Con El reino de Dios, Claudia Sainte-Luce explora nuevas formas cinematográficas, en ambientes rurales, con actores naturales y un ánimo que parece quitarse el corsé del libreto. La experiencia resulta en una historia de gran frescura y de asombros: la comunidad y lo sagrado, el cobijo de la famila pero también el desamparo de la identidad naciente, hacen de El reino de Dios y de su protagonista Neimar ejercicios de indagación con ternura y rabia contenidas.
El reino de Dios ganó el Premio del Jurado en la categoría Generación Kplus del Festival Internacional de Cine de Berlín 2022, también obtuvo cinco premios Mezcal en el 37° Festival Internacional de Cine en Guadalajara: Mejor Película Mexicana, Mejor Fotografía para Carlos Correa, Mejor Actor para su protagonista, Diego Armando Lara, y Mejor Dirección para Sainte-Luce. Es el momento de su estreno nacional, que ocurrirá desde el 10 de octubre.
Claudia Sainte-Luce nos contó sobre esta nueva entrega, una película de crecimiento que pone en su centro la revelación, también la pérdida de la fe.
Da la impresión de que El reino de Dios es una película que se iba creando al tiempo que se grababa, que se iba perfeccionando según seguías a Neymar en sus aventuras. ¿Qué me puedes contar sobre la forma de hacer esta película?
Sí parece así, creo que es porque escribí la escaleta, no el guión; más bien basaba las improvisaciones en la escaleta que había hecho. Estuve entre seis o siete meses yendo a ensayar dos veces por mes.
La escena que tenía planteada era: “tú tienes esto y necesitas esto de ella”, con objetivos muy claros. Tampoco había mucho tiempo para la improvisación porque tenía que hacerla en 12 días, no tenía recursos para alargarme: había que filmar cuando salía el sol y más o menos a las diez u once ya no servía, porque había mucho calor y la luz ya no sirve a esa hora. Entonces volvía a empezar como a las 4:30 de la tarde y paraba cuando se ocultaba el sol.
Era cuestión de hacerlo rápido y no podía ir encontrando el hilo delicado. Entonces creo que ayudó mucho haber ensayado con ellos previamente.
Justo en esta idea de la película que se crea con un sistema guerrillero, pensaba que tenías recursos de documentalistas. Pienso sobte todo en las escenas de las carreras de caballos, que eran ir siguiendo tu historia entre lo que hacen los rancheros y el pueblo…
Me iba a las carreras de caballos, pero en ellas tenía que lograr que le pusieran esto a la yegua, que tenía que desmayarla, que tenía que hacer varias cosas. Juego con lo que está ahí, pero también meto la mano, también tiene que entrar lo mío.
Yo creo que el documental —al menos la idea que yo tengo documental—, es respetar tal cual lo que va a pasar y no tener tanta injerencia. Pero yo les decía: “necesito a mi yegua muerta aquí, necesito que usted se mueva allá, que se quite, me está estorbando”, entonces no podía ser tan documental. Qué bueno que se sienta documental, pero la mano que mece la cuna estaba ahí.
Los cines comunitarios buscan que una población se vuelque alrededor de una producción audiovisual y participen de manera activa. Tengo la impresión de que eso ocurre con El reino de Dios y el pueblo de Tlalixcoyan. ¿Cómo fue esta participación? ¿Crees que se haya llegado a este cine colaborativo que ahora se menciona tanto?
Cine comunitario diría que hay en todas las películas, todos los que están en el crew participan, porque aunque llegues a una producción donde hay un presupuesto, buscas esa comunidad en todas las películas. Una película fue Monterrey, la otra la grabé en Haití y otra parte fuera; en el camino nos fuimos al Estado de México e involucras a la gente de ahí, porque finalmente también te tienen que ayudar, desde “señora, présteme el baño” o “tengo esto que te puede servir”.
En esta película tenía a mi familia ayudándome, mi prima participó en la producción, mi tía hizo el catering. Siempre el cine se trata de comunidad, no sólo en este caso, al menos así lo veo yo; cuando acabo una escena le pregunto a mi equipo qué les pareció, si la vieron orgánica o no. Es la forma en que siempre lo he tratado de ver.
