Tomás Cruz y Paco, sublimaciones contrahechas del director Max del Río, crean cortometrajes de lo más random. De pronto se ponen ambiciosos y les da por crear el largometraje que haga homenaje a su ciudad. Lo que sigue es una disparatada sucesión de clichés, que convocan a la risa, la incomodidad o el enojo, según desde qué sitio de la Fiesta Cultural lo mires.
Cine tan independiente que hasta el cine independiente lo mira feo, crónica de una producción fallida y fervorosa, testimonio de una vocación tan destartalada como constante, La película de Max del Río acierta cuando desvaría desde la frescura, la honestidad y la mala leche (que no deja de ser una forma elevada de la honestidad).
La película tendrá su estreno en salas selectas desde el 12 septiembre de 2024. Para tan relevante acontecimiento cinematográfico es que entrevistamos a su director, Max del Río. Pura reflexión concentrada sobre el cine, lo que se proyecta en la siguiente charla.
¿Cómo concebiste la historia de La película?
En el Anuario del Imcine de 2020 y en ZoomF7 mencionaron que Campeche era el único estado que no había hecho un largometraje de ficción. Lo puse en Facebook: “¿Ya vieron que Campeche somos los únicos que no hemos hecho una película? ¿Es culpa de quién o qué?”. Y un amigo, David Trujeque, quien tiene una empresa de video con sus hermanos Adal y Juancho, Ola Creativa, contestó: “el equipo está aquí tirado, no estamos haciendo nada por la pandemia y Campeche está semáforo verde: escribe lo que quieras”. Porque yo ya hacía cortos con mis amigos, Martín [Méndez] y Asaf [Berrón], los protagonistas de La película.
Me dieron equipo y gente de crew. Me dijeron: “La hacemos contigo. Algo que puedas hacer con diez mil varos, que la hagamos en diez días, sencillita”. Y me pasé con el guión: costó más y fueron 30 días, pero estuvo bien.
Creo que Tomás Cruz es tu alter ego, aunque quizá tú seas más inteligente y tengas mejor fortuna que él.
Sí, 100%, de hecho soy los dos personajes. No sólo Tom, también su amigo Paco. Son el niño que hacía cine por diversión y el adulto comprometido a ser cineasta: el niño lo decidió y ahora el adulto se tiene que dedicar a esto.
Encontré tus cortometrajes en YouTube. Creo que has transitado por tres momentos: inicias con viñetas humorísticas, luego vas al cortometraje, con historias más ambiciosas, y La película es el tercer momento, un largometraje de hora y media. ¿Cómo fue ese proceso?
Yo me hubiera tardado unos años más. Me empujaron: “¡hey, es tu película!”, y fue como: “ah, bueno”, pero no me sentía listo. Cuando terminaron los primeros ocho días vi el material y me di cuenta que estaba mejor de lo que imaginaba. Lo sentí muy natural.
Igual, a los cortos no les iba bien. Martín y yo nos esforzábamos muchísimo, los subíamos a YouTube y teníamos 300 vistas. Mis amigos me decían: “estuvo bien padre”, otros me decían: “están bien culeros”. Cuando ya hacíamos cortos de 18 minutos, le decía a Martín: “seguiremos haciendo cortos y nadie nos va a pelar, pero si unimos estos cortos en una misma película, podemos lograr una película buena”. Y una película buena llama la atención. Es decir, tomamos un poquito más en serio todo, para seguir haciendo lo mismo.
Justo en la peli el personaje quiere saltar del corto al largo, piensa que sus cortos eran una cosa y que su largo sería superior. A mí me sirvió irme por la misma línea: si ya hice comedia tonta durante ocho años, ¿por qué voy a cambiar? Fue quedarme en mi lugar seguro; fui muy indulgente conmigo. Nada de flashbacks, nada de que el final va primero y descubrimos cómo llegamos ahí. Una película facilita. El arco del personaje muy claro, de apunte de escuela, no me la compliqué. Para que saliera fácil planeé hasta el orden en que grabé. Empecé con las escenas fáciles y las que me daban miedo las dejé al final.
La película es una comedia, pero a pesar de ser divertida, también es melancólica. Hacia el final se pone serio el asunto y alcanza una altura interesante. Hay un salto cualitativo, no solamente escribiste algo más largo, también hay una transformación del muchacho que hacía chistes a otro que llega a ese final.
La primera hora sí es chiste tras chiste, te mal acostumbras, y dices: “no mames, no ha parado de tirar pendejadas”. De repente hay un remate; los chistes se vuelven espaciados y la película se pone malvibrosa.
Siempre he hecho dramáticos mis cortos de comedia; tengo uno que se llama Cumpleaños feliz, el experimento era no escribir ningún chiste y que sea chistosa: es un dramón. Lo mandé a doblar a España, entonces mis amigos están hablando y les puse doblaje encima. Se ve ridículo, pero lo que está pasando no tiene un chiste. El ranchero puto es igual de dramaticote. En El camino a la montaña todo se va a lo dark. Es como cine de arte fake: chistoso, pero usando cosas del cine de arte como trampa. El cine es manipulador, te pone musiquita de piano y te hace sentir triste. Mis personajes te caen bien en la primera hora, el resto es maltratarlos.
Tú creces como director de cortometrajes a largometraje y tu elenco también crece. Martín Méndez y Asaf Berrón entran en otras dinámicas; también tú al dirigirlos. ¿Cómo cambia tu forma de dirigir y cómo crecen tus actores al asumir roles más demandantes?
Es que Martín se volvió un colaborador. Ha participado en más que sólo actuar; no escribía, pero tallereaba conmigo las ideas. Entonces a Martín casi no lo dirigía, él sabe qué hacer. Entiende muy bien lo que tiene que hacer. Igual dejo que me proponga y casi siempre me gusta, porque entiende el núcleo de la idea.
Asaf también es muy bueno. Asaf estaba bien chistoso de niño, era hermoso el cabrón, lo veías y decías: “lo voy a poner a decir groserías en la calle”. Siento que sí se volvieron comediantes en el proceso. En Campeche ya los usan mucho para cortometrajes de otras gentes.
El único actor profesional es Hernán Castellot. En la escena que su personaje hace casting hasta cambia el tono, se le notan las tablas. ¿Cómo apareció y por qué aceptó participar contigo?
Esa escena duraba ocho minutos en el primer corte. Era el intermedio de la película. Era una locura esa escena, porque se echaba un monólogo impresionante. Así convencí a Hernán. Le dije: “oye, voy a hacer una película, sólo vas a decir tonterías, pero habrá una escena donde puedes actuar bien”. Después me sentí mal de recortar esa escena.
Igual todos los actores grandes son buenos: los dos papás, el de Tomás (Jorge Castro), la mamá de Paco (Lulú Ocampo) y Hernán Castellot. Son actores de teatro en Campeche. Lulú nunca había hecho cine, Jorge ya había hecho unos cortos conmigo, y Hernán me había ayudado desde morrito. Te tiran paro, la gente en Campeche te tira paro.
La película confronta los lugares comunes de lo que se esperaría de una película de Campeche. El cortometraje “Igualdad” se pitorrea de lo que una secretaría de cultura buscaría de un audiovisual campechano. Pero como paradoja, no deja de ser una película profundamente campechana. Justo cuando los personajes comentan que no quieren hacer una película folclórica, escoges los lugares turísticos típicos.
Es un recorrido del centro, La Puerta de Mar, La Puerta de Tierra, mucho paisaje como de Woody Allen, priorizando la arquitectura y este pedo. Y no tuvimos apoyo de Campeche de ninguna forma.
¿Pediste apoyo?
Sí, he pedido el PECDA (Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico) y no me lo han dado como ocho veces. Y he intentado todas las técnicas, me decían: “güey, ¿por qué metes tu corto de robots al PECDA? Obvio te van a decir que no”. Y ya no metí mi corto de robots. Otro año metí el proyecto “Sueños de un pescador” y pensaba hacer como todos: saco la lana con esta idea, grabo en un día y agarro la lana para hacer el corto que sí quiero hacer. Había fotos de Campeche y ese era mi proyecto.
Y pues ahora quería burlarme de eso porque estoy ardido, porque he perdido el PECDA desde que estoy en la prepa.
No tienes el PECDA pero tienes a Benuca Films, ¿cómo llegaste a ellos?
Cuando estaba haciendo La película, en el proceso busqué otras pelis del mismo tamaño. Había un director, Alexandro Aldrete, que hizo las pelis Oliendo a perro y Mañana psicotrópica. Las veía y decía “más o menos esto quiero ”. También vi Somos Mari Pepa de Samuel Khisi y Sopladora de hojas de Alejandro Islas. Me acerqué a ellos. A Samuel Kishhi le escribía y me daba consejos; con Alexandro Aldrete hacía zooms seguido, le decía: “ya me atoré, ¿qué hago?”, y me respondía: “vete a la playa porque ya estás loco”.
En ese proceso me pregunté cómo hacen estas pelis pequeñas para llegar al cine, y en esa investigación di con Benuca Films. Les escribí por Instagram, se las mandé y les gustó. Fueron la única distribuidora a la que le pregunté y con ellos me quedé. Me dan confianza, Fernando [Montes de Oca] se me hace un buen tipo.
Me sorprende que conozcas el cine mexicano más contemporáneo. Cuando preguntas referentes, te remiten al cine internacional, o a la Época de Oro, o Ripstein y Cuarón.
Marcelo Tobar hacía unas Pláticas de Cine Independiente, unos zooms de calidad pésima; se escucha mal el audio y se echaba tres horas. Entrevistaba al director de Los bañistas, a Samuel Kishi; a todos los que hacían películas pequeñas. Me daba mucha desconfianza que desde mi casa pudiera salir una película, estas pláticas de cine independiente mexicano me hacía sentir más confiado. Entonces, si se hacen así, pues vámonos a Berlín.
¿Metiste La película a festivales?
Ganamos en 24 Risas por segundo el Premio del Público. Entramos a uno en Río Verde, estuvo bonita la visita, pero nadie fue a verla. Entramos como a cuatro festivales, no nos fue bien.
Me parece interesante este cine insolente. Pero después, ¿qué más podrías hacer que funcione? ¿Hacia dónde va tu carrera?
Ahorita me clavé en la comedia, sé que la industria del cine no me va a apapachar tanto, pero en la comedia encontré un lugar safe. Ahorita estoy haciendo cosas con El Cojo Feliz: sketches, cortometrajes, ganamos el 48 Horas, este año íbamos a ir a Cannes y no fuimos.
Con Ricardo O'Farrill estoy haciendo videos de comedia, ahora colaboro con gente que sí me paga. El mes pasado dirigí a Adal Ramones. Me identifico más como comediante que como cineasta. Al cine no lo voy a explorar tanto, pero a la comedia sí le puedo dar bien.
¿Regresarías a Campeche para otra película?
Campeche es la tierra fértil para hacer cine. No hay Canacine, nadie te cobra permisos. Por eso va Disney a cerrar el centro cuando quieren, nadie está viendo qué onda. Te prestan la locación que quieras, todos están felices de que graben ahí. Va HBO y cierra las playas, les vale. Es la tierra prometida para grabar. No hay reglas. Literal, está perfecto Campeche.
La historia que ahora estoy escribiendo pasa en Veracruz. Ahorita La película me gustó, fue mi tributito a Campeche: aunque se ve punk, tiene una fotografía bien bonita de Campeche, se ve chulo. Se ve hermosa, porque es hermosa y la quiero mucho. Hablo mal de ella, pero la pongo como es, es bonita Campeche.
¿Y qué expectativas tienes del estreno comercial?
Creo que me van a cancelar, porque ya pasó tiempo de esos chistes, hasta yo digo “güey, ese no estuvo bien; ese sí está feo”. Pero está chido que unos niños hicieron una película sin filtros, que nadie les dijo qué hacer, van a ver una película de un brother del 97 con influencias del internet y otras cosas que me dejaron loco.
Tuve una función en Arte 7, con estudiantes de cine y pegó rico. Los chavos me preguntaron cosas chidas y había risas fuertes. Pensé: “mi nicho son los estudiantes de cine”. Ahí quiero que llegue. Ni siquiera estudiantes de cine, esos son privilegiados. Cineastas de provincia, quienes la ven imposible, ese es mi público.
La película (México, 2023). Dirección y Guion: Max del Río. Productores: Max del Río, Adal Trujeque. Co-productor: Fernando Montes de Oca. Casas productoras: Creaciones Kush, Ola Creativa, Benuca Films. Reparto: Martín Méndez, Asaf Berrón, Jorge Castro Realpozo, Lulu Ocampo, Hernan Castellot, Francisco Elox, Addy Arceo.