‘Malintzin 17’ de Eugenio Polgovsky y Mara Polgovsky: fábula de un nido y una calle

Desde una ventana de Malintzin 17, calle en el barrio de Coyoacán, un hombre con una cámara y su hija observan un nido de pájaros y personas que pasan por la acera con sus perros; autos, un muchacho con patineta, ardillas que corren por las cornisas; escenas más íntimas no puede existir.

 

El hombre de la cámara es Eugenio Polgovsky, documentalista mexicano que ha creado títulos fundamentales de nuestro cine, como Trópico de cáncer (2004), Los herederos (2008), Mitote (2012)  o Resurrección (2016). “Estoy grabando un pajarito”, le contó en 2016 a su hermana Mara Polgovsky.

 

En 2017 murió Eugenio Polgovsky, quien dejó un cúmulo de materiales en sus discos duros. Mara no sólo encontró al pajarito que su hermano filmaba, sino también la posibilidad de crear una película íntima, delicada, de la sorpresa y la fascinación por la cotidianidad. “Una película en clave pandémica”, describió un curador de Sundance, aunque el material se grabó tres años antes de la aparición del covid 19.

 

Mara trabajó el material de su hermano: revisó, hizo notas, imaginó. Y con Malintzin 17 logra dos hazañas: preservar y aumentar el legado fílmico del documentalista Eugenio Polgovsky, pero también incursionar, en coautoría, en su primer ejercicio como directora.

 

Porque Malintzin 17 es una fábula del cuidado en triple sentido. La gorriona que cuida el nido; el padre con una cámara que cuida a su hija; la hermana que cuida un acervo de imágenes y hace con él una hermosa historia.

 

Malintzin 17 se presentó en la sección de competencia Tiger del Festival Internacional de Cine de Rotterdam 2022 y formó parte de la sección Competencia Internacional de Ficunam 12. Ahora es parte de la retrospectiva a Eugenio Polgovsky, en la Gira Ambulante 2023. 

 

Platicamos con Mara Polgovsky sobre esta emotiva experiencia fílmica.

 

Lo que vemos en Malintzin 17 es un trabajo muy personal, en el más literal de los sentidos. ¿Cómo llega este material contigo?

En efecto, es la película más personal de Eugenio, me interesó que existiera porque continúa con las preocupaciones de su cine. Desde que él murió en 2017, incluso desde antes, me había interesado pensar cuál era su mirada. Y son los niños, la observación pausada de las realidades sin juzgar, también la mirada infantil de los adultos.

Para mí este material parecía venir de otro planeta, y al mismo tiempo continúa con las pasiones de Eugenio.

Fui una observadora de su trabajo desde que él era estudiante en el CCC: yo estudié guion con Beatriz Novaro y Eugenio me invitaba a sus proyectos. Trópico de cáncer lo editamos juntos, yo sentada a su lado; hicimos juntos la carpeta de Los herederos; editamos Mitote y Resurrección.

La muerte de Eugenio me impulsa a terminar las películas que dejó inconclusas. Él me había dicho que había filmado un pájaro pero yo no estaba en México en ese momento, y de pronto encontré este material en sus discos duros, organizado por días, y comenzó el proyecto: ver el material, tomar notas y pensar en un guion que funcionara, porque finalmente hay bastante construcción. Por ejemplo, la presencia de Milena en el material es corta, hay que hacer que su presencia perdure, etcétera. Mi labor fue convertir estos materiales tan bellos en una película.

 

 

Eras una aliada constante de Eugenio, has sido su asistente de dirección, guionista, editora, productora. Ahora él ya no está y tú tomas las riendas del proyecto ¿Cómo organizaste ese material para volverlo también tuyo?

Eugenio era un cineasta solitario, un hombre que traía la cámara consigo y hacía las cosas sin grandes producciones. Era un ser humano con una cámara y una fascinación por la vida cotidiana, en su más simple expresión, él le daba complejidad a esa vida.

