‘Amores perros’, de Alejandro González Iñarritu: a 25 años de la colisión del cine mexicano

Han pasado 25 años del espeluznante choque de autos que conmocionó a las pantallas de México y el mundo. Con Amores perros, ópera prima de Alejandro González Iñárritu, inició un nuevo momento de nuestra cinematografía, donde el pathos de los personajes se complementaba con una violencia espectacular, contenida o manifiesta: estampas sucias, trágicas, de un Distrito Federal que hacia finales del siglo XX transminaba desencanto.

En 2025, Amores perros tiene reestreno en salas, con una versión restaurada que realizada en 2020 por Criterion Collection, Estudio México Films y Altavista Films, a partir del negativo original en 35 mm, escaneado en 4K y 16 bits. Esta copia se hizo con la supervisión del director González Iñárritu, y del director de fotografía Rodrigo Prieto, en colaboración con los estudios Harbor Picture Company, en Santa Mónica, California.

Una función en el Palacio de Bellas Artes, el lunes 6 de agosto, inició el festejo de estos 25 años. Su momento fuerte: el reencuentro del cineasta González Iñárritu con el escritor de la película, Guillermo Arriaga. Unas horas antes estuvimos con el cineasta: preguntamos por sus recuerdos y por el añejo de ésta, su primera obra. También platicó con nosotros Gael García. Esto nos contaron:

 

 

Yo recuerdo al Alejandro González Iñárritu que hacía radio, WFM, y que marcó a una generación de escuchas de finales de los años ochenta. ¿Cómo ocurrió el salto al hombre de cine?

Fue una evolución, no un salto repentino. Lo fui construyendo poco a poco. Salí en un momento afortunado y después pude hacer cosas pequeñas: trabajos corporativos, publicidad... Empecé a escribir, a filmar, a fallar muchas veces. Estudié teatro con Ludwik Margules y escribí una serie de televisión. Fue un proceso de prueba y error, de aprender haciendo. Eso le digo a los jóvenes ahora: mi conocimiento no vino de una universidad o una academia, sino de hacer las cosas, con mis limitaciones, mis oportunidades, mis tropiezos, pero haciéndolas. Aprendiendo a poner el cuerpo.

 

Imagino de estos cineastas que se forman en el set, donde ocurren las cosas, más que en el aula...

Hoy hay tanto conocimiento disponible, tanta información, que muchas veces puede convertirse en un obstáculo para la sabiduría. Y por sabiduría me refiero a la experiencia propia: saber algo porque lo viviste, porque lo hiciste, porque lo aprendiste en carne propia. Creo que ahora hay ilusión de saber, pero menos acción.

En mi caso, todo vino del hacer, de equivocarme antes de hacerlo bien. Además, antes no existía la soledad de ahora: no tenías tantas herramientas, pero sí tenías comunidad. Siempre había un equipo, una banda, interacción humana. Y esa tribu creativa, fue la que me ayudó.

 

Entiendo que Amores perros también fue la primera película de Gael García. ¿Cómo fue ese acercamiento con esta historia?

Gael García: Alejandro me mandó un guion de 170 páginas después de que hablamos por teléfono. Ya nos conocíamos porque antes me había invitado a participar en comerciales de WFM, ahí fue tuvimos el primer contacto. Entonces yo estudiaba actuación, aunque antes había estudiado filosofía. Cuando vino la huelga decidí meterme a teatro, viajar por Europa y conocer el mundo.

Cuando leí el guion me pareció de una ambición muy grande. Eran varias películas dentro de una sola. Me cautivó la locura del proyecto, lo enorme que sonaba. Además, estaba la emoción de trabajar con Alejandro, a quien había escuchado en la radio. Había algo fascinante en eso.

Aún no entendía lo cinematográfico como una decisión de vida. Pero cuando llegué, me di cuenta del rigor y la concentración con que Alejandro trabajaba. Su método me recordaba al teatro: la idea de estar en una escuela donde el proceso es lo importante.

Amores perros fue una experiencia íntima, intensa, colectiva. Nadie sabía si la película iba a funcionar, pero había una entrega total. Para mí fue lanzarme a cruzar el Pacífico sin saber dónde terminaba.

 

 

Las grandes obras de arte cambian con el tiempo, aunque el objeto sea el mismo. ¿Cómo ha cambiado Amores perros? ¿Qué es distinto entre aquella película que hicieron en el 2000 y la que se va a reestrenar en 2025?

Cuando tienen esta vitalidad, cuando la materia está viva, las películas no envejecen. Creo que Amores perros tiene esa cualidad: es una película viva.

Por eso, la instalación de Sueño perro fue un experimento interesante: permitió ver cómo un material que no pertenecía a un “ahora”, seguía vivo al ser traído a la luz. El material respiraba, seguía latiendo. Esa placenta aún tenía riqueza, memoria, energía.

Su verdad humana es atemporal, porque obedece a la naturaleza del ser humano. Amores perros es profundamente humana, profundamente dolorosa; habla de cosas que siguen presentes, más allá de lo político, lo geográfico o lo cultural. Es una película local, pero al mismo tiempo universal. Es artística, pero también política. Es individual, pero colectiva. Eso hace que se transforme según quién la mire y en qué momento esté. Lo que dice ahí sigue siendo cierto, sin importar la época ni la tecnología.

Ese es el mérito de la película. No fue algo planeado, nadie puede planear algo así. Sucede o no sucede. Es un milagro de los dioses del cine, como si le hubieran soplado espíritu propio.

Gael y yo la vimos hace poco en Cannes, donde la presentamos de nuevo, y tuvimos esa sensación: “Ese músculo y ese corazón siguen ahí, palpitando, sin ninguna bronca”. Y es algo impresionante.

Amores perros (México, 2000) Dirección: Alejandro González Iñárritu. Guion: Guillermo Arriaga. Producción: AltaVista Films / Zeta Film. Música: Gustavo Santaolalla, Daniel Hidalgo. Fotografía: Rodrigo Prieto. Reparto principal: Emilio Echevarría, Gael García Bernal, Goya Toledo, Álvaro Guerrero, Vanessa Bauche, Humberto Busto, Marco Pérez, Adriana Barraza, Gustavo Sánchez Parra.