‘Un techo sin cielo’, de Diego Hernández: la caja del sueño inconcluso

Diego encuentra una caja que le perteneció a su padre. Apenas la abre, cae en un estado agudo de narcolepsia. Mientras, su amiga Liz prepara una obra de teatro. Le angustia tanto que no puede dormir. Los dos intentan ayudarse. Los remedios new age quizá no ayuden tanto, como la reflexión mutua: Diego sobre su padre, que siempre estuvo cansado; Liz sobre las posibilidades creativas que emergen de ella.

Un techo sin cielo, cuarto largometraje de Diego Hernández, hace un homenaje a su padre y a su sueño de construir una cada. También indaga en la creación artística, que quizá también sea un oficio siempre inconcluso. Desde su humor contenido y su ejercicio audiovisual minimalista, Diego Hernández entrega otra pieza de la vida tijuanense, y un nuevo golpe de timón en el cine más independiente que se hace en México. 

Un techo sin cielo se presenta en la sección Ahora México de Ficunam 15. Diego nos contó sobre esta nueva entrega, que desde distintas aristas traza su entusiasmo por la creación.

Un techo sin cielo, dir. Diego Hernández

Cada vez va cuesta más trabajo comentar tus películas en individual, uno las mira y se cruzan las referencias de Agua caliente o El mirador, como si fuera un Diegoverse. Pero es interesante ver que tus películas anteriores eran festivas y ahora, cuando un muchacho encuentra una caja y le produce sueño, merodeas la depresión. ¿Cómo fue apareciendo el tema de Un techo sin cielo?

Me comentan mucho eso de encontrar relaciones entre mis películas y es inevitable, en todas utilizo casi los mismos elementos. También me está gustando trabajar con los mismos actores. A veces escribo una escena y pienso que se parece a algo que hice antes. Hay un reto bonito en buscarle la vuelta a escenas con las mismas personas, en los mismos espacios, para que siempre haya novedad. 

Un techo sin cielo la comencé en 2021, todavía en pandemia, cuando grababa espacios de mi casa para practicar cosas técnicas como exposición y corrección de color. Estas tomas me generaban un sentimiento muy fuerte, tiene que ver con el sueño de la casa inconclusa de mi papá. La película exploró el sentimiento de construir una ficción alrededor de eso.

 

En Un techo sin cielo hay una presencia-ausencia del padre, el sueño de su construcción inconclusa, y algo muy simbólico sobre el padre que no está. 

En ninguna de mis películas, salvo en una escena de Agua caliente, se había mencionado a ningún padre. Nadie tiene papá en este universo y no sé por qué. Creo que le sacaba la vuelta al tema. Y de la pequeña escena de Agua caliente, en la que mi mamá me platica cómo le pidió matrimonio mi papá, se desprende esta película, aunque también me pregunté cómo hacer una película con mi papá, que ya no está. Fue una cosa de revisar archivos familiares, por eso la película tiene muchas fotografías de la casa en construcción. 

Mi papá fue obrero toda su vida. Recuerdo que llegaba a casa, de noche, muy cansado. Falleció un día que llegó cansado. Era una persona que estaba en un eterno estar cansado y de pronto fallece. ¿Qué pasa con ese cansancio? Entonces inventé esta fábula: una caja donde estaban guardadas cosas de él, y al abrirla salía ese cansancio, me atrapaba y era un misterio por resolver: ¿por qué me pasó esto y qué puedo hacer con este cansancio?

 

Pero siguiendo esta metáfora de la caja y el cansancio, es interesante que Liz, tu coprotagonista, toma la caja y con ella hace una obra de arte. Desde ahí pienso en la importancia que le has dado en tus películas al quehacer artístico: tus personajes ensayan obras de teatro, hacer arte es importante en tus historias. 

En todas mis películas vemos personajes ensayando. Y sí, en el ensayo hay una cuestión de crear algo. En Los fundadores hay una obra de teatro en la que ensayan todo el tiempo y jamás la vemos. Y Liz sale en El mirador, es la amiga de la protagonista, con la que ensaya una coreografía. Cuando pensaba en esta película, yo quería un personaje que fuera un espejo del mío, me gustaba la idea de que yo estuviera con narcolepsia y la chica tuviera insomnio. Liz sube a Instagram cosas de ella trabajando en sus obras de teatro y cumple muchos roles en sus obras: hace su propia escenografía, cosas manuales, me gusta ver ese proceso. Le propuse a Liz un espacio abierto en la película, porque la pieza que hace al final es de su autoría. Mientras íbamos filmando, ella iba creando el final, fue una comisión que le di. Fue una colaboración muy linda. Como invertir el rol y que al final ella dirigiera.

Es algo que me interesa del arte: el acto de compartir. El final es un momento muy íntimo: “hice esto para ti, pensando en ti, y quiero que seas la primera persona que lo veas”. 

 

Hay otro tema, el pensamiento mágico para curar la narcolepsia, que lo manejas desde un coach insoportable, o desde el tarot. ¿Cómo juegan estos recursos en Un techo sin cielo?