El tema más importante de El reino de Dios es la fe: adquirirla y perderla, que según entiendo era lo que te estaba ocurriendo en ese momento de tu carrera. Pese a que sea algo que hayas experimentado tú, debe ser distinto ponérselo a un personaje infantil, ¿cómo fue esta experiencia de trasladar algo tan personal a tu personaje?
Fue bastante fácil porque yo sentía ese enojo con Dios por las cosas que estaban sucediendo, y ese enojo es bastante infantil, aunque yo sea una adulta: era lo más directo que podía pasar, que eligiera un personaje de esa edad.
Entonces mi enojo infantil fue llevado a cabo por Neimar, creo que le quedaba bastante bien. Ya después de la película y con otras cosas, la que maduró fui yo, o no; pero él tenía que interpretar ese enojo y esa rabia de Dios, donde a veces te preguntas por qué gente tan mala no muere y gente buena muere. ¿Por qué pasan tantas cosas en el mundo? No las alcanzas a entender y es más fácil echarle la culpa a esa cosa que llamamos Dios.
¿Quién es Diego Armando Lara y cómo trabajaste con él? Ya lo he visto ganar premios en Guadalajara y acompañarte en muchas de las presentaciones, pero seguramente cuando lo encontraste, era un actor natural y debe haber sido interesante el ponerlo como protagonista de películas y de ahí ir avanzando con él…
Es mi sobrino. Trabajó conmigo en El camino del sol cuando tenía 6 años y yo tenía muy claro que iba a protagonizar la siguiente película.
Ya lo habíamos hablado, porque a él le gusta un montón la actuación. Después, gracias a Alejandro Reza, le hablaron para una una docuficción de Eroll Morris y este año estrenó esa película en Venecia. Creo que se va a ir, o al menos eso dicen las notas de prensa, que va a estar como documental nominado al Óscar, entonces ese es el señor Diego Armando, un nepo baby, que es mi sobrino.
En alguna otra entrevista decías que te gustaba mucho dirigir actores, sacar el oficio que ellos han aprendido. El reto aquí era distinto porque son personas que no habían tenido alguna formación actoral y tenías que meter en este ritmo: pienso en la abuela, en la niña que acompaña a Neimar, en la madre y en algunos otros personajes. ¿Cómo fue esto?
Eso que llamamos oficio es la capacidad que tienes para acceder a tu campo afectivo y creo que hay mucha gente que es actor y estudió y ya no accede a eso. ¿Por qué? Porque allá afuera hay un director que lo ve como prop, porque allá afuera hay un ambiente hostil, hay algo que pone por encima una posición de cámara que al actor y con ello, el actor entra a su zona de confort y da una actuación menos orgánica.
En cambio, aquí tenía a estas personas a las que les di la confianza y para acceder a sus emociones y saber que iban a estar en un lugar seguro. Lo tomaron como un juego, como debes ser un actor. Con juego no me refiero a un “vamos a divertirnos”, sino de manera lúdica: “estoy contigo en este momento y voy a reaccionar a los estímulos que tú me des”. Y es distinto, porque los prejuicios de la gente que estudió, a veces hacen que eso vaya guiando la actuación y con prejuicios y con ideas no se actúa: se actúa con emociones, se actúa permitiéndose, se actúa con libertad, se actúa con cuerpos libres.
El reino de Dios (México, 2022). Dirección y guión: Claudia Sainte-Luce. Producción: Carlos Correa, Christian Kregel. Compañías productoras: Godius Film, Gravedad Cero Films, Jaqueca Films, Terminal. Fotografía: Carlos Correa. Edición: Julián Felipe Sarmiento. Música: Sergio Díaz. Reparto: Diego Armando Lara Lagunes, Oswaldo Molina Arzeola, Yair Castro, Cipriana Castro Chávez, Mariano Chávez Chávez, Diógenes Ivan Delfín Elvira, Alfredo Pantoja Gallego.