En esta atmósfera hostil —”vibraciones”, le llama Shinpei— conoció a Josemar González, artista, músico, cuyo hermano fue asesinado. En una ocasión que viajaron a Japón, Josemar visitó el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima, dedicado a las víctimas de las bombas atómicas. Y le dijo a Shinpei que las imágenes de la gente quemada era muy parecida a cómo recibió los restos de su hermano. Shinpei descubrió una fuerte conexión entre los dos tipos de violencia. Y fue la base para crear Apocatástasis.
En Apocatástasis, dos jóvenes atormentados por alucinaciones, ruidos obsesivos y el desasosiego de la violencia del mundo, emprenden un viaje a una isla solitaria de Japón, donde buscan alivio a sus tormentos. Ahí encontrarán a un grupo de criptocristianos y una revaloración de sí mismos. Enigmática, cosmopolita, reflexiva, a medio caballo entre la ficción y el documental, Apocatástasis es una sugerente película sobre la violencia y la forma de trascenderla.
Son intereses pero también coincidencias. Me tocó trabajar con coleccionar muchas entrevistas de sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki que llegaron a Brasil o a México. Eso empezó hace quince años. Estas historias las estaba editando en Tijuana, era 2008 . Los muertos por violencia habían subido significativamente en esos años. Y estás ahí y sientes esta vibración, hacíamos party y esas cosas, tratábamos de sanarnos y no pensar en cosas pesadas, pero tanta paranoia manifiesta ciertas vibraciones, están ahí y esas cosas quise capturar. También cuando hablo con gente que vivió la bomba atómica, ellos experimentaron cosas intensas en su vida, de violencia en magnitudes un poco diferente pero también percibí el mismo tipo de vibraciones. Entonces quise conectar la violencia y la radiación, la memoria de la violencia. Ninguna de las dos tiene colores, ni formas, no están materializados, mi pregunta es cómo conectar estas cosas, podemos enfrentarlas y tratar de superarlas. Esto es mi búsqueda en esta peli.
Era mi gran tema con las cosas cosas invisibles: tratamos de poner números y ciencias, tratamos de entenderlo y estudiarlos, pero siempre son perspectivas de gente que está haciendo reportes, gente re arriba que está decidiendo cosas. Nosotros experimentamos por ejemplo la pandemia, hay mucha información científica, estadísticas y tratamos de entender los números, pero al final no pudimos hacer mucho, sólo quedamos viéndolo. Desde esa perspectiva tenemos que hallar maneras de actuar. En 2008 había en Tijuana dos mil personas muertas, pero si piensas en cada muerto, en sus papás, sus nietos, sus amigos, es difícil de pensar las vibraciones que esas paranoias y ese miedo generan a sus amigos y a las siguientes generaciones, tenemos que dejar de pensar en ocho muertos, o 70 mil muertos en el caso de las bombas, tenemos que imaginar algo más.
Es más fácil hablar de números, de fragmentos de ciencia, entonces quería traer una tercera manera de pensar.
En las islas donde grabamos se escondieron muchos japoneses cristianos, porque hubo un tiempo que en Japón no estaba permitido el cristianismo, entonces mucha gente escapó. Todavía siguen las iglesias y algunos cosas viejas: si vas a un templo japonés y buscas atrás de los monumentos, encuentras cruces, como una mezcla las dos cosas. También es interesante en México, mezclan varias religiones; es otra dimensión de creencias, que están más arriba de ciertas instituciones de creencias.
Si te digo cuánto me costó te vas a sorprender, porque lo hice como con el 20 % de lo que le costaría a una compañía grande. Fue muy autoproducido y eso lo que aprendí de las escuela tijuanenses: en Tijuana no hay muchas instituciones ni infraestructura, todo lo tienes que hacer solo, entonces yo compré los boletos, marqué al hotel, por ejemplo, un hotel en Nagasaki, y les propuse hacer un video promocional a cambio de cinco días gratis de hospedaje y así ahorré dos mil dólares. Hice mucho de este tipo de cosas y yo también edité, yo hice varias partes.
Si te digo cuánto me costó te vas a sorprender, porque lo hice como con el 20 % de lo que le costaría a una compañía grande. Fue muy autoproducido y eso lo que aprendí de las escuela tijuanenses: en Tijuana no hay muchas instituciones ni infraestructura, todo lo tienes que hacer solo, entonces yo compré los boletos, marqué al hotel, por ejemplo, un hotel en Nagasaki, y les propuse hacer un video promocional a cambio de cinco días gratis de hospedaje y así ahorré dos mil dólares. Hice mucho de este tipo de cosas y yo también edité, yo hice varias partes.
Josemar González es un asistente mío y tiene una historia importante, porque perdió a su hermano por la violencia del narco. Lo conocí en ese tiempo, 2008, en ese tiempo trabajaba el tema de la bomba atómica y lo involucré en mis proyectos.
Una vez me acompañó a Japón para asistirme con una exposición y lo mandé a ver el museo de Hiroshima. Me marcó muy emocionado, me dijo que vio una playera de los quemados por la bomba y me dijo que se parecía a la camiseta que le entregó la policía cuando mataron a su hermano. Ahí llegó la conexión, porque la bomba atómica es algo lejano, los sobrevivientes están lejos y para mí todavía era difícil imaginarlos. Pero con la historia de Josémar pude conectar las dos historias: no cambiaron muchas cosas, la violencia sigue, hay diez muertos o una escala masiva con la bomba.
Ahí empecé a escribir y colaboramos, le pedí que actuara como él mismo o como quisiera. Creo que tomó un poco de distancia, pero para mí era documentar una parte y hacer ficción en otra, creo que se mezcló muy bien.
Hila Gluskino es de Israel y la encontré en Alemania, siempre está muy cerca, con la vibración que te comenté antes. Ella entendió la idea y la incluí. Le pedí que hablara en su idioma para atraer una dimensión más interesante.
Siempre estoy en la frontera del cinema y el arte, a veces es bueno y a veces malo, porque que nadie me recoge. Entonces estoy muy agradecido que vean esta película. Justo el 11 de marzo es el aniversario de Hiroshima, y apenas desde hace once años volvimos a pensar en los efectos de la radiación. Ahora es un tiempo muy importante para hablarlo, con la situación en Ucrania. Quería mostrarlo a gente con experiencia audiovisual, pero también quiero gente que sienta, por eso trabajé mucho con sonidos, por ejemplo el proyecto Murcof, que me apoyó con una canción, y con Moisés Horta, otro tijuanense que me ha compartido varios temas.
Soy un desplazado cultural. Estaba aburrido en California, bajé a la frontera y en Tijuana encontré más libertad y lo que viene con la libertad. Ahora estoy muy tijuaneado, me siento más responsable de hablar y proponer otra manera de hablar, estando en México desde hace quince años siento que tengo que decir cosas más fuertes.
Apocatástasis (México, 2022). Director: Shinpei Takeda. Productor: Shinpei Takeda. Dirección de arte: Yumi Watanabe. Fotografía: Sergio Valdez, Mahmoud Belakhel, Lukas Soboll. Edición: Sergio Valdez, Shinpei Takeda. Compañía productora: Atopus Studio, Hausu Media. Música: Julio Orozco, Hexorcismos (Moises Horta), Murcof. Sonido: Tarik Badaoui, Mao Natori, Marcela Vanegas. Reparto: Josemar Gonzalez, Hila Gluskino, Ayano Durniok. Guion: Shinpei Takeda.