‘Los tres Polos’, de Lalo Hernández: los hombres de las carreras de caballos

Conozcan a los tres Polos, abuelo, padre e hijo: don Polo, que antes se dedicó a los caballos pero ahora ha creado un vínculo íntimo con la tierra; a Polín, caballerango experto en el cuidado y el entrenamiento de los animales; a Polito, jockey entusiasmado que tras su muerte quiere convertirse en leyenda. Lo que todos tienen en común es la entrega y la pasión por las carreras.

Los tres Polos, documental de Lalo Hernández, retrata las carreras parejeras que se dan en la Huasteca Potosina a través de estos tres hombres. Su mirada se concentra en sus personalidades bravías y contrastantes, pero también se extiende hacia un universo poco conocido de los espacios rurales mexicanos: las carreras de caballos, las complejas relaciones familiares, económicas y culturales que se crean alrededor de estos eventos.

Los tres Polos es un documental producido por el Centro de Capacitación Cinematográfica, que tendrá su estreno en la sección México ópera prima del 20° DocsMX.

Lalo Hernández, director, nos contó sobre esta aventura entre animales, hombres y las pasiones que comparten al correr entre los valles.

Los tres Polos, dir. Lalo Hernández

 

¿Cómo conoces a los Polos y en qué momento decides que ahí hay una historia para un documental?

En el taller de documental del CCC estaba buscando historias que hablaran sobre un tema que me llama mucho la atención: el coraje, el esfuerzo, en el contexto de la masculinidad. En esa búsqueda, mi padre me acercó a las carreras de caballos. Él descubrió que en nuestro lugar de origen, Tamazunchale, San Luis Potosí, también existen las carreras parejeras. Estas competencias se realizan en rancherías, lugares alejados del circuito glamuroso del hipódromo. Carreras con otra lógica, otra estética y otro espíritu.

En estas carreras conocí a una familia que se dedica a entrenar caballos de otros. Los dueños les confían sus animales, y ellos los cuidan, los entrenan y los corren. En ese contexto conocí a Polito, un adolescente simpático, con una pasión muy profunda.

Su papá y su abuelo completan el retrato. Tres perspectivas de una misma vida rural, de las carreras y los caballos. Me pareció una historia que merecía ser contada y compartida.

 

Cuando pensamos en carreras de caballos imaginamos el glamour del hipódromo urbano. En Los tres Polos es otra cosa: un universo rural, donde las carreras tienen otro código y otra energía. ¿Cómo son estas carreras parejeras y qué las distingue del imaginario que tenemos sobre el mundo ecuestre?

Estas carreras parejeras son regionales. Se realizan en distintos puntos de Latinoamérica, desde Argentina y Uruguay, hasta el sur de Estados Unidos. Participan personas que están profundamente ligadas al trabajo con animales de granja, y que encuentran en deportes una forma de generar comunidad. 

Ese tejido comunitario es lo que hace posible que haya público, familias haciendo carnes asadas al borde de la pista, apuestas; una economía en movimiento. Hay negocios y oficios; muchas personas viven de esto. Como los protagonistas del documental: su sustento está ahí.

 

En tu documental logras dar aire y espacio a cada Polo, para que se muestre a sí mismo. ¿Qué estrategias usaste para obtener lo mejor de cada uno?

Polito fue el más fácil. Le pones una cámara y entra en acción. Lo difícil con él fue que, en esa familiaridad con la cámara, se le cayera la máscara. Es algo propio del cinéma vérité: cuando llegas con ciertas personas, lo primero que hacen es proyectar la imagen que quieren que los demás tengan de ellas. El trabajo después consiste en generar confianza, hasta que en algún momento aparece la autenticidad.

Con el papá, Polín, fue lo contrario. Él estaba abierto a colaborar, pero al momento de las entrevistas era reservado. Eso nos llevó a trabajar desde otro lugar: platicar con él sin cámara, generar confianza poco a poco, que entendiera que queríamos comprender su mundo.

El abuelo es otra historia, él necesitaba ser escuchado. Como pasa con muchas personas mayores que han sido relegadas, él quería hablar, dar su testimonio, contar lo que fue y lo que ahora hace. Para él, lo importante ya no son los caballos sino la tierra, ahí está su centro ahora. Esa fusión con la tierra fue muy significativa.

 

Los tres Polos, dir. Lalo Hernández

 Otro tema central en Los tres Polos es la masculinidad. Los hombres dominan la escena, son quienes apuestan, quienes tienen el poder económico y simbólico. ¿Qué te interesa de esas expresiones en  tu documental?

Cuando uno llega a este tipo de lugares, siendo de la ciudad, se siente algo amenazante. Es un mundo donde hay miradas, grupos, códigos no dichos. Lo importante de haber encontrado a estos tres personajes fue precisamente su apertura, que se fue dando poco a poco y que permitió que ellos se quitaran la máscara que solemos ponernos los hombres.

El hecho de que se hayan abierto y me hayan dado su confianza me permitió explorar sus vulnerabilidades, sus emociones, sus deseos. Ellos justifican su pasión, su coraje, su trabajo duro con el caballo, con el “no dejarse”, pero en el fondo están movidos por una emoción interna, por una pasión profunda. Y yo quería llegar a ese lugar, verlos incluso en sus momentos vulnerables.

