Desde estas preguntas crea el actor Fabián Corres (Blanco de verano) su ópera prima, Encontrando el fin del mundo. En ella presenta a Jorge, músico experimental que a raíz de la muerte de su hijo y su esposa empieza a desarrollar una neurosis que va más allá del tratamiento psicológico: es un ejercicio filosófico y existencial, que lo lleva a un temido o anhelado punto de no retorno.
Encontrando el fin del mundo es también un ejemplo de cine independiente, que propone miradas arriesgadas a las audiencias. Un cine que cuestiona e incomoda, a la vez que convoca a la compasión y a voltear hacia esas personas que vemos, aparentemente perdidas, en los parques y las banquetas.
Encontrando el fin del mundo tiene su estreno durante el mes de diciembre, en salas del país.
Siempre me ha interesado la vida de las personas que están en situación de calle. Empecé a profundizar sobre el tema cuando mi hijo mayor, que tenía nueve años, se puso a platicar con un niño en la calle, de la misma edad. Me hizo pensar que mi hijo tiene oportunidades en la vida por pertenecer a una clase media trabajadora, mientras este niño vende muñequitas en Coyoacán. Y empecé a hacer apuntes de cosas que yo pensaba. Eso duró siete años, en 2019 escribir un guión con Gerardo Reséndiz y Montserrat León, dos chavos jóvenes, con una visión distinta, que tiene una particularidad: el papá de Gerardo es una persona con una neurosis especial. A la hora de estar filmando fomenté una triple secuencia de tiempos porque siempre he creído en esto, para mí todo pasa al mismo tiempo y desde ese procedimiento llegamos a la historia.
En algún momento mi padre estuvo perdido así, cuando se le quebrantaron varias cosas. Yo he estado perdido y creo que todos, no es algo tan particular. Al hacer a Jorge músico lo pusimos de inmediato en un nivel más agudo, porque él quiere encontrar sonidos bellos en la ciudad. Tiene cierta neurosis y más cuando viene su pérdida, que yo como ser humano no sabría cómo encarar. Sabía que había que desenvolver esta perdición. Eso combinado con algo que a mí me apasiona, esta cuestión metafísica del universo y lo poquito que somos.
La película es muy sencilla, con fragmentos particulares, vasos comunicantes que son importantes: el color naranja, las tortillas, esa comunicación de los tiempos que está fragmentada.
Estuve dos meses viviendo en la calle, creo que parte de la labor de los actores es acercarnos un poco a nuestros personajes, y en este caso la intención fue acercarse a Jorge, dejar que haya un alma mas especifica y más contundente para narrar la historia. Tengo que agradecerle a mi esposa y a mis hijos, que de pronto me recibían en la casa y me traían a cierta cercanía.
Esta película no podía haber sucedido sin Marcos Casado, el fotógrafo, que se la jugó conmigo todo el tiempo. Nos echamos dos semanas de puro individuo en situación de calle. Él iba cámara en mano siguiéndome, ahí era una comunicación de imágenes muy sana. Cuando terminamos estas dos semanas y vimos las imágenes que teníamos, ahí me rasuré y entonces fue más fácil para mí, porque mi corporalidad todavía estaba allá.
Jugamos con los tiempos y eso ayudó muchísimo, gracias a Marco tuvimos ese nivel, y luego siguió esta parte de narrativa más ortodoxa, mucho más al pendiente yo. Me gusta mucho que los actores equilibremos las cosas y en este caso fue un intercambio muy lindo con todos.
Te puedo decir que así no lo vuelvo a hacer. Tiene un encanto pero evidentemente fue muy sacrificado. Fueron tres años de enseñar el material, contarlo y obtener cantidades que serían fuertes para un individuo como tú o como yo, porque nadie con exceso de dinero le metió varo, te hablo de ocho personas que metieron una cantidad de muy buena voluntad, o Alberto Guerra, un gran actor, que no cobró para hacer la película, que la hizo por el hecho de creer en la historia. Por supuesto que hay sueldos pagados para personas, a la productora en línea me tardé seis meses en pagarle. No hay deudas pero si hay compromisos importantes. Porque queremos seguir filmando.
Ha sido bellísima, cuando empezamos a tener premios descubres que hay un tono en la película de gran valía, ha recibido reconocimientos en festivales independientes como el Cannes World Film Festival, Toronto Film Magazine Fest, Florencia Film Awards, en Nueva York, Los Ángeles, Grecia, Suecia...
Estoy convencido de que si. La propuesta fue y se los dije: “es una toma de decisión”. En los dos meses que estuve en la calle, y en la identificación que tengo con personas que viven en la calle, casi puedo decir que es una decisión.
Me sorprendió lo indiferentes que somos. En los dos meses que viví en la calle fuie un tipo en medio de la nada, recibí un gran rechazo de la sociedad; ahí eres nada y así vivimos, despreciando individuos que ni idea tenemos de cuál es su capacidad como individuos.
Es difícil expresar por qué tendrían que verla. Esto es un ejemplo muy conciso de cómo con muchísimo trabajo y con muy poco dinero logramos una historia súper redonda, que se cuenta muy bien y que te deja con algo por dentro. Mi invitación es que si no te toca ni un poquito entonces olvídate de la película, rompe el póster y no pasa nada; pero si te toca ahí hay una responsabilidad de la persona que viene a ver la película y que busca un mejor cine.
No estoy diciendo que mi película sea mejor, simplemente, y esto si lo digo con aplomo, es un camino alterno para filmar. Si eres responsable de tu cine nacional tienes que voltear a ver las partes alternativas, y luego, insisto, si te toca, dilo.
Encontrando el fin del mundo (México, 2022). Dirección: Fabián Corres. Guión: Monserrat Leon Conde, Fabián Corres, Gérard Á. Reséndiz. Producción: Vianney Barragan, Rubén Bross, Mauricio Dart. Compañía productora: Signo de gato. Diseño de producción: Federico Quintana. Música: León Felipe Tapia. Fotografía: Marco Casado. Edición: Roque Azcuaga. Sonido: Isra Gallo. Reparto: Fabián Corres, Mateo Corres, Alba Alonso, Emiliano Corres, Ximena Duggan, Thali García, Alberto Guerra, Ramón Medina, Noé Sanz.