La nueva entrega de Gutiérrez se asoma al tema de la muerte que ya había explorado en Huellas (2014), donde en coautoría con el holandés Danniel Danniel indagan lo que ocurre con un muerto al que nadie reclama.
En El espejo y la ventana, Diego Gutiérrez filma a dos personas cercanas a él, que se saben próximas a la muerte: el mismo Danniel Danniel con quien codirigió Huellas y su madre Gina, quien también protagoniza Partes de una familia.
El espejo y la ventana es el relato de quienes se preparan para la muerte, y desde ahí revisan lo que ha sido la vida. Sin trampas que rediman, pero también con un ejercicio honesto de conciliación, los entrevistados de Gutiérrez preparan un “salto al vacío” que también es un reflejo para quienes conocemos sus historias. Un espejo y una venta.
Por la necesidad que tuvo otra persona de ponerse a cantar, de escribir una canción o irse de fandango. Ellos no me pidieron que los grabara para mostrarle este material a alguien en el futuro, era su necesidad sabiendo lo que yo hago, que el instrumento que todo es el cine, como una guitarra que te ayuda a compartir. Es conectarte no sólo a la hora de mostrar la película, sino a la hora de filmar. Mientras filmo, tanto yo como mi madre y Danniel usamos la cámara, el ojo del otro, para estar juntos, para encontrarnos.
Dices que son videos privados y no lo son, están hablando a un espejo y a una ventana también. Y creo que yo hago lo mismo: me veo en ellos, me reflejo en ellos y ellos abren una ventana y lo mismo el público. Creo que el público hace lo mismo a la hora de ver la película. Ventana y espejos de de sí mismos, pero también para el público.
Cuando empecé a grabar le pregunté a Danniel: ¿esto para quién es, para tus hijos, para un público? Él tampoco lo sabe, es más su necesidad de conectarse con algo. Lo mismo con mi madre.
Cabe decir que mi madre, doce años antes, apareció en otra película que hice, Partes de una familia, un retrato de la pareja de mis padres. Y con Danniel también hice otra película, Huellas. Los dos habían tenido la experiencia conmigo, sabían qué pasa cuando Diego está con la cámara.
Daniel murió a los tres meses de que filmamos y mi madre murió tres años después. Empecé a pensar en por qué no hacer algo con esto. No me gustaba usar el material como entrevistas, ponerlas una junto a la otra. Además, creo que lo que sucede en estas pláticas es algo que tiene un carácter más universal, sentí que era importante mostrar el sentimiento de tener que dejar la vida, de aventarse al vacío y desde ahí voltear a ver la vida. En ese sentido se me ocurrió esta travesía hacia lo desconocido o hacia el no-lugar. Se me ocurrió que el paisaje podía ayudar a acercarnos a ese sentimiento.
No es la Antártida, es el viaje al lugar donde dejamos de ser, donde no hay rastros de ser humano. Fue el lugar más cercano que encontré en este mundo, en el que puedo estar en la nada en este mundo. No es la Antártida, es el viaje a la Antártida, el momento en el que tocas el vacío y dejas de ser. Siento que fue un viaje que hice con ellos, un viaje de despedida.
Los textos lo escribí o reinvente con la ayuda de un amigo, de diferentes bitácoras y libros escritos por gente que han ido a la Antártida.
Repito: para mí la cámara es un instrumento que sirve como puente, como pueden servir dos copas de vino y una vela. La usamos para acercarnos, lo mismo que si invitas a cenar a alguien a tu casa. Y al mismo tiempo, la cámara ayuda a tener cierta perspectiva. La cámara es una situación y me gusta decir que nos ayudaba. En vez de decirle a Danniel o a mi madre: “No pienses en eso, ven, todo va a estar bien” y darles un abrazo, la cámara nos permitía quedarnos uno frente al otro y llorar, pero permitiendo que el otro hable. La cámara ayuda a saber que eres testigo de su llanto y su tristeza o su dolor, y que estás ahí para atestiguar, como sirve la copa de vino o el tequila.
Pero los dos tienen una necesidad y eso fui viendo que se mostraba. Danniel tiene la necesidad de decirle a sus hijos: yo siempre les he dicho que todo está bien, que no hay problema, pero la vida también tiene problemas y dolor y es importante eso. Es importante decirle a los hijos que hay desolación en la vida, que hay tristeza, dolor, pero que van a estar bien, y que parte de la vida es el dolor.
¿Y mi madre? Creo que ella usó la película para decir: yo fui amada.
Convives con la alegría pero también con la tristeza, el dolor, lo que extrañas, lo que te motiva, lo que crees que te hace falta, son elementos con los que convivo en mi vida diaria. Alguien hablaba de mi película que hice, La compañía que guardas, sobre los amigos con los que crecí en la Ciudad de México, cuando cumplí 50 años y fui a preguntarles cómo estaban. No me interesaba retratar la parte heroica, sino la +vulnerable. Eso para mí es importante: mostrar y saber recibir la vulnerabilidad del otro. Y creo que eso es mucho de lo que hago en general en la vida, y parte de mi vida es este hacer películas.
El espejo y la ventana (México, 2021). Director: Diego Gutiérrez. Guion: Diego Gutiérrez. Productor: Elena Fortes, Daniela Alatorre, Sylvia Ban. Fotografía: Diego Gutiérrez. Edición: Diego Gutiérrez. Compañía productora: Doxy Films, Human, No Ficción. Sonido: Mark Glynne. Reparto: Danniel Danniel, Gina Coppe.