‘Crónicas del otro Norte’, de Miguel León: Chihuahua para soñadores

La cabina de los sueños tenía una grabadora de sonido, velas, un cuadro de Hopper con una habitación junto al mar, un pequeño baúl, cojines en el suelo. Quien entraba se sumergía en un espacio de paz y concentración. Encendía la grabadora y el visitante contaba su sueño: casas desconocidas, animales extraordinarios, personas queridas que murieron y que desde el sueño los visitaban. Antes que interpretar la extrañeza del sueño, la gente lo narraba. Del sueño como historia, genuina y misteriosa, se trata esta Crónicas del otro Norte, pieza más onírica que documental del director, guionista y editor Miguel León.  

Crónicas del otro Norte es registro y manifiesto: la creación de un estado de Chihuahua desde las coordenadas de quienes viven, pero más importante: de quienes sueñan ahí. También, una refundación del arte de narrar. Más allá de los trucos de premisas o argumentos, recuperar ese relato primigenio que se cuenta en las noches, con las luces bajas: en los sueños.

Crónicas del otro Norte mereció el premio a Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine Guanajuato 2024 y tendrá su estreno en cines comerciales a partir del 11 de septiembre de 2025.

Desde una vigilia que ahora parecería limitada o ingrata, pero honrando a los sueños, acá platicamos con el director Miguel León. 

Crónicas del otro Norte, dir. Miguel León

¿Cómo nace La cabina de los sueños?

Estuve en 2010 en la selva Putumayo de Colombia, hacía un documental sobre las leyendas del lugar. Cuando platicaba con la gente para conocer sus mitos, me contaban sueños. Les dijimos: "lo que me has contado es un sueño" y me respondían: "¿Qué diferencia hay entre un recuerdo, un sueño o una leyenda?" Y pensaba: es curioso que cuando intentamos conocer la identidad de un lugar, no tomamos en cuenta lo que sueñan. Y que eso pueda formar más parte de nuestra esencia que la vigilia, el trabajo o el género.

Años después, en Chihuahua, el Festival de Arte Nuevo me pregunta si tengo algún proyecto. Estaba agotado de los trucos de la narración, quería recuperar la epifanía de emocionarme con una historia desde el misterio. En ese intento, La cabina de los sueños nace como una instalación para que la gente me cuente sus sueños: acercarme a un lugar que entró a mí por el sueño, porque yo también soñé con Chihuahua sin conocerla.

Acondicionamos un remolque y montamos la cabina.  Me propusieron instalarla en un espacio cultural, pero preferí hacerlo en lo más céntrico de la ciudad, en plena época navideña. Quería buscar lo extraordinario en el corazón de lo ordinario. La gente tomó la cabina con mucha naturalidad. Me preguntaban: “¿cuánto te tengo que pagar por haber escuchado mi sueño?” Y yo pensaba: "al contrario, yo tendría que pagarte a ti".

El proyecto creció y durante tres años viajé por todo Chihuahua, como cine de caravana. Nadie me dijo que fuera una cosa rara. Desde el ranchero más viejo hasta el niño de siete años querían participar.

 

La cabina de los sueños semeja la sala de cine, también alcanza lo hipnótico: es entrar a un espacio en el que voy a confrontar un espejismo, mi inconsciente, esto que a veces lo logra la sala de cine.

Mi intención era volver a sentir esa epifanía del cine que me enamoró de niño. Recuperar la oscuridad como elemento positivo, así como la noción del secreto. Entrabas a la sala y eras consciente de que estabas en otro lugar, en un espacio-tiempo diferente. Virginia Woolf decía que somos más interesantes por dentro que en apariencia, esto fue el aprendizaje mayor: somos más interesantes dormidos que despiertos.

La cabina era como un portal dimensional. Yo limpiaba mi cabeza de imágenes y me llenaba de esos sueños, para afrontarlos de otra manera. Era una retroalimentación de imaginaciones, como una sala de cine chiquita y privada.

Al final me contaron casi trescientos sueños, gente de todas las edades, profesiones o condición, y esto puede sonar esotérico, pero parecía que esa gente me estaba esperando. Creo que no voy a volver a entrar a una sala de cine y sentir eso que sentía ahí.

 

Un momento clave de Crónicas del otro norte es cuando arengas contra el guionismo y la narración convencional; ahí estás proponiendo una poética de tu película, la necesidad de encontrar historias que ya no las dan los guionistas más avezados.

En algún momento la magia decrece y usa trucos, como lo hace todo arte; hay una línea muy fina entre la técnica y el truco. Aristóteles tenía esta máxima de que en el principio está contenido todo. Y ahora pareciera que esos minutitos de highlights en un documental te adelantan todo. Tenemos que ser conscientes de que es un recurso arbitrario, y que toda forma narrativa es arbitraria. Yo me he preguntado, ¿cómo ir al encuentro de otras formas narrativas? Las únicas libres de un equipo creativo son los sueños. Es ir al origen de la narración oral, que de ahí provenimos.

Yo creo que el ser humano empieza a narrar ficción cuando uno de ellos les cuenta a los otros un sueño. Los sueños son una fuente originaria de oralidad y narraciones.