Eso lo vemos en Polito. Es extrovertido, se muestra como alguien que quiere convertirse en leyenda. Pero el documental revela distintas caras de él: cómo se posiciona frente a la victoria o a la derrota. Eso, en un mundo tan viril como el de las carreras de caballos, es difícil de ver.

 

¿Hubo algún reto en el rodaje que resultara especialmente desafiante para ustedes?

El primer reto fue el clima seguirles el ritmo a los personajes con ese calor extremo. Fue un desafío para quienes estábamos en el equipo: el sonidista, el cinefotógrafo y yo. Tuvimos que acostumbrarnos a temperaturas mayores a los 40°, donde incluso a mitad del día se decide hacer una pausa, tomar una siesta, esperar a que baje el sol.

En cuanto a cómo cubrir las secuencias, yo no quería quedarme con una cámara fija observando cómo trabajan. Buscaba un montaje que permitiera al espectador sentir el trabajo como ellos lo viven. Acercarme a las herraduras, ver el clavo entrando, mostrar una acción desde distintos ángulos. Eso requería movimiento, precisión, y hacerlo sin darles ninguna dirección a los personajes.

Nosotros ya sabíamos lo que venía porque llevábamos meses acompañándolos. Nos adelantábamos a sus movimientos sin estorbar, sin alterar a los caballos. Era como una coreografía: ellos en el centro, y nosotros orbitando alrededor de la acción. Requirió mucha práctica previa, mucha observación y entrar en ritmo con ellos.

Fue uno de los retos más difíciles, pero con el tiempo se volvió un ejercicio natural. Durante los días de rodaje ya habíamos afinado esa dinámica y todo fluyó mejor. Se complicaba más en las carreras. Ahí hay muchos imponderables: mucha gente alrededor, personas que se incomodan al ver una cámara.

Y otro reto era filmar una carrera que dura apenas 10 segundos, sin posibilidad de repetirla. Para eso armamos un equipo más grande, llevamos multicámaras.

En cuanto al sonido, el problema era que en las carreras siempre hay música y eso representa un conflicto en términos de derechos. Así que el trabajo de postproducción de sonido fue clave. Desde Disruptiva Sound se hizo un trabajo arduo para construir una atmósfera sonora que respetara lo vivido, pero que también funcionara en una sala de cine.

 

Destaca la cinefotografía de Emmanuel López, ¿cómo fue su trabajo, para capturar esas imágenes tan potentes?

Antes de comenzar a filmar formalmente estuvimos medio año viajando a Tamoín, San Luis Potosí, de donde son originarios los personajes. Durante ese tiempo hicimos coreografía del trabajo y asistimos a carreras de caballos pequeñas. Ahí Manuel empezó a meterse entre las puertas, a fragmentar los momentos, a buscar distintos ángulos de cámara. De ese proceso surgió la idea de usar GoPro para capturar la salida, porque Polín remarcaba: “Lo más importante de la carrera es la salida de los cajones.”

Ya en el carril, Manu estaba libre con su cámara GH5, y a otros tres operadores se situaban con la misma cámara, montadas en tripié, en distintos puntos.

Lo bueno de las carreras parejeras es que hay carreras cada 15 o 20 minutos, desde las seis de la mañana hasta avanzada la garde. Eso nos dio espacio para afinar la cobertura. En ese proceso se dio el encuentro de Emmanuel con este mundo: el universo de las carreras de caballos.

 

Los tres Polos, dir. Lalo Hernández

¿Ya vieron los protagonistas Los tres Polos?

No he querido que vean la película en condiciones que no sean las mejores: quiero que la escuchen con buen sonido, que la vean en un espacio adecuado, que la experiencia sea digna de lo que hicimos juntos.

Sin embargo, han visto algunas secuencias, han escuchado la música de Alejandro Karo y les encanta. A Polito, en particular, le fascina, dice que se siente como un héroe de acción.

El papá es más sobrio. No habla mucho, estamos esperando a ver qué nos dice de la película. Y el abuelo… el abuelo ya descansa, se nos fue en 2021. Pero cada vez que yo iba a visitarlos allá en Tamuín me saludaba con cariño, nos tenía en alta estima a todos.

 

¿Qué te significa estrenar en DocMX?

DocsMX, durante 20 años, ha sido el foro que ha dado oportunidad a muchísimos cineastas. Se han forjado carreras ahí, se han abierto caminos.

Me da muchísimo gusto compartir espacio con tantos documentalistas, algunos primerizos como yo, otros con trayectorias largas y sólidas. Es emocionante formar parte de esa comunidad, de ese tejido que se renueva cada año y que sigue apostando por el cine como herramienta de memoria, de diálogo y de transformación.

 

Los tres Polos (México, 2025). Dirección: Lalo Hernández. Producción:  Centro de Capacitación Cinematográfica. Fotografía: Emmanuel López Vega. Edición: Lalo Hernández. Sonido: Mariano Murguía Sotomayor. Diseño Sonoro: Óscar Victoria. Música original: Alejandro Karo, Mayra Lepró. Participan: Apolinar Rodríguez Vázquez, Polín Rodríguez, Polo Rodríguez. Locación: Tamuín, Huasteca Potosina, San Luis Potosí.