Las tres historias que propone Natalia López en su ópera prima Manto de gemas se mezclan y llegan a distintos derroteros, pero no desde la lógica de la dramática, sino desde el desconcierto de la vida. Y desde el desaliento de registrar una atmósfera de violencia que se ha instaurado en todo el país.
El cine de Natalia López reta las concepciones de una narrativa redonda, capaz porque su oficio de editora le ha enseñado a subvertir los registros causales del argumento, y a buscar ejercicios de mayor reto en la dirección y el montaje cinematográfico. De ahí que prefiera convocar a las sensaciones y el desconcierto: Manto de gemas es un ejercicio de desasosiego, que acaso traduce la incertidumbre con la que vivimos el halo de violencia del México contemporáneo.
Antes ya había escrito una especie de guión o argumento, pero la película en realidad nació cuando hice la investigación. Primero miré muchos documentales, después leí libros y me acerqué a la prensa, al final hablé con mucha gente; manejé por todo el estado de Morelos y traté de detenerme en cada tienda, puesto y esquina para conocer a todas las personas posibles. Estas personas me abrieron su corazón y me contaron sus historias, sueños y miedos con mucha franqueza.
Cuando hablé con las madres con hijos desaparecidos explotó en mí el tema de la película, ahí me di cuenta que necesitaba hacer una película colectiva, que no era sobre una persona o una anécdota, ni tenía que ver sólo con la violencia o el narcotráfico.
Al inicio me sentí un poco avergonzada con estas mujeres: era tan grande su dolor que me sentí incapaz de transmitir sus historias, después me di cuenta que todos los mexicanos y mexicanas compartíamos una especie de herida, y cada vez que hablaba con la gente empecé a reconocer esa herida, por eso Manto de gemas es una película sobre lo que compartimos todos.
Las películas se construyen por capas y una va tomando decisiones estéticas, narrativas y formales que la van develando poquito a poquito, entonces no es que haya decidido hacer una película con ese nivel de sequedad, más bien se fue construyendo por las decisiones que fui tomando en cada una de las capas.
La verdad es que las películas son una revelación para las personas que las hacen, es maravilloso del proceso de filmación, aunque al mismo tiempo es exigente porque tienes una espada de Damocles todo el tiempo. Pero sí, ese ambiente y esa atmósfera de violencia los sentí desde el comienzo; si quería transmitir el miedo de vivir en una sociedad herida, tenía que construir una atmósfera que la transmitiera; y esa atmósfera sólo se podía construir confiando en los elementos cinematográficos, como el movimiento de la cámara, el diálogo, la narrativa, el color, la luz y el sonido.
A mí me encantan los actores, me parecen fascinantes, la verdad. Pero era imporatnte encontrar el tono de la película y respetarlo a lo largo de la filmación. Me ayudó muchísimo ser novata en dirección de actores, no tenía herramientas, entonces tuve que encontrar mi propio método.
La primera decisión que tomé fue no darles el guión a ninguno de ellos, ni a los actores profesionales ni a los naturales, porque la palabra escrita es demasiado potente y transmitirles un significado cerrado me representaba un error garrafal.
Trabajé con todos de manera oral, y como con todos había construido una relación de confianza, en la que estaban dispuestos a abrirse conmigo, fue relativamente fácil construir la película. Más que darles indicaciones, lo que hice fue lanzarles muchas preguntas, obviamente después tuve que pulir el material, de hecho grabé mucho sonido y doblé algunos diálogos.
Siempre he pensado que el sonido es muy noble, es un elemento alucinante porque lo puedes trabajar desde la escritura, es la pulsación interna de la película y después puedes cambiar un diálogo hasta el último momento, eso es de una nobleza increíble.
El proceso de edición me ha fascinado siempre, al ser una labor analítica terminas aprendiendo un montón. Por supuesto, también me ayudó ver películas y recibir consejos de otros compañeros, que fueron vitales para comenzar a dirigir.
Como directora tuve muchas más dudas que como montajista, siempre tuve una presión interior porque quería ser coherente en mi discurso, enseñar algo honesto, situarme en el contexto social adecuado y no inventar las emociones de las personas, fue una demanda brutal.
La Natalia editora participó en otros momentos, sobre todo en la etapa de pulir la película. Me sentí muy cómoda en el momento del montaje, a pesar de que fue difícil, porque había que encontrar el equilibrio entre las líneas de la historia, hacer la película colectiva pero que también tuviera su justo nivel. Ahí, mi Natalia montajista hubiera cortado mucho más.
No coincido del todo, me he dado cuenta con los directores que he trabajado y que he podido observar sus procesos, que se diferencian mucho los directores que pulen hasta el final su película, con los que se hartan del proceso y dejan la película para que alguien más la pula, porque terminar una película y trabajar hasta la última célula de ella es un trabajo exhaustivo.
Creo que la película nace por segunda vez en la sala de montaje, pero la película nace desde la imaginación y la previsualización del creador, es un momento vital y el más importante. También importa mucho el momento de la captura, porque si ese momento no tiene vida, es imposible dárselo en el proceso de montaje, ya que en realidad nunca hubo una película.
Conectar con la audiencia es la recompensa más grande de una película, sientes que por fin se ha terminado, además adquiere otros significados que no sospechabas, eso es una recompensa gigante.
Lo que ha pasado con Manto de gemas es que, como es una película que no está sostenida por la narrativa, sino por su peso formal y atmosférico, puede crear incertidumbre e incomodidad en el público; pero creo que este elemento de indeterminación es la raíz de la realidad, la realidad es indeterminada y es la fuente de la indeterminación.
En ese sentido, hay gente que se siente cómoda en este vértigo y por eso habla con emoción sobre la forma y la construcción cinematográfica de Manto de gemas, pero he tenido experiencias de todo tipo, también hay gente que le ha molestado mucho y me lo ha manifestado con todo su ser, lo bueno es que la película ha provocado muchas reacciones.
Aunque ya había presentado la película en Europa, tenía muchísimas ganas de mostrarla en México, principalmente porque siento que una persona europea, al ver la realidad mexicana, la percibe bajo un filtro que les impide pensar en la posibilidad de la contradicción.
Por ejemplo, para ellos era difícil pensar que un secuestrador también juega futbol, tiene un hijo y ayuda en su comunidad. Al público europeo le era difícil aterrizar estas contradicciones.
Tengo muchísima curiosidad de hacer contacto con la gente en México para compartir, desde la misma cosmogonía, reflexiones sobre la película. Realmente estoy muy emocionada y nerviosa porque además va a ir parte del equipo técnico y los actores y las actrices que aparecen en la película.