También, si toda forma narrativa es arbitraria, el proceso no es receta, es búsqueda. En ese sentido, ha sido un viaje de lo conocido a lo desconocido. Conforme trabajaba en los procesos de creación profesional, no hay tiempo para la intuición. De ahí que los procesos sean recetas: esto ha funcionado, aquí tienen el molde, vamos para allá. Quería permitirme la experiencia de afrontar un proceso creativo en el que el azar, la intuición y el misterio formarán parte de la alquimia, y no sólo las técnicas para ser rápido y eficaz.

 

Crónicas del otro Norte, dir. Miguel León

¿Cómo trabajaste el blanco y negro de la película? ¿Cómo fue la colaboración con Jano Durán? También llama la atención la elección de espacios, por encima de los rostros.

Yo quería mostrar mi Chihuahua particular. Kafka en sus diario decía que le encantaría llegar a la calle donde vive y ser un chino, para ver lo de siempre con otros ojos. De esa manera Borges construye su Buenos Aires: un Buenos Aires fantástico que no existe, el Buenos Aires de Borges.

Pensé: Chihuahua es un lugar que tiene mucho desgaste, mucho miedo. Voy a mirar Chihuahua desde mi punto de vista para construir mi propia Chihuahua. Eso lo consigues mirándolo de otra manera. Y los espacios van en función de eso. Para mí el personaje de la película es Chihuahua, como un gran gigante, que en todas sus formas lo voy buscando.

Prescindí de los rostros porque quería mantener el secreto y el anonimato de quienes hablan, y para poner en primer plano la oralidad, ir a esa universalidad de Las mil y una noches, esos relatos que pareciera que nos pertenecen a todos. Muchos han soñado con una casa, con animales, como parte de un imaginario colectivo particular y a la vez universal. Es mi forma de mirar Chihuahua de otra manera.

Y sobre mi colaboración con Jano Durán, aquí viene el giro de tuerca: Jano Durán soy yo. De repente pensé que podía ser pretencioso poner a Miguel León en todos los créditos. Puse a Jano Durán para esconderme, y porque yo me transformaba en otro a la hora de mirar Chihuahua.

Yo tenía una Canon EOS 7D con óptima zoom 18-150, que llevaba en la cajuela. Iba con el carro y registraba cuando encontraba algo en el paisaje como fuego, los cerros ardiendo, nieve, la avalancha en el otoño de los tordos de pecho amarillo. Chihuahua se me mostraba de manera mágica y yo, con una cámara pequeña, con un tripié básico, me colocaba en una esquina y esperaba la luz que me latiera. Hice un juego de contrastes mínimo y la colorización también la hice yo.

 

Mientras platicábamos pensaba un ejercicio, que es solamente escuchar la película, en inicio por el relato de los sueños pero también porque su música es tremendamente hipnótica. Ahí tiene mucho que ver las habilidades de Diego Lozano, ¿cómo trabajaste con él? ¿O también eres tú?

Mi ideal absoluto sería lo que has dicho, este impulso de escuchar la película a oscuras, que la gente tumbada escuche la película, y que si se duermen y sueñan, bienvenido sea, ya habrá provocado un alimento a su imaginación. Porque además, las imágenes no son una ilustración de los sueños, aquí es intentar un juego entre una imagen por su lado, la narración de sueño por el otro, y en ese choque no saber qué va a provocar la imaginación del espectador.

La música juega de esa manera. Fernando Montes de Oca me contactó con Diego Lozano y después de una primera charla me hizo una propuesta, con música onírica. Entonces le pedí lo contrario. No le sumes, olvídate de que va a ser la música para una película de sueños. Jugamos con un par de referencias, y una clara era la música de Carter Burwell, el soundtrack de Fargo de los hermanos Coen, que es música como de cuento infantil, porque en los sueños hay terror, drama, comedia, extrañeza, cotidianidad. Quería música de un cuento infantil para hipnotizar a un niño. Diego dio en el clavo y creó el tema central, sobre el que fuimos haciendo variaciones. Así hizo la música, que me parece una maravilla.

 

¿Con qué disposición hay que ver una película como Crónicas del otro Norte?

Tengo la sensación de que vivimos la sobreexcitación con las pantallas; ahora los espectadores son expertos en historias por la gran cantidad de materiales audiovisuales que ven al día, la gran cantidad de cine y de series de las plataformas. Pero también pasa que cuando leen las sinopsis, y eso lo he hablado con mucha gente, pareciera que ya han visto todas las historias.  

El espectador ideal de Crónicas del otro Norte es quien tenga ganas de entrar a un lugar en el que nunca ha entrado. Quien tenga ganas de resetear su mirada y darse una momento de pausa.  Alguien que la vio en festivales me dijo algo muy bonito: “parece que me has limpiado la mirada y como que empiezo a ser otra vez." Otra mujer me dijo: "nunca me he sentido tan increpada e identificada con una película como con ésta, porque he querido contar mis sueños toda mi vida y no lo he hecho por miedo a que me llamen loca”.

Es una película hecha de sueños, va directamente a aquel lugar donde nacen las historias, que no sabemos de dónde vienen y que quizá nos describen mejor que las cosas que no pasan en la vigilia. Es una celebración del arte de narrar y una oda a que sigamos contando y recibiendo historias, sin olvidarnos que hay que hacerlas de maneras nuevas.

 

Crónica del otro Norte (México, 2024). Dirección: Miguel León. Producción: Vanessa Hernández Vega, Fernando Montes de Oca, Miguel León. Guion: Miguel León. Fotografía: Jano Durán, Daniel León. Edición: Miguel León. Sonido: Miguel León. Música: Diego Lozano.