‘Dante y Soledad’ de Alexandra de la Mora: una maternidad entre el desierto y los peces

Y llega la bebé, y poco después la depresión posparto: este cúmulo de ansiedad, melancolía, sensaciones abrumadoras o de inutilidad que le acontecen a la nueva madre. Y además, está la pareja, y esta comunicación inaprehensible de lo que se está viviendo. Porque lo que se vive parece vivirse dentro de una burbuja.

Esto le ocurre a Inés, mujer exitosa que tras tener a su primera hija enfrenta una inexplicable tristeza, que rebasa lo físico y se amplía a lo existencial. Si algún consuelo encuentra está en la pareja de peces de agua salada que conviven con ella. Y desde ahí las reflexiones se lanzan hacia lo onírico: sensaciones que rebasan lo racional y atisban una identidad evasiva.

Basada en el cuento “El matrimonio de los peces rojos” de Guadalupe Nettel, en Dante y Soledad, ópera prima de Alexandra de la Mora, se escudriñan los retos de la maternidad y la depresión posparto, pero desde un enclave onírico, que se acerca al surrealismo. 

“Toca el tema del momento en que una se convierte en madre”, explica Alexandra, “y cómo esa transición implica una especie de ‘muerte’ del individuo, para dar paso a algo más grande, fuerte, y al mismo tiempo vulnerable”.

Dante y Soledad tendrá su estreno en una función especial del 21° Festival Internacional de Cine de Morelia. Alexandra de la Mora ha platicado con nosotros sobre este ejercicio de la melancolía, la identidad y el discurrir dentro de una burbuja

 

¿Cómo surgió la idea de realizar esta película?

Irene [Azuela] y yo habíamos trabajado juntas mucho tiempo como actrices, cuando empezó mi inquietud de dirigir. Hicimos un fashion film para Nike, donde ella actuaba y yo la dirigía. Desde ese proyecto quisimos trabajar juntas de nuevo, en un proyecto que nos tocara el corazón. Yo quería iniciar mi carrera como directora desde un lugar honesto, que quienes vieran la película sintieran lo mismo.

Cuando Irene me llamó para preguntarme si la dirigiría yo acababa de tener a mi primera hija. Estaba viviendo esa etapa emocionante de la maternidad y me parecía fascinante ver cómo podía ser un motor de crecimiento. Pero también me di cuenta de que, aun con el apoyo emocional de mi pareja, estaba en una especie de burbuja. Esto me hizo reflexionar sobre las personas que no tienen el mismo apoyo, y me hizo consciente de la realidad de muchas mujeres. 

Tuve a mi hija en nuestra casa. La experiencia fue de un dolor profundo, y en casa nada parecía aliviarlo. Sentí como si algo dentro de mí hubiera muerto para dar paso a esta bebé. A medida que pasaban los días, surgían complejidades a las que debía enfrentarme. Y sentí necesitaba contar esta experiencia.

Entonces leí el cuento de Guadalupe Nettel, “El matrimonio de los peces rojos”, que utiliza la metáfora de los peces para hablar de una pareja y cómo el nacimiento del hijo los separa. Algo similar ocurría en mi vida: había una ruptura en la dinámica existente, ya que debíamos incorporar a un tercero. Estábamos en un universo de transformaciones y de una profunda desorientación. 

 

¿Cómo fue el proceso de crear el guion? 

Fue en colaboración con Natalia Moret, guionista argentina. Coescribimos el guion, pero nunca nos hemos conocido en persona, sólo nos hemos reunido a través de Zoom. Nos reuníamos dos veces a la semana durante dos horas, para hablar sobre la maternidad y temas relacionados. Esta dinámica funcionó muy bien, nos ayudó a descubrir quiénes eran Inés y Vicente a un nivel profundo. Cuando tuvimos un guion más formal, ya sabíamos claramente quiénes eran los personajes. Entonces, quedamos con Natalia que yo iba a escribir el guión como yo quería contar esta película, de una manera intima. Eso marcó el comienzo del guion. 

Empecé a trabajar en un guion más formal, pero yo sentía que esta historia no debía contarse de forma tradicional. Debía narrarse a través de sensaciones y atmósferas. A muchas amigas les preguntaba cómo se sentían después del embarazo y había algo recurrente en sus respuestas: "Déjame regresar a esa burbuja". Hay algo mágico en ese estado; es que cuando estás embarazada te vuelves un alto porcentaje de agua. Era necesario contar la historia de esa manera. 

Luego comencé a entender que debía explicar la historia a través de lo sonoro, para acercarnos al cuadro que quería transmitir. La película realmente tomó forma en el proceso de edición, con la ayuda clave de Paulina del Paso. Mientras editábamos la escena en el desierto, comprendimos que era una parte específica donde la protagonista se pierde. El material del desierto nos guió en una dirección distinta, una especie de antítesis de lo que era Inés. Teníamos que encontrarla en el desierto, no en el agua. Estos descubrimientos maravillosos fueron posible gracias a la profunda colaboración con Paulina del Paso en la edición.

 

¿Qué dificultades debiste enfrentar en el rodaje?

