‘La caja’ de Lorenzo Vigas: Pedro Páramo en el desierto

Hatzin, adolescente, viaja al norte del país para recoger los restos de su padre, que se encontraron en una fosa común y se los entregan en una caja. Hay dolor y absurdo en la empresa, que él asume con templanza. Cuando intenta regresar a casa, encuentra en la calle a un hombre que muy probablemente sea su padre. ¿Entonces quién está en la caja? ¿Quién es este señor Mario que al principio lo rechaza y poco a poco, lo empieza a aceptar?

 

La relación entre padre e hijo, o de un hombre maduro con otro más joven, es tema recurrente en la filmografía del venezolano Lorenzo Vigas. Ocurrió con su cortometraje Los elefantes nunca olvidan, en el que un adolescente busca venganza contra su padre, y pasó con su ópera prima, Desde allá (2015), con un cincuentón perverso que mantiene relaciones de afecto y poder con un adolescente; y el tema se merodea incluso en El vendedor de orquídeas (2016), en el que Oswaldo Vigas, padre del director y uno de los artistas plásticos más importantes de Venezuela, recoge sus pasos para recuperar su obra adolescente.  

Con La caja traslada la complejidad de esta relación a un estado de Chihuahua asediado por la violencia laboral de las maquilas y la propia del crimen organizado. Aquí, el presunto padre de Hatzin y el propio Hatzin transitan entre la confianza, la búsqueda de afecto y actividades criminales que hacen más complejo el vínculo. Un Pedro Páramo del desierto, en el que Juan Aparicio sí encuentra a su padre y ahora lo debe ver deambular entre sus propios muertos. 

 

La caja tiene su estreno comercial mexicano a partir del 10 de noviembre. Lorenzo Vigas nos contó sobre este ejercicio de paternidades y violencias en los territorios agrestes de Chihuahua.

 

¿Qué fue primero? ¿Encontrar una región como Chihuahua y desde ahí escribir una historia? ¿O ya traías el tema de esta historia entre padre e hijo, y Chihuahua te pareció un buen escenario para contarla? 

Fue el segundo camino. Yo ya tenía un guión. Empezó hace veitne años, cuando llegué a México. Veía en  la televisión un reportaje sobre gente que iba a buscar a sus seres queridos en una fosa común, pensé qué pasaría si un niño busca a su padre, y  resulta que después ve vivo a su padre. Fue el origen de la historia. Luego colaboré con un par de guionistas, Laura Santullo y Paula Markovitch, y nos fuimos metiendo al tema. 

Yo sabía que quería filmar en el norte pero no sabía que las maquiladoras fueran tan importantes para la historia. Junto con Daniela Schneider, diseñadora de producción, empezamos a recorrer el norte de México y me impactó este lugar tan abrumador, bello, agresivo; un lugar maravilloso. Supe que aquí tenía que ser la película. 

 

Tus personajes se funden en una suerte ambigüedad en la que no tengo muy claro hacia dónde van y quiénes son, si tengo que quedarme con ellos o rechazarlos. ¿Cómo ibas creando esta relación?

Para mí la ambigüedad es muy importante en el arte en general, porque en la realidad la vida es eso. A veces es mala o desviada esa forma de entretenernos, únicamente a través de certezas. Por eso me gusta el cine que tiene personajes contradictorios, donde le das al espectador el chance de construir su propia historia, cuando das espacio a la ambigüedad. Eso permite que el espectador también este se involucre activamente en la historia. 

Para algunos, Mario será un villano, otros lo ven como un sobreviviente que hacer lo necesario para tener dinero y que su hija que va a nacer tenga comida y casa, y eso hace que puedas conectar de forma más irracional, inconsciente, con lo que estás viendo, y genera emociones más profundas, que es lo que busco cuando hago películas. Es mi acercamiento al cine y por eso La caja es así.

 

La caja, Dir. Lorenzo Vigas. Fotografía:  Raúl Kriga. 

 

En tus películas está muy presente, no solamente la relación entre padre e hijo, también una transferencia de conocimiento entre un hombre maduro y otro joven. Pasa en el documental sobre tu padre El vendedor de orquídeas o en Desde allá, una relación entre un hombre de mediana edad con un muchacho joven; de alguna manera replicas el tema en La caja.

Uno no escoge sus obsesiones, ellas te escogen a ti. Yo tuve una relación cercana y afectuosa con mi padre, entonces no viene de una experiencia personal, pero sí me conecte con un arquetipo latinoamericano. Quizá esa conexión se disparó por el hecho de que mi padre en Venezuela es una figura muy importante, un equivalente a un Rufino Tamayo en México. Seguramente sentí durante la adolescencia esa presión de poder ser alguien como esta figura que tienes al lado, así grande. Quizás por eso me apasiona ese tema. 

