces no, a veces éramos tres personas. En la edición también nos cuestionamos cómo tendría que ser una historia hecha desde Iztapalapa: ¿por qué tiene que ser principio, conflicto y fin, el arco dramático? Otras cosas nos motivaban y nos lo iba dando el lugar, ser responsables de cómo íbamos sintiendo los espacios y a los personajes.

 

En festivales de cine del mundo, donde Iztapalapa no les dice nada, ¿qué opinaban de tus ambientes, tus locaciones, qué les parecía esto que presentabas?

Asumían que era la ciudad pero esa no-ciudad, esos no-espacios que se crean en esta ciudad inmensa, me hablaban mucho de las sensaciones y la naturaleza urbana que hay en el espacio, en estos ambientes que se crean. Era lo que más les interesaba, la creación de estas sensaciones en la ficción.


Príncipe de paz (México, 2019). Guion y Dirección: Clemente Castor. Producción: Verónica Posada, Andrew Martín, Arturo J. Kafuri, Alejandra Villalba, Alejandro Alatorre. Co-produccion: Cristian Manzutto. Fotografía: José Luis Arriaga. Sonido: Jorge Zubillaga. Montaje: Sean Von Dahn, Clemente Castor. Dirección de Arte: Sofía Cravioto. Una producción de Salón de Belleza, Pergoleros, Enfoque Lab. Co-produccion: Estudio de Producción Realizado con el apoyo de: FONCA y ESCINE.