Desde estas coordenadas, Alejandro Molina realiza en Hasta el fin de los tiempos una fábula amorosa que dialoga con su filmografía anterior, como la distopía en De día y de noche (2010), la fantasía romántica de Los presentes (2016) e incluso la apuesta futurista de su cortometraje compilado en Aztech (2020).
En Hasta el fin de los tiempos, Molina construye una comedia con acentos distópicos, donde los personajes se abisman a su reconstrucción mientras una amenaza bélica va sugiriendo el Apocalipsis.
Hasta el fin de los tiempos se estrena en salas selectas de México, a partir del 23 de enero. Platicamos con Alejandro Molina sobre esta apuesta que va entre la comedia romántica y la incómoda sensación de un mundo que está al borde de la destrucción.
Vienes de historias como Es de día y de noche y Aztek, que abordan temas de ciencia ficción y distopías. Ahora propones una película en apariencia más terrenal: los conflictos de un hombre con su pareja y después, cómo trata de reconstruirse, pero no deja de tener elementos de lo que antes habías hecho. ¿Cómo vas inventando la historia de Patricio?
Tuve una operación de espalda que me mandó tres meses a la cama y con muchos medicamentos. Antes de la operación andaba nervioso, y también las medicinas me metían en unos mundos muy extraños. La idea de salir adelante fue lo que me hizo escribir esta historia.
Mis películas anteriores van de historias de amor pero sin escapar de temas de ciencia ficción. Mi planteamiento era hacer una historia que parezca natural sobre los divorcios y la búsqueda de uno mismo, pero agregar una video instalación que habla de un mundo postapocalíptico; la historia es de cómo un personaje decaído, en lo más bajo de su persona, podría alimentarse de la vida y reconstruirse, pero en un mundo más grande que nosotros mismos, que puede cambiarnos el rumbo de nuestras esperanzas y fantasías.
Patricio, este hombre al borde de divorcio y con tremendos problemas es el centro de tu historia, pero me gustó que al coprotagónico, Natalia, le otorga también profundidad: ella está en su crisis juvenil y le creas un mundo interno complejo.
Son dos personajes solitarios que se encuentran y desencuentran. Traté de encontrar los conflictos de un hombre de mi edad y cómo podría entenderse con una joven como Natalia, e invertir de repente los papeles.
La película habla mucho de la psicología de estos personajes, lo que creemos que buscamos en la adolescencia o cuando eres adulto, y que al final es lo mismo: compañía, amor, una ilusión; eso empieza a ligar a los personajes. Así los construí, como una dicotomía, pero con un magnetismo que puedes encontrar en ellos dos.
En la película hay haikus, uno de los clientes es un coreano indocumentado, está subyacente un conflicto entre Estados Unidos y China, el abogado habla de un ideograma, parece una película permeada por elementos orientales.
Mucho fue para entrarle a la comedia. Sobre todo en el personaje del abogado, que se piensa místico y lanza grandes proverbios; por otro lado, el coreano, se me hizo entretenido también. Los jóvenes ahora están metidos en el yoga, los haikús y el espíritu oriental. Me parecía divertido porque también se hacía más enredado para los personajes.
La película está un poco sobretonada, entonces ayuda que de repente aparezca un coreano, me gustaba para entrar a la comedia y que el drama tuviera sus respiros. Y la verdad es que Bruno funciona muy bien en este en este género, y Karla también.
Llama la atención tus protagónicos: un actor ya experimentado como Bruno Bichir y una presencia nueva, Karla Coronado, que ya nos había llamado la atención en 50 o dos ballenas se encuentran en la playa.
Es una película de personajes. Desde que escribí el guión sabía que necesitaba dos grandes actores. Le mandé el guion a Bruno y a le gustó mucho la historia, hicimos muy buena relación, ha sido una gran oportunidad trabajar con un actor como él. Y a Karla la había visto muy chiquita en la película de Gloria Trevi y desde ahí noté que tenía una mirada padrísima, con mucha vida dentro; le pedí su casting, lo hizo y de volada nos caímos muy bien.
Fue una experiencia muy padre, una película muy armónica y divertida. Básicamente la película busca ser divertida, una comedia.
¿Cómo trabajaste con Karla Coronado y Bruno Bichir? Sobre todo pensando que es como una película de cámara, de pocos personajes y donde estás buscando que cada uno desarrole al máximo lo que tiene que hacer.
Hay muchos apuntes del guión donde el actor ayuda a su personaje y tiene que ver con cómo los los actores entienden al director y están viendo por dónde sacarle los hilos a sus personajes. El trabajo con los actores parte de un acuerdo muy de la cabeza y las emociones, de abrirse y de subirse todos al barco.
Bruno y Karla se conocieron dos días antes del rodaje y lograron una química muy padre. Se les nota mucha naturalidad y la película daba para que las escenas funcionaran así. Trabajamos pocas personas en esta película, éramos quince personas de crew y estábamos inmersos en una casa. Eso ayuda muchísimo, porque es estar juntos y divirtiéndonos. Me han señalado en festivales que está muy chica Karla, pero creo que como va corriendo la película empiezas a creer en los personajes, los vas considerando.
Si te fijas, Karla es más joven, pero tiene clarísimos sus conflictos y actúa de una manera adulta, muy reflexiva y responsable. Mientras que el personaje de Bruno, ya adulto, en el divorcio, en la crisis, no parece tener gran idea de sus problemas y bandea muy feo. Eso me gusta, que se juntan y entre los dos encuentran una posible calma. Al final sabemos que esta calma está en sus cabezas, existe una calma de un momento presente y eso es un poco la película.
Planteas una película que en su subtexto se encuentra en el fin de los tiempos, pero el fin de los tiempos también está en la mente y en la circunstancia de cada personaje; hay apocalipsis en varios niveles: un conflicto bélico insinuado y tus personajes, que se encuentran a la deriva de sí mismos.
Así es, hay un fin de los tiempos que puede ser el fin de un matrimonio, pero también existe el principio de una historia romántica, y también empieza a haber algo más allá de ellos, un gran conflicto que implica el fin de su amor, o de lo que puede existir.
Según entiendo has tenido alguna ronda de festivales, ¿cómo ha sido la respuesta en ellos?
Fue muy agradable. En Trieste, Italia, un festival muy importante para el cine latinoamericano, me premiaron con Mejor guión, y también en Islandia. Evidentemente, lo más llamativo es el guión y las actuaciones. Es una película chiquita, que se hizo con dinero independiente, no tiene toda la parafernalia de la cámara y las luces; es una película de pieza, pero al final del día le fue muy bien.
En algún momento pensé que era una película para gente divorciada o separada. Pero también enganchó a públicos más jóvenes, que vieron un gran personaje en Karla.
Hasta el fin de los tiempos (México, 2023). Direccióny guión: Alejandro Molina. Producción: Miguel Bonilla. Compañías productoras: Arte 7 Producciones, Espiral Films y Corriente Alterna. Fotografía: Francisco Laresgoiti. Diseño de producción: Anyela Pelusi. Postproducción: Aarón Durán. Edición: Alejandro Molina. Diseño sonoro: Uriel Durán y David Solís. Música: Pablo Vamer. Reparto: Bruno Bichir, Karla Coronado, Moisés Arizmendi.