Además, es un tema que en Latinoamérica cobra mucha relevancia, muchos niños son criados sin la figura paterna, y me interesa cómo suplantas esa figura, porque cuando creces con esa carencia la vas a sustituir. En el caso de La caja, Hatzin se aferra a Mario y para él es su padre. A veces nos pasa así con los políticos, no conseguimos a un padre y aceptamos a otras figuras paternas, y eso también es peligroso. Venimos de un continente con varios ejemplos en ese sentido. Entonces me interesa muchísimo ese tema y creo que con La caja logró cerrar, meter todo eso dentro de la caja, para mí es un capítulo muy importante de mi carrera porque son cuatro películas, un cortometraje, un documental y dos ficciones que tienen que ver con esto. Y creo que ahora por fin cerré la caja.

 

 

¿Cómo incorporaste a Hernán Mendoza y Hatzin Navarrete en el proyecto?

De Hernán vi un par de películas y me impresionó, me gustaba su corpulencia y que tiene una cosa bondadosa, pero al mismo tiempo da la sensación de peligro, era perfecto para el personaje de Mario. 

En el caso de Hatzin, sabía que iba a ser el gran reto, y además de mucho riesgo, escoger a un joven que nunca había hecho nada profesional. Fue un proceso de selección larguísimo, visitamos escuelas en Ciudad de México y ciudades alrededor, hasta que en Neza aparece un vídeo de un niño y siento un profundo dolor con su historia personal con su padre. Era un niño introvertido, pero cuando le ponías la cámara enfrente empezaba a transmitir cosas muy poderosas. Eso fue una semana antes de irnos a filmar, prácticamente no pude ensayar con él, nos fuimos a Chihuahua cruzando los dedos porque no estaba fácil que un niño aguantará un rodaje tan exigente en condiciones tan difíciles, con tanto frío y tanto calor, con él durmiendo poco porque eran horarios complicados cuando tenía que filmar. Pero nos asombró que supo cargar la película en los hombros.

 

La caja, Dir. Lorenzo Vigas. Fotografía:  Raúl Kriga. 

 

Algunos dicen que solamente hay que contar historias de lo que les es conocido. Otros dicen que enriquece una mirada fresca, un tanto ajena a los espacios. Prefiero la segunda idea, y creo que es tu caso,  pero no dejas de ser un cineasta venezolano hablando de Chihuahua, ¿qué crees que puede aportar tu mirada de esta región?

Para mí el acercamiento a las cosas tienen que ver con una exploración de lo que no conozco, pero tratando de ser lo más honesto posible con la región y con la gente. 

Me metí muy dentro del mundo de Chihuahua, conocí mucha gente de allá y la película tiene actores de allá, como el caso de Richie, el que ayuda a Mario a contratar gente: es un albañil de Chihuahua capital. A través de él conocí muchísima gente y fue importante en el rodaje, porque nos metía en la esencia de vivir allá. 

A veces hay relaciones que uno no se imagina, por ejemplo, que el norte de México se parece a Venezuela por la forma de ser de la gente, más que con la Ciudad de México. Fue apasionante porque estaba haciendo una película, pero también descubrí una parte maravillosa de este país, al cual le debo tanto, porque yo realmente me hice cineasta en este país, a través de la relación con grandes amigos como Guillermo Arriaga, Juan Carlos Rulfo, Valentina Leduc, Gabriel Ripstein o Michel Franco. Por eso para mí era importante, sentía una deuda con este país y era importante hacer una película aquí. 

 

La caja ha tenido buena fortuna en festivales; ahora es momento de mostrarla a las audiencias mexicanas. ¿Por qué tendría que verla?

Es una historia entretenida, dentro de toda la complejidad, que no te suelta en ningún momento. El solo hecho de ver a un niño que llega y le entrega una caja con los restos de su padre, pero de pronto ve a su papá caminando por la calle, ya es intrigante. ¿Entonces mi papá está aquí, en la caja, o mi papá es este hombre que estoy viendo y es idéntico a mi padre? Creo que eso es algo que a todos nos mueve. 

La caja en realidad es la caja que todos tenemos, todos la tenemos en casa y hay quienes podemos abrirla, ver que hay adentro y sacar cosas, recuerdos, pero hay otros que nunca la abren y les empieza a pesar, por eso el titulo, corto pero que también abarca tanto. Entonces es descubrir a través de la película, qué hay dentro de la caja de cada uno de nosotros.

La caja (México, Venezuela, Estados Unidos, 2021). Dirección: Lorenzo Vigas. Guión: Lorenzo Vigas, Paula Markovitch. Producción: Jorge Hernández Aldana, Michael Hogan, Kilian Kerwin, John Penotti, Lorenzo Vigas, Michel Franco. Fotografía: Sergio Armstrong. Sonido: Jaime Baksht, Michelle Couttolenc, Raúl Locatelli. Reparto:Hernán Mendoza, Hatzin Navarrete.