A Marta Sosa, quien trabajó conmigo en la producción de la película, le preocupaba que necesitábamos contar con un bebé, lo cual puede ser complicado debido a las limitaciones de tiempo: sólo te permiten filmar con un bebé durante una o dos horas al día. 

Entonces veo a mi bebé de tres meses a mi lado, y pienso: "Es ahora o nunca". Fue una especie de complicidad espiritual. Teníamos a alguien que la cuidaba las 24 horas, aunque yo también estaba con ella y compartíamos todo el tiempo posible juntas. Pero había que planear las escenas en función de ella. Si tenía hambre, debíamos ajustar el horario. Si la poníamos en su sillita dos minutos, podía llorar un poco. Estábamos todos preparados para adaptarnos a lo que la bebé nos ofreciera.

La bebé y Chema conectaron muy bien. Irene mostraba una dulzura impresionante hacia Manuela, mi hija. Cada vez que interactuaba con ella, me parecía un acto hermoso. Aunque Manuela era una bebé y no podía expresar su opinión conscientemente, como madre, había una especie de acuerdo no verbal. 

 

Tu hija alguna manera cumplió un rol en la película como niña actriz. 

El proceso que vivía el personaje en la película se reflejaba en el rodaje. Fue un desafío, pero todos estaban cuidándola, alimentándola y velaban por el bienestar de la pequeña.

 Quizás en ese momento no lo habíamos reflexionado de esa manera, pero tienes razón. Nuestra atención estaba centrada en ese pequeño ser humano, y todos estábamos comprometidos en asegurar que estuviera bien. Es fascinante. 

 

Dante y Soledad, Dir. Alexandra de la Mora

 

¿Cómo fue dirigir a José María Yazpik e Irene Azuela? Me cuentas que ya habías dirigido algunos proyectos audiovisuales, pero no propiamente una película. Cuéntame cómo fue para ti, desde tu formación de actriz, dirigir a estos dos actores.

Los conozco desde hace mucho tiempo y soy amiga de ellos. Al mismo tiempo, sabía que tenía que ganarme su confianza y respeto. Los procesos fueron muy diferentes, lo que sucedió con Chema fue distinto de lo que ocurrió con Irene.

Chema tenía un personaje seductor, bromeaba mucho en el set y aportaba una energía muy positiva. Es un actor disciplinado, el primero en llegar al set y el último en irse. Admiré su disciplina y su respeto por su profesión, al igual que Irene, quien también fue muy profesional.

El papel de Irene era incómodo, un personaje en el que es difícil estar. Tenía su propia perspectiva sobre las cosas, que a veces no coincidía con la mía. Necesitaba hacerle entender por qué ciertas cosas no sucedían de la forma en que ella las veía. Lo importante para mí era que tenía muy claro el tono de la película. A veces, lograr ese tono es complicado a nivel formal, y eso puede ser difícil de entender para el actor, porque no siempre se ve claramente. 

A veces parecía que Irene no debía hacer nada. Recuerdo que una vez me dijo: "Lo único que me dices es que no haga nada". “Es que es eso necesitas hacer, lo que ya estás haciendo”. 

No fue fácil, pero ambas nos fortalecimos como amigas, directoras, actrices y seres humanos. Hubo momentos desafiantes, pero también crecimos mucho.

 

Si bien la película puede clasificarse como un drama, no necesariamente es forzoso verla de esa manera, también incluye momentos que pueden considerarse de comedia. Habla de las relaciones de pareja y aborda situaciones cotidianas que, en la proyección de la película, la audiencia se rio bastante. ¿Cómo ves la fusión de estos dos géneros?

La clasificación en géneros es necesaria para entender y etiquetar las cosas, pero la vida misma es imposible de clasificar. Es una mezcla de emociones y experiencias. Lo que me interesaba era capturar la complejidad de la vida y del ser humano. En los momentos actuales, con todo esto de la inteligencia artificial, yo creo en algo absolutamente humanístico. Para mí, esto no se trata de lo tecnológico, sino de lo humano, y eso es complejo. 

Entonces, no sé cómo calificarlo. Sólo sé que quise retratar el ideal de la realidad tanto como fuera posible. Una vez, Carlos Reygadas me dijo que el cine no es la realidad, sino el ideal de la realidad. Ese ideal de la realidad tiene momentos dramáticos y otros muy cómicos. Entonces, no sabría cómo clasificarlo.

Dante y Soledad (México, 2023). Dirección: Alexandra de la Mora. Guión: Alexandra de la Mora, Natalia Moret, basado en el cuento “El matrimonio de los peces rojos” de Guadalupe Nettel. Producción: Alexandra de la Mora, Irene Azuela, Martha Sosa, Ana Celia Urquidi, Rafael Ley, Rodrigo S. González, Karla Badillo, Ma. José Córdova. Compañía Productora:  Películas Bomba, Woo Films. Fotografía: Sebastián González Rivas. Edición: Paulina del Paso. Dirección de Arte: Ivonne Fuentes. Sonido: Lena Esquenazi. Música: Rogelio Sosa. Reparto: Irene Azuela, Jose María Yazpik, Ofelia Medina