Yo me sentía un poco incómoda de trabajar un material que no era mío, pero sentí que esta película era un regalo para la hija de Eugenio, tenía que existir porque tenía valor como una especie de testamento, el testimonio de una relación bella entre un padre y una hija.

Al final se formó un equipo de gente que también trabajó con Eugenio: Julio Chavezmontes, que fue su productor en Resurrección; en corrección de color trabajé con Ernie Shaffer; en la mezcla de sonido con Carlos Cortés. Mi trabajo empezaba en entrevistar a estas personas y preguntarles cómo trabajaban con Eugenio.

Busqué darle a Malintzin 17 la textura que Eugenio le hubiera dado a estos materiales, pero en el proceso me di cuenta de que iba a ser una película distinta a la que hubiera hecho él. Tuve que tomar muchas decisiones, entre ellas la de poner la voz de Eugenio en la película, algo que él nunca había hecho y dudo que lo hubiera hecho. Ponerse a sí mismo como personaje no era su característica, pero hay tanta belleza en el diálogo con su hija Milena, que me pareció que valía la pena.

 

 

Cuando un director ya no está con nosotros pero sigue apareciendo material que filmó, se usa esta idea del testamento fílmico, ¿Podríamos pensar así a Malintzin 17?

Es un trabajo de maestría cinematográfica, es lo que más han elogiado los críticos, el rigor del lenguaje cinematográfico: una ventana que mira hacia los cables donde hay una tórtola empollando. Ahí hay muy claro el establecimiento de una mirada y un cambio de escala entre la visión apocalíptica de Resurrección, al minimalismo de Malintzin 17.

Para hacer una película con tan pocos elementos requieres claridad sobre tu lenguaje. Creo que Malintzin 17 es, sin duda, parte de este testamento, aunque no es su última palabra, porque quedan materiales para otras dos películas.

Por ejemplo, la próxima película se llama Don Jesús y el alacrán, él la filmó a lo largo de dos años y el personaje central es un jardinero que tiene un pasado como traficante de drogas. Aquí tendremos un cine sobre narcotráfico, que establece un punto de vista muy distinto al de la violencia espectacular que vende fácilmente. Y hay otra película que continúa su fascinación por el medio ambiente, tiene que ver con los árboles. Es un retrato de un montón de árboles en Inglaterra, donde él vivió los últimos dos años.

 

 

Quienes sabemos de la muerte temprana de Eugenio, es posible que veamos Malintzin 17 en clave de esa historia extrafílmica. Pero hay gente que no conoce esta historia y así mira la película. ¿Qué se dice de Malintzin 17 fuera de la historia de Eugenio? 

Mostré pedazos de la película en el Visions du Réel, en abril de 2020. Un curador de Sundance me dijo: “Ésta es la primera película pandémica que veo”. En ese momento, por lo menos en Londres, estábamos confinados y veíamos el mundo desde una ventana, incluso nos empezamos a familiarizar con los pájaros que nos visitaban. Entonces quien no conocía a Eugenio leyó la película en clave pandémica: un espacio pequeño, dos personajes y esa relación con el mundo a partir de la observación desde tu ventana. La película tiene esa potencia. Es inmersiva, estás ahí, te sientes dentro del departamento, y toca temas universales como qué es filmar, por qué hacer una película, la relación entre el hombre y la naturaleza, la paternidad…

 

 

¿Por qué el título de la película, Malintzin 17?

Por un lado estaba la cuestión minimalista, es un retrato de parte de la calle donde sucede la película, la calle de Malintzin, en Coyoacán, pero yo también estaba ocupando el lugar de traductora del lenguaje de Eugenio, y La Malinche fue una traductora con mala fama en la cultura popular, no sé si injustamente porque también es un papel difícil ser mediadora del mundo.

