‘Café Chairel’ de Fernando Barreda Luna: se mezclan soledades en Tampico

¿Cómo prefieres tu café? Podría ser suave y dulce, de los que reconfortan y refugian, como lo es Alfonso, el hombre que intenta montar un café de especialidades en Tampico. O puede ser amargo y temperamental como Katia, la atrabancada joven que se convierte en empleada de Alfonso, y que carga con recuerdos funestos. La mezcla de la casa la pone el cineasta Fernando Barreda Luna: miradas de lo solitario, diálogos de lo ausente, encuentros de carencias que buscan complemento entre las paredes de una casa vieja. De eso, y de los rincones ocultos de Tampico, trata Café Chairel.

Ópera prima de Fernando Barreda Luna, Café Chairel recupera sabores de maceración clásica en el cine mexicano, como la inmersión en las subjetividades, el humor agrio con acento en las carencias, la mezcla de individuos que buscan alivio en las mutuas ausencias. Pero, sobre todo, la reinvención de una ciudad de Tampico nostálgica y con regusto otoñal, con acentos salinos, de salitre y de aves marinas 

Café Chairel tiene como protagonistas a Mauricio Isaac y Tessa Ía; contó con el apoyo de Eficine Producción. Esta película se ha presentado en la sección Premio Mezcal de la edición 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

Fernando Barreda Luna platicó con nosotros sobre esta historia de aromas, sabores y rincones de ciudades apenas reconocibles.  

Café Chairel, dir. Fernando Barreda Luna

Café Chairel parte de un guión en el que colaboras con Atsushi Fujii, cineasta japonés. ¿Cómo nace esta idea?

En 2002 fui programador de un festival de cine en Estados Unidos; ahí vi un trabajo de este director japonés. Me pareció interesante su punto de vista y la trama. A pesar de que la evalué alto, la película no quedó seleccionada en el festival. Después de algunos años entré en contacto con él. Ahí nació la amistad y nos dimos cuenta que queríamos contar este tipo de historias. Es donde me embarco en la escritura de un guión, que tardó casi ocho años de desarrollo. Creamos algo que aludía a la historia original, pero la llevamos por un camino distinto. Él tuvo la oportunidad de venir a unos días al rodaje, fue un proceso muy satisfactorio.

 

Leo la premisa de Café Chairel, sobre dos solitarios que confluyen en un espacio, y enseguida pienso en el cliché romántico. Pero nunca ocurre; es una historia de amistad, que viene desde explorar las carencias de los personajes.

En este proyecto me interesaba salir de las convenciones, no concluir como se espera. Y al mismo tiempo termina de manera congruente. La clave era crear una película sobre dos personas que no tienen interés romántico, que construyen una relación casi de padre e hija, que sus personalidades se complementan de manera natural. Cada uno carga su pena y acompañarse los va sanando. Es algo que se da bastante, pero que casi no se proyecta en el cine, porque tiene que haber conflicto, algo que vencer, estamos acostumbrados a que los personajes sufran y les metemos problemas y situaciones. Para mí el conflicto está dentro de nosotros mismos. Y el dolor es de lo que habla esta película: retratarlo como algo que no se resuelve al final, sino que continúa ahí, es parte de nuestra vida y va a seguir afectándonos; simplemente se aprende a vivir con él. 

 

Gran parte de Café Chairel descansa en dos actores, Mauricio Isaac y Tessa Ía, ¿cómo prepararon a los personajes? 

Quería dos personajes que al inicio chocaran entre ellos, de contrastes marcados. Él es muy dulce, noble, pero a la vez un poco torpe, también nervioso, dentro de su mundo y su personalidad. Y por el otro lado tenemos a una chica amarga, enojada con la vida, que ha vivido mucho rechazo. Se topan uno con el otro y hay una explosión, pero después te das cuenta que ambos personajes, a pesar de su contrastes, hacen una buena combinación. Esta analogía de los personajes con el café y la crema quería que quedara marcada en la historia. 

En el trabajo con los actores, ya con las caras y las personalidades que cada uno aporta, empiezas a moldear a los personajes, a aprovechar lo que cada uno de ellos te puede dar. Los observas desde la preparación, en cómo leen las cosas, y según avanzan las semanas vas entendiendo hacia llevan a sus personajes. Con el personaje de Mauricio, por ejemplo, en cada toma hacía algo diferente. Él muchas veces hablaba y hablaba y me daba material. Se me hacía difícil cortar las escenas, porque continuaba diciendo cosas que enriquecían al personaje. 

En la edición terminas de darle forma al personaje y decidir qué va, transformar esta visión que empieza desde el guión hasta el producto final. Uno nada más parece estar expectante de unos personajes que cobran vida, pero al final tienes que decidir qué sí y qué no, sobre todo por el ritmo. Tienes que darles libertad a los actores y ellos responden; en esa búsqueda surgen cosas espontáneas, que terminan transformando la historia. Al final es una colaboración y los actores, al estar encarnando a los personajes, terminan creando líneas que no existían, pero que no sabías que necesitaban estar ahí. 