La chica que lee el tarot es mi amiga y es bruja en la vida real, se dedica a hacer lecturas a la gente. Me interesan estas prácticas desde el lado de la ficción, son ficciones que nos inventamos para explicarnos cosas. De alguna manera, la idea de la casa también remite a una ficción. Construir una casa es como inventarte un pequeño universo, una ficción que contiene cosas. Era el tema que para mí unía todas las escenas, la idea de las ficciones.

 

Hay una paradoja: tu película se llama Un techo sin cielo, pero es una película hecha en terrazas, patios, jardines, una película de exteriores. 

Casi todo ocurre en el patio de mi casa. Y fue una cosa técnica, porque quería grabar con ciertas luces del sol, entonces afuera podía buscar las imágenes que me interesaban. 

La idea del título viene de otro proyecto. En esa película hay una escena en la que describo un espacio: las paredes sin resanar, el piso a medias y el techo sin cielo. Cuando le contaba el guion a una amiga, a ella le llamó la atención la frase del techo sin cielo, le parecía poético. Le expliqué que en México el cielo de un techo es la cubierta por dentro, que puede ser de tablarroca o yeso, pero me hizo pensar en lo lindo del término, que es de construcción, pero también puede sonar muy poético. 

 

A la mayoría de los cineastas les toma al menos tres años sacar una película nueva. Las tuyas vienen año tras año, eres muy rápido para escribir, filmar, editar, y proponer una nueva entrega. Son producciones de presupuestos modestos, pero no deja de implicar un gran esfuerzo. ¿Cómo logras esta constancia?

Creo que son tres cosas. La primera es el modelo de producción, películas muy pequeñas que necesitan poco crew. Por ejemplo, en esta película yo cumplí la mayoría de los roles, hice fotos, sonido, edición. Hay facilidad de gestión, no tengo que coordinar tantas cosas. Grabar en mi casa o en espacios cercanos hace todo más sencillo. Me interesa hacer producciones que no me cuesten tanto porque es para lo que hay también, y también me interesa hablar de todo esto. Yo he encontrado un modo de vida haciendo estas películas pequeñas. Me falta explorar qué pasa con la distribución y qué tipo de ingreso genera, pero cada vez lo veo más como un sueño de un chavo que tiene 20 años y no paga renta, y estoy viendo viable seguir haciendo esto. 

Lo segundo es que tengo una red de gente que me apoya en Tijuana. Si quiero hacer una película en dos semanas, hago un par de llamadas y los amigos me dicen que le entran. Tengo amistades que confían mucho en mi trabajo. Todas mis películas se sostienen en un montón de amigos que han sumado sus voluntades en los proyectos. 

Y la tercera es que me encanta hacer esto, es mi oficio, y luego el oficio del cineasta es raro. Yo entiendo que el cine se ejerce también en la escritura y en hacer carpetas y producir, pero estar en set, filmando una película, es algo que pocas veces sucede en la vida de un director, cada cinco años. A mí me parece rarísimo, como un carpintero que está tres años pensando en hacer un mueble y solamente se dedica un par de semanas a hacerlo. Siento que el oficio lo vas aprendiendo con la práctica, casi como un artesano. Mientras más películas hagas, mejor te van a salir. Vas puliendo técnicas, formas de comunicarte con los demás, y a mí me interesa eso porque me hace crecer como persona, aprender a comunicarme haciendo películas. 

Yo no me la paso mal cumpliendo todos los roles. Me gusta editar, hacer corrección de color, actuar. Si he hecho cuatro películas es porque amo con todo mi corazón hacer esto.

 

¿Hasta dónde el presupuesto modesto es un acicate creativo? 

A mí me parece estimulante. Me empuja a explorar. Yo he hecho películas con crew y sin crew; con crew han sido Los fundadores y El mirador. Y sin crew, Agua caliente y ésta, y siento que en Un techo sin cielo encontré cosas a las que no hubiera podido llegar con crew. Me llevó a muchos descubrimientos que hice en soledad, en la computadora, cosas de sonido y efectos visuales que tiene la película. La estética fue resultado de mis límites, me llevó a pensar qué más puedo hacer con esta pequeña cámara.

 

Tú cada año presentas una película en Ficunam, ya casi vives en el festival. ¿Cómo ha sido esta experiencia, desde Los fundadores hasta ahora? 

En la función del año pasado, El mirador, me impactó ver una sala llena de gente que sé quiénes son pero que no conozco, porque nunca he vivido en Ciudad de México. La mitad de la gente que estaba en la sala yo sabía quién era y qué hacía. Eso es lo valioso que me ha dado el festival, encontrar gente con intereses afines y que piensa el cine, no solamente desde la realización, también desde la crítica, desde el periodismo, desde otros ángulos, todo un ecosistema de interés en el cine. Acá en Tijuana de pronto te sientes un poquito lejos de todo, pero hay una red de gente que estamos interesados en que está haciendo este cuate por allá, qué está haciendo este cuate por acá. El encuentro de la cinefilia es algo que me ha dado este festival.

Un techo sin cielo, dir. Diego Hernández

Un techo sin cielo (México, 2025). Director: Diego Hernández. Guion: Diego Hernández. 
Productor: Diego Hernández. Fotografía: Diego Hernández. Edición: Diego Hernández. Sonido: Fulvio Cortéz. Reparto: Diego Hernández, Lizbeth Félix, Graciela Rodríguez.