Decidí dejarlo en náhuatl porque es parte de nuestra cultura, y por último, elegí este título por Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce 1080 Bruxelles de Chantal Akerman, que también es una película de la vida cotidiana, adentro de un departamento, donde a partir de los momentos más íntimos la protagonista establece una postura muy fuerte sobre el feminismo. Ahí yo también hago un homenaje a Chantal Akerman.

 

 

Vas con Malintzin 17 al Festival de Rotterdam, no sé si Eugenio participó con alguno de sus trabajos, pero ahora lo hace. ¿Qué expectativas hay?

Estamos en la competencia Tiger, la principal del festival. Eugenio estuvo con Los herederos y no sé con qué otra película, pero llegar a Tiger, donde Eugenio no había llegado, es un homenaje a él. Eugenio marcó a muchas personas con su cine, no solamente en México, también en el circuito internacional de festivales. Hoy tuve una mesa redonda en Rotterdam y muchísima gente decía que ahí conocieron a Eugenio; incluso Tatiana Huezo, ella dice que ver el cine de Eugenio le invitó a hacer el documental de otra manera.

También está la idea de luchar contra el olvido, porque vivimos en un mundo de presentismo donde la historia está siendo cada vez más más descartada. Para mí es un esfuerzo de que no olvidemos. Así como Eugenio marcó a otros, a mí también: como hermano, como maestro, y parte de mi labor y mi cariño hacia él es que no lo olvidemos.

 

 

Ya platicamos que firmas la película en coautoría, porque tomas decisiones importantes sobre el material después de haber hecho otros oficios con Eugenio. ¿Esto no abre la oportunidad de seguir explorando a la directora Mara Polgovsky, continuar con trabajos que sean tuyos por completo? 

Siempre tengo esa curiosidad de hacer cine, lo hacía con Eugenio, pero más allá de lo que uno planea con su vida, la vida se te planta, estoy en este lugar y lo tomo como un regalo póstumo de mi hermano, hacer esta película que me ha abierto las puertas al mundo del cine de manera más directa. Después de terminar la próxima película de Eugenio tengo muchas ideas y muchas ganas de seguir haciendo cine. La postproducción fue dura porque no la conocía, adoro editar, y pues también está la idea de escribir una historia, aunque se escribe mucho en el proceso de edición.

Para mí es el comienzo de una vida detrás de las cámaras y detrás de las computadoras .

Eugenio Polgovsky, Foto: Henri-François Imbert

 

Cuando veo Malintzin 17 estoy viendo al camarógrafo, al director, pero también me parece poderosa la directora que está recreando un material ya dado, dándole una expresión propia… 

Fue un proceso de creación, sin duda, trabajar con materiales de archivo que en sí mismos son oro. Ahí quiero mencionar a Pedro González-Rubio, otro cineasta mexicano muy talentoso, quien me insistió mucho en hacer este proyecto. Entonces hubo ángeles que me dieron la fuerza para encontrar mi propia voz, en lugar de imponer sus voces. Esta voz en Malintzin 17 es el resultado de todos estos diálogos.

 

 

Y lo interesante es el compromiso del homenaje a Eugenio, pero también de acompañarte a encontrar tu mirada, que tus decisiones también emerjan, eso me parece importante de la factoría de esta pelicula. 

De hecho, varios cineastas se acercaron a decirme que ellos hacían la película y lo pensé, pero Eugenio y yo teníamos un entendimiento profundo, creíamos en el mismo tipo de cine e inevitablemente mi voz siempre será un poco de su voz y viceversa, éramos compinches.

Lo extraño todos los días y a veces me enojo al decir: “uff, cómo me gustaría hacerte esta pregunta, brother“. La verdad es que lo siento también muy cercano.

Malintzin 17 (México, 2022) Director: Mara Polgovsky, Eugenio Polgovsky. Guion: Mara Polgovsky. Productor: Mara Polgovsky, Julio Chavezmontes. Fotografía: Eugenio Polgovsky.Edición: Pedro González-Rubio, Mara Polgovsky. Compañía productora: Tecolote Films, Piano. Sonido: Javier Umpierrez.