 

Café Chairel, dir. Fernando Barreda Luna

 

Me pareció interesante el espacio: esta casa maltrecha, que le das elementos para que se vuelva el espacio donde a todos nos gustaría ir a tomar un café de especialidad. Creo que también muestra cómo se transforman los personajes. ¿Cómo trabajaron esta transformación?

El director de arte se llama Santos Moncayo y me gusta que enseguida agarra la idea de lo que quiero, y siempre aporta cosas increíbles. Tenía que encontrar una casa con ciertos elementos físicos, estéticos y también logísticos, para que funcionara la historia. Yo conocía este estilo de casas en Tampico, fueron construidas en los años 20, cuando fue el auge petrolero en Tamaulipas y muchas personas holandeses, alemanas, vivieron en Tampico y crearon sus propias casas. Muchas de esas casas lamentablemente ya están destruidas. Esta casa, en particular, se estaba cayendo a pedazos cuando la encontramos. Tuvimos que trabajar cuatro o cinco meses para reforzar las vigas y cambiamos algunas partes estructurales importantes, para que no se fueran a caer con tanta gente. Había montañas de basura y de antigüedades valiosas, todo se escondió en un cuarto que nunca se abrió. 

La casa tiene una emoción. Este lugar abandonado y decaído, con esta textura de paredes derruidas y manchadas y con el moho de la humedad, hace que los personajes se sientan abandonados, detenidos en el limbo y el tiempo. La casa tenía que representar esto. 

 

Café Chairel es una película hecha en Tamaulipas. Se ve poco cine hecho en aquel estado, con gente de allá y mostrando los espacios de allá. Hay una intención en mostrar un Tampico distinto, porque incluso la representación ha estado orientada hacia la violencia de los últimas décadas. Creo meritorio que propongas un Tampico nuevo. ¿Qué me puedes platicar de la experiencia de filmar allá?

Yo nací en Tamaulipas, crecí parte de mi infancia allá y en esta película quería retratar mi nostalgia. Eso a veces es difícil, los espacios ya no son los mismos que hace veinte años. Algunos edificios ya no existen, otros están modernizados, y uno podría filmar las partes donde se nota el progreso, pero yo busqué lo contrario: los rincones, los espacios que nadie conoce porque los turistas no van; esos lugares de otra época. 

Cuando eres niño y creces en un lugar, tienes cierta creatividad en la cabeza, no sabes si vas a dedicarte al cine o a otra cosa,  pero en tu mente suceden historias. Hay muchos rincones en los que yo veía historias. Eso me hizo muy fácil incorporar a la ciudad. Muchas veces los cineastas tenemos que salir de nuestra ciudad porque buscamos hacer una carrera, pero es importante regresar y filmar en tu ciudad; mostrarla es importante. 

Y también a nivel temático, hablar de estas historias. Café Chairel no es la historia mexicana que se espera en el extranjero, porque siempre se espera que las películas mexicanas hablen de ciertas temas y que los personajes sean de ciertas etnias y con ciertas problemáticas; esta película se sale del molde: ni es una película comercial, ni de protesta o que represente a una comunidad. Quise alejarme de temáticas políticas y enfocarme en lo humano, en las emociones y la nostalgia, en el espíritu de compañerismo y estos lazos que hay entre la gente. Yo me quería concentrar en lo que me afecta, quería filmar y retratarlo así. 

 

¿Qué te parece presentar Café Chairel en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara?

Guadalajara es un escenario increíble para que tu película sea vista por primera vez en tu país. Estamos muy agradecidos. Ver tu película en un festival y ver la reacción de la gente es lo más valioso, porque ya nos estamos acostumbrando a que el cine sale en plataforma y no hay esa conexión con la audiencia. No puedes ver cómo reaccionan a tu película y eso es lo que te dan los festivales: interactuar con la gente, que te hagan preguntas, verlos responder emocionalmente. Para mí los festivales son lo más valioso, hablar de tu película y poder conectar con la gente.

 

Café Chairel (México, 2025). Dirección: Fernando Barreda Luna. Producción: Jessica Villegas Lattuada. Guion: Fernando Barreda Luna. Cinefotografía: Eduardo Rivas Servello, AMC. Sonido: Pablo Tamez. Música: Uriel Villalobos. Dirección de arte: Santos Moncayo. Compañía productora: Nopal Army Films. Película realizada con el estímulo fiscal del artículo 189 de la LISR (EFICINE Producción). Locación: Tampico, Ciudad Madero, Tamaulipas. Reparto: Mauricio Isaac, Tessa Ía, Leo Deluglio