La Raya, de Yolanda Cruz, es un largometraje de ficción que se atreve a la comedia con frescura. Discusiones de asamblea, negocios infantiles, la tienda que concentra llamadas, música o remesas, todo un universo se concentra en este espacio, que desde su tranquilidad aparente conjura la melancolía por los ausentes. Cine de comunidad hecho por su comunidad, también es la apuesta por un cine que busca audiencias familiares e infantiles: un público que se divierta, pero que también se refleje en sus propias añoranzas.
La Raya, película que ha recibido el estímulo ECAMC, participa en la sección Largometraje mexicano del 22° Festival Internacional de Cine de Morelia. Platicamos con la cineasta Yolanda Cruz, a unos días del estreno.
¿Existe el pueblo de La Raya? En Wikipedia encontré una comunidad de unos 300 habitantes, no sé si a ésta te refieres o si es invención tuya.
Varios pueblos en Oaxaca se llaman La Raya. Los rayanos fueron enviados a la frontera de sus comunidades para defenderlas. Pero para mí el nombre era importante porque me gusta la palabra en sí: te pasaste de la raya, estamos en la raya, nos vamos a la raya. En chatino le decimos la raya a la frontera de Estados Unidos y México. Entonces para mí es una palabra contiene un simbolismo con el que yo quería jugar.
El guión lo haces con José Sieder, pero en los créditos también están los Ciudadanos de Cieneguillas. Se me hizo extraño toda una comunidad abocada a escribir una historia.
No me senté a escribir con todos, pero las historias que colecciono de este lugar, las experiencias de esta comunidad, son parte de esta historia.
Yo nací en Cieneguillas, mi papá es uno de sus fundadores y en 2022 celebraron su aniversario 50. Yo le pregunté a las autoridades de Cieneguillas si podíamos grabar sus festividades y si nos permitían hacer la película en el pueblo, les expliqué que no era un documental, que no íbamos a grabar gente sin su permiso, les íbamos a preguntar si querían trabajar con nosotros y ser parte de este proyecto. Hicieron su reunión y la comunidad aceptó participar; a cambio rentamos sus casas, los contratamos como extras y dimos trabajo a jóvenes locales. Así llegamos a este lugar, pero La Raya es una construcción de nosotros, de la comunidad.
En el centro de La Raya pones a un refrigerador que me remitió a dos películas: obviamente 2001: Odisea del espacio, de Kubrick, con el monolito; pero también a Los dioses deben estar locos (Jamie Uys, 1980), cuando una tribu africana encuentra una botella de Coca-Cola. ¿Por qué agregas este objeto extraño?
Necesitábamos algo para conectar todas las historias que queríamos contar. Se nos ocurrió el refrigerador, algo insignificante, pero cuando yo era joven poca gente podía tener uno. Significaba un valor dentro de esta sociedad.
Siempre supe que el refrigerador iba a estar ahí, pensé que tal vez iba a emitir gases, que los ancianos iban a alucinar. Al final decidimos que el rerigerador iba a reflejar personas y nos iba a transportar. El encargado de postproducción, que trabaja en películas como Rápido y furioso, nos preguntaba: “¿cómo tienen planeado grabar este efecto?” “Pues en greenscreen”. “¿Y tienen la experiencia y el presupuesto para grabar en greenscreen?” Entonces decidimos hacerlo como en las películas de horror de los cincuenta, lo más simple posible. Entonces tú te puedas ver y te transportas, ves el reflejo que alguien que extrañas o lo que tú necesitas ver, y el realismo mágico está ahí.
En estas comunidades acostumbramos hablar de nuestros sueños y con nuestros muertos, entonces esa es la idea, yo quería traer este elemento cinemático a los niños, que tuvieran esa experiencia de jugar. Originalmente quería hacer una película para los jóvenes de mi comunidad. Entonces quería incluir este mecanismo para que ellos lo disfruten.
Pocas veces había visto en los cines de los pueblos originarios que manejaran la comedia. Tú le entras y se me hace muy afortunado. Después tu película anterior, Hope, Soledad, que jugabas entre la ficción y el documental, da curiosidad saber por qué la transición a este tono.
Yo vengo del documental, es una herramienta que me ha ayudado. Pero siempre quise hacer un cine que entretuviera, aunque no me gusta el cine que es reírse por reír y no tiene algún contenido. Esta película es ligera en la superficie, pero si analizas es realmente trágica.
Comencé la historia cuando estaba en la escuela de cine. Despues la trabajé en los talleres de Sundance, intentamos levantarla varias veces y no se pudo. Cuando regresé a Oaxaca me preguntaban qué hacía acá. Y creo que Hope, Soledad muestra eso, pero fue una película que hicimos entre amigos, un equipo de ocho personas, sobre la experiencia de regresar.
En La Raya las historias son de de irse, las memorias de un pueblo pequeño y un niño que extraña a su papá, que vive en Estados Unidos. La escribí desde mi nostalgia de vivir en Los Ángeles, pero cuando regresé a Oaxaca, todo mundo te hace preguntas. Entonces pensé: “¿Cómo se apropia uno de esto?” Al final conseguí el apoyo federal, entonces pensé que podía darme el lujo de hacer este cine para mi comunidad, esperando que los elementos cinemáticos atraigan a un público interesado en otro tipo de cine, que no le moleste leer subtítulos porque va a conocer las historias de otra comunidad, como se hace con el cine de distintos países. Ese era mi reto, me siento afortunada de que tuve el apoyo técnico y el financiero. Eso me dio la confianza para jugar.
En La Raya le das espacio a muchos personajes para que se muestren. Pero sobresalen algunos: Sandra, que interpreta Mónica del Carmen, o Sotera, que hace Diana Itzel Cruz. Platícame de estas interpretaciones.
Conocí a Mónica cuando vio Hope, Soledad en Morelia. En ese tiempo pensaba qué hacer después, recordé el guion de La Raya, le di una desempolvada y se lo mostré, le propuse el personaje de Sandra y le gustó. Sandra es un personaje complejo, no es la mujer que esperas encontrar en una comunidad. Yo conozco muchas mujeres fuertes que son padres y madres al mismo tiempo, crían a sus hijos mientras el papá a veces manda, o no manda, dinero de Estados Unidos. Tienen que defenderse y hacer cosas, enfrentan las soledades. Sandra tiene que ser fuerte y mostrar control. Y su forma de controlar es querer apropiarse de toda La Raya. No quiere aceptar que vive una ilusión, como todos en el pueblo. Entonces el refri le ayuda a enfrentar el fantasma que la sigue. Necesitaba una actriz como Mónica, que supiera moverse del drama a la comedia, pero tenía problemas con su agenda.
A Sotera y Erik los busqué por toda la región chatina. Encontré a Diana, que quería ser actriz y tomó el papel muy en serio; también a Noé, que cuando lo mandaron a maquillaje se quejó de las alergias. Cuando encontré a Diana y Noé le mandé las fotos de Mónica del Carmen, le dije: “mira a tus coprotagonistas”. Me contestó: “Ah, me matas morena”. Entonces ella arregló su agenda para estar en el rodaje.
Mónica llegó una semana antes para trabajar con Noé y Diana, José [Salof] se quedó todo el mes con nosotros y los niños se sintieron con otro amigo. Mónica les enseñó cómo mover su cuerpo y cómo comunicarse con las miradas. Estoy muy contenta con el apoyo que nos dio. También la música tuve apoyos de unos amigos. Pepe Carlos, de la Santa Cecilia, es zapoteco, le mandé la película y me hizo la música con su compañero, que tienen la banda The BaCan Brothers. Decidieron que era una película feminista y que debía tener la voz de Mónica. Todo eso ayuda a que la película se sostenga.
¿Cómo contribuyó el ECAMC para enriquecer La Raya?
Fue muy importante porque así pudimos colaborar con la comunidad y pagar a nuestros actores. El fondo nos permitió movernos dentro de la comunidad, porque a diferencia del Eficine, no necesitas comprobar con facturas. La gente firmó recibos y eso es importante en esta ficción de hacer ficción, que pudimos pagarle a la gente que trabaja con nosotros. También tuvimos el ECAMC para postproducción, eso permitió que tomáramos un año para terminar la película.
También fueron importantes los asesores. Me dio gusto que me preguntaran sobre el tipo de cámaras que usaríamos, el tipo de luces, eran muy insistentes con el sonido, la música, preguntas que ayudaron mucho. En producción fue muy bueno porque yo he manejado presupuestos pequeños y éste era más grande, entonces me ayudaron bastante.
Además, en la Residencia hice una comunidad. Mi comunidad estaba formada en la escuela de Los Ángeles y al regresar me sentía un poquito desorientada. Al participar en las Residencias del ECAMC sentí que tenía una comunidad y eso es bastante. Cuando estás necesitada de algo preguntas y tienes respuesta. Cuando regresé a la Residencia, ya en postproducción con un corte, tuve una editora asesora, Ana Laura, y gracias al monitoreo de estar cada mes escribiendo mis actividades pude tener estructura.
Ahora van seis películas del ECAMC a Morelia. Va a mostrar el talento de directoras y directores con personalidad propia, con voces que importan. Es una avanzada importante.
Estoy contenta por ser parte de esta segunda ola, y celebro estar en competencia con las voces del cine mexicano contemporáneo. Hay directores con trayectoria, películas que han hecho su gira por el mundo y han obtenido reconocimientos. Esto me da esperanza de que el cine mexicano está cambiando, que se está abriendo y diversificando.
El empujón que ECAMC nos ha dado es muy bueno. Espero que motive a otros jóvenes indígenas a tomar el riesgo de contar las historias de nuestras comunidades. Ahora tenemos un grupo más profesional, productores indígenas que ya sabemos manejar presupuestos, ya no dependemos de un productor que levante el proyecto y no nos deje tomar decisiones. Estoy contenta de que con mi carrera de 20 años, ahora pueda estar en este espacio, seguir aprendiendo, recibir apoyo para contar estas historias y hacer cine desde mi comunidad.
La Raya (México, 2024). Dirección: Yolanda Cruz. Guión: Yolanda Cruz, Joe Sieder, Ciudadanos de Cieneguilla. Producción: Yolanda Cruz, Isael Gutiérrez, Christine Dávila. Compañía productora: Petate Films, IMCINE. Cinefotografía: Sheila Altamirano. Edición: Yolanda Cruz, Joe Sieder. Sonido: Jorge Alberto Barraza, Erick Ruiz Arellano, Juan Antonio Pacheco. Música: The BaCan Brothers. Reparto: Mónica del Carmen, José Salof, Diana Baltazar, Noé Peña, Alejandro Baltazar, Domitila Baltazar.