‘La cocina’ de Alonso Ruizpalacios: Babel detrás del restaurante

El Babel bíblico ahora está en las partes posteriores de los grandes restaurantes. Ahí, migrantes de los países que se les ha llamado subdesarrollados, del Tercer Mundo, o ahora del Sur Global, preparan platillos para foodies de Instagram. Los trabajadores de las cocinas participan de microcosmos donde se precipita la disciplina, el trabajo duro, la precariedad o el esmero. Detrás de las comandas apenas se presiente la añoranza o la soledad.

Un robo en la caja de The Grill, restaurante para turistas de Nueva York, precipita el suspenso y la tragedia en La cocina, la nueva entrega de Alonso Ruizpalacios, basada en la obra homónima del inglés Arnold Wesker. En esta pieza, el potaje de culturas se traduce en despliegues teatrales o coreográficos febriles y alucinantes. La cocina transita del melodrama a la tragedia, en un blanco y negro que consiente o vigila el imperativo del éxito neoyorquino.

El elenco de La cocina lo encabeza Raúl Briones, con su interpretación desmesurada de Pedro, el cocinero migrante que podría cargar con todas las culpas y la insolencia del mundo. Lo acompaña un elenco multicultural, entre quienes se encuentran Rooney Mara, Motell Gyn Foster, Oded Fehr o Lee Sellars. 

La cocina tuvo su estreno en el 74 Festival de cine de Berlín y ahora forma parte de la sección Largometraje Mexicano del 22° Festival Internacional de Cine de Morelia. Platicamos con Alonso Ruizpalacios sobre este ejercicio que inicia en el teatro, culmina en el cine y acaso trascienda a estas geografías de los submundos laborales del llamado Primer Mundo. 

 

La cocina, dir. Alonso Ruizpalacios

La cocina se basa en una obra de teatro de Arnold Wesker, ¿Qué te llamó la atención de esta historia, que después trasladas al teatro y al cine?

Es un texto que me ha acompañado por mucho tiempo. La obra original se publicó por los años cincuenta y la descubrí cuando estudiaba teatro en Inglaterra. Durante ese tiempo trabajé en una cocina parecida a la que describe la obra. Era un proceso completo, porque trabajaba ahí, luego hacía mis estudios y aparte leía esta obra de teatro. El texto plantea una reflexión sobre el mundo que hemos construido a partir del modelo capitalista, donde se dejan de lado las relaciones y se descuidan todas las cosas que podríamos hacer con amor y cariño. En La cocina se presentan chispazos de relaciones que se pueden elegir cuidar o no, tanto la obra como la película tienen un discurso similar que procuramos mantener al realizar el proyecto.

Fue una experiencia que me recordó aquellos días en el Rainforest Cafe en Londres, porque inevitablemente recordaba los días llenos de órdenes, el tiempo del rush y sus comensales que van y vienen todo el tiempo, aunque sobre todo recordé las ocasiones en que alguien me ayudó con los pedidos y cuando menos creía que podía. Esos gestos de amabilidad son los momentos en que uno sobrevive a una cocina. Por ejemplo cuando Pedro, el protagonista, habla con los demás cocineros sobre sus sueños, tuvo un efecto que recuerdo y valoro bastante, porque tiene una introspección total: al final de la escena los demás le preguntan a Pedro por su sueño y él dice “en una cocina no se puede soñar”.

 

¿Hay alguna relación entre La cocina con tu cortometraje Café paraíso?

Podría decir que Café paraíso también se inspira en la obra de Wesker, comparten escenarios y que se trate de una cocina me atrapó. Cuando escribía el guion de La cocina pensé en Café paraíso, pero sabía que tenía que separar las historias y darle su esencia al largometraje. Hay una cita de Albert Wesker que advierte esto: “para Shakespeare el mundo era un escenario, para mí es una cocina” entonces se enlaza con el tema que mencionaba sobre las relaciones, y el ir y venir de personas a lo largo de nuestra vida.

 

Tus películas se han centrado en la sociedad mexicana. Ahora presentas a Pedro, un cocinero mexicano en New York rodeado por un ambiente internacional, ¿cómo influye esta diversidad en tu protagonista y en los personajes que coinciden con él?

En una cocina ubicada en New York es difícil encontrar a alguien que sea de la misma ciudad, porque ahí trabajan personas que vienen de todas partes. Retomo la metáfora de la cocina como un hogar y un mundo, algo que tiene que ver con la experiencia de estas grandes ciudades fundadas por inmigrantes. Es lo importante de existir en la cocina, porque el mexicano se confronta con la comunidad internacional y trasciende, esa podría ser la torre de Babel que aquí presentamos. Es interesante ver cómo se redefine tu personalidad ante ese espacio compartido, donde Pedro trata con colombianos, haitianos y claro, con los gringos.

 

La puesta en escena de La cocina tiene momentos alucinantes e inmersivos. Hay velocidad en las acciones, la música; de pronto cambia a un ritmo minimalista. Sin ser musical, es una película que se acerca mucho a lo coreográfico. 

Pensar esta película musicalmente era apegarse al tratamiento que Wesker le dio a su historia, porque el desarrollo de los acontecimientos va al ritmo de los horarios de un restaurante: primero el mise en place, después el tiempo del rush, la comida de los trabajadores y por último el rush de la tarde. Esos movimientos los encuadré con lo que sucedería en una sinfonía. Cada variación, cada cambio que hubo, tuvo una referencia musical.

 

La cocina. dir. Alonso Ruizpalacios

 

¿Cómo fue realizar estas coreografía? Tanto el trabajo del fotógrafo como de tus actores…

La secuencia del rush dura 14 minutos y es una acción continua que se logró gracias al trabajo de Juan Pablo Ramírez y los actores. Ensayamos con todos los actores previo al rodaje. Rentamos un teatro en Coyoacán y por las mañanas los actores asistían a clases de cocina y por las tardes ensayábamos en teatro. Eso en el cine es un lujo.

Contratamos a un chef que nos diseñó el espacio de la cocina según el menú que tenía el restaurante: por aquí estaba la estación de ensaladas, al lado la parrilla, para armar platos principales; cada actor se aprendió el platillo que preparaba. Todos los actores sabían lo que estábamos haciendo. Para rodar tomamos como referencia documentales de guerra: la cámara se mancha, sufre accidentes, hay múltiples escenarios y fue una inversión en tiempo.

Otra cosa que agradezco es que trabajamos bajo alto compromiso con los extras; las chicas que eran meseras se interesaron por hacer bien su trabajo. Les mostrábamos las secuencias, ellos veían su trabajo y siempre se escuchaba el: “puedo hacerlo mejor” y entonces cada vez lo hacíamos mejor.

 

Sobre el personaje de Pedro, hay un alto nivel de exigencia física y mental para Raúl Briones. ¿Cómo se prepararon Raúl y tú para este personaje?

Algo que me gusta y yace en el DNA de la obra, es que pertenece a una corriente que le llaman The Angry Young Men, y que de alguna manera refleja a los jóvenes inconformes del tiempo en el que fue escrita, esto es un preámbulo para cineastas británicos que retratan la clase trabajadora inglesa, junto con la inconformidad de los jóvenes. 

Hay un arquetipo, un joven molesto porque la sociedad no tiene o no ofrece el mejor lugar para él, esto lo planteamos en Pedro y ahí radica la dificultad natural del personaje. Además, no buscamos el cliché del migrante; Pedro es fuerte y tiene una alta capacidad de destrucción y autodestrucción: él cuestiona, lee y no solo escucha y obedece.

La disciplina de Raúl fue determinante, porque él no sabía hablar inglés y en tres meses lo logró. Trabajó al personaje desde todas las aristas posibles, se creó una dimensión en torno a Raúl y en torno a Pedro. Recuerdo que la concentración de Raúl sobresalió, porque mientras los demás actores salían a relajarse, él se iba a estudiar a su personaje.

 

La cocina podría participar de una colección de películas, reality shows y series que ahora se hacen en torno a este universo, ¿qué de esta obsesión que ya podría traducirse en un género del cine en cocina?

Eran historias que antes no pululaban como ahora. Traté de no mirar otras producciones para no contaminar mi guion con otras ideas, pero buscamos explorar distintos contextos de la cocina. De hecho, mi preocupación era por el food-porn: no queríamos casarnos con esa idea morbosa, aunque sí hay un momento en el que Pedro prepara un sándwich y se exalta el proceso de la cocina, pero le dimos la vuelta y escarbamos en lo utilitario. Ese es el chiste real de la comida, ya que todos tenemos una relación estrecha con la comida. 

Este género de alguna forma crece, pero intentamos hacer otra cosa en la historia de La cocina.

 

La cocina, dir. Alonso Ruizpalacios

La cocina (México, 2024). Dirección: Alonso Ruizpalacios. Guion: Alonso Ruizpalacios, basado en la obra de The Kitchen de Arnold Wesker. Productores: Ramiro Ruiz, Gerardo Gatica, Alonso Ruizpalacios, Lauren Mann, Ivan Orlic. Productores ejecutivos: Marco Polo Constandse, José Nacif, William Olsson, Patrick Pfupajena. Compañía productora: Fifth Season, Filmadora, Astrakan Film AB, Seine Pictures, Panorama, Hanway Films. Cinefotografía: Juan Pablo Ramírez. Edición: Yibrán Asuad. Diseño de producción: Sandra Cabriada. Diseño de sonido: Javier Umpierrez. Vestuario: Adela Cortázar. Reparto: Raúl Briones, Rooney Mara, Anna Díaz, Motell Foster, Laura Gómez, Oded Fehr, Eduardo Olmos, Soundos Mosbah, James Waterston, Lee Sellars, Spencer Granese, Bernardo Velasco, Esteban Caicedo, Nebli Basani, José Luis Pérez “Güicho”, Gustavo Melgarejo Falconi, Pía Laborde-Noguez, Shavanna Calder, María Fernanda Bosque, Julia Haltigan